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Notas sobre Epistemología. Conjeturas y falsación.

  • Autor/autores: Fernando Ruiz Rey.

    ,Artículo,Investigación,


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Artículo | Fecha de publicación: 19/03/2004
Artículo revisado por nuestra redacción

Karl Popper (1902-1994) nació en Viena y realizó sus estudios en esa ciudad, obteniendo su doctorado en filosofía en 1928. Tuvo contacto con el Neopositivismo por algún tiempo, sin embargo, no fue miembro del Círculo de Viena, ni abrazó la orientación establecida por esa filosofía, sino más bien, fue un crítico enérgico del principio de verificación en la metodología científica y de ...



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Karl Popper (1902-1994) nació en Viena y realizó sus estudios en esa ciudad, obteniendo su doctorado en filosofía en 1928. Tuvo contacto con el Neopositivismo por algún tiempo, sin embargo, no fue miembro del Círculo de Viena, ni abrazó la orientación establecida por esa filosofía, sino más bien, fue un crítico enérgico del principio de verificación en la metodología científica y de la teoría del significado en filosofía. Popper es un filósofo muy conocido en filosofía de las ciencias, pero tiende a olvidarse que su influencia se extendió también, al campo social, siendo un severo crítico de los presupuestos filosóficos de todas las formas de totalitarismos, y un defensor del liberalismo democrático como filosofía político social. (1)



Las teorías de Einstein constituyeron para Popper un ejemplo claro de lo que era una teoría científica: capacidad de predicción de acontecimientos y riesgo explícito de ser refutada por la experiencia. Estas características contrastaban significativamente con la teoría marxista y el psicoanálisis de su tiempo. Popper consideró que estas doctrinas no poseían el riesgo ni la vulnerabilidad que caracterizaba las teorías de Einstein.



El psicoanálisis era insuficientemente preciso para explicar cualquier tipo de conducta y no poder ser probado errado; y el marxismo, que, según Popper, había comenzado siendo una teoría científica, terminó convirtiéndose en dogma pseudocientífico al ir agregando modificaciones ad hoc a su estructura teórica para acomodar los hechos que no correspondían a su tesis. Sin embargo, Popper no condenó necesariamente estas doctrinas, ni otras teorías no científicas, a la hoguera del “sin sentido” como el neopositivismo, porque consideró que, si una teoría no era falsable -no científica-, podía llegar a serlo en el futuro por el avance tecnológico o, porque la teoría sufría cambios que posibilitaban su falsamiento. Incluso Popper señala que: “Yo sin embargo, no voy tan lejos como para afirmar que la metafísica no tiene valor para la ciencia empírica. Porque no se puede negar que junto con ideas metafísicas que han obstruido el avance de la ciencia han habido otras -como el atomismo especulativo- que la han ayudado” (2, pág. 38). Además, Popper consideró que, aún las explicaciones mitológicas del pasado habían provisto un entendimiento de la naturaleza. (1; 3, pág. 40-44) Para Popper el problema de la demarcación, esto es, la separación del conocimiento científico del no científico, va a constituir el centro de la filosofía de las ciencias.



Popper analiza el supuesto método científico que sostiene que el conocimiento obtenido por las ciencias, proviene de la observación directa de los “hechos”, incluyendo la experimentación y, que las leyes científicas no son otra cosa que el resultado de la generalización de esta observación, o sea, la justificación lógica de la veracidad de las leyes y teorías científicas está respaldada por el principio de inducción. Una vez construidas estas leyes y teorías se pueden deducir lógicamente consecuencias de ellas, que ocurrirían bajo ciertas condiciones. La observación y la experimentación verificarían, o rechazarían, estas deducciones. Así se genera, de acuerdo al inductivista, el proceso acumulativo del conocimiento científico. Según Chalmers (4), esta concepción inductivista del método científico, tiene el atractivo de ofrecer una explicación formalizada de algunas intuiciones comunes acerca de la objetividad y confiabilidad de la ciencia.



