PUBLICIDAD-

Actualidad y Artículos | Investigación   Seguir 8

Me Gusta   0 0 Comentar  0 0

Notas sobre Epistemología. El modernismo: René Descartes.

  • Autor/autores: Fernando Ruiz Rey.

    ,Artículo,Investigación,


0%
Artículo | 19/03/2004

Presentación

AL final de la Edad Media se agota la creencia en las fórmulas tradicionales de estudio. El aristotelismo se había implantado y la silogística constituía el instrumento por excelencia para la discusión, exposición y averiguación, pero no conducía a un verdadero conocimiento de las cosas. El mundo estaba estructurado por una combinación de la cosmología de Aristóteles y la fe religiosa, no había aliciente para la voluntad inquisitiva. Con el Renacimiento, descrito como un período de transición y búsqueda, el pensamiento se dirige a las cosas de manera directa, basándose en sus propios medios, desligándose, en lo posible, de las influencias de la tradición. Pero no es hasta el final de esa época cuando surgen dos métodos estructurados para lograr un conocimiento seguro de la naturaleza, el racionalismo de René Descartes y el empirismo de Francis Bacon.

La obra del filósofo francés René Descartes (1596-1650) (1a) es considerada como un pilar fundamental en la filosofía moderna. Con ella se cristalizan una serie de conceptos que jugarán un papel importante en el desarrollo del pensamiento moderno y en la posibilidad de las ciencias naturales.

Una de las contribuciones más importantes de Descartes es la búsqueda de un nuevo método. Un método que no sea la silogística aristotélica, o sea, la ordenación y demostración lógica a partir de axiomas o principios establecidos, sino un método para la invención y el descubrimiento, disponible para todos los que usen la razón. Se trata entonces de un método universal. (2a, b)
Descartes se propone cuatro preceptos para llegar a la verdad (3, pág 47-48):

a... “no admitir jamás nada por verdadero que yo no conociera que evidentemente era tal; es decir, evitar minuciosamente la precipitación y la prevención, y no abarcar en mis juicios nada más que lo que se presentara tan claramente y distintamente en mi espíritu que no tuviera ocasión de ponerlo en duda.”

b... “dividir cada una de las dificultades que examinara en tantas partes como fuera posible y necesario para mejor resolverlas.”

c... “conducir por orden mis pensamientos comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para subir poco a poco, como por grados, hasta el conocimiento de los más compuestos, y aún suponiendo orden entre aquellos que no se preceden naturalmente unos a otros.”

d... “hacer en todo enumeraciones tan completas y revisiones tan generales que tuviese la seguridad de no omitir nada”.

Descartes observando “las cadenas de razones, todas simples y fáciles” (3, pág 48) utilizadas en la geometría para llegar a demostraciones complejas, imagina que todas las cosas “que pueden caer en el conocimiento de los hombres, se deducen unas de otras de igual modo, y que, a condición solamente de abstenerse de admitir por verdadera ninguna que no lo sea, y que se guarde siempre el orden debido, para deducirlas unas de otras, no puede haber ninguna tan lejana que no se pueda alcanzar, ni tan escondida que no pueda descubrirse.” (3, pág. 48)

Y así, Descartes llega a las proposiciones “más simples y más fáciles de conocer” por las que podía comenzar, y éstas coinciden para él con las que encuentran los matemáticos con “razones ciertas y evidentes” (3, pág. 49). Pero Descartes quiere aplicar el ‘método’ no solo a las matemáticas, sino a todas las ciencias. Para él, los principios de las ciencias se encuentran todos en la filosofía, pero considera que la filosofía tradicional no estaba en condiciones de hacerlo, por lo que emprende la tarea de encontrar un principio seguro y evidente para construir la metafísica y las ciencias que encuentran sus fundamentos en la filosofía. Para esta empresa recurre a la ‘duda metódica’.

Con el procedimiento de la ‘duda metódica’, Descartes quiere alcanzar una verdad de la que se sienta seguro. Para Descartes el conocimiento sobre el que se realiza un juicio indubitable debe ser claro y distinto. “Llamo claro aquel que es presente y manifiesto a un espíritu atento; lo mismo que decimos ver claramente los objetos que están presentes actuando y que nuestros ojos están dispuestos a mirar; y distinto, aquel que es totalmente preciso y diferente de todo lo demás, y que no comprende en si mas que lo que parece manifiesto a aquel que lo considera como es debido.” (4, #45 pág. 191)

Este procedimiento no tiene un carácter negativo o escéptico, sino por lo contrario, es un esfuerzo consciente, activo y progresivo que cuestiona todo lo que se da por sabido y seguro, liberándonos “de todo prejuicio y facilita un camino sencillísimo para apartar la mente de los sentidos” (5, pág. 39) y nos lleva a alcanzar la firmeza cognoscitiva...”mi propósito tendía sólo a adquirir seguridad y desechar la tierra movediza y la arena para hallar la roca o la arcilla” (3, pág. 60). La duda nos presenta los datos de los sentidos como no confiables y, muy frecuentemente, claramente borrosos y confusos; lo que muchas veces parece ser, no lo es en realidad. A sí por ejemplo, una torre que de lejos se ve circular resulta ser cuadrada cuando se mira de cerca o, las estatuas en la cima de los cerros que parecen pequeñas a la distancia, pero al aproximarse a ellas se constata que son inmensas.

