Vol. 2, núm. 3 - Agosto 2003
Revista Internacional On-line / An International On-line Journal
MI EXPERIENCIA DE APRENDIZAJE POR INMERSIÓN EN UNA COMUNIDAD TERAPÉUTICA
Florencio Moneo
Médico grupoanalista, Fundación Etorkintza, Bilbao
Correspondencia
Fundación Etorkintza.
C/ Hurtado de Amézaga nº 29, 2º. 48003 Bilbao Spain
E-mail: mailto:moneo@etorkintza.org
SUMMARY
The author considers that group work in the treatment applied to severe mentally ill people is
scarcely done, trusting in the success of the treatments exclusively on the action of the antipsychotic and anti-depressive medication. However, both the patients as well as their families, other
professional psychiatrists, doctors, nurses, psychologists, social workers, educators, etc, defenders
of the patients' interests find that the attention paid to the respect of their human rights, to
understand their illness, to face up to it with possibilities of success, to work in interdisciplinary
teams to ensure the quality of the treatment and fight against the marginalization of the patient by
accompanying him or her to the center of the social life to achieve their recovery, is insufficient.
For this, he dares to relate all that he did together with his team in order that the seriously ill and
marginalized patients will recovery, using for this the combination of the biological therapy and the
group psychotherapy, as well as a profound professional and personal involvement.
KEY WORDS
Working group, mental health.
RESUMEN
El autor considera que el trabajo grupal en los tratamientos aplicados a enfermos mentales
severamente trastornados, se practica escasamente, confiando el éxito de los tratamientos
exclusivamente a la acción de la medicación antipsicótica y antidepresiva. Sin embargo, tanto los
pacientes como sus familiares, otros profesionales psiquiatras, médicos, enfermeros, psicólogos,
trabajadores sociales, educadores, etc, defensores de los intereses de los pacientes -respetar los
derechos humanos, entender su enfermedad, afrontarla con posibilidades de éxito, trabajar en
equipos interdisciplinares para asegurar la calidad del tratamiento y luchar en contra de la
marginación del paciente a través de su acompañamiento hasta el centro de la vida social para
lograr su curación- piensan que éstos son atendidos de forma insuficiente.
Por ello, se atreve a relatar todo lo que hizo junto a su equipo para que pacientes gravemente
enfermos y marginados se recuperaran, utilizando para ello la combinación de la terapia biológica y
la psicoterapia grupal, así como una profunda implicación profesional y personal.
PALABRAS CLAVE
Trabajo grupal, salud mental.
LA EXPERIENCIA
El presente artículo es el fruto de muchos meses de arduo trabajo clínico, consistente en la atenta
escucha a los pacientes, de profundos debates sobre los fenómenos psicológicos grupales e
individuales observados, mantenidos dentro de las reuniones de equipo, de la constante labor de
escribir todas las noches aquello que resultaba significativo del universo acontecido en la institución,
de la trabajosa tarea de pensar y elaborar durante cientos de horas, una experiencia de Salud
Mental relacional, realizada en una institución de Psiquiatría comunitaria.
Empezó siendo un informe de fin de proyecto que yo quería escribir y presentar a la institución, con
el objeto de comunicarle el punto de vista del psicoterapeuta que ejerce las funciones de observador
participante, cuando trabaja así en las instituciones de Salud Mental, que fue creciendo y creciendo,
hasta ocupar un espacio extenso. El objeto de que escriba no ha sido otro sino el de añadir una
aportación a los profesionales de la psicoterapia en la difícil tarea de transmitir a otros colegas de la
salud mental, las habilidades requeridas de un desarrollo específico y profundo que surgen de las
necesidades que la observación clínica de los tratamientos de aquellas personas afectadas por las
enfermedades que catalogamos como Psicosis, nos permite detectar.
Se pretende suscitar en el lector el abono de una semilla en formato de interrogantes que permitan
el mantenimiento de la tensión investigadora en la comprensión profunda de los complejos
fenómenos grupales e individuales que atraviesan a los colectivos de profesionales y de pacientes
que conviven cotidianamente en los Servicios de Psiquiatría.
Hoy la asistencia sanitaria en el ámbito de las instituciones psiquiátricas sigue el modelo
farmacológico mayoritariamente. En España casi exclusivamente. Las presiones tanto de la industria
del sector como de los gobiernos -azuzados estos últimos por razones de tipo económicas, políticas y
de eficacia inmediata, que priman la reducción del déficit sobre la inversión en programas
asistenciales a la población y el apoyo financiero a la investigación científica del modelo de
tratamiento psicosocial-, han situado a la relación médico enfermo en un segundo lugar en los
tratamientos médicos, priorizando el modelo de la persecución de la eficacia y la terapéutica
medicamentosa. Sin embargo, esta experiencia demuestra que la eficacia en el objetivo de sanar
está relacionada con la dedicación de mayor tiempo en la escucha al enfermo, a sus problemas, para
entenderle, en un contexto institucional de reuniones grupales con los pacientes, por un lado, y con
el equipo terapéutico por el otro, también de reuniones conjuntas pacientes y equipo terapéutico.
TRABAJO GRUPAL
8 de abril de 1997
Asisto al seminario de la institución. Soy consciente que desde el día 2 - 10 - 96 asisto a este
espacio de lectura y de participación y debate teórico técnico de la psicoterapia grupoanalítica de la
psicosis, deferencia que se la debo al psiquiatra jefe del Hospital de Día, a quien solicité incluirme
con fecha del 17 - 9 - 96, y de quien recibí la respuesta afirmativa a fecha del 25 - 9 - 96. Noto la
atmósfera cálida del grupo. Asistimos hoy once personas, entre trabajadores de la institución y
personal de fuera. Leemos unos párrafos del trabajo de Freud titulado "Gradiva".
El debate se establece en torno al tema de las actividades artísticas de nuestros pacientes y del
estímulo necesario por parte de sus terapeutas con el objeto de que éstos se apliquen en sus obras,
vistas como un desarrollo de su salud y como un material clínico utilizable con ánimos de ayudar
mejor al paciente. Se plantea la idea del significado clínico de las obras de arte en general, en el
sentido de que si se analizaran a sus autores probablemente no habría tantas, dada su naturaleza
sublimatoria. Se habla de la película "Drácula" de Coppola y de la novela "La conjura de los necios"
de Toyle. La primera en el sentido de que se trata de una buena representación de los duelos
patológicos, y la segunda en el de otro duelo patológico, el suicidio de su autor por no poder
soportar la espera de su reconocimiento, aunque mucho más tarde, diez años más tarde sí lo
lograría, una vez muerto, siendo en la actualidad considerada su obra todo un clásico de la literatura
contemporánea estadounidense. Los críticos le hicieron mucho daño al autor. Una grupoanalista
plantea su actividad terapéutica orientada al estímulo de la actividad literaria de sus pacientes. Un
psiquiatra señala al jefe de la institución su deseo de terminar el estudio del trabajo de Freud
proyectado en la figura del jefe. Se cuestiona la sabiduría alardeada por los sabios de la psiquiatría
actual, cuando estos conocimientos no se ven refrendados por la realidad observable en la clínica. Al
final me encuentro en el papel de testigo de un compromiso, la apertura del espacio de sesiones
clínicas de los viernes por parte de los jefes y su intención de vencer las resistencias de un sector
minoritario que impide que trabajadores de fuera de la institución no puedan asistir ni participar en
las sesiones.