El procedimiento inductivo parte de hechos observables o resultados experimentales, que son básicamente afirmaciones acerca del estado de las cosas en un momento particular. Los enunciados que expresan estas observaciones son los enunciados singulares. Las leyes y las teorías científicas están basadas en enunciados generales, es decir, proposiciones que se refieren a todos los acontecimientos de un mismo tipo, van mucho más allá de la evidencia finita que puede apoyarlas. El razonamiento inductivo toma las observaciones particulares de una clase y generaliza el resultado para ofrecer un enunciado general o universal. Por ejemplo de las observaciones: el metal x1 se dilató al calentarlo en la ocasión t1; el metal x2 se dilató al calentarlo en la ocasión t2; el metal x3 se dilató al calentarlo en la ocasión t3; se concluye: todos los metales se dilatan al calentarlos. Pero este tipo de razonamiento no es lógicamente válido, porque la conclusión no está incluida en las premisas, como en la deducción, y no hay contradicción si, siendo verdaderas las tres premisas, se afirma que es falso que ‘todos los metales se dilatan al calentarse’ (4, pág. 40-55). (En la deducción: -todos los hombres son mortales; - Sócrates es un hombre; no se puede afirmar sin contradicción la falsedad de la conclusión: Sócrates es mortal).



Las dificultades que enfrenta el procedimiento inductivo en su implementación son serias y numerosas. Solo para mencionar algunas: ¿Cuántas observaciones son necesarias para poder inferir una conclusión general? ¿Bajo qué condiciones deben realizarse las observaciones?, ¿cómo se determinan y justifican las condiciones establecidas para la observación de un fenómeno? También debe señalarse que muchas áreas de investigación en física, y en otras ciencias, no son accesibles a la observación, como bien lo ilustra la mecánica cuántica; y que toda la experimentación consulta un margen razonable de error, en otras palabras, no es de precisión absoluta, sin embargo, las leyes se presentan con nitidez matemática (4).



Si se acepta un acercamiento probabilístico de las inferencias inductivas es difícil evitar la conclusión de que la probabilidad de una ley general es igual a cero, sin importar el número de observaciones que la apoyen. Porque, siempre la evidencia observacional será menos que infinita, pero las afirmaciones de una ley general se extienden a un número infinito de casos posibles. La probabilidad de una ley = número de casos observados (finitos), dividido por el número de casos posibles (infinitos) = cero. (4)

Para Popper el principio de inducción -fundamental para garantizar la objetividad de las ciencias- sería un enunciado, en virtud del cual podemos poner las inferencias inductivas (enunciados universales) en una forma lógicamente aceptable, en otras palabras, con certeza lógica. Popper señala en su ya clásica obra Logic of Scientific Discovery (2), que este enunciado no puede ser una pura verdad lógica, una tautología, en el que todas las inferencias inductivas son meramente procesos lógicos o transformaciones tautológicas, como en las deducciones, por lo tanto, el principio se trata de un enunciado sintético. Con esto, surge el problema de cómo se puede aceptar racionalmente este principio.



Si el principio de inducción -enunciado sintético- tiene que ser justificado, si pretende ser una proposición universal, debe hacerse experiencialmente. Esto es imposible, no hay manera de experimentar todos los casos posibles de inducción. Apelar a una inducción para justificar el principio inductivo: la inducción ha funcionado en un número alto de instancias, luego -generalizando- el principio de inducción tiene validez universal, no resulta adecuado y lleva a una regresión al infinito, puesto que la justificación de cada aplicación del proceso inductivo tiene que apelar a una inducción de una clase mayor.



