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La violencia en el cine en los 90. Aspectos psicosociales y psicopatológicos del medio visual.

Fecha Publicación: 20/05/2010
Autor/autores: Amparo Guerra Gómez , Enrique Guerra Gómez, Ana González Navarro, Carlos Cerquella García


Área temática: .

La violencia en el cine en los 90. Aspectos psicosociales y psicopatológicos del
medio visual.
FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2006; 10(4)

Amparo Guerra Gómez*; Enrique Guerra Gómez**; Ana González Navarro***; Carlos Cerquella
García****.
* Doctora en Ciencias de la Información. Profesora Titular de Historia de la Comunicación Social y de la Propaganda.
Diplomada Universitaria en Enfermería. Universidad Complutense de Madrid
** Médico Psiquiatra. Especialista Área 3. INSALUD
*** Psicóloga. Universidad Autónoma de Madrid
**** Doctor en Medicina. Profesor Emérito de Drogodependencia. Universidad Pontificia de Salamanca

Introducción
Desde que los hermanos Lumiére convirtieran a la clase obrera en protagonista de un nuevo arte, la influencia del
cine como medio de información y educación y vehículo para la propaganda de gobiernos, grupos políticos y
económicos, le ha consolidado como fenómeno de la transformación cultural de un siglo. Cine como contrahistoria
y memoria social define Marc Ferro (1995), historia filmada transmisora de ideas que no alcanzan a definir las
palabras (Rosenstone, 1997), fuente instrumental de la ciencia histórica según Caparrós (1998), esencial para la
conformación de la memoria. Cine como rito social- destaca Pierre Sorlin (1) ante su poder de representación
social o individual, de identificación y/o proyección ya enunciadas por Marx, Freud y Weber (2), que traza clichés,
nexos, miedos, y otras creaciones conscientes de mecanicismo retórico (3).
Una lectura visual que nos habla de afectividades, de fijaciones, de contradicciones que conforman el
microuniverso del tiempo histórico, a través de un director, film o serie de ellos con características comunes.
Medio idóneo para una época de ocaso de ideas e implantación de una cultura de ambivalencia tendente al
divertimento y al escapismo (4). Cien años después, y sin suscribir las visionarias afirmaciones de David W.
Griffith sobre un futuro en el que las generaciones aprenderían historia, no a través de los libros, sino de la gran
pantalla, no podemos ignorar su gran capacidad persuasiva. Muestra válida de un estado de opinión y creador de
referentes por los efectos perdurables que sus imágenes tienen sobre la mente del espectador individual:
reconocimiento, proyección de roles, espejo de ideales, cuadros sociales y productos culturales... (5), y en gran
medida de su comportamiento.. De sus normas, y también de sus desviaciones. Aspecto este último que le sitúa
en primera línea del interés de psiquiatras y psicoterapeutas desde su doble función de entretenimiento y de
formación del individuo.
Lejanos los tiempos del Código Hays -señalan García Silberman y Ramos Lira (6)-, las normas impuestas por la
Motion Picture Producers and Distributors of America se invierten en los 90, con numerosas escenas de violencia
de todo tipo poblando la gran pantalla en producciones calificadas para todos los públicos (G. A.). Sin tener en
cuenta lo que esas imágenes pueden contribuir al refuerzo de conductas no deseadas en el proceso juvenil de
aprendizaje por observación selectiva (7).
Agresividad que es inseparable del ser vivo, pero violencia como comportamiento individual y grupal, que nos
coloca de nuevo ante el mito rousseauniano del humano territorio virgen, abierto en sus potencialidades para
desarrollar en un ambiente social dado. Violencia carezca no carente de utilidad - afirma Savater (8)- si
observamos sus logros: poder, miedo o represión, aunque fatal en el terreno educativo, pues allí donde todo el
mundo puede recurrir a la violencia la sociedad se desmigaja (9).
Violencia, sexo dañino, placer y regocijo del abuso se aprende desde la cuna, y sigue actuando sobre el
comportamiento de un espectador desbordado por la oferta comercial de mundos ilusorios, difíciles de deslindar
de la realidad en el caso de los niños. El mayor peligro para la población de menos de 14 años no está tanto en
las grandes salas, donde el menor acude generalmente acompañado de un adulto, sino precisamente en el propio
hogar, entorno en el que técnica y desestructuración del núcleo tradicional han convertido en habitáculo de una
familia invisible tendente a la poca comunicación, reunidos pero aislados individualmente en torno al televisor.