Pero también en las más simples materias de la geometría, la duda metódica señala, que se cometen errores y que la tradición e ideas preconcebidas confunden y alteran el conocimiento de las cosas. Sin embargo, Descartes considera que la aritmética y la geometría “que tratan sobre las cosa más simples y absolutamente generales, sin preocuparse de si existen en realidad en la naturaleza o no, poseen algo cierto e indudable, puesto que, ya esté dormido, ya despierto, dos y tres serán siempre cinco y el cuadrado no tendrá más que cuatro lados; y no parece ser posible que unas verdades tan obvias incurran en sospecha de falsedad.” (5, pág. 46)

Pero Descartes no se detiene tranquilo ni ante las evidencias de las matemáticas, decide dudar de todo e incluso imagina que “hay un no se quién engañador sumamente poderoso, sumamente listo, que me hace errar siempre a propósito” (5, pág. 52). Un genio maligno que lo ha persuadido de que nada existe en el mundo, ni cielo, ni tierra, no obstante hay una verdad de la que no puede dudar: “mientras yo quería pensar así que todo era falso, era preciso que yo, que lo pensaba, fuera algo. Y advertí que esta verdad: yo pienso, luego yo soy, era tan firme y segura que no podían conmoverla todas las más extravagantes suposiciones de los escépticos [ni la hipótesis del genio maligno], juzgué que podía admitirla sin escrúpulo como primer principio de la filosofía que yo buscaba” (3, pág. 66). Esta verdad es evidente, aún en los sueños, en ellos se siente , se ve, se oye lo que es falso, “sin embargo, me parece que veo, que oigo y que siento, lo cual no puede ser falso, y es lo que se llama en mi propiamente sentir; y esto, tomado en un sentido estricto, no es otra cosa que pensar.” (5, pág. 56).

Este ser pensante es independiente de todas las otras posibles verdades, se sostiene sin ellas, por lo que constituye una “sustancia” separada de los cuerpos cuyo rasgo fundamental es la extensión. De esta manera, se establece un dualismo mente-cuerpo que ha tenido considerables repercusiones posteriores.



Descartes señala que no hay nada que asegure la verdad del “yo pienso luego yo soy”, sino que “veo muy claramente que para pensar es preciso ser [por lo que] juzgué que yo podía tomar como regla general que las cosas que concebimos muy claramente y muy distintamente, son verdaderas” (énfasis agregado) (3, pág. 67). Sin embargo, podría ser que la evidencia que se percibe clara y distinta sea falsa (posible acción del genio maligno), pero esto no es así, porque según Descartes, esta intuición está garantizada por Dios como verdadera.



Para Descartes en la idea de sustancia infinita hay más realidad que en la finita “y por lo tanto existe primero en mi la percepción de lo infinito, es decir de Dios, que de lo finito, es decir, de mi mismo. ¿Cómo podría saber que yo dudo, que deseo, es decir, que me falta algo, y que no soy en absoluto perfecto si no hubiese una idea de un ser más perfecto en mi, por cuya comparación conociese mis defectos?”. (5, pág 72). En el extremo de la duda, cuando parece nada existir, excepto la propia existencia derivada del tener que ser para dudar, se toma clara conciencia de la propia imperfección, y cobra fuerza la idea de perfección. Esta idea de perfección - “que tiene tanta realidad objetiva” (5, pág. 41)- no tiene causa en uno mismo, ni sale de la nada, sino que debe provenir de un ser perfecto que debe existir, porque la existencia es una perfección. Dios creador, es un ser confiable que nos ha dotado de capacidades y perfecciones -no absolutas- pero que garantiza con su confiabilidad, que lo que vemos clara y distintamente, tienen la perfección de ser verdaderas.



Con Dios no cabe la hipótesis del genio maligno -producto de la duda hiperbólica-, porque Dios es perfecto, confiable y avala la verdad y, por lo tanto, El es el fundamento de la filosofía y de la ciencia. Con Dios, Descartes rompe el solipsismo del “pienso luego existo”, se garantiza la existencia de la realidad y la correspondencia de ésta con el pensamiento.