Ahora, dice Popper (2, pág. 29, 30), sostener que la inducción no nos entrega un producto “estrictamente válido”, sino que uno con “un cierto grado de ‘confiabilidad’ o de ‘probabilidad’”, no escapa del problema de la justificación. Porque: “si se va a asignar un grado de probabilidad a las proposiciones basadas en la inferencia inductiva, entonces esto tendrá que ser justificado invocando un nuevo principio de inducción apropiadamente modificado. Y este nuevo principio, a su vez, tendrá que ser justificado, y así sucesivamente”.



Hay aún consideraciones más básicas que las mencionadas que amenazan seriamente la concepción de las ciencias como derivada de la observación desprejuiciada y cuidadosa de los “hechos”, para luego inducir las leyes y teorías científicas. Tanto el empirismo como el positivismo asumieron que la observación era un proceso pasivo, y fidedigno, a partir del cual se podía construir un conocimiento seguro de la naturaleza. Sin embargo, es fácil ver como la experiencia y el conocimiento afectan las percepciones, conocidos son los rompecabezas que esconden rostros y figuras en paisajes más complejos; la búsqueda inicial ofrece dificultades, pero en cuanto se aprende a buscar imágenes camufladas y se practica la técnica, el rompecabezas se hace más sencillo y fácil y, aquellos dibujos que pueden interpretarse de un modo u otro, según nuestra disposición mental, muestran como la percepción no es un proceso pasivo y uniforme para todos los individuos, cambian con las expectativas, el conocimiento y la experiencia del observador. Esto no quiere decir que observadores distintos no vean el mismo ‘objeto’, solo señala que las experiencias perceptivas personales son diferentes. Además, la experiencia personal se da y se traduce en formas conceptuales lingüísticas para poder comunicarlas como proposiciones ínter subjetivas susceptibles de comprobar.



Este proceso utiliza un lenguaje ya acuñado, cargado de significado y de posibilidades que infieren en el proceso mismo de la percepción y fundamentalmente de la comunicación, especialmente, cuando se formulan enunciados científicos que tienen carácter universal (enunciados universales [referentes a todos los miembros de una clase]; enunciados singulares [referentes a miembros particulares de una clase]). (4, pág. 1-37)



La influencia del conocimiento, y particularmente de las teorías, es inevitable en toda experimentación, no existe experimento desvinculado de una teoría, ésta determina su objeto, las condiciones de realización y la interpretación de los resultados; además, todo el instrumental y técnicas de la investigación están a su vez basados en teorías. (2, pág. 106-111) Popper escribe: “Todas las observaciones están impregnadas-de-teoría. No hay observación, pura, desinteresada libre-de-teoría” (3, pág. 8); su tesis es “que abordamos todo en luz [de acuerdo] de una teoría preconcebida” (5, pág. 52). Los supuestos culturales de una época influyen en el tipo de observaciones que se hagan y en las interpretaciones que surjan, así también, las teorías guían la experimentación y la interpretación de resultados, por esto, Popper señala que es fácil encontrar observaciones y realizar experimentos que comprueben las teorías en las que se inspiran.



Afirmar que la observación es previa a la adquisición del conocimiento no es una tesis sostenible, esto no significa, sin embargo, que el conocimiento de la naturaleza se logre sin recurrir a la observación y a la experimentación, ambos -conocimiento y observación- son interdependientes.



Para Popper (2, pág. 34) el inductivismo “no provee “una marca distintiva adecuada” para separar el conocimiento científico empírico de otro conocimiento no científico, en otras palabras, “no provee un ‘criterio de demarcación’ adecuado”. Los primeros positivistas quisieron admitir como conocimiento científico o legítimo, solo aquellos conceptos que se derivaban de la experiencia, que se podían reducir lógicamente a elementos de la experiencia sensible. Los neopositivistas hablaron de reducir los enunciados a proposiciones elementales (‘proposiciones atómicas’, ‘juicios de percepción’, ‘frases protocolares’), pero, según Popper, el criterio de demarcación en ambos casos, es igual que el que requiere la lógica inductiva que él rechaza.