Salgo con las felicitaciones de los compañeros de la APAG por las mejorías introducidas en el último
número de "Boletín", nuestra revista. Me acompaña Juan, el enfermero del ambulatorio de una
localidad lejana. Nos veremos en la próxima reunión de la APAG. Se hará socio de la asociación.
Pienso en él y en su mujer, médico de un pueblito situado a 100 km para realizar el proyecto
Grupahi. Al tiempo.
Los asistentes al seminario son once personas: Mirta, Juan, Ana, el psiquiatra, Charo, Ingrid, Igor,
Petra, el enfermero psiquiátrico, Antonio y yo.
10 de abril de 1997
Asisto a la segunda reunión de equipo. Están presentes el enfermero psiquiátrico, Ingrid, Ana que se
incorpora al equipo después de las vacaciones, a la que conozco por las reuniones del seminario a
las que asisto desde septiembre, Charo, Petra, el psiquiatra, Antonio y Mirta. Somos nueve en total.
En el club están el enfermero psiquiátrico, Ingrid y Mirta, Ana en psicodrama, falta por enfermedad
otra chica que está también en psicodrama, según información que me daría el psiquiatra después,
Charo en ambulatorio, el psiquiatra en H. de D., quizá también Petra, Antonio en club, y yo como
nuevo miembro. Falta Maider, que sí estuvo en la primera reunión del lunes. Falta Blas.
Toma la palabra el psiquiatra para dar la información de las novedades. El próximo jueves, día 17,
se va a dedicar la jornada a reflexionar sobre el trabajo del club. Dará comienzo a las 8;30 h., y por
lo tanto se suspenderán todas las citas de los pacientes así como la habitual reunión de equipo de
los jueves. Por otro lado se ha pensado en trasladar la reunión de equipo de los jueves a los
miércoles a la misma hora. Ingrid plantea que de darse el cambio propuesto se encontrarían con una
reunión de equipo los martes a última hora y otra muy seguida los miércoles a primera hora. Es
obvio que se comporta como la portavoz de la resistencia al cambio del grupo equipo. Yo lo asocio
con su comentario al verme por primera vez en este espacio: "¿Hoy toca seminario?". Es decir, la
función de portadora de la resistencia al cambio. Esta psicóloga apenas habla durante las sesiones,
siendo éste un serio problema que se encuentra en la dinámica del equipo: siempre hablan los
mismos. En el espacio del seminario del martes sería esta psicóloga quien hiciera el siguiente
comentario: "Me ha salido un informe de 13 páginas. Muy largo". El tema que se debatió en este
espacio fue el miedo a la expresión escrita por el mero acto de participar y también porque lo que se
cuenta queda escrito. Aún los errores.
Volviendo a la sesión de equipo, lo relacioné con la coincidencia del comentario de hoy de Ana al
verme: "¿Hoy toca seminario?". Luego le preguntaría yo a Ana por si su nombre era Ingrid. Ambas
participaron en la sesión de hoy, pero muy escasamente con sus potencialidades. Al menos así me lo
pareció. El psiquiatra se dirigió a Ana para preguntarla por sus vacaciones. Ésta respondió que se
quedó aquí, en casa y acudió a alguna procesión. Luego le preguntó por si me conocía. Ambos
respondimos que sí. Añadimos el espacio compartido del seminario. Durante la sesión se habló, el
psiquiatra habló de los pacientes más problemáticos. Lalo, quien se ha perseguido mucho con él,
Mari, a la que tuve la oportunidad de conocer estando en la cancela de charla con el psiquiatra antes
de despedirme hasta mañana. Ella salió de la institución y el psiquiatra la saludó diciendo su
nombre. Yo le imité. Habló de Lola, caso que mañana expondrá su psiquiatra en el espacio de sesión
clínica, a las 8;30 h.. El problema es que se aprecia una disociación en su comportamiento hacia el
H. de D., comportándose muy pasivamente, sin hablar con nadie, y el que manifiesta hacia su
psiquiatra, una mujer, más abierto, cosa que hizo pensar a la psiquiatra en una gran mejoría, que el
equipo del H. de D. no ve. Se plantea sobre la posibilidad de una relación terapéutica en el espacio
individual no sana. La otra posibilidad es una disociación de tipo histérico. Hablaron mucho el
psiquiatra y Charo. Un poco Ingrid, Antonio y Ana. Mirta sólo participaba a través de los
movimientos afirmativos con su cabeza, realizados ante las intervenciones del psiquiatra. Yo
participé por primera vez para dar mi aportación desde fuera al relato del psiquiatra sobre el
problema de la falta de conexión de su paciente con miembros del equipo. Vine a defender la tesis
de que el paciente Lalo se encontraba atrapado en una relación simbiótica con su madre, una
psicótica casada con un marido ausente con un cáncer desarrollado, operado y que ha recidivado con
metástasis.
Defendí la tesis de que el paciente, el niño, dije, no encontraba otra manera mejor de conectarse
con el psiquiatra que a través de su bronca y de su sistemática negación a todas sus propuestas. El
psiquiatra, desde su contratransferencia nos había informado de su deseo de abandonarlo en manos
de su madre. La madre no toma medicación y acude a las sesiones del grupo multifamiliar. Yo
predije una mejoría del chico y un espectacular empeoramiento de su madre. Ana y Antonio
confirmaron mi tesis aportando recuerdos de interacciones en las que Lalo se mostraba realmente en
contacto emocional con sus compañeros. Una ocasión fue la despedida de un compañero del H. de
D., y la otra la bienvenida de un nuevo paciente que ha entrado en el pregrupo, llamado también
Lalo, y que su condición de nuevo hace que nadie le conozca salvo el psiquiatra, que lleva la
conducción del pregrupo.
El psiquiatra aportó asimismo material abundante de la dinámica del grupo del H. de D. -que luego
me enteraría por él mismo que está compuesto por 10 pacientes, siendo el número de pacientes que
acuden al club de 30-, en donde se apreciaba que el tema que traían los pacientes era la proximidad
de la fecha del alta, que se cambió desde el 7 de abril hasta el 30 del mismo mes. Las emociones
eran de ansiedad y de rabia por el autoritarismo de los médicos, y el miedo a la ocupación de la
nueva posición personal consistente en un funcionamiento psicológico más autónomo y maduro, con
una mayor soledad. Salímos juntos el psiquiatra y yo, quedando los psicólogos del H. de D. Ana,
Ingrid, Petra y Antonio sentados en la sala. El efecto lo viví como si yo hubiera ocupado el puesto de
observador del grupo. Él me habló del problema que tienen con la escasa participación de los
miembros del equipo en los debates que se suscitan, de la falta de tiempo para trabajar en el
espacio de las reuniones de equipo. Yo le expuse por primera vez mi idea de escribir un libro sobre
la comunidad terapéutica. "La tecnología ya la tenemos", afirmé.