El verdadero conocimiento de la sustancia extensa, el mundo exterior a la interioridad del “pienso luego existo”, no se alcanza en rigor por los sentidos. Descartes examina un trozo de cera, esta se presenta con un color blanco, de un cierto tamaño y forma, con todavía la fragancia de las flores y la dulzura de la miel, pero al acercarse al fuego y derretirse, pierde estas cualidades, por lo que este tipo de rasgos sensoriales, no pueden ser utilizados para saber lo que la cera es realmente. Lo que la cera es solo se percibe por el pensamiento. “Así pues, ¿qué es esta cera que no se percibe sino mediante la mente? La misma que veo, que toco, que imagino, la misma finalmente que creía que existía desde el principio. Pero lo que se ha de notar es que su percepción no es visión, ni tacto, ni imaginación, ni lo ha sido nunca, sino solamente una inspección de la razón...” (5, pág. 58)



Es mediante esta inspección de la razón como se capta en mundo exterior; las imágenes provenientes de las cosas sensibles solo “obnubilan la vista de la mente (5, pág. 74), las percepciones de los sentidos “no enseñan lo que verdaderamente hay en las cosas, sino lo que beneficia o daña” [al compuesto humano: combinación de la mente y cuerpo, distintos, pero íntimamente ligados]” (6;2:3, pág. 412), como pueden serlo el peso, el calor, el olor, etc. El poder de la razón es absoluto, porque Dios que otorga esta facultad no quiere que nos equivoquemos, “no me ha dado evidentemente una facultad tal que me pueda equivocar jamás mientras haga uso de ella con rectitud” (énfasis agregado) (5, pág. 80).



El error que se observa en el ser humano proviene según Descartes, de la imperfección al tener una voluntad más amplia que la capacidad de la razón, es esta condición la que nos induce a la equivocación (dejarse llevar por los impulsos y deseos que desvían). Pero esta situación no daña la concepción de perfección de Dios y su creación, el hombre es solo una parte de la creación y no tiene por que ser necesariamente perfecto si se considerada el conjunto de todo lo creado, además agrega Descartes, Dios hace las cosas por motivos que van más allá de nuestra comprensión.



Por esta condición del ser humano, para alcanzar la verdad por la luz natural de la razón, “la percepción del intelecto debe siempre preceder a la determinación de la voluntad” (5, pág. 84). Y, “la diversidad de nuestras opiniones no viene de que unos sean más razonables que los demás, sino solamente de que conducimos nuestros pensamientos por caminos diferentes, y no consideramos las mismas cosas” (3, pág 28). De este modo, la epistemología cartesiana envuelve la responsabilidad personal ante la adquisición del conocimiento verdadero.



Descartes señala, de una manera muy similar a como lo hiciera Galileo en 1623 (se verá en posteriormente en las Notas), que al examinar las ideas de las cosas corporales es poco lo que puede percibir en forma “clara y diferencialmente: a saber, su magnitud, es decir, su extensión en longitud, anchura y profundidad; su figura, que proviene de la determinación de esa extensión; la situación que respectivamente ocupan las cosa que tienen diversas figuras; el movimiento o la mutación de esa situación; a lo que podría añadir la sustancia, la duración y el número” (5, pág. 69). Las otras propiedades sensoriales, visión, gusto, tacto, peso, etc. de las cosas se perciben confusa y oscuramente, y no permiten determinar si son ciertas o no.



De las cosas que aparecen en las ideas de los seres corporales de un modo claro y distinto, algunas provienen de la conciencia básica de ser una sustancia que piensa, de ella emerge la idea de sustancia; del recuerdo de haber existido por algún tiempo emerge la idea de duración; cuando se toma consciencia de la existencia de varios pensamientos emerge la idea de número. Todas las otras cosas de que se componen las cosas como, la extensión, la figura, el lugar, el movimiento, etc., no están contenidas en la cosa pensante, “pero, como tan sólo son ciertos modos de la sustancia y yo soy sustancia parece ser posible que estén contenidas en mi eminentemente.” (5, pág. 71)



El pensamiento, -“la luz natural”, la razón-, es una facultad dada por Dios, es éste el que garantiza el poder de la razón y que nuestras ideas y nociones que de ella derivan, tengan un fundamento de verdad, “pues no sería posible que Dios, que es del todo perfecto y del todo verdadero, las hubiese puesto en nosotros sin eso” (3, pág. 75). “...no puede haber ninguna otra facultad a la que me confíe tanto como a esta luz...” (5, pág. 65). Para Descartes la capacidad de ir conociendo progresivamente es un signo de la propia imperfección, mas esta capacidad puede seguir creciendo indefinidamente, pero nunca hasta alcanzar el conocimiento pleno, infinito. La aplicación del ‘método’ en búsqueda del conocimiento cierto en la física, y en otras áreas, nos llevaría una mejoría en la calidad de la vida, para “convertirnos así en una especie de dueños y poseedores de la naturaleza” (3, pág. 103)

Escribe además Descartes: “sino que también he notado ciertas leyes que Dios ha establecido de tal modo en la naturaleza y de las cuales ha impreso tales nociones en nuestras almas que después de haber reflexionado bastante en ello no podríamos dudar de que no se observen exactamente en todo cuanto es o se hace en el mundo” (3, pág. 78).