Popper adopta una perspectiva distinta a la del inductivismo para abordar el problema de la demarcación, su interés es encontrar una caracterización adecuada de la ciencia empírica que permita discernir entre distintos tipos de conocimiento, pero este criterio no corresponde a la meta positivista de arraigar todo el conocimiento de la naturaleza en los parámetros de lo “verdadero”. Popper reconoce que la elección de su criterio de demarcación, y la metodología de su implementación, implican un juicio de valores y predilección, pero piensa que se justifica por las consecuencias lógicas y la fertilidad en el esclarecimiento de los problemas de la teoría del conocimiento. Popper piensa que el procedimiento propuesto, permite detectar inconsistencias e inadecuaciones en las teorías del conocimiento anteriores y hacer evidentes los presupuestos de donde surgen estos errores. “Este método de detección y resolución de contradicciones se aplica también en la ciencia misma, pero es de especial importancia en la teoría del conocimiento.

Es por este método, si por alguno, que las convenciones metodológicas pueden ser justificadas, y pueden probar su valor” (2, pág. 55).

Popper (2) abandona el procedimiento inductivo y propone lo que llama “método deductivo de pruebas” como el procedimiento metodológico de las ciencias. Las teorías, o hipótesis, propuestas para el entendimiento de una situación científica es el resultado de un proceso psicológico, de una “creación intuitiva”, de una “imaginación creativa”, por parte del científico, influido por fe en ideas que son puramente especulativas y, a veces vagas. No hay un método lógico para la generación de nuevas ideas. Las nuevas teorías no surgen ni están basadas en la observación de hechos particulares, sino más bien, emergen en la mente del científico en un esfuerzo por solucionar un problema científico determinado. Este proceso psicológico es el objeto de estudio de la psicología del conocimiento”.

Popper señala que debe distinguirse cuidadosamente la psicología del conocimiento de la lógica del conocimiento. Aquí se trata del análisis lógico de la hipótesis propuesta, cuya tarea “consiste en investigar los métodos empleados en aquellas pruebas sistemáticas a las que debe ser sometida toda nueva idea si se ha de considerar seriamente” (2, pág. 31). Las hipótesis deben ser consistentes lógicamente, con clara separación de los elementos analíticos que contenga de los elementos sintéticos susceptibles de pruebas (1). Para considerar una nueva teoría debe aportar ventajas explicativas frente a las teorías vigentes. Las deducciones derivadas de estas nuevas teorías (proposiciones básicas) deben ser sometidas a la observación experimental. Este no es un proceso de “verificación” de la verdad de una teoría, ni siquiera del “grado de probabilidad” que pueda tener.

Popper habla de “corroboración” de una teoría, este es un proceso diferente, y se refiere a la capacidad de una teoría de enfrentar las pruebas a que se le someten. En una teoría “debemos tratar de evaluar cuánto ha sido su adecuación para sobrevivir soportando todas las pruebas. En breve, debemos tratar de evaluar cuánto ha sido ‘corroborada’” (2, pág. 251). En cuanto al “grado de corroboración, no es nada más que la medida del grado en que una hipótesis h ha sido probada (tested), y el grado con que ha soportado estas pruebas” (2, pág. 415)

Popper señala que para que un sistema teórico (o las consecuencias deducidas de él) sea considerado empírico y científico, debe ser susceptible de ser probado por la experiencia, no para lograr su verificabilidad, como lo requeriría el neopositivismo, sino que, más bien, su falsabilidad. Popper dice: “para un sistema empírico científico debe ser posible ser refutado por la experiencia” (2, pág. 41), y aún más claramente: “En tanto que una sentencia habla acerca de la realidad, debe ser falsable; y en tanto que no sea falsable, no nos habla acerca de la realidad” (2, appendix i, pág. 314). Y esta característica del conocimiento de la realidad -falsación-, constituye el criterio de demarcación que da carácter científico a un sistema teórico (6, pág. 174-75). De esta manera, Popper evita las dificultades lógicas (y prácticas) que enfrenta el inductivismo con las inferencias putativamente ‘verdaderas’ o ‘probablemente verdaderas’, y que generan, por estas dificultades, una contradicción con la visión positivista de la ciencia como apoyada lógicamente en la experiencia. Pero aprovecha el principio lógico (modus tollens) de que si se falsea una proposición lógicamente deducida de una teoría, por deducción se falsea la teoría: “La falsedad de enunciados universales se puede deducir de enunciados singulares adecuados” (2, pág. 58).

