Autoestima y compasión: cuando dejar de exigirse se convierte en un acto de fortaleza
-
Autor/autores: BEATRIZ VILLAGRASA GARCÍA
Seguir al autor
Artículo revisado por nuestra redacción
A menudo hablamos de autoestima como si fuera una meta: algo que se gana, se pierde o se mide según el momento.Queremos sentirnos bien con nosotros mismos, aprobar nuestra manera de ser, tener confianza.Pero en ese intento, muchas veces nos volvemos jueces implacables. Nos exigimos sentirnos seguros, felices, suficientes… incluso cuando no lo estamos.La paradoja es que cuan...
Este contenido es exclusivo para suscriptores.
Crea tu cuenta gratis y léelo completo ahora.
¿Ya estás registrado? Inicia sesión aquí.
A menudo hablamos de autoestima como si fuera una meta: algo que se gana, se pierde o se mide según el momento.
Queremos sentirnos bien con nosotros mismos, aprobar nuestra manera de ser, tener confianza.
Pero en ese intento, muchas veces nos volvemos jueces implacables. Nos exigimos sentirnos seguros, felices, suficientes… incluso cuando no lo estamos.La paradoja es que cuanto más tratamos de “mejorar” nuestra autoestima a base de esfuerzo o comparación, más frágil se vuelve.
Porque la autoestima, entendida como valoración, depende de condiciones: del éxito, de la mirada ajena, del estado emocional. Y cuando algo falla, sentimos que nosotros también fallamos.La compasión ofrece una puerta distinta. No busca elevarnos, sino reconciliarnos con nuestra humanidad.
No exige sentirse bien para poder aceptarse; invita a acompañarnos incluso cuando no nos sentimos capaces de hacerlo.
Es un cambio sutil pero profundo: pasar del “debo ser mejor” al “puedo estar conmigo, incluso cuando no soy lo que esperaba”.
