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Conflictos de intereses en psiquiatría: no es oro solo lo que reluce.

Autor/autores: Sergio Ruiz Doblado
Fecha Publicación: 07/03/2011
Área temática: .
Tipo de trabajo: 

RESUMEN

Definimos el conflicto de intereses como un conjunto de condiciones en las cuales el juicio del profesional en relación con un interés primario (bienestar de los enfermos, validez de una investigación) tiende a ser en exceso influido por un interés secundario (ganancia financiera o de otra índole no económica). Los conflictos de intereses son un tema de creciente actualidad en los ámbitos académicos, editoriales y asistenciales. Dentro de los conflictos económicos incluiríamos la participación en estudios de investigación patrocinados por la industria sin revelación del vínculo económico, los débitos de las sociedades profesionales y autores de las directrices de práctica clínica con la industria, la asistencia a reuniones subvencionadas y la propiedad de los resultados de una investigación por parte de la industria en lugar del investigador. Dentro de los conflictos no económicos se incluyen los intereses de las organizaciones gubernamentales o autoridades sanitarias, los sesgos psicológicos y sociológicos de algunos investigadores, las gratificaciones narcisistas del investigador (poder, prestigio, éxito) y otros de naturaleza ideológica o política.Diversas reglamentaciones se ocupan de controlar las relaciones del médico con la industria (Código de Buenas Prácticas de Farmaindustria, Declaración de Lisboa, OMS, etc.). Las soluciones propuestas pasan, entre otras, por la declaración obligatoria de los conflictos de intereses, la reglamentación y supervisión por organismos específicos, la transparencia, honestidad y proporcionalidad en las relaciones y la formación en Bioética de los clínicos e investigadores.

Palabras clave: Conflictos de intereses; Industria farmacéutica; Investigación


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Ruiz Doblado S. Psiquiatria.com. 2010; 14:3.
http://hdl.handle.net/10401/2724

Artículo original
Conflictos de intereses en psiquiatría: no es oro solo lo que
reluce
Conflicts of interest in psychiatry: it is not gold only if it is brilliant

Sergio Ruiz Doblado1*
Resumen
Definimos el conflicto de intereses como un conjunto de condiciones en las cuales el juicio del
profesional en relación con un interés primario (bienestar de los enfermos, validez de una
investigación) tiende a ser en exceso influido por un interés secundario (ganancia financiera o
de otra índole no económica). Los conflictos de intereses son un tema de creciente actualidad en
los ámbitos académicos, editoriales y asistenciales. Dentro de los conflictos económicos
incluiríamos la participación en estudios de investigación patrocinados por la industria sin
revelación del vínculo económico, los débitos de las sociedades profesionales y autores de las
directrices de práctica clínica con la industria, la asistencia a reuniones subvencionadas y la
propiedad de los resultados de una investigación por parte de la industria en lugar del
investigador. Dentro de los conflictos no económicos se incluyen los intereses de las
organizaciones gubernamentales o autoridades sanitarias, los sesgos psicológicos y sociológicos
de algunos investigadores, las gratificaciones narcisistas del investigador (poder, prestigio,
éxito) y otros de naturaleza ideológica o política.
Diversas reglamentaciones se ocupan de controlar las relaciones del médico con la industria
(Código de Buenas Prácticas de Farmaindustria, Declaración de Lisboa, OMS, etc.). Las
soluciones propuestas pasan, entre otras, por la declaración obligatoria de los conflictos de
intereses, la reglamentación y supervisión por organismos específicos, la transparencia,
honestidad y proporcionalidad en las relaciones y la formación en Bioética de los clínicos e
investigadores.
Palabras claves: Conflictos-de-intereses, industria-farmacéutica, investigación, psiquiatría.
Abstract
We define conflict of interest as a group of conditions that compromise the professional
judgement in relationship with a primary interest (like patients welfare, validity of the research),
that trends to be overinfluenced by a secondary interest (financial or non-economical profits).
Conflicts of interest are an increased current issue in academic, editorial and attendance fields.
We include as economical conflicts the participation in research studies with pharmaceutical
industry sponsorship without declaration; duties of professional societies and practiceguidelines experts with industry; excessive hospitality in congress; and the intellectual property
of research data (industry but no researcher). Non-economical conflicts include the interests of
state organizations and health-care providers; the psychological and sociological slants in
research; narcissistic profits (to be in power, prestige, to be successful, etc.); and another
political and ideological conflicts.
Some regulations try to inspect the interactions between physicians and industry (Good Practice
Code of Farmaindustria, Lisbon Statement, WHO, etc.). Different solutions have been proposed
in order to control conflicts of interest: Compulsory declaration of interests; regulation and
Psiquiatria.com ­ ISSN: 1137-3148
© 2010 Ruiz Doblado S.

