Entre un 47 % y un 90 % de la población mundial cifran los estudiosos (OMS, Harrison) sufre al menos dolor de cabeza una vez al año. Las estadísticas sí coinciden en que las cefalalgias intensas e incapacitantes, afectan, por lo menos una vez al año al 40 % de los habitantes del mundo, constituyendo el motivo más frecuente de consulta en Neurología. En el entorno de urgencias, un 5% sufre alteraciones graves. El dolor, en general, es un mecanismo de alarma, es como una señal que advierte al organismo de que existe una lesión.
En la gran mayoría de los casos, suele constituir un síntoma benigno, tan común que prácticamente nadie se extraña que alguna vez le duela la cabeza. Está muy extendido y forma parte de la vida cotidiana incluso, tomarse una aspirina o su equivalente. En ocasiones puede constituir una manifestación de enfermedades graves, como un tumor cerebral, hemorragia subaracnoidea, meningitis o una arteritis de células gigantes, o deberse a una conmoción. Pero en esta ponencia, no nos vamos a ocupar de esas enfermedades graves, señalando, únicamente, acerca de ellas, que no hay nada en el ser humano sin participación inconsciente, psíquica, incluso en las enfermedades orgánicas más graves o hasta en los accidentes.