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Psicooncología.

Fecha Publicación: 01/04/2000
Autor/autores: Eduardo García-Camba


Área temática: Psicología general , Psicología oncológica .

REVISTA ELECTRÓ ICA DE PSICOLOGÍA
Vol. 4, o. 1, Enero 2000
ISS 1137-8492

Psicooncología.
Eduardo García-Camba

EDITORIAL

Jefe de Sección. Psiquiatría.
Hospital Universitario de la Princesa. Madrid (España).

La psicooncología es una disciplina relativamente moderna que surge como respuesta a
los diferentes retos psicosociales que plantea la atención al enfermo canceroso: su
problemática emocional, el adecuado manejo del dolor, los cuidados paliativos, etc. Las
complejas situaciones personales, médicas y terapéuticas a que han de enfrentarse estos
pacientes les hacen particularmente susceptibles al desarrollo de problemas y
complicaciones psiquiátricas o psicosociales de importancia y a una franca disminución
de su calidad de vida.
La psicooncología surge en la cultura de la psiquiatría de enlace, cuyo objetivo es la
atención holística o integral del paciente en sus aspectos biológicos, psicológicos,
sociales y espirituales manteniendo un permanente diálogo con el resto de las
especialidades médicas. Por otra parte, el reconocimiento de que determinados factores
de naturaleza conductual y de aprendizaje influyen en el riesgo de contraer la
enfermedad y en su posible evolución, pone de relieve la importancia de la valoración
de otros parámetros distintos a los estrictamente biológicos en el cáncer. Todo esto ha
favorecido el desarrollo de la psicooncología como el campo interdisciplinar de trabajo
que se ocupa de los aspectos psicológicos, psiquiátricos, sociales y conductuales del
cáncer desde dos perspectivas: de un lado lo que se podría denominar el "aspecto
psicosocial", que correspondería a las respuestas psicológicas de los pacientes y de sus
familiares en las diferentes fases de la enfermedad; y de otro el "aspecto
psicobiológico", que comprendería el conjunto de factores psicológicos, conductuales y
sociales que influyen de algún modo sobre la morbilidad y la mortalidad y que hacen
que determinados estilos de vida, hábitos o conductas puedan afectar la génesis y
evolución de la enfermedad1.
Estos aspectos se han visto influidos por el cambio en el pronóstico y la supervivencia
de los pacientes que ha mejorado de forma sensible en los últimos 25 años y que ha
modificado sustancialmente tanto perfil clínico del paciente como sus aspectos
terapéuticos y asistenciales. Así se está superando la visión clásica que contemplaba el
cáncer como una enfermedad terrible de pronóstico sistemáticamente ominoso. De
hecho no podemos olvidar que hoy día el 50 % de los casos de cáncer se curan como
consecuencia del diagnóstico precoz y el éxito de los modernos métodos terapéuticos,
tanto en el terreno de la cirugía como de la quimioterapia y la radioterapia2. Este
pronóstico menos pesimista ha propiciado un cambio de actitud de la sociedad hacia la
enfermedad y los enfermos y de esta manera en el momento actual se ha generado una
mayor preocupación y sensibilidad por la autonomía y los aspectos personales y sociales
del paciente, algo impensable en la época en la que el tratamiento del cáncer se asociaba

casi exclusivamente con los cuidados del enfermo terminal. De la tendencia tradicional
al secretismo y la ocultación de la verdad al enfermo, que estaba impregnada de tintes
paternalistas, se ha pasado a un modelo de comunicación médico-paciente en el que se
estimula una forma de relación más simétrica. En este nuevo modelo el principio de
autonomía del paciente es prioritario y el criterio predominante es comunicarle en mayor
o menor medida el diagnóstico de su enfermedad y estimular su participación en todas
las decisiones relacionadas con el tratamiento o la realización de exploraciones
diagnósticas. En este contexto, los modelos de consentimiento informado para
procedimientos o intervenciones especiales forman parte de la rutina médica actual.
Por otra parte los enfoques terapéuticos van dirigidos a potenciar la calidad de vida
después del diagnóstico y a controlar los síntomas de la enfermedad y los efectos
secundarios del tratamiento. Ello ha generado un gran interés por el desarrollo de escalas
e instrumentos para la valoración de los efectos de los síntomas, los aspectos
psicopatológicos y la calidad de vida.
Otro aspecto fundamental es el progresivo desarrollo de áreas tan importantes como la
psicoinmunología, los aspectos conductuales de riesgo, el estudio de la calidad de vida,
las estrategias psicológicas y de afrontamiento de la enfermedad, los mecanismos del
dolor, el desarrollo de los cuidados paliativos, el estudio del desgaste profesional y los
sentimientos de sobrecarga de los equipos terapéuticos (burnout) etc.
Una medicina que persiga la excelencia no puede obviar estos aspectos y debe
plantearse una intervención que considere al paciente globalmente e incorpore el
principio fundamental del trabajo en equipo multiprofesional (psiquiatra, psicólogo,
oncólogo, enfermera, etc.).
Pero si bien la experiencia de los modernos centros oncológicos norteamericanos, que
incluyen en su plantilla a psicooncólogos, ha demostrado el enorme valor terapéutico y
humano de estos enfoques, en nuestro país la dotación de medios y recursos sigue
siendo insuficiente. Una importante misión de los psiquiatras de interconsulta-enlace es,
por tanto, sensibilizar al resto de los médicos y responsables sanitarios para hacer frente
a estos retos y contribuir al progresivo desarrollo de la psicooncología.

Referencias

1. Holland J C. Social views of cancer and the emergence of psycho-oncology. En:
Psycho-oncology. Holland J C, Oxford University Press, New York, 1998.
2. Comunidad de Madrid. Conserjería de Sanidad y Servicios Sociales. Sistema de
Intercambio de Datos de Cáncer en la Comunidad de Madrid. Informe Anual del
Registro Central de Tumores. Documento Interno. (1998).

info@psiquiatria.com

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