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Ruiz Doblado S. Psiquiatria.com. 2010; 14:3.
http://hdl.handle.net/10401/2724

assessment by specific authorities; honesty, transparency and proportionality in relationships;
and bioethical education of clinicians and researchers.
Keywords: Conflicts-of-interest, pharmaceutical-industry, research, psychiatry.

Recibido: 13/04/2010 ­ Aceptado: 07/11/2010 ­ Publicado: 26/11/2010

* Correspondencia: sergioruiz@ozu.es
Dirección postal: Dr. Sergio Ruiz-Doblado. Servicio de Psiquiatría. Hospital de la Merced. Avda.
Constitución, 2. 41640 Osuna (Sevilla). España.
1Servicio de Psiquiatría. Hospital de la Merced. Osuna (Sevilla). Declaración de intereses: Sergio RuizDoblado ha actuado como consultor ocasional para HealthCare Advisory Board (Montreal, Canadá) y
LeadPhysician (Londres, RU), ha actuado como speaker para Janssen-Cylag, Lilly y Otsuka
Pharmaceuticals, ha percibido derechos de autor de Doyma-Elsevier, y ha participado como revisor de la
Revista Española de Salud Pública, BioMed Central y Clinical Drugs Investigation.

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El interés creciente en los conflictos de intereses en Medicina: ¿qué son, cuáles
son, cómo son?
Según el Diccionario de la Real Academia Española, la palabra interés procede del latín
interesse, que significa provecho, utilidad, ganancia, inclinación del ánimo hacia un objeto o
persona, conveniencia o beneficio en el orden moral (1). De este modo, el conflicto de intereses
puede ser definido como "un conjunto de condiciones en las cuales el juicio del profesional en
relación con un interés primario (bienestar de los enfermos, validez de una investigación) tiende
a ser en exceso influido por un interés secundario (ej. ganancia financiera o de otra índole no
económica)" (2). En el conflicto de intereses, un mismo individuo o institución llevan a cabo dos
funciones que no deberían realizar de manera simultánea, ya que esta simultaneidad de roles
podría plantear problemas éticos (3). En la Reunión del American College of
Neuropsychopharmacology de 2006, el conflicto de intereses fue definido como un conflicto
entre los intereses privados y las responsabilidades individuales de una persona que desempeña
una función de confianza (4).
Los conflictos de intereses en Medicina y, especialmente en Psiquiatría, son un tema de
creciente actualidad en los ámbitos académicos, editoriales y asistenciales. Como fuentes de
potenciales conflictos de intereses se han señalado ser al mismo tiempo investigador y
accionista/ miembro de la junta directiva/ portavoz de una compañía privada, ser
simultáneamente juez y parte en trabajos de investigación (recibir honorarios, becas o
subvenciones de compañías privadas) y actuar a la vez como consultor e investigador en áreas
comunes de la ciencia. Autores como Fava (5) han revisado recientemente, en un número
especial de World Psychiatry, las diversas situaciones en las cuales un clínico, académico o
investigador puede verse implicado en un conflicto de intereses económico. Las más relevantes
son las siguientes:
1.- Participación en estudios de investigación patrocinados o esponsorizados por la industria sin
revelación del vínculo económico: según un estudio de Krimsky y cols. (6), la revelación de los
conflictos de intereses económicos tendría lugar en menos del 1% de los artículos médicos.
Aunque este hecho va progresivamente subsanándose en los últimos años (las revistas de
prestigio incluyen cada vez más en sus normas de publicación la necesidad de declarar los
conflictos de intereses económicos), sobre todo en Norteamérica y Europa, algunos
acontecimientos recientes han hecho fijar la atención de la opinión pública y los mass media en
este asunto. Sirva como ejemplo el escándalo causado por un estudio sobre un medicamento
cardiológico (activador del plasminógeno tisular o TPA) publicado en JAMA, al revelar un
reportero de Newsday que al menos 13 de los investigadores participantes eran a la vez
accionistas de la compañía que fabricaba el fármaco.
2.- Las sociedades científicas pueden encontrarse en deuda con la industria: Glassman y cols (7)
investigaron si los ingresos económicos generados por la publicidad de las compañías
farmacéuticas en las revistas médicas podían generar conflictos de intereses para las sociedades
científicas propietarias de dichas revistas. Concluyeron de su estudio que algunas
organizaciones médicas prestigiosas de los Estados Unidos como las editoras de JAMA y New
England Journal of Medicine podrían estar en deuda con la industria. Más recientemente,
Escobar (8) ha señalado que revistas norteamericanas de primer orden como American Journal
of Psychiatry y Psychiatric Services se han visto afectadas por la regulación externa en la
publicidad de psicofármacos, viéndose obligadas a reducir la extensión de la revista, el número
de artículos o la distribución gratuita de la misma.
3.- Los autores de las directrices de práctica clínica tienen a menudo relación con la industria
farmacéutica. Los líderes de opinión tienen a menudo conflictos de intereses con la industria.