Luis Sánchez Mellado (10), halaba de hogares cada vez más escasos en miembros y enfrentados a los efectos de
una difícil relación diaria por causa de la incompatibilidad de horarios, la autocomplacencia paterna, la merma del
rendimiento escolar, o la agresividad de los vástagos. Problema que se agranda cuando la presencia paterna en el
domicilio es muy limitada. Los especialistas comenzaron a hablar de riesgos psiquiátricos en niños que al terminar
el colegio debían pasar horas sólos en casa por razón de la jornada laboral de ambos progenitores. Y de las
consecuencias que para ellos podría tener tan prematura asunción de responsabilidad: sensación de abandono
afectivo, trastornos psicosomáticos, alcoholismo, son algunos de los síntomas que aquejan a la denominada
generación de la llave (11). Además, la utilización sin control de la pequeña pantalla, convertida en baby sitter de
nuestro tiempo, y la permisividad de un tiempo muerto para visualizar en solitario las provocativas escenas, incidía Rojas Marcos- (12)-, amplía las posibilidades.
Más grave es cuando la dejación es producto de una ausencia de autoridad, como ocurre con adolescentes
díscolos, objetivo prioritario de una época de hedonismo consumista y porvenir incierto. Sometidos por los medios
audiovisuales a una dieta pesada de violencia, a modo de diversión y evasión, asegura L. Rowell Huesman (13),
no resulta extraño que algunos se decanten por un tipo de conductas de efectos irreparables. Así pudo resultar
para los verdugos del niño raptado en un centro comercial de Liverpool y torturado hasta su muerte: maldad
intrínseca, carencias afectivas, soledad, o enseñanzas de un resucitado Chuky (Muñeco diabólico II), película que
los menores alquilaron el día anterior.
Posiblemente todo contribuyó a tan macabra acción, ya que determinadas imágenes forman parte esas otras
drogas que Francisco Alonso Fernández (1996) viene analizando en su obra mas reciente: comida, sexo, juego,
compra, televisión, Internet... A añadirse al consumo masivo de alcohol y estupefacientes en alocados fines de
semana.
Poderoso caldo de cultivo en momentos en que familias ­ padres que denuncian a sus hijos, víctimas de sus
reiterados malos tratos- y centros educativos se enfrentan a la creciente agresividad juvenil, tema de gran alarma
social que reflejan a diario los medios de comunicación. Bronca en las aulas titulaba su artículo Inmaculada de la
Fuente (14) para sobre la indefensión de docentes en las nuevas guarderías de la ESO ante la violencia ejercida
por escolares cada vez más jóvenes, sin distinción de niveles sociales, con métodos de telefilme barato (15).
Aunque las voces se alzaron reclamando dureza de tiempos victorianos, no era falta de palo este relajo ­aclaraba
entre otros Savater (16)-, sino de educación que, de cosa de papá y mamá, había pasado ser cuestión de
marketing y consumo (clientes y no alumnos) encargado de suministrar al discente todo tipo de sopa boba cada
vez menos cultural pero mas competitiva. Pasotismo con estallidos de violencia incontrolada, un comportamiento
que crece al calor del Evangelio Digital (Juan Luis Cebrián, 1998), y del reality en una sociedad hipnotizada en la
que trabajo, ocio y creatividad que, lejos de contribuir a un desarrollo integral del individuo, se orientan hacia la
pura exhibición.