La posición de Popper retiene un grado de empirismo al recurrir a la observación/experimentación. Pero la experiencia, al contrario del empirismo tradicional, no determina la teoría, sino que más bien la delimita, mostrando cuales son las teorías falsas. No hay determinación de la verdad. Para Popper, la objetividad de la ciencia radica en la característica del “acercamiento crítico: en el hecho de si estás prejuiciado en favor de tu teoría preferida, alguno de tus amigos y colegas.....estarán deseosos de criticar tu trabajo -lo que es decir, refutar tu teoría preferida si pueden” (3, pág. 93). Así concebida la dinámica del proceso científico, se entiende que Popper afirme que la ciencia no es un cuerpo de conocimientos establecidos definitivamente, ni un sistema de “creencias”, sino que un “sistema creciente de problemas......A para un sistema de problemas, la aceptación tentativa de una teoría o de una conjetura difícilmente significa más de que sea considerada digna de más crítica.” (3, pág. 103)

La implementación del criterio de falsación requiere de reglas metodológicas suplementarias como por ejemplo el requerimiento científico de la objetividad: solo pueden ser introducidas en la ciencia las proposiciones que son “intersubjetivas” y susceptibles de ser sometidas a pruebas. Las reglas metodológicas se justifican por sus consecuencias esclarecedoras como ya se ha señalado más arriba. (2)

El número de teorías posibles que compiten para solucionar un problema es infinito, según Popper. “Lo que hacemos -o debemos hacer- es aferrarnos a la teoría más improbable de sobrevivir que es la que puede ser sometida a las pruebas más severas” (2, pág. 419), o sea, la teoría que es más falsable. Porque, entre más falsable sea una teoría, más grande es su contenido empírico, nos informa más del mundo al aventurar más proposiciones deducidas de ella (con mayor universalidad y grados de precisión) que son posibles de someter a prueba y ser falsables. Una teoría es científica si se pueden deducir de ella “proposiciones básicas” (enunciados observacionales: eventos que ocurren en regiones individuales del tiempo y del espacio) que se pueden someter a pruebas, si, y solo si, las proposiciones básicas se dividen en dos subclases: a) aquellas que son inconsistentes, o prohíben, de acuerdo a la teoría, esta clase es la de los falsadores potenciales, que si verdaderos refutan la teoría y; b) aquellas proposiciones básicas que son consistentes, o no prohíben, de acuerdo con la teoría, que si son verdaderas, corroboran la hipótesis. Según Popper una teoría con gran número de falsadores potenciales que soporta las pruebas (que no ha sido falsada) nos enseña más del mundo que una teoría pobre en falsadores potenciales. Pero la meta de las ciencias no es la “corroboración” de la teoría, sino que el constante análisis crítico de las estructuras teóricas -falsarlas- para que surjan otras conjeturas teóricas más audaces y abarcadoras. El avance del conocimiento científico nace del ensayo y el error. “Las teorías son redes que se tiran para coger lo que llamamos mundo: racionalizarlo, explicarlo y manejarlo. Intentamos hacer su trama cada vez más fina” (2, pág. 59).