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Un estudio (9) que evaluó a los líderes de opinión europeos y norteamericanos que participaron
como autores de las directrices de buena práctica clínica en diferentes enfermedades del adulto,
encontró que un 87% de los mismos tenía algún tipo de relación con la industria (58% en la
financiación de los estudios y 38% como accionistas, empleados o consultores de las
compañías). Otro grupo analizó los vínculos económicos de los 170 miembros del panel
constitutivo del DSM-IV con la industria farmacéutica (10): un 56% de los expertos estaban
relacionados con una o varias compañías farmacéuticas, porcentaje que alcanzó el 100% en los
paneles correspondientes a los trastornos del estado de ánimo y la esquizofrenia.
4.- La asistencia a las reuniones científicas patrocinadas por una compañía farmacéutica suele
asociarse a un incremento en la prescripción de los fármacos de esa compañía (5). De este
modo, Escobar (8) recoge en un reciente artículo que los congresos y reuniones psiquiátricas en
Estados Unidos se están viendo afectados cada vez más por las regulaciones impuestas por las
autoridades gubernamentales, disminuyéndose drásticamente los presupuestos dedicados a la
organización de las mismas para evitar conflictos de intereses económicos.
5.- Los estudios patrocinados por la industria tienen más posibilidades de llegar a resultados
favorables al patrocinador (11). Un artículo reciente de Psychiatric Bulletin (12) analizó los
resultados de los ensayos clínicos financiados total o parcialmente por la industria frente a los
de los ensayos "independientes", publicados en American Journal of Psychiatry, British
Journal of Psychiatry, Archives of General Psychiatry y Acta Psychiatrica Scandinavica. Sólo
un 78% de los ensayos "independientes" obtuvo resultados positivos, frente a un 91% de los
subvencionados. Otros trabajos (13,14) recogen también una probabilidad mayor de obtener
resultados positivos en los ensayos con conflictos de intereses económicos. Ya en la década de
los 90 del pasado siglo, un trabajo pionero de Krimsky y cols. (15) describió conflictos de
intereses económicos en uno de cada tres artículos de una serie de 789 estudios publicados en
revistas de primer orden por investigadores de la Universidad de Massachussets.
6.- Los investigadores no son, con bastante frecuencia, propietarios de los datos que ellos
mismos han obtenido. En una revisión llevada a cabo por Mello y cols. (16) se objetivó que en un
80% de los centros de investigación el patrocinador y no el investigador era el propietario de los
datos. En un 50% de los casos, el patrocinador era también el encargado de redactar los
resultados del estudio, lo que puede suponer un evidente sesgo de publicación de los estudios
negativos o no acordes con los intereses del patrocinador.
7.- Los investigadores independientes podrían resultar una amenaza para los grupos de
intereses específicos. Fava señala en su revisión (5) que existe una preocupación creciente por la
independencia de la Psiquiatría académica, ya que es posible que las oligarquías universitarias,
frecuentemente endogámicas, desplacen a los investigadores outsiders o independientes de la
elaboración de las guías de práctica clínica, revistas relevantes (a pesar del peer review) o
paneles de expertos. En Estados Unidos, la legislación Bayhe-Dole de 1980 había permitido a las
universidades tener una relación más estrecha con la industria farmacéutica. Este hecho motivó
que en 1984 las compañías privadas contribuyeran con 26 millones de dólares al presupuesto de
investigación de las universidades, pasando esta contribución a 2.3 billones de dólares en 2000,
lo que supone un crecimiento del 9000% (8). Estos datos ilustran de forma clara el peso relativo
de la investigación independiente frente a la académica.

