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Psiquiatría integral e integrada.

Fecha Publicación: 09/05/2010
Autor/autores: Valentín Conde López

RESUMEN

Psiquiatría integral en determinadas tradiciones filosóficas podría significar la formada por aquellas partes necesarias para su configuración global, pero no para su esencia, en caso de postularse o admitirse ésta; por ejemplo, la psiquiatría es la teoría y práctica de las enfermedades mentales que integra las dimensiones y niveles biológicos, psicológicos y socioculturales de aquéllas.


Área temática: .

REVISTA ELECTRÓNICA DE PSIQUIATRÍA
Vol. 2, No. 4, Diciembre 1998
ISSN 1137-3148

Psiquiatría integral e integrada.
V. Conde

EDITORIAL

Catedrático de Psiquiatría. Jefe del Departamento
de Psicología Médica y Psiquiatría.
Hospital Clínico Universitario, Valladolid
(España)
Correspondencia:
Valentín Conde López
Hospital Clínico Universitario (Psiquiatría, Planta
11)
Avda. Ramón y Cajal, 3 - 47011 Valladolid
(España)
Tel.: +34 983 42 00 00
E-mail: v.conde.l@intersalud.es

Psiquiatría integral en determinadas tradiciones filosóficas podría significar la formada
por aquellas partes necesarias para su configuración global, pero no para su esencia, en
caso de postularse o admitirse ésta; por ejemplo, la psiquiatría es la teoría y práctica de
las enfermedades mentales que integra las dimensiones y niveles biológicos, psicológicos
y socioculturales de aquéllas.
La psiquiatría integrada recuerda que forma parte de ese todo que es la medicina; también
su complementariedad y relaciones entre los elementos, fenómenos, instrumentos,
métodos, reglas, leyes de transformación y consecuencias resultantes de los componentes
postulados. Piénsese en la necesidad de complementar diferentes conocimientos y
saberes en el acto médico frente a un caso de trastorno depresivo o esquizofrénico. Al
mismo tiempo, la experiencia parece mostrar que los errores surgen más por falta de
información e interpretación adecuada de las relaciones entre los hechos clínicos e
instrumentales que por enjuiciamientos defectuosos.
Hoy en día, quizás desde hace siglos, es difícil encontrar una actividad médica "ateórica".
Siempre subyace a todo acto clínico una representación más o menos abstracta y
simplificada de un conjunto de fenómenos ­denominados psicopatológicos en nuestro
caso­ que logra una explicación científicamente plausible de los mismos, aunque parcial,
transitoria y antidogmática. Parece esta rapidez en los avances y cambios científicotecnológicos fuente de un cierto escepticismo antiteórico, cuando lo que fuerza es a
diferenciar y explicitar las partes, dimensiones y niveles de la realidad clínica por una
parte, de las dimensiones "esenciales", "existenciales", "fenomenológicas" o como
quieran denominarse, por otra.
Si la ciencia trata de fenómenos, la filosofía de la ciencia, y en general, trata de