11 de abril de 1997
Asisten a la reunión Maider, Blas, Petra, el enfermero psiquiátrico, Charo, Beti, Mirta y Antonio. Se
avisa que la psiquiatra no acudirá a exponer el caso de Lola porque asiste a una reunión de
coordinación de zona con los psiquiatras del Hospital de la comarca.
Beti entraría más tarde, dejando muy claro su posición de liderazgo en el grupo del equipo dadas las
especiales emociones que suscita en todos sus miembros, quienes le reconocen su buena mano
profesional con los pacientes y el especial afecto que éstos le profesan.
Al principio hablaría Charo exponiendo las últimas novedades con los pacientes y con las familias que
atendió ayer. Todos tomarían en algún momento la palabra. Yo también participé con mi aportación
sobre los fenómenos dinámicos de los pacientes esquizofrénicos.
Beti fue quien se encargó de tomar notas del estado de cada paciente del Hospital de Día. Esto me
permitió conocer al detalle la situación de cada paciente. Son trece. Dos se despedirán
próximamente por alta médica. Charo plantea sus dificultades con su contratransferencia ante las
actitudes destructivas de varios de sus pacientes habidas en la sesión de grupo de ayer.
El psiquiatra no asiste. Fue Charo quien anunció que no podría acudir hoy por encontrase ocupado
en otra tarea. Cuando me presentaron a Beti yo añadí que ya la conocía de vista desde hace muchos
años, lo que produjo un efecto de refuerzo de la cohesión grupal. Ella me lo confirmó. "Yo te conozco
de algo pero no sé de qué", dijo.
14 de abril de 1997
Reunión de equipo. La actividad empezaría con un retraso significativo, a las 9 horas cuando lo
normal sería comenzar a las 8;40 horas. Estamos presentes 10 miembros. Carla y yo llegamos los
primeros. Luego se sumarían Blas, Antonio, Maider, el enfermero psiquiátrico, el psiquiatra, la Dra.
Bilbao, Mirta, y la última fue Charo.
Durante la sesión la Dra. Bilbao, la psiquiatra invitada al espacio, presenta la historia de una de sus
pacientes, Juana, que está en el Hospital de Día. Es curioso porque la razón de su asistencia hoy era
el hecho de no haber podido celebrarse la sesión clínica el viernes por encontrarse ella en la reunión
de zona con los psiquiatras del hospital comarcal. Yo esperaba que expusiera el caso de Lola tal y
como se había anunciado primero. Ella dice tener los historiales de cuatro de sus pacientes como
respuesta a la invitación del psiquiatra a que tomara la palabra.
Sin embargo La Dra. Bilbao no habla de Lola, paciente que no habla en los espacios grupales, siendo
que la psiquiatra individual poseía una visión diagnóstica diferente a la del equipo del Hospital de
Día. La psiquiatra sostenía que había mejorado mientras que el equipo defendía la idea del impasse
psicoterapéutico, quedándome yo con la idea de una simbiosis patológica psiquiatra-paciente con el
objeto defensivo de no cambiar.
Pero la psiquiatra narra el estado en el que se encuentra otra de sus pacientes que comparte con el
equipo del Hospital de Día, Juana. En el historial aprecio que esta mujer joven ha desarrollado una
simbiosis con su psiquiatra, copia exacta de su vinculo con el anterior psiquiatra, el Dr. Pérez, quien
la atendió durante mucho tiempo. El padre del psiquiatra había atendido a la madre de la paciente,
quien a su vez ejerció la profesión de enfermera y la de psicoterapeuta. La madre se suicidó hace
pocos años. La paciente tuvo un serio intento de suicidio y desarrolló una crisis por aquel entonces.
Su psiquiatra se implicó mucho a nivel personal. Llegó incluso a visitarla en su propia casa. Ella le
solicitó ser ingresada. Él la ingresó en su clínica privada que no se encontraba en condiciones de
atender a pacientes como Juana, pues se trataba en realidad de un geriátrico. El tratamiento acabó
un tanto precipitadamente puesto que el psiquiatra derivó a su paciente a una psicóloga, y desde allí
la enferma hizo otra crisis que desembocó en un ingreso en el Hospital psiquiátrico comarcal. Allí la
paciente mantuvo una relación sexual con un enfermo que se parecía físicamente a su expsiquiatra.
Este episodio le culpabilizó extraordinariamente a la enferma. No se lo ha contado a nadie excepto a
su compañero de grupo de Hospital de Día, Kin.
Kin estudió con ella en el instituto. Se informa por parte del enfermero psiquiátrico y de Carla de que
la enferma ha iniciado un proceso de relación con Carla. El psiquiatra anima a Carla a insistir en sus
charlas con Juana con el fin de ayudarla a que se comunique y se conecte más.
La psiquiatra muestra su sentimiento de culpa por haber tomado la decisión de someter a Juana a un
análisis de sangre para despistar una infección VIH. La paciente se asustó. Se dio cuenta de las
intenciones de su psiquiatra y ha entrado en crisis la relación idílica que mantenía con la psiquiatra.
Ahora le espera todos los días a la entrada de su consulta para pedirle más información y también
más cuidados contra la angustia de muerte. La paciente plantea un delirio en el que hace el amor
con su antiguo psiquiatra. Se discute si el delirio es o no es un delirio, si es o no es una realidad
vivida. Se encuentra una formación transaccional, es un delirio pero que no está tan lejos de los
hechos vividos. Anima a esta interpretación el hecho sucedido en el hospital psiquiátrico comarcal,
allí la paciente mantuvo una relación con un enfermo parecido a su expsiquiatra. Se valora la calidad
altamente psicotizante de sus experiencias vividas en el ambiente familiar. Una madre que de
suicida, un padre que aporta poco. La paciente le dijo a su psiquiatra que deseaba que su padre
estuviera presente en su consulta individual con el objeto de preguntarle al padre aquello que ella no
le entendía a la psiquiatra. Pero la psiquiatra mantiene el espacio individual, aunque luego hace
entrar al padre a petición de la paciente. La paciente le dijo a la psiquiatra que ella deseaba que
estuviera presente el padre en las consultas porque luego el padre le hacía preguntas sobre lo que le
había dicho la psiquiatra que ella no siempre sabía responder ni se acordaba de ellas.