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Otro tipo de conflictos de intereses: los no económicos. No es oro sólo lo que
reluce
Hasta ahora nos hemos ocupado de cómo los conflictos de intereses económicos con la industria
modulan, matizan o sesgan los resultados de los estudios de investigación y las directrices de
práctica clínica. Pero existe otro grupo de conflictos de intereses, más sutiles y menos
mercantiles, que influyen también sustancialmente en la investigación médica. Los más
importantes son:
1.- Un grupo de conflictos de intereses igual de poderosos que los económicos y habitualmente
no contemplados en las revisiones del tema en cuestión se refiere a los intereses de las
organizaciones gubernamentales que subyacen a los resultados obtenidos en determinados
trabajos, por ejemplo gestores y profesionales miembros de organismos públicos o autoridades
sanitarias (17). Goodwin ha incidido recientemente en los conflictos no económicos que se
plantean para los profesionales miembros de los departamentos gubernamentales (18),
proponiendo una definición más amplia del conflicto de intereses: analizar los puestos, las
vinculaciones e intereses que hacen que seamos como somos y tomemos las decisiones que
tomamos. En esta definición se incluyen algunas de las relaciones más comprometedoras, que
pueden ser más difíciles de evaluar y menos transparentes que los honorarios recibidos por
parte de una compañía farmacéutica. Resulta, por tanto, difícil de separar el debate de los
conflictos de intereses económicos del de la ideología y la política (19). Abundando en esta
cuestión, algunos de los conflictos económicos que no se suelen revelar son los que pertenecen a
los patrocinadores de la asistencia sanitaria pública (gobiernos, autoridades sanitarias,
gestores), cuyo interés radica generalmente en el ahorro de costes respecto a los fármacos que
son caros (19,20). Los conflictos pueden tener, de este modo, una naturaleza no sólo económica,
sino social y política.
2.- La orientación psicológica o sociológica de muchos psiquiatras puede inducir a creer a éstos
que los psicofármacos no funcionan o funcionan poco, siendo los abordajes psico o socio
terapéuticos más eficaces. Suele subyacer aquí un conflicto de intereses claramente ideológico,
ya que la solución última de las enfermedades mentales podría pasar por introducir mejoras
sociales o incrementar el número de pacientes en psicoterapia, en lugar de investigar e
introducir cada vez más y mejores fármacos (18). Goodwin ilustra con claridad la cuestión con
un ejemplo: "si tengo asma, quiero un inhalador, y puedo dejar para más adelante mis quejas
acerca de la contaminación atmosférica".
3.- Los conflictos de intereses no económicos encuadrados en lo que podríamos denominar
gratificaciones narcisísticas: poder, prestigio profesional, éxito, promoción de la carrera
profesional, fama, jerarquía, reconocimiento por parte de otros colegas o de la opinión pública,
rivalidades interpersonales o entre corrientes de investigación, etc. también modulan de forma
valorable los resultados de los estudios (21). Podemos leer con una actitud más favorable como
revisor un trabajo si en él se cita de manera positiva nuestro propio trabajo. Cuando redactamos
artículos científicos aportamos un mayor entusiasmo por citar los datos congruentes con
nuestras hipótesis. Cuando actuamos como editor de una revista pondremos una voluntad
mayor para aceptar un original que quizá incremente el factor de impacto de la revista (4). En
los conflictos de intereses narcisistas influye la más humana de las motivaciones (22): la
recompensa.
4.- El interés por los conflictos de intereses económicos con la industria farmacéutica podría
haberse sobredimensionado en los últimos años (efecto péndulo), obviando las innegables
aportaciones de ésta al conocimiento científico y al progreso de la Medicina. La industria
farmacéutica invierte en Ciencia, hace que progrese el conocimiento, crea empleo, sustituye en