Como equipo de investigadores y docentes con formación en Ciencias de la Salud y de la Comunicación Social, la
elección del Séptimo Arte como vehículo de representación de la conducta violenta no es casual. Medio para el
gran público, pero también de gran presencia las aulas como apoyo didáctico en el ámbito universitario,
principalmente en carreras relacionadas de Comunicación y Ciencias Sociales, donde viene siendo objeto de
estudio desde la perspectiva tecnológica e histórica en cuanto a representación de los complejos fenómenos de la
sociedad pasada y presente.
Desde el análisis prospectivo de la Salud Mental del público español de fines del milenio, entendida aquella como
situación real o ideal de equilibrio e integración social, y del efecto que sobre ella pueden tener unos contenidos
cada vez mas mediatizados por la tecnología y los intereses comerciales de poderosos trusts multimediáticos,
nuestro labor de campo parte de datos del Boletín Informativo del Instituto de Cinematografía, -Departamento de
Control de Taquilla- del Ministerio de Educación y Cultura, de catas de películas con mayor número de
espectadores entre 1990 y 1999, con especial incidencia en aquellas producciones cuyos contenidos inciden sobre
valores y comportamientos de su época. Para ello hemos aplicado un criterio de diferenciación cuantitativa de
rating entre films extranjeros- mayoría de producción estadounidense que supera los 2 millones de espectadores y los españoles - menos del 50% sobre esa cantidad, quedando la producción iberoamericana funcionalmente al
margen (17).
Partiendo de esta disparidad la muestra incluye un número equivalente, entre diez /seis films extranjeros, y otros
tantos españoles, con importante o gran contenido violento, incluyendo algún caso de producción en que la
presencia de escenas y valores de este tipo es la constante mas destacada. Se hacen igualmente referencia a otro
tipo de films que, aunque excluidos por razones de ratio, han tenido suficiente repercusión comercial, o se han
convertido en clásicos del género. Además de constituir una parte muy importante de los proyectos dirigidos por
el profesor Carlos Cerquella entre 1998 y 2000, metodológicamente el estudio parte de una experiencia previa:
nuestra investigación para el Seminario Interdisciplinar Información y Salud Mental , celebrado en el otoño de

1997 en la Facultad de Ciencias de la Información de la Universidad Complutense de Madrid bajo los auspicios del
Departamento de Historia de la Comunicación Social y la colaboración de la industria farmaceútica, y que reunió a
destacados profesionales y académicos del campo psiquiátrico y psicosocial en una completa cobertura de temas
interáreas.
Con Medios de comunicación y anomalías del comportamiento, el Catedrático de la UCM Luis Buceta , abrió un
intenso programa de sesiones semanales que incluyeron el tratamiento de la Salud Mental en el panorama
comunicativo de actualidad. Medios escritos ­Emilio Gamo Medina (CAM) y Juan J. Fernández Sanz (UCM)-, radio
y televisión ­Mariano Hernández Monsalve y Fernando Mansilla (CAM)- y cine -base del presente ensayo. Sin
olvidar visiones y experiencias de la formación postgrado ­ Luis Martín-Peñasco e Ifigenio Amezúa (UAH), José
Luis Álvaro (UCM)-, o del entorno de Atención Primaria ­Juan M. Utrilla y Vicente Baos (INSALUD). El tratamiento
de aspectos ético-deontológicos, corrió a cargo de Francisco Vázquez Fernández (Catedrático UCM) y de José
Cabrera Forneiro (responsable por entonces de la Agencia Antidroga de la CAM). Broche destacado a esta
experiencia positivamente valorada en el campo universitario y hospitalario, supuso la conferencia de clausura a
cargo del académico y Catedrático Emérito Francisco Alonso Fernández Influencia de la información sobre las
adiciones químicas y no químicas, sobre esas "otras drogas" de la sociedad moderna.
Con posterioridad, nuestras ponencias en la Facultad de Psicología de la UNAM en el I Congreso de la Asociación
Europea de Psiquiatría Social, el 25 de junio de 1999, apoyadas en minimontaje fílmico con escenas de Instinto
Básico, El Rey León, El silencio de los corderos, Tesis, Torrente, El día de la Bestia y otros films de los mas
taquilleros de la década, pusieron de manifiesto la tendencia de los films a la violencia física, verbal y psicológica,
A los hallazgos anteriores se impusieron las lógicas modificaciones en los títulos mas taquilleros, lo que no variaba
sustancialmente las conclusiones en cuanto a oferta y gustos del público por un tipo de producciones
generalmente caracterizadas por su alto contenido violento.
Dos partes diferenciadas integran este trabajo:
I. Cine y violencia. Aspectos sociales, psicosociales y mediáticos
II. Cine y violencia. Aspectos psiquiátricos y de Salud Mental
Ambas siguen parámetros cuantitativos (número total de espectadores hasta fin de 1998) y cualitativos (violencia
explícita o implícita mostrada) para un análisis estructurado de contenidos de las películas de mayor éxito en
nuestro país, intentando detectar valores y mensajes de cada una de ellas, en pos de una revisión de los aspectos
sociales y psicosociales de "violencia cinematográfica", y de la posible influencia en el público de los modelos
exhibidos.


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