Se aclaró el miedo atroz de la paciente a contar su secreto al grupo ya que éste al ser el
representante de lo social, difundiría al grupo social de su pueblo, una localidad situada a 10 km del
Centro de Salud Mental, su relación amorosa, de la que tanta culpa, humillación y vergüenza ella
siente. Éstos son sus temores. Planeaba sobre la sesión la duda sobre una relación incestuosa, que
nadie se atrevió a mencionar. El tabú social. La analítica era baja en linfocitos. Lo normal son el 30%
y los análisis daban un 11%. La paciente toma Clozapina, 300 mg al día. La psiquiatra no quiere
volver a cambiar la medicación a su paciente. Precisamente del análisis de rutina de control del
Clozapina salió el dato de los linfocitos bajos el temor de la psiquiatra a una infección incurable y el
miedo paranoide de la paciente a que todo el mundo descubra su secreto, la relación amorosa con su
psiquiatra. Al psiquiatra le di el impreso de solicitud de admisión a la APAG distribuido en diciembre
de 1989 en el 1º Congreso Nacional de la APAG, el tríptico distribuido en las IV Jornadas Nacionales
celebradas en noviembre de 1996 en Zaragoza, y la hoja de recogida de los datos bancarios
elaborada a raíz de las III Jornadas Nacionales de la APAG celebrada en noviembre de 1994 en
Barcelona. El psiquiatra me lo agradeció. Hablé por primera vez con Clara sobre pacientes de la
institución y sobre mi función allí. Ya no existen ansiedades paranoides entre nosotros.
27 de mayo de 1997
Seminario. Acudimos 16 asistentes. Está presente el líder, el jefe del servicio. Leemos a Jorge E
García Badaracco. El debate se establece en torno a la idea de que antes de interpretar a los
pacientes es preciso crear un ambiente de confianza desde el que se pueda realizar el trabajo
analítico de crecimiento personal y el paciente le sea posible desarrollar su proceso psíquico.
Fernando pregunta por el trabajo de Freud, por qué fue de él. Se le responde que hace ya tres
seminarios que estamos con el trabajo de Badaracco.
El jefe del servicio, antes de empezar me confiesa que conoce que yo leí la novela de Tomás que
aquél no permitió que él la leyera. Le di la explicación de la existencia de varios personajes en el
personaje principal, la esquizofrenia proyectada del paciente. Sentí que tal consideración que me
comunicó el jefe del servicio tenía que ver con mi cualidad de vinculador a los pacientes
especialmente psicóticos. Después le entrego al psiquiatra la memoria de los primeros dos meses de
mi asistencia voluntaria a la institución.
Paso al H de D. Allí encuentro a tres pacientes solamente. A partir de las 10,30h van apareciendo el
resto de los pacientes. Llegarían 11 pacientes. Faltaron Mari, Kin que está ingresado e Graciela
también ingresada. Conecto fácil con Jeremías con quien siento una sensación de hermandad
entrañable. Siempre desayunamos juntos los dos. Este paciente al final de las actividades del día me
pediría ayuda para localizar al enfermero psiquiátrico con el objeto de recibir la medicación que se le
administra junto con el control de peso. En la actividad de la musicoterapia estuvimos por parte del
staff: el enfermero psiquiátrico, Maider y yo. Faltó el tuno Alberto. Era la última sesión de esta
actividad. Yo tuve la intuición de que este chico tenía un fuerte conflicto con las figuras femeninas
investidas de poder. Maider es una líder femenina con una fuerte personalidad. Me dí cuenta de ello
en el momento del segundo café, cuando estaban presentes los dos chicos Alberto y Blas. En un
momento ambos le pidieron un pitillo de los suyos. Maider concedió la petición sin perder su aire de
líder que controlaba la situación. Acentuaba esta percepción la suprema estatura de esta mujer.
Nunca lo vi tan claro. Esta mujer está muy centrada en sí misma. La actividad consistió en realizar
unos sonidos con las cinco vocales asociando una forma, un color y un sentimiento. A la actividad no
se sumó Lola, quien se mantuvo durante todo el rato en el área del sofá llorando amargamente,
sola. Su imagen era la de una mujer abandonada que escenografiaba su dolor, su depresión. Me
pareció ver una estructura melancólica, a propósito de diagnósticos. Chus tampoco participaría.
Trabajamos las manos y sus contactos en parejas. Jeremías vino a mí. Yo me acordaba de su
comentario durante el desayuno, eso de que le gustaría enseñarme sus esculturas invitándome a
pasar a su piso. La comunicación fue abierta con Jeremias. Él se comunicó conmigo a pesar de su
intensa pereza y cansancio que yo me expliqué producido por su trabajo mental en la psicoterapia
del Hospital de Día. Hicimos la puesta en común. Así el sueño del enfermero psiquiátrico y mío de
antes de la actividad desaparecería después de la misma. Yo sentí apertura, aproximación y
cercanía. Maider me dijo que había abierto mucho la boca. Luego, durante el segundo café, los
pacientes Sam, Gabriel, Tomás me preguntaron por el número de cuentos que yo había escrito, y
por si me había presentado a los certámenes literarios. Me animaron a seguir. Me resultó muy
curioso. Tomás me confió su dificultad a la hora de seguir leyendo. Teresa dijo que hoy tenía muchas
ganas de estudiar la asignatura que debe de examinarse en junio. La ví muy contenta.
Se pasó a la confección de la lista de las compras para la celebración de la despedida de Alberto.
Luego vino el psicodrama. Durante el mismo percibí dos fenómenos de grupo igualmente intensos.
Uno era que sentía por momentos unas ganas intensas de dormir. El otro era que los pacientes
participaban en un festín maníaco con sus risitas cuando se abordaba la tarea de la representación
de un paciente esquizofrénico buscando trabajo, acudiendo a una primera entrevista, trabajando a
prueba, suspendiendo en la misma y volviendo al paro. Paúl representó el personaje y estuvo muy
maníaco, casi cómico, tratando un problema muy angustioso. Ante los señalamientos del psiquiatra,
se quedó serio. Pero Teresa y otros seguían con el festín. Al final Chus empezó con un delirio sobre
los problemas de la humanidad consistentes en el conflicto entre los ricos y los pobres. Siguió con la
necesaria revolución. El psiquiatra le señaló el carácter alucinatorio de su análisis. Así acabó.
Luego, personalmente, nos fue avisando uno a uno de que por una reunión sindical se suspendía la
reunión de equipo. La segunda en la semana. Teresa nos contó que había reprochado a Chus su
delirio señalándole el lugar en donde se encontraban sus problemas, en su cabeza, y la respuesta
enfurecida de éste, ya fuera de la actividad. En el metro nos encontramos Carla, Blas y yo a Pepe,
paciente del club, con el que viajamos hasta el apeadero de la estación de su pueblo situado a 12
kilómetros del Centro de Salud Mental.
Con Blas mantuve una conversación acerca de la falta de puntualidad del grupo del Hospital de Día,
una hora más tarde. Yo apuntaba a la resistencia al cambio. Él a la despedida de Alberto, que para
Chus, el paciente que deliró al final del psicodrama, suponía la pérdida de un verdadero amigo.