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no pocas ocasiones la labor formativa y de actualización que deberían llevar a cabo las propias
autoridades sanitarias (libros, cursos, etc.) y desarrolla medicamentos cada vez más eficaces,
limpios y mejor tolerados. Ilustrando esta cuestión, pocos medicamentos actualmente usados en
Psiquiatría han sido desarrollados por organismos públicos, independientes o sin ánimo de
lucro. Por ende, la industria farmacéutica no se ha visto, a lo largo de su larga historia, sometida
a tanto control externo y regulaciones legales como en el momento actual (FDA, EMEA) (20),
hasta el punto de que los resultados dudosos dan lugar, casi indefectiblemente, a la no
aprobación del nuevo producto. Nierenberg (22) señala recientemente con acierto que sin la
motivación mercantilista de la obtención de beneficios por parte de las compañías farmacéuticas
no tendríamos en la actualidad ningún medicamento innovador. Abundando en esta cuestión,
Korn (23) advierte que "los que proponen nuevos métodos para eliminar los conflictos de
intereses económicos en las investigaciones biomédicas deberían tener cuidado de que, en su
celo para recrear un estado idealizado de virtud en el que ya no existan los conflictos de
intereses, impidan el desarrollo de mecanismos que hasta el momento han dado lugar a
beneficios sociales inmensos". No debe olvidarse que las compañías farmacéuticas dedican
mucho más esfuerzo a la investigación biomédica que cualquier otro sector de la economía. La
sociedad en su conjunto puede de este modo disfrutar de sus avances y logros, del empleo que
generan y de los impuestos que pagan.
En cuanto a la Psiquiatría, las aportaciones de la investigación de las compañías farmacéuticas
al progreso de la disciplina y la mejora de las condiciones de vida de los pacientes ha sido, a
nuestro juicio, innegable. En el CUADRO I se recogen algunas de estas aportaciones.
CUADRO I: Algunas aportaciones de la investigación farmacéutica
al desarrollo de la Psiquiatría
* El desarrollo de los antipsicóticos clásicos posibilitó una de las grandes revoluciones en la
asistencia a los enfermos mentales: la desinstitucionalización e integración social.
*La aparición de los nuevos antipsicóticos atípicos ha hecho mejorar el interés por la salud física
de los pacientes esquizofrénicos. Nunca antes hubo tanta supervisión o monitorización de la
salud física en nuestros pacientes.
*La aparición de los antipsicóticos de nueva generación ha contribuido a disminuir el estigma
asociado a la psicosis, al presentar menos efectos extrapiramidales, que "marcaban" a los
enfermos tratados con antipsicóticos clásicos.
*La investigación neurobiológica que acompaña a los procesos de investigación y desarrollo de
nuevos fármacos ha contribuido a mejorar el conocimiento de la etiopatogenia y fisiopatología
de las enfermedades mentales.
*Los nuevos antidepresivos han contribuido a mejorar la calidad de vida de los pacientes con
depresión melancólica, al ser mejor tolerados, presentar efectos indeseables de menor
repercusión en la calidad de vida y producir menos incremento de peso y síndrome metabólico
asociado.
*Los fármacos anticraving han contribuido a mejorar, junto con los tratamientos psicosociales,
el abordaje de los pacientes con dependencia a tóxicos.
*Los fármacos de reciente desarrollo para el tratamiento de la enfermedad de Alzheimer
(inhibidores de la AchE, mnemantina) han ralentizado la evolución del proceso y mejorado la
calidad de vida del paciente y cuidadores.