Para Popper “el progreso en ciencia -o al menos el progreso impresionante- es siempre revolucionario” (3, pág. 12), ya que toda nueva teoría implica un paso adelante que entra en conflicto con la teoría anterior, pero “una teoría por revolucionaria que sea, debe ser siempre capaz de explicar totalmente el éxito de su predecesora’ y más aún. “Cuando una nueva teoría es inventada para explicar leyes nuevas, debe ser capaz de explicar el estado de cosas antes y después del cambio, y también el cambio en si mismo, desde leyes universales y condiciones iniciales (cambiantes))” (3. pág. 28, Nota 27). De este modo, Popper rechaza la actitud antiracionalista que sostiene que una nueva teoría no puede comunicarse con la anterior, por una inconmensurabilidad entre ellas. Además, con esta concepción de la dinámica de las ciencias, Popper ofrece un criterio objetivo y racional del progreso del conocimiento.



No resulta fácil determinar el grado de falsabilidad de una teoría, porque, según Chalmers (4, pág. 70), “el número de falsadores potenciales de una teoría será siempre infinito”. De aquí que los falsacionistas prefieran la comparación de falsabilidad de teorías competitivas.



Los falsacionistas no aceptan las modificaciones que se hagan a un sistema teórico con el único objetivo de salvar los inconvenientes creados por la falsación observacional o experimental de una proposición derivada de la teoría. Esto es lo que se denomina modificación ad hoc. Hay que tener presente que ante una falsación también se hacen modificaciones teóricas que no son ad hoc, esto es, la modificación puede someterse a pruebas independientemente de la teoría a la que se agrega. Los falsacionistas rechazan las modificaciones ad hoc y estimulan la formulación de teorías osadas.



El análisis científico crítico tiene que proceder por partes, no puede cuestionar la teoría en su totalidad. Así que mientras el científico intenta resolver un problema en particular, tiene que aceptar muchas cosas, provisoriamente, como no problemáticas, incluyendo numerosas teorías accesorias que están relacionadas al instrumental y a las técnicas de investigación.



Este “conocimiento de fondo” que debe aceptar el científico, no tiene el carácter de definitivamente establecido, y puede ser a su vez cuestionado, pero no pueden hacerse las dos cosas al mismo tiempo. Esta situación coloca al proceso de falsación en una posición bastante difícil, puesto que no se puede determinar si la falsación se debe a una falla de la parte de la teoría que se somete a prueba o, a algún otro aspecto del conocimiento de fondo.



El criterio de demarcación de falsación convierte al conocimiento científico en un conocimiento conjetural, hipotético, provisional. Nunca se pueden probar definitivamente las teorías científicas, se pueden solo confirmar provisoriamente, aunque se pueden refutar categóricamente. Para Popper, aún la observación y la experimentación son falibles al ser apoyadas por conocimientos y teorías previas, la meta de la ciencia no es lograr un conocimiento certero, sino que es un proceso evolutivo en el que se proponen hipótesis y se someten a prueba para explicar hechos o solucionar problemas. En cuanto se corrobora una hipótesis se convierte de inmediato en una tesis potencialmente falsa. (1)



Según Chalmers (4, pág. 74-76) el énfasis en la falsación debe ser matizado por la corroboración. Este autor señala que si se proponen dos conjeturas teóricas, una verdaderamente arriesgada y otra prudente, y se corroboran ambas, observacional o experimentalmente, la corroboración de la teoría osada es definitivamente más informativa que la prudente, que solo ratifica lo que más o menos se sabe. Ahora, la falsación de una teoría audaz, solo significa que una conjetura disparatada debe ser eliminada, pero la falsación de una teoría prudente es informativa, porque se establece la falsedad de lo que se tenía por válido. Chalmers también destaca que, una nueva teoría audaz solo se acepta una vez que ha sido corroborada de alguna manera, en caso contrario, todavía se acepta la teoría antigua aunque sea insuficiente.