28 de mayo de 1997
Reunión de equipo. Asistimos Charo, el psiquiatra, el enfermero psiquiátrico, Mirta, Blas, Alberto,
Ingrid, Carla y yo. Antes de la reunión, al subir yo por las escaleras ví a Carlos que estaba
conversando con el psiquiatra en animada charla. Del tema me enteraría al comienzo de la reunión
de equipo. Plantea el psiquiatra que ha sido informado de la convocatoria de unas jornadas
organizadas por la Administración en las que se debatiría la situación de la salud mental en la
comunidad autónoma sin contar con las estructuras intermedias de los Hospitales de Día. Lee
brevemente el programa. Se muestra muy pesimista por el escaso interés del gobierno por nuestra
labor de rehabilitación realizada desde la misma Administración. Hace el comentario de que mientras
el centro de Salud Mental no moleste les tolerarán, pero que cuando esto así no ocurra aparecerán
los problemas. Yo cuento la idea expuesta por los representantes de la Administración sobre el
interés que les suscita la realización de una planificación vía conciertos con instituciones sociales
privadas. El psiquiatra muestra su decepción por la confección del programa sin contar con ningún
Hospital de Día ni Centro de Día de la comunidad autónoma vasca, cifrados en 8 en total.
Pasamos a los pacientes. El primero es la cuñada de Lola. Charo habla de la escasa entidad de su yo.
Esta señora tiene la necesidad de meterse en la cama cuando no puede más. Informa de que Lola
durante la sesión se quejó de sus compañeros del Hospital de Día, quienes se reían de la
enfermedad de los demás, y esto a ella le ofendía. Luego se pasó a hablar de Pili, la paciente que se
enamorara locamente de su terapeuta. Charo describió la mejoría de la paciente. El psiquiatra
coincidió en ello. Ahora la joven paciente adopta una conducta de participación en las actividades,
muy distinta a su alejamiento del contacto emocional de antaño.
De ésta el psiquiatra pasa a la despedida de Alberto de hoy. Le comunica su agradecimiento por el
interés y el trabajo demostrados durante casi más de un año de su participación en el Hospital de
Día. Charo redunda más en lo mismo y le agradece la ayuda valiosa que siempre le aportó en los
tratamientos de familias. El psiquiatra le ruega que le diga con qué de la experiencia se quedaría.
Alberto responde que con todo. Habla de la calidad del encuadre de la institución que lo tiene todo.
Cuenta sus primeros miedos de los días iniciales en el Hospital de Día. Miedos a los pacientes.
Pasamos al Hospital de Día. Allí saludo a los primeros pacientes: Paúl, Jeremias, Gabriel, en llegar. El
grupo de buenos días está desequilibrado en la asistencia del lado de los terapeutas. Se organiza la
compra de los ingredientes para la celebración. Chus me invitó a jugar al ping-pong. Teresa me
responde a mi pregunta con la idea ilusionadora de que fue capaz ayer de estudiar la asignatura
morfosintáxis. Le felicité por ello. Todo esto en un aparte entre ambos. Se organizan los equipos en
función de la elaboración de los distintos platos. Allí por primera vez aprendí a cocinar una pizza. El
maestro fue Tomás, quien explicó que en su casa eran junto a la hermana los cocineros del
suculento manjar. Salió un verdadero banquete. Comimos sin cortarnos un pelo. Teresa escenificó
esta realidad al exclamar que no podía más y que ahora se iba a desabrochar el cinturón por la
cantidad que había comido. Alberto, ese compañero un poco tímido que tanto me hacía recordar a
mí en el pasado, nos deleitó con unas composiciones de su bandurria, sonido que desde la última
celebración de exalumnos del colegio yo no había vuelto a oír.
Muy bonito final. Él se llevó de recuerdo una postal con un montón de firmas de compañeros y de
pacientes con dedicatorias que hacían referencia a su condición de músico y a los proyectos
profesionales que se le abrirían a partir de ahora, con el común denominador del deseo de suerte.
Luego pasamos al grupo multifamiliar. Allí los pacientes y sus familiares en número de 40, sin la
presencia del jefe del servicio, y conducidos por el psiquiatra, ofrecieron una escenificación de lo que
era un grupo grande de esquizofrénicos. El delirio de Chus, el festín maníaco ante la gravedad de la
enfermedad mental y su dolor, las participaciones múltiples y simultáneas carentes de orden en la
temática o en el turno de intervención, conté unos seis grupitos hablando entre sí, los proyectos
idealizados de Paúl, de Carmen, que aunque irreales, apuntaban a una mejoría en cuanto a que
tenían en cuenta elementos de la realidad tales como la necesidad de darse tiempo, de poseer
paciencia, de planificar de un curso para otro.
Carmen habló conmigo antes de comenzar el grupo, para confiarme su proyecto de un negocio de
esteticién o de estudiar Formación Profesional dos. Yo le animé mucho y le pedí paciencia. Hice un
vínculo excelente. También con el padre de Teresa, mi primera paciente asignada. Con la madre de
Carmen, una andaluza simpatiquísima, muy enganchada con su hija en un vínculo sadomasoquista.
Observé que estas tres personas me miraban con intensidad afectiva y deseo de dirigirse a mí y de
ser respondidas por mí. No hablé porque antes quería obtener la venia del conductor psiquiatra.
Teresa lloró cuando confesó al grupo el problema que para los enfermos como ella suponía el exceso
de control de los padres que les impedían viajar de vacaciones tal y como lo hacían sus amigas. Su
padre intervino para decir que no podía permitirle a su hija que se fuera de vacaciones porque a
esas edades duermen a las 4 de la mañana y no a la 1, con lo que se vería en la tesitura de tener
que ir a por ella a Inglaterra, a buscarla, si allí le diera la crisis, tal y como ya ocurrió en Córdoba.
Pero su contenido apenas pudo ser escuchado por nadie porque en esos momentos un grupo de
padres desde diferentes lugares hablaban al alimón. Pero sí llegué a escucharle y a captar mediante
mi intuición al padre que desea ser escuchado por el médico que atiende a la hija en la estructura
familiar del tratamiento.
Al finalizar el grupo multifamiliar saludé a Teresa y ésta me respondió con disimulo y complicidad.
Temí que la paciente se enamorara de mí tal y como le ocurriera a Pili de Alberto. Esta joven es muy
bella y me cae especialmente simpática porque es de letras, porque va a estudiar la carrera de
Filología hispánica, que yo aún no me he atrevido a hacer. Ramón defendió la idea de la separación
del domicilio familiar. Chus reprochó a Ros su postura de no separarse de las faldas de su madre
como respuesta a la pregunta de éste sobre si iba a ir en autobús a Roma a pacificar el mundo tema del delirio que contara Chus-. Carmen y Ros se encontraban a mi lado. Ros ofreció a Carlos un
asiento más cercano a nosotros. Ros ponderó mucho en sus intervenciones. Controló su agresividad
tal y como yo le pidiera antes del comienzo del grupo multifamiliar. Le dije que un buen trabajo para
mejorar consistía en contener su agresividad. Me hizo caso. Bien por Ros.
