¿Afecta la depresión a los pacientes neurológicos?, ¿puede influir en la evolución de las enfermedades neurológicas y en la respuesta a sus tratamientos? ¿La depresión puede ser el punto de origen en el desarrollo de ciertas neuropatías? La respuesta a estas preguntas es sí, según los datos del informe Depresión y Neurología que se ha presentado en la 74ª Reunión Anual de la Sociedad Española de Neurología (SEN) que está celebrando, hasta el próximo sábado, en Sevilla, en la que participarán más de 3.000 especialistas nacionales e internacionales.
Mientras que la depresión está presente en el 4-5% de la población general, en personas con enfermedades neurológicas, estas cifras oscilan entre el 30-50%, hecho que, según José Miguel Láinez, presidente de la Sociedad Española de Neurología (SEN), pone de manifiesto que la depresión es una de las comorbilidades más destacadas en la enfermedad neurológica y neurodegenerativa, ya que está presente en la mayoría de ellas y mantiene una relación bidireccional; puede ser causa o consecuencia.
"Esta bidireccionalidad supone que tratar adecuadamente la enfermedad neurológica puede mejorar la depresión o viceversa, aunque en este tipo de pacientes no siempre se diagnostica de forma adecuada". Así, Laínez insiste en que "la detección y el tratamiento precoz de la depresión en pacientes neurológicos es esencial para la buena evolución de ambas patologías. Dependiendo de los casos y de la gravedad del cuadro, este abordaje integral necesita del apoyo de los profesionales en Psiquiatría".
Elevada presencia
La prevalencia de la depresión no es igual en todas las enfermedades neurológicas, a pesar de que en muchos de los casos, puede acercarse hasta a un 50% de los casos. Por ejemplo, y respecto a la población general, la tasa de depresión en supervivientes a un ictus es hasta 8 veces mayor. "Un 25% de estos pacientes recibe el diagnóstico de la depresión en los 2 años posteriores al accidente cerebrovascular", señala Javier Camiña, vocal del Área de Comunicación de la SEN, que ha explicado los datos del citado informe.
En el caso de la epilepsia, se calcula que más del 60% de los afectados padece trastornos depresivos y su riesgo de desarrollarla es de 3 a 5 veces superior. Hasta un 50% de las personas con migraña, fundamentalmente crónica, presenta depresión, lo que supone una prevalencia 2 veces más elavada en los pacientes migrañosos.
En pacientes con neurodegeneraciones, el trastorno depresivo también es más frecuente: un 65% de los pacientes con esclerosis múltiple, un 50% de los pacientes con Alzheimer, sobre todo mujeres; un 40% de los pacientes con Parkinson, de los cuales el 20% tiene depresión grave. Un 80% de los pacientes con esclerosis lateral amiotrófica (ELA) o con narcolepsia muestran síntomas de depresión en distintos grados, y cerca del 50% de los que padecen demencia vascular o frontolateral presenta depresión.
Camiña recalca que la presencia de depresión condiciona una peor evolución de la patología neurológica. "En los ictus, por ejemplo, se constata una peor recuperación funcional y cognitiva; en epilepsia, la depresión aumenta las posibilidades de tener que aumentar los tratamientos farmacológicos y en migraña, la depresión suele acompañarse de ansiedad, lo que empeora el cuadro migrañoso. En cualquier caso, en muchas de las neuropatías aumenta el deterioro cognitivo y contribuye a la disminución de las funciones motoras y la calidad de vida general".
De la misma forma, los profesionales ponen de manifiesto que la presencia de depresión "afecta al tratamiento de nuestros pacientes, por lo que abordar este trastorno es importante para la buena evolución de la enfermedad neurológica”, destaca Cristina Íñiguez, vicepresidenta y responsable del Área Científica de la SEN.
Camiña también ha hecho hincapié en el hecho de que la depresión se considera uno de los principales factores de riesgo de suicidio en España. "Este trastorno puede aumentar en hasta 20 veces la ideación suicida cuando está presente en la población general. Pero, la cifra es aún mayor en pacientes con neurodegeneración, por ejemplo".
Depresión previa, marcador clínico
La bidireccionalidad entre patología neurológica y psiquiátrica que han constatado los profesionales es de especial importancia para la evolución de ambas enfermedades. Así, por ejemplo, se sabe que la presencia de una depresión previa aumenta el riesgo de padecer un ictus en un 60%. Pero, es que además, el diagnóstico previo de depresión triplica las probabilidades de padecer enfermedad de Parkinson o de Alzheimer.
Este fenómeno clínico puede convertir a la depresión en un biomarcador temprano de ciertas enfermedades neurológicas o neurodegenerativas, cuya detección puede contribuir a un abordaje más concreto de las mismas.
"La depresión es un marcador previo a neurodegeneraciones como el Parkinson, por ejemplo, que aparece incluso años antes que los más típicos trastornos del movimiento", señala Camiña, quien destaca además que en el caso del Alzheimer, la depresión puede aparecer entre 5 y 10 años antes que los problemas de memoria".
El riesgo de desarrollo de ictus previo a un cuadro de depresión es más complicado de establecer y predecir, según este neurólogo. Además de factores relacionados con los hábitos de vida que acompañan a la depresión y que pueden favorecer posteriormente el desarrollo de un accidente cerebrovascular, también es posible, aunque no está determinado, que "ciertas alteraciones de neurotransmisores presentes en la depresión afecten, con el tiempo, a la circulación sanguínea cerebral".
No obstante, y pensando en el presente, señala que "el objetivo de los neurólogos es prevenir las enfermedades neurológicas fomentando hábitos de vida cerebrosaludables, que puede que no eviten su aparición pero sí retrasarla".
El apoyo de la neurogenética
La genética está justificando tratamientos más específicos y, por tanto más exitosos, en algunas neuropatías, como la ataxia, según uno de los últimos manuales que acaba de publicar la SEN.
Según Camiña, las claves genéticas están permitiendo que los abordajes sean cada vez más precisos. "La neurofarmacología también se encuadra en el ámbito de la medicina de precisión. Se trata de dirigir terapias concretas a enfermedades como Parkinson o epilepsia, entre otras con resultados más positivos porque pueden ser más específicos"