fundamentar críticamente su profundidad y límites. La psiquiatría fenomenlógicoantropológica pretendió también en su día enraizar genética y comprensivamente los
modos de ser y estar psíquicos, individuales y colectivos, así como los de los diferentes
procesos, trastornos y enfermedades psiquiátricas, entendidos como modificaciones y
alteraciones regulares y regladas ­en el sentido de sometidas a leyes y principios de
transformación y desarrollo­ del comportamiento, vivencias, cogniciones, sentimientos,
etc., que derivan de su naturaleza, condición y contexto humanos. Su crepúsculo no deja
de impregnar la psiquiatría clínica europea cuando se plantea qué es la enfermedad
mental o tal enfermedad mental, sus modos de vivenciarse, y tantas otras cuestiones que
suelen englobarse como "psiquiatría, psicopatología, psicoterapia... humanísticas".
También impregna más o menos conscientemente el destino de toda relación médicopaciente, aunque ésta cada vez se considere más excéntrica en relación a una medicina
sin sujetos, basada en "evidencias", que desequilibra la propia relación o la deja sin
identidad ni sentido.
Tampoco parece suficiente especular sobre los innumerables síndromes de
deshumanización y situaciones límites propuestos en nuestro siglo y en nuestro "primer
mundo", en los que se sufre hacia dentro y se trata hacia fuera. Más bien se intenta
centrar lo nuclear de cada fenómeno psicopatológico como tal e integrar
permanentemente nuestros conocimientos teóricos y prácticos en claridad y distinción,
más allá de las descripciones en las que se ha quedado con frecuencia una supuesta
psiquiatría antropológica. En último extremo se trata del viejo proyecto filosófico: sozein
ta fainomena, dar soporte a lo aparente.
No se trata tampoco ahora de profundizar en las milenarias dicotomías del pensamiento
europeo entre ciencia y arte clínicos, técnica y epistemología, ciencias de la naturaleza y
del espíritu... Entre otras razones, porque se avanza en complejas ambiguas e
inabarcables redes de conocimientos que se autorregulan, interactúan, y a veces se
ensombrecen mutuamente. Sí, de llamar la atención sobre los desequilibrios entre unas y
otras que crean un cierto sentimiento de desasosiego y provisionalidad en el psiquiatra
clínico.
La psiquiatría actual impresiona por el inmenso y necesario crecimiento de las ciencias
físico-químicas, neurobiológicas y formales. De las dos primeras no es preciso dar
ejemplos por conocidos; aunque sí desterrar el temor de algunos a que los avances de la
genética, la bioquímica, la neurofisiología o la neuroimagen dejen sin sujeto o sin objeto
a la psiquiatría o la reduzcan a otras especialidades. Se trata aquí de recordar que aquéllas
­y tantas otras­ deben integrarse y ser integradas en la psicopatología general y en la
psiquiatría clínica; pero lo esencial sigue siendo cada hombre enfermo mental
individualizado, y en las instituciones y contextos naturales o creados por él, que le
condicionan y troquelan en unos tiempos determinados (vital, vivencial, patográfico,
histórico-cultural, etc.), en unos contornos que le identifican y en unos entornos en los
que se desarrolla, adapta y desenvuelve.
Respecto a los avances formales, las aspiraciones a una "nosología y nosografía
universales" con sus "criterios operativos", "protocolos consensuados", etc.,
acompañados aquéllos de epidemiologías también aspirantes a la universalidad por
analogía, constituyen correctos ejemplos de cuestiones irresueltas de fundamentación
filosófica, si no se quiere recaer en nuevos reduccionismos o sobregeneralizaciones con
sus consecuencias en la práctica clínica cotidiana. En pocas palabras, se pueden y deben
integrar los conocimientos científicos de la medicina en la psiquiatría, pero se deben
intentar fundamentar los puntos de partida, al menos, de los saberes que actúan en la
decisión clínica, a partir de una propedéutica que aspire a un conocimiento
etiopatogénico, fisiopatolófico y patofisiológico cada vez más científico.

La aparente "falta de practicidad" de estos planteamientos, en la búsqueda de la acción
inmediata, compartida en recomendaciones con frecuencia más dominantes, defensivas,
socialmente correctas y únicas que basadas en la diversidad, complejidad y variedad de la
experiencia clínica, es una de las limitaciones de la psiquiatría holística o comprensiva,
que sigue pareciendo más aspiración que realidad. Otras limitaciones pueden ser las
dificultades de tales análisis antropológicos y la falta también de una crítica ideológica y
científica de las consecuencias de unas y otras prácticas y teorías psiquiátricas.
En todo caso, la psiquiatría actual parece intercurricular, interfacultativa y
multidisciplinaria, lo que no dejan de ser otros pleonasmos cuando no se dispone de los
necesarios equipos y foros. La psiquiatría ha estado siempre en encrucijadas científicas,
tecnológicas, sapienciales y especulativas. El psiquiatra quizás debiera reflexionar,
comunicar e influir más en ámbitos públicos, como hace cotidianamente en su quehacer
privado, sobre los fundamentos de sus decisiones. Entre otras razones y motivos, porque
una sociedad cada vez más complicada, contradictoria, diferenciada, exigente y
judicalizada ­entre otras características de las que sólo dan cuenta y pretenden interpretar
las marginadas "ciencias humanas"­ le exigirá un cierto esfuerzo de análisis consciente,
crítico y razonable de su quehacer esencial, en el que se integran, junto con sus
acumulativas técnicas y tecnologías, la interpretación y comprensión de la individualidad
de cada ser humano enfermo mental y de sus dimensiones existenciales. Todo ello parece
plantear un reequilibrio en nuestra formación, educación y en cierto modo cultura
psiquiátrica, que nos permita ser más convincentes, satisfactorios y realistas en el futuro,
sin renunciar a las experiencias útiles del pasado.

Referencia a este artículo según el estilo Vancouver:
Conde V. Psiquiatría integral e integrada [editorial]. Psiquiatría.COM [revista electrónica] 1998 Diciembre [citado 1
Ene 1999];2(4):[5 pantallas]. Disponible en: URL: http://www.psiquiatria.com/psiquiatria/vol2num4/art_1.htm
NOTA: la fecha de la cita [citado...] será la del día que se haya visualizado este artículo.

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