En el postgrupo de los miembros del staff estábamos Carla, Carlos, el psiquiatra y yo. Expuse la
escenificación esquizofrénica del grupo, pedí permiso, también Carlos lo pidió, para poder intervenir
con libertad. Le pregunté al psiquiatra si se había sentido agobiado por ser el único conductor.
Respondió que se encontró muy cómodo. También respondió a nuestra pregunta con un sí, porque
para él la presencia de dos observadores en el grupo multifamiliar sería entendido por los pacientes
como un objeto muy persecutorio, dada su patología. Aporté la observación de que la cuñada de Lola
se rió de las intervenciones de Carmen. Era un complemento a la información que sobre la enferma
se dió en la reunión de equipo en la que se dijo que Lola estaba molesta por las risas de sus
compañeros a su enfermedad. El psiquiatra dijo que el grupo multifamiliar lleva muchas sesiones
tratando el tema de la cronicidad, que ése era el tema de siempre en un un grupo multifamiliar: la
cronicidad de la enfermedad. Yo dije que ví a los participantes muy desanimados en cuanto a la
consecución de la curación o de únicamente la mejoría. Era claro en el caso de los padres. Los
pacientes hijos sin embargo luchaban por sobrevivir.
29 de mayo de 1997
Grupo de buenos días. Saludo a los pacientes que se encuentran desayunando en la mesa. De los 13
pacientes titulares del Hospital de Día asistieron 10. Faltan Graciela, Kin, ambos ingresados, y
Susana. Hoy es el cumpleaños de Jeremías. Cumple 37 años. Yo le pregunto por su estado de
ánimo. Me responde que bastante mal. Respeto su sufrimiento. Al llegar al Hospital de Día Paúl, le
felicita a Jeremías su onomástica. El resto nos sumamos a la felicitación. El enfermero psiquiátrico
comenta que hoy regalan el mapa del País Vasco comprando el diario El País. Dice que se ha
agotado. Yo traigo mi mapa. Todos lo miran. "Es de Floren", dicen los pacientes. Teresa me enseña
un mural en el que se anuncia una actuación en su pueblo, localidad situada a 9 km del Centro de
Salud Mental, de la compañía de ballet en la que se ha formado. La cita será el día 6 de junio,
viernes, a las 10 de la noche. En el mismo se aprecia una foto de un grupo de niñas de 7 y 8 años,
las pequeñas, en pose de trabajo. Añade que a ella no se le ve porque está con las mayores detrás
de la escenificación. Teresa me muestra su deseo de compartir con todos nosotros, conmigo, este
acontecimiento al que ella acudirá como espectadora puesto que declinó la invitación que le hiciera
su profesora de participar en la representación, alegando falta de tiempo por su estado de
compromiso con el Hospital de Día y con la preparación del examen del 21 de junio.
A continuación se inicia la actividad del vídeo. Teresa toma el bolígrafo y comienza a leer y a escribir
sobre la siguiente escena. Una vez leída la escena de la semana pasada en la que se describía el
discurrir de una clase, se comenta sobre el contenido a escribir relativo a la finalización de la clase y
a la separación de los alumnos en tres grupos, uno se queda en clase, el otro va a la cafetería y el
tercero se encuentra en el patio. Es el recreo. Se describe y después de acordar el contenido,
teniendo las escenas bien fijadas, se pasa a su redacción por parte de Teresa.
8 de octubre de 1997
Este día era especial. Sabíamos que el paciente Paúl se iba a despedir del H de D, de sus
compañeros, de sus terapeutas, aunque no de la institución que le ofreció el espacio del postgrupo,
de dos años de duración, con el objeto de que consolidara los progresos logrados durante su trabajo
de seis meses en el H de D y en los grupos, dos a la semana, de psicoterapia.
Asiste el equipo al completo a la reunión, más las tres psicólogas voluntarias -finalmente serán tres
y no dos-. Falta Petra. Se esperaba para la actividad del grupo multifamiliar la presencia de dos
psiquiatras suizas. Fue por ello que durante esta semana no se cambió al nuevo horario, decisión
que se tomara en la jornada del viernes 26 de septiembre, jornada de reflexión de los pacientes del
Hospital de Día.
Hoy se hablaría de las familias de los pacientes. El psiquiatra informó de la sesión familiar de Sam.
Charo de la de Gabriel, el psiquiatra de la de Lalo, Charo de la de Pili y de la de Tomás. La valoración
de la evolución del proceso de Sam fue muy positiva. Salieron logros importantes de este paciente
durante el pasado. Él era un hombre de mucho mundo. Navegó, trabajó y ayudó a su hermana y a
su familia tanto económicamente como por hacer de embajador en viajes de recreo al extranjero. El
paciente sin embargo se muestra como soldado, agarrotado en su cuerpo, asido por la estructura
obsesiva de su sistema de defensas. De Gabriel Charo comenta el problema de que el hijo no desee
volver al Hospital de Día. Acude únicamente la madre a la sesión. Gabriel se pasa el día entero en la
cama. La madre se muestra aliada con el hijo para obstaculizar el cambio, que le supondría entrar
en emociones de angustia muy fuertes, así como la revisión de la problemática familiar con la
presencia de una hija toxicómana. El padre, enfermo de una fuerte depresión. La situación en casa
es emocionalmente intensa. Yo hago una valoración positiva de los logros de este paciente en esta
última experiencia: llegó a mantener el tipo durante 4 meses en el Hospital de Día. El psiquiatra,
escuchándome, varía su anterior análisis de la experiencia del paciente, mucho más derrotista. El
equipo acepta esta interpretación del fracaso terapéutico del paciente, en la esperanza de que algún
día regrese para continuar desde donde lo dejó y así podría llegar más lejos. No se pudo hacer más.
Charo anima a la psicóloga voluntaria Ingrid informándole de que empezarán a ver a Mario ambas.
Esta psicóloga era coterapeuta de Gabriel, el paciente que dejó el tratamiento. De Tomás depositó
en el psicólogo voluntario Blas la tarea de la transmisión del material de la sesión. Básicamente, se
debatió el estado de paranoia del paciente que vive sintiendo un ojo que le vigila desde atrás. Este
ojo le exige mucho. No escribe nada. Está confuso. No sabe qué proyecto acometer. No desea
estudiar 3º de BUP, donde abandonó sus estudios, a pesar de que los padres le han matriculado
para este curso que ahora empieza. Se interpretan sus comentarios a mí como el resultado del
deseo del paciente de llegar a ser como yo: un escritor, porque yo sí lo soy. El paciente se define a
través de su deseo igual que si ya pudiera escribir. Pili está mejor. Afronta la ansiedad derivada de la
separación de su mamá para acercarse a sus iguales del curso de inglés. Le cuesta mucho mantener
el esfuerzo de asistir y de entender las explicaciones que da el profesor. No hay tiempo para más y
pasamos al H de D.