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Los conflictos de intereses y la legislación
Diversas reglamentaciones nacionales, europeas e internacionales han sido promulgadas en los
últimos años tratando de regular el complejo asunto de los conflictos de intereses. De este modo,
en 1991 fue aprobado el Código Europeo de Buenas Prácticas para la Promoción de los
Medicamentos por parte de la Federación europea de asociaciones de la industria farmacéutica,
entrando en vigor en nuestro país en 1993. La industria farmacéutica aprobó con fecha 12 de
marzo de 2002 el Código Español de Buenas prácticas para la Promoción de los Medicamentos
(24). Este código constituye un conjunto de normas deontológicas por las que la industria
farmacéutica, haciendo uso de su potestad de autorregulación, ha acordado regirse en el ámbito
de la promoción de las especialidades farmacéuticas de uso humano, con la intención de
garantizar que la promoción se lleve a cabo respetando los principios éticos de profesionalidad y
responsabilidad. El Código cubre todos los métodos de promoción, incluyendo prensa y
publicidad directa por correo, las actividades de los visitadores médicos, el patrocinio de los
congresos científicos y reuniones de carácter profesional, Internet, la utilización de materiales
audiovisuales y los sistemas de almacenamiento de datos. La información puesta al servicio de
los médicos debe ser precisa, equilibrada, honesta, completa, veraz y objetiva, y según la OMS
(25) debe ser lo suficientemente rica como para permitir al destinatario juzgar por sí mismo el
valor terapéutico del medicamento.
En cuanto al ofrecimiento de hospitalidad e incentivos, el Código señala que no podrán
otorgarse, ofrecerse o prometerse obsequios, ventajas pecuniarias o en especie a los
profesionales sanitarios implicados en el ciclo de prescripción, dispensación, suministro y
administración de medicamentos, salvo que se trate de obsequios de poco valor y relacionados
con la práctica de la Medicina o la Farmacia (los denominados pichiguilis). Se considerará que
el obsequio es de poco valor cuando no supere los 19 euros. Esta cantidad se actualizará
periódicamente atendiendo a criterios de mercado. Se exceptúa la entrega de objetos como
libros o material similar en soporte óptico, magnético, electrónico o similar. En cuanto a la
hospitalidad en eventos científicos, ésta debe ser siempre razonable y su coste no puede exceder
del que los destinatarios estarían normalmente dispuestos a pagar en las mismas circunstancias.
El concepto de hospitalidad incluye los gastos reales de desplazamiento y estancia siempre que
los mismos sean mesurados y no exagerados, debiendo ajustarse a los días en que esté prevista
la reunión científica. En ningún caso, los aspectos culturales o sociales deben prevalecer sobre
los aspectos científicos. La hospitalidad no debe extenderse a otras personas distintas a los
profesionales sanitarios. Finalmente, es aceptable el pago de honorarios razonables y el
reembolso de los gastos personales, incluyendo el viaje, a los moderadores y ponentes de estas
reuniones científicas.
Por su parte, la Organización Mundial de la Salud (OMS) fijó para esta cuestión en 1988 unos
Criterios Éticos para la Promoción de los Medicamentos. Algunos artículos relevantes de esta
regulación legal se presentan en el CUADRO II. Por su parte, la Asociación Médica Mundial
recoge en la Declaración de Lisboa (26) que la independencia profesional es un derecho y deber
del médico, pero sobre todo un derecho de los pacientes a ser tratados por médicos que tomen
sus decisiones libremente y sin interferencias externas. Podrían aplicarse aquí buena parte de
los conflictos de intereses enumerados en este artículo, tanto de naturaleza económica como
ideológica, política o de prestigio personal.
Por su parte, en los Estados Unidos (27), Vermont aprobó en 2002 una ley que exige a los
laboratorios notificar todo regalo a un médico, excluyendo los regalos de valor inferior a 25
dólares. Por otro lado, el influyente Institute of Medicine de los Estados Unidos ha publicado
recientemente un informe de 300 páginas sobre el tema, titulado "Conflictos de intereses en
investigación, educación y práctica clínica", que contiene 16 recomendaciones específicas para

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evitar conflictos de intereses económicos con la industria (8,28). Diversas universidades
norteamericanas comienzan a emitir reglamentaciones similares, que tratan de regular las
relaciones con las compañías de forma rigurosa, estableciendo sanciones y/o prohibiendo las
muestras gratuitas y los regalos de los laboratorios (8). La opinión pública norteamericana es
cada vez más sensible a estas cuestiones, por lo que es esperable que reglamentaciones similares
se extiendan a los países desarrollados de Europa y Asia.