Las críticas que se hicieron a la teoría popperiana de demarcación por falsación destacaron su aspecto negativista con respecto al conocimiento, nunca se logra un conocimiento verdadero, ni se puede saber si alguna vez se lograra. Popper (Conjectures and Refutations, 1963) influido por Alfred Tarski integró el concepto de verdad y de contenido de una teoría para construir un concepto meta lógico de verosimilitud. De este modo, una ‘buena’ teoría tiene un nivel más alto de verosimilitud que las teorías rivales. El concepto de verosimilitud se basa en las consecuencias lógicas derivadas del contenido de una teoría. Hay dos clases de consecuencias, las que poseen un “contenido-verdadero” y las que poseen un “contenido-falso”. Una teoría tiene más verosimilitud que otra si su contenido-verdadero es más alto y su contenido-falso es más bajo; o también, si el contenido-falso de la otra teoría es más alto, pero su contenido-verdadero es más bajo que los de la teoría de más verosimilitud. Con la introducción del concepto de verosimilitud el conocimiento logra una dimensión positiva, se va paulatinamente acercando a la verdad. Pero, el criterio propuesto por Popper solo funciona en caso de que las teorías sean verdaderas, si son falsas, la definición ofrecida, es formalmente defectuosa. Popper se defendió diciendo que su criterio tiene solo un carácter heurístico intuitivo. (1)



Chalmers (4, pág. 82-97) señala que ni el inductivismo, ni el falsacionismo, se ven corroborados por la historia de las ciencias. Hay numerosos ejemplos en que los datos observacionales contradecían las teorías que iban emergiendo en el período de la física clásica, pero las teorías continuaron a pesar de estas observaciones y de las dificultades encontradas. Un ejemplo es el problema de la órbita de Mercurio que no podía ser calculada en forma precisa con la mecánica newtoniana, y sin embargo, la física clásica perduró por dos siglos. Según Chalmers, los nuevos conceptos de fuerza e inercia no fueron resultados de observaciones, ni experimentaciones cuidadosas, ni tampoco el producto de hipótesis aventuradas sometidas a pruebas. Las nuevas teorías imperfectamente formuladas, no se abandonaron a pesar de aparentes falsaciones, sino que continuaron avanzando.



Por otro lado, la astrología, que Popper no consideraría como un conocimiento científico, también puede utilizar enunciados que se pueden someter a prueba y ser falsables. La respuesta de los falsacionistas sofisticados es que no basta que una teoría sea falsable, sino que no tiene que haber sido falsada. Pero como ya se ha señalado, la misma ciencia está llena de ejemplos de observaciones y experimentaciones antagónicas y, sin embargo, las teorías se mantienen en pie. Ante este tipo de críticas Popper (5, pág. 55) decía que él había siempre sostenido la necesidad de “cierto dogmatismo: el científico dogmático tiene un importante papel que desempeñar. Si caemos en la crítica con demasiada facilidad, nunca llegaremos a saber dónde radica el poder real de nuestras teorías.”

Es fácil ver que la aceptación de un dogmatismo significativo es una contradicción frente al espíritu analítico que propone Popper como lo característico de la actividad científica, y de toda actividad racional en general. Esta modificación de la teoría popperiana debilita el criterio de demarcación de la falsación, introduciendo otras consideraciones lejanas a la lógica, en la dinámica del proceso científico.

Bibliografía

1) Thornton Stephen (2002). Karl Popper. Stanford Encyclopedia of Philosophy.



2) Popper KR (1934). The Logic of the Scientific Discovery. Basic Book, Inc. New York (1959).



3) Popper KF (1994). The Myth of Framework. In defense of science and rationality. Ed. MA Notturno. Routledge. London and New York



4) Chalmers AF (1976). Qué es esa cosa llamada ciencia? Tercera edición española (revisada y ampliada). Siglo Veintiuno de España Editores (2000).



5) Popper KR (1970). Normal Science and Its Dangers. En: Criticism and the Growth of Knowledge. Ed. Lakatos I, Musgrave A. Cambridge. At the University Press. 1970



6) Popper KR (1956). Realism and the Aim of Science. Reprinted with corrections. Routledge. London and New York. 1999

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