Los trastornos del sueño junto con los trastornos del comportamiento alimentario representan los dos grupos de mayor relevancia, como indicadores de riesgo, a la hora de evaluar la predictividad de un trastorno mental en la infancia. Porque la alteración del sueño aparece de forma precoz y presenta una gran variedad de formas clínicas de presentación -tanto en forma como en contenido- es por lo que el proceso diagnóstico presenta muchas dificultades, pero también se constituye en un predictor de riesgo psicosocial de primera magnitud en investigaciones longitudinales.