CUADRO II: Código de Criterios Éticos para la Promoción de Medicamentos (25).
Algunos artículos relevantes
"Los representantes de productos farmacéuticos deben poner a disposición de las personas
encargadas de recetar o despachar medicamentos una información completa e imparcial para
cada producto, tal como una hoja de datos científicos aprobada o cualquier otra fuente de
información de contenido análogo".
"Los empleadores han de ser responsables de las declaraciones de sus representantes de
productos farmacéuticos. Los representantes no deben ofrecer incentivos a las personas
encargadas de recetar o despachar medicamentos. Las personas encargadas de recetar o
despachar medicamentos no deben solicitar dichos incentivos. Con objeto de evitar una
promoción excesiva, la parte principal de la remuneración de los representantes no debe estar
directamente relacionada con el volumen de sus ventas".
"Los simposium son útiles para difundir información. El contenido científico de estas
reuniones debe ser lo primordial, y con ese fin pueden ser útiles las comunicaciones
presentadas por científicos y profesionales de la salud independientes".
"El patrocinio por un fabricante o distribuidor debe anunciarse claramente de antemano en la
reunión y en todas las actas. Los agasajos y cualquier otro gesto de hospitalidad, así como los
regalos ofrecidos a los miembros de las profesiones médicas y afines, deben ocupar un lugar
secundario con respecto al objetivo principal de la reunión, y han de mantenerse en un nivel
modesto".
"Cualquier apoyo a profesionales de la salud individuales para participar en un simposium
nacional o internacional no debe estar condicionado a la obligación de anunciar ningún
producto medicinal".

Algunas soluciones: transparencia, honestidad y proporcionalidad en las
relaciones. Relaciones éticamente aceptables y mutuamente beneficiosas.
Diferentes soluciones han sido esbozadas para tan candente cuestión. Al tratarse de una
interacción compleja y difícilmente evitable en la sociedad global y de consumo en que,
queramos o no, nos encontramos inmersos, las soluciones drásticas (como la sugerida por Fava
(5) de primar a los denominados por él "científicos independientes" ¿?) parecen condenadas al
fracaso. La regulación razonable (y no la imposible "eliminación") de unas relaciones que
históricamente han sido provechosas para ambas partes y para el conjunto de la sociedad
parece, sin duda, la alternativa más viable. La relación en sí no es el problema, sino cómo o en
qué condiciones se lleva a la práctica esa relación (29). Como sugiere Fleischacker (4), "los
conflictos de intereses constituyen la puerta de entrada al comportamiento ilícito, no el