Asistirían doce pacientes. Lola llegó cuando comenzábamos la degustación de la comida. Teresa llegó
a la hora del desayuno enfadadísima. No había venido ayer. Dió grandes pasos. Gritó que se iba del
Hospital de Día. Dijo que nos regalaba su cuadro que estaba elaborando en su espacio de taller,
como recuerdo de su estancia con nosotros. Hizo además de sentarse a mi lado. Sacó la silla con la
intención de acercarse. Yo me quedé sin reacción. En esa décima de segundo que yo falté por tener
ese día los reflejos lentos, le detuvo en esa intención y se fue cerrando la puerta sin dar un portazo.
Yo hice ademán de salir detrás de ella, pero dudé. Nos miramos el enfermero psiquiátrico, Ingrid y
yo. Mirta salió detrás de la paciente. La paciente había dicho que se iba a la playa para disfrutar del
día en la compañía de algún amigo.
Yo tuve un conflicto con mi contratransferencia. Pensé en la idea del acompañamiento de la paciente
por la calle. Pero a la vez temí por la posibilidad de que fuera acusado de connivencia con los deseos
eróticos incestuosos de la paciente. Pensé en aquel incidente ocurrido en mi consulta hace muchos
años, cuando una paciente me dió un par de besos en las mejillas al despedierse de mí en el quicio
de la puerta de entrada del centro de Psicoterapia en donde yo entonces trabajaba. La paciente lo
hizo delante de la secretaria y de otra psicóloga que estaban hablando amigablemente sentadas en
las butacas del hall de entrada. Éstas reaccionaron corporalmente poniendo cara de asombro, lo que
me confirmó la impresión de que la paciente había actuado su afecto hacia mí ofreciendo una
muestra de ello ante las otras mujeres de la consulta. Este insignificante incidente me ocasionó un
problema con el jefe del centro, quien se enteró del mismo y me llamó al orden con la amenaza de
despedirme de allí. Aunque años más tarde me pidió a su manera disculpas por lo equivocado de su
interpretación de aquella anécdota, el daño estuvo hecho. Entonces, yo decidí despedir a la paciente
en la puerta de mi consulta, a solas, para ahorrarme las dificultades de una repetición de la
actuación de la paciente que me llevaría a afrontar un serio conflicto con la institución en donde yo
trabajaba. Observé que la paciente ya no me besaba al despedirse de mí.
Teresa vino con el padre, que se quedó con ella y la acompañó hasta la institución. De esto se
quejaba Teresa: "Estoy harta de que mi padre me siga a todas partes y no me deje en paz. No soy
una niña". Ésta era su frase. Llamaron al jefe del servicio, quien al final atendió a la hija y al padre.
Yo mientras tanto, contuve al padre, haciendo espera hasta la llegada del jefe del servicio, el médico
de Teresa. "Quiero estar con mi médico", bramaba. El padre me informó de que la paciente había
aprobado linguística y había realizado el día anterior la tramitación para la matriculación del nuevo
curso universitario. A partir de allí la paciente se disparó.
La celebración de la despedida de Ramón fue maravillosa. En el desayuno hablé con Sam, con
Jeremías, con Tomás, quienes se interesaron por mi actividad de ayer, ya que no me vieron. Les
expliqué que ya sabían lo de mi despedida del espacio de musicoterapia y del de psicodrama. Les
anuncié mi despedida del espacio de expresión corporal del próximo viernes. Lo aceptaron bien. Sam
me hizo el comentario jocoso de que yo me despedía lentamente y no bruscamente como los otros.
10 de octubre de 1997
Sesión clínica. Se decide cambiar el lugar ante la presencia de numerosos asistentes a la sesión.
Asiste el equipo al completo menos Petra, las tres psicólogas voluntarias que ya forman parte del
equipo y las dos psiquiatras suizas: Maca y Luisa. También el jefe del servicio. Maider también. Beti
entraría antes del final.
Se visiona el vídeo del psicodrama del pasado día 7 de octubre, en el que se hizo una representación
de la despedida del paciente Paúl, quien realizó un excelente proceso psicoterapéutico durante su
estancia de seis meses en el Hospital de Día. El psiquiatra hizo las labores de presentación de la
actividad de psicodrama, de la que detalló que estaba dividida en tres tiempos: el primero era la
puesta en común del estado emocional de cada uno de los pacientes, el segundo era la invitación a
aquellos pacientes que estuvieran especialmente motivados para ello a la representación del
conflicto que trajera, siempre procurando que todos los pacientes tuvieran el mismo espacio para
representar sus conflictos, y el tercero y último tiempo era la puesta en común de todo el material
que la observación de la representación daba lugar. Esta explicación iba dirigida a las dos psiquiatras
de Suiza y a las tres psicólogas nuevas voluntarias.
Visionamos la grabación. En ella el paciente Paúl mostró un grado importante de capacidad de
simbolización. Su ejercicio era el de representar a todos y a cada uno de los compañeros del Hospital
de Día. También cada compañero hizo una representación a su vez de aquello que se quedaba de
Paúl. Salió mencionado varias veces el viaje en bicicleta de Paúl, que significaba su proceso
terapéutico, su salida de la psicosis. No participó en el psicodrama Vitorio, al que se consideró un
paciente con reducidas posibilidades de aguantar los seis meses del proyecto, ante las presiones de
su madre para que se emancipe -esto lo contó Petra a la reunión del lunes siguiente-. Además el
vínculo establecido con los compañeros era escaso. Este paciente se mantiene un tanto apartado del
grueso de pacientes. Se valoró la espontaneidad de Chus en la representación de su compañero en
comunión con la naturaleza.
El documento fue extraordinario por su contenido demostrativo de la capacidad de los pacientes
esquizofrénicos para desarrollar un proceso psicoterapéutico propio que les rescatara del núcleo de
la psicosis. Las psiquiatras suizas se llevaron una profunda impresión del resultado de la sesión del
psicodrama de aquel día. Luego desayunaríamos con los pacientes.
Al cabo de un rato iniciaríamos la jornada de la última expresión corporal de la antigua etapa. Beti
dividiría la sesión en dos partes: la una en torno a unos ejercicios en círculo. Cada participante
realizaba unos movimientos a los que el resto imitaba, que luego derivarían en un contacto con el
suelo.
La segunda parte estuvo centrada en la actividad plástica. Beti repartió una plastilina a cada
participante -las psiquiatras suizas y yo participamos, la voluntaria Ingrid declinó la invitación
adoptando una posición que pretendía ser la de la ayudante de Beti, cuando la misma Beti le había
invitado a participar-. Con los ojos cerrados los pacientes conformaron una figura. Disponían de
plena libertad para elegir el tamaño del muñeco.
Los pacientes admitieron bien la venda que se les puso para asegurar que los ojos permanecerían
cerrados durante el ejercicio. Chus declinó la venda alegando que no lo aguantaba. Las psiquiatras
suizas y yo hicimos lo mismo, pero por distinta razón que la esgrimida por el paciente Chus, en
nuestro caso no lo necesitábamos, mientras que en el caso de Chus la razón era que él no lo
aguantaba. Al final, pusimos los muñecos encima de una tabla que representaba el espacio del
Hospital de Día. El muñeco de Chus era una forma alargada que a mí me pareció la imagen de una
foto movida por estar sacada en movimiento. Al cabo de poco el paciente pegó un fortísimo golpe al
muñeco. Todos eran trasuntos de cada uno de los autores. Este movimiento que alguno calificó de
terremoto tiró a algunos muñecos de pie al suelo. Los autores los volvieron a poner de pie. Chus
recogió su muñeco. Dijo que no le gustaba. Entonces hizo una bola y la colocó en la perifería en
lugar de en el centro, anterior espacio que ocupara el muñeco alargado. Beti le interpretó que la bola
era una mórula. El paciente dijo que ahora sí se parecía a él porque se veía gordo como la bola.
Felipe colocó un muñequín en la perifería, sin apenas espacio ni cuerpo. El grupo le devolvió la idea
de que a ese muñeco le faltaba alimentación. Yo aporté que también le faltaba espacio para
desarrollarse. A su lado se encontraba el muñeco de Jeremías, que se encontraba tumbado al igual
que su autor, quien explicó su estado de cansancio por las actividades de toda la semana. Vivió mi
muñeco, de pie, como amenazante. Le aclaré que no era esa su actitud sino la de dar un abrazo.
Sam hizo un muñeco grande, un extraterrestre.
Beti pasó a todos una hoja con las siguientes preguntas para contestar, sobre el muñeco: 1ª ¿Quién
eres tú? 2ª ¿Qué expresión principal encuentro en él? 3ª ¿Qué necesita? 4ª ¿Dónde encuentro más
vida en él? 5ª ¿Dónde encuentro sus dificultades? 6ª ¿Cómo es su manera de estar? 7ª ¿Cómo son
sus articulaciones? 8ª ¿Cuál sería su movimiento? 9ª ¿Qué personajes me inspiran ese ser? Después
vino un espacio de comentarios por parejas. Yo estuve con Tomás.
Al final, la puesta en común. La despedida de las psiquiatras suizas, quienes muy emocionadas
informaron de la intensidad de la experiencia y agradecieron a los pacientes la oportunidad de la
experiencia. Los pacientes les devolvieron un cerrado aplauso y les comunicaron el buen vínculo que
habían establecido con ellas dos. Beti se fue y me dejó al mando del grupo. Lo piloté durante cinco
minutos. A su vuelta informé de mi despedida del espacio al grupo. Éstos me aplaudieron. Me sentí
muy a gusto.
Les agradecí sus ricas enseñanzas. Les conté que yo comencé mi carrera de psicoterapeuta llevando
grupos de expresión corporal. Les hablé de que esta actividad reducía la diferencia entre terapeutas
y pacientes a la mínima expresión: ambos éramos iguales: personas. Esto gustó mucho a los
pacientes. Beti me agradeció con su característica amabilidad la ayuda que le había prestado. Me
confió su sensación de verse vigilada al principio, y el cambio experimentado hacia su vivencia de
que yo estaba a su lado para los momentos difíciles. Así acabé mi experiencia con la expresión
corporal. Me llevé en lo más profundo de mi corazón el cariño del grupo.
SEIS AÑOS DESPUÉS
Los pacientes
Lalo regresó al trabajo en la huerta de sus padres.
Mari volvió al estudio.
Lola terminó la licenciatura.
Juana empezó a trabajar.
Kin abandonó las drogas.
Tomás retomó los estudios de bachillerato.
Chus se presentó a entrevistas de trabajo. Tiene novia.
Sam se hizo cargo de su madre viuda.
Gabriel retomó su labor de cameraman en la TV.
Teresa terminó la licenciatura.
Pepe se puso a trabajar.
Paúl se mudó a un piso con amigos.
Carmen se instaló en un piso.
Susana trabaja.
José se suicidó.
Ariz sigue en tratamiento.
Pili sigue en tratamiento.
Chento sigue en tratamiento.
Fede recuperó el habla y se comunica normalmente.
Tirso trabaja.
Iker sigue en tratamiento.
Ros sigue en tratamiento. Juega con sus amigos.
Txetxu trabaja a temporadas.
Felipe alterna las temporadas de ingresos con los trabajos.
Jeremías sigue en tratamiento.
Los terapeutas
Mirta se casó y emigró.
Ana es grupoanalista docente y tuvo hijos.
El psiquiatra sigue dirigiendo el Hospital de Día.
Charo continúa trabajando con grupos.
Ingrid inició una psicoterapia. Petra encontró trabajo.
El enfermero psiquiátrico sigue ayudando a los pacientes.
Blas encontró trabajo en una comunidad.
Maider se instaló en la privada y trabaja con grupos .
Beti sigue conduciendo la expresión corporal.
Dra. Bilbao cambió de centro de trabajo.
Carla se hizo grupoanalista y encontró trabajo en el sector sociosanitario .
El jefe del servicio continúa en su puesto, ayudando a los pacientes.
Fernando cambió de puesto de trabajo.
Alberto realizó su tesis doctoral.
Carlos murió en un accidente de tráfico.
Las dos psiquiatras suizas acabaron su formación grupal.
Yo me hice grupoanalista y encontré trabajo en el sector sociosanitario.
CONCLUSIONES
La experiencia de aprendizaje mediante el método de inmersión consistió en el trabajo desde las
8;30 horas hasta las 15;15 horas durante todos los días de la semana, en la institución organizada
interiormente como una comunidad terapéutica. Desde la primera reunión de equipo, nada más
comenzar la jornada, hasta la última reunión de equipo al final de la jornada, trascurrían casi siete
horas de trabajo intensivo grupal, que son muchas horas, todos los días de la semana.
A lo largo de la experiencia, pude desarrollar la asistencia clínica en psicoterapia grupal,
farmacoterapia antipsicótica de última generación, mi formación y aspectos de política, enseñanza y
administración de gestión en salud mental. No obstante, he preferido exponer mis ideas sobre
trabajo grupal en este formato de contar lo que pasó, para eludir la inevitable dificultad con la que
se encuentran las nuevas generaciones de psicoterapeutas grupales a la hora de aprender de sus
maestros, cuando éstos utilizan un lenguaje teórico, tipo jerga, que inevitablemente sesga la
comunicación, facilita la aparición de muchos malos entendidos, la hace aparentemente falsa,
idealizada, y a la postre se muestra ineficaz para conseguir el objetivo de la transmisión de
conocimientos.
Es decir, he preferido exponerlo así para que se entienda.
ASMR Revista Internacional On-line - Dep. Leg. BI-2824-01 - ISSN 1579-3516
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