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comportamiento ilícito en sí mismo". En esta línea argumental, las soluciones propuestas para
resolver los conflictos de intereses incluirían, entre otras, las siguientes:
a.- Obligatoriedad en la declaración de los conflictos de intereses en todas las reuniones
científicas y en todas las publicaciones (5). A día de hoy, aún son numerosas las reuniones y los
artículos científicos que no recogen esta declaración entre sus requisitos, aunque debemos
constatar que se trata de un asunto en vías de resolución. En esta línea, los miembros
individuales de la profesión y los lectores de las revistas biomédicas deberían expresar su
rechazo a las presentaciones y artículos visiblemente sesgados por conflictos de intereses (5), ya
sean económicos con la industria farmacéutica o con vínculos político-gubernamentales.
b.- Algunos autores sugieren la creación de un comité asesor de conflictos de intereses en las
sociedades científicas, revistas y departamentos universitarios (1,5), Ello contribuiría, sin duda,
a modular la dimensión del problema. Otros autores van aún más lejos, proponiendo que los
editores de las revistas y comités organizadores de los congresos rechacen la presentación de
artículos o la comunicación de datos respecto a los cuales no exista un acceso libre (30).
c.- Los artículos en los que no se plantean conflictos de intereses (por ejemplo, las revisiones) y
las revistas que no se financian sustancialmente a expensas de la publicidad, sino de sus
suscriptores, deberían convertirse en el foco de interés de los clínicos (31). Para ello sería bueno
que se dedicara tiempo en los planes de formación pre y postgraduada al fomento del
pensamiento crítico e independiente y a la valoración de los conflictos de intereses que subyacen
en numerosos artículos científicos. Los programas formativos profesionales deberían enseñar a
reconocer a los clínicos los sesgos derivados de las situaciones en que se manejan conflictos de
intereses (5,32,33). La formación en Bioética se convierte, de este modo, en un pilar
fundamental para afrontar y entender los conflictos de intereses (1,34). En palabras de Goodwin
(18), la libertad intelectual procede de una formación que inculca la independencia de
pensamiento, evita la adhesión apriorística a cualquier corriente ideológica, fomenta el enfoque
escéptico de las evidencias y potencia el amor a la verdad. Es, en esencia, una cuestión moral o
de integridad individual (35,36).
d.- Los paneles de expertos o de consenso de las sociedades científicas, comités editoriales y
guías de práctica clínica deberían incluir un número sustancial de actores (clínicos,
investigadores y pacientes) que no tuvieran ningún tipo de vinculación con la industria
farmacéutica, con el fin de equilibrar la balanza en relación a los actores que sí la tienen (37),
mayoritarios a día de hoy. La postura de Fava (5) de excluir sistemáticamente de estos paneles a
los que presentan algún conflicto de intereses con la industria dejaría huérfanos a los mismos, y
les privaría de científicos excelentes (¿o los mejores?), eso sí, con conflictos de intereses. Es un
precio que la sociedad, a nuestro entender, no se puede permitir. El progreso no se puede parar,
y lo que técnicamente se pueda hacer sin duda se hará. Debemos, por tanto, establecer
regulaciones a la técnica, esto es, revestirla de una superestructura ética o moral que tenga en
cuenta el mejor interés social. Si, como propone Fava (5), la financiación pública diera prioridad
a los investigadores sin vínculos con la industria ¿Se produciría realmente una ciencia mejor por
parte de un sistema que excluyera de manera sistemática a algunos de sus científicos mejores y
más brillantes? (37) Creemos sinceramente que no.
e.- En un mundo de recursos infinitos o idealizado sería relativamente fácil solucionar esta
cuestión. Todos los investigadores, docentes y clínicos podrían tener acceso a fuentes de
información "neutras" o "asépticas", es decir, sin conflictos de intereses, opinando
exclusivamente desde una posición de altruismo objetivo. Sin embargo, en el mundo real en el
que vivimos, los recursos son limitados y los sistemas de regulación-supervisión imperfectos,
por lo que se impone la honestidad, la transparencia y la proporcionalidad en las relaciones

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(38). Los conflictos de intereses no pueden evitarse, pero sí regularse y controlarse de forma
apropiada (20, 37, 39), lo que daría lugar a una interacción realmente productiva, simbiótica y
recíprocamente beneficiosa para ambas partes (22).
Por último y a modo de síntesis final, merece la pena reflejar la opinión de Thompson (2) acerca
de qué se debe incluir en una declaración de conflicto de intereses en un artículo o presentación.
Thompson recomienda interrogarse en este sentido: ¿Me sentiría realmente bien conmigo
mismo y delante de mis colegas si mis pacientes u otras personas descubrieran qué interés pesa
más? Si la respuesta no está clara, la prudencia aconsejaría incluir y declarar abiertamente el
conflicto de intereses. En suma, una cuestión de integridad y honestidad individual.

Referencias
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Cite este artículo de la siguiente forma (estilo de Vancouver):
Ruiz Doblado S. Conflictos de intereses en psiquiatría: no es oro solo lo que reluce.
Psiquiatria.com [Internet]. 2010 [citado 26 Nov 2010];14:3. Disponible en:
http://hdl.handle.net/10401/2724

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