Estas leyes de la naturaleza son universales, “aunque Dios hubiera creado varios mundos, no podría haber ninguno donde dejaran de observarse” (3, pág. 80). Estas leyes y las cosas aprehendidas con el intelecto con claridad y distinción en el mundo, son susceptibles de captarse con la matemática: “toda esa naturaleza corpórea que es el objeto de la matemática pura” (5, pág. 96). Las características de la sustancia externa son conmensurables, susceptibles de medida en escalas graduadas (clara influencia de Galileo; ver Nota #3).



Descartes junto con otros matemáticos de la época desarrolla la geometría analítica fundada sobre el supuesto de una relación directa y una correspondencia absoluta entre el número: álgebra y el espacio: geometría. Para Descartes la matemática es entonces, el método que permite captar la extensión de los cuerpos naturales, porque es susceptible de medición y cuantificación. Todas las ciencias, piensa él, buscan fundamentalmente el orden y la medida, y en este sentido forman una unidad orgánica, y el método de estudio común para todas ellas es la matemática que se preocupa del orden y de la medida. Cualquier clase de magnitud debe ser reducida a términos matemáticos para ser manejada efectivamente. (7)



El método matemático de Decantes aplicado al estudio de la naturaleza consistía de dos pasos: la intuición con la que se capta clara y distintamente el principio axiomático de lo observado y, la deducción, o consecuencias, lógico-matemáticas derivadas de lo logrado en la intuición. Pero como con este procedimiento no se podía en verdad construir una física matemática, incluyó posteriormente la intuición de las naturalezas simples, esto es, las características últimas de los objetos físicos como la extensión, la figura, el movimiento, el peso. Descartes intentó reducir estas naturalezas simples a expresión matemática para obtener una concepción unitaria, pero no lo logró.



La situación física fundamental que quebró la mecánica cartesiana fue el hecho de que dos cuerpos geométricamente equivalentes (la geometría es lo esencial en esta concepción), pero de distinto peso, se pueden mover en forma distinta cuando están colocados en relaciones idénticas con mismos cuerpos; Descartes en vez de tratar de reducir este problema a una solución matemática, trató de explicarlo con su teoría cosmológica de los vórtices (Newton lo resuelve con la matematización de la fuerza de gravedad). Ante este fracaso el desarrollo de la física siguió el camino abierto por Galileo. (7)



La filosofía de Descartes presenta la seguridad intelectual completa de que cualquier hombre puede llegar a la verdad si emplea el método y la razón en forma adecuada...”distinguir lo verdadero de lo falso -que es propiamente lo que se denomina buen sentido o razón- es por naturaleza igual entre todos los hombres...(3, pág. 28). El análisis metódico de los problemas, confirma que es posible reconstruir el universo entero en base de elementos simples considerados firmes y fundacionales. Descartes rechaza el estudio de las causas finales, porque, simplemente, el hombre no puede conocer los motivos, ni intenciones de Dios.



La razón se convierte en la facultad suprema para el conocimiento, el instrumento capaz de captar en forma clara y distinta el orden matemático que se percibe en la naturaleza. Descartes adhiere a la concepción mecánica de la realidad regida por “leyes” establecidas por Dios y susceptibles de ser aprehendidas por el pensamiento.



Puesto que para Descartes la esencia de los cuerpos es la extensión, toda extensión, todo espacio es un cuerpo o materia; todo el universo está lleno, es una plenitud: no existe el vacío; El movimiento ocurre por contacto de un cuerpo con otro, por empujones, por lo que el universo es como una gran máquina con engranajes, como un reloj, un gran vórtice. La concepción mecánica del universo -con variaciones-, constituirá, por la adhesión de números pensadores y científicos, en la visión racional de la naturaleza y en el supuesto básico de la comprensión del mundo físico de la época moderna.



El “pienso, luego existo” separa claramente al sujeto del objeto, aunque los principios básicos del conocimiento se encuentran depositados por Dios en el interior del individuo. No se puede, entonces, atribuir a Descartes la concepción del ‘objeto’ como independiente y absoluto, y al sujeto como un receptáculo pasivo que solo recibe la información del exterior.



Las nociones físicas específicas elaboradas por Descartes van a reemplazar las teorías aristotélicas predominantes en su época. En su afán de claridad, Descartes eliminó prematuramente nociones como ‘fuerza’ y ‘peso’ por “oscuras y confusas”, construyendo una teoría más bien especulativa de carácter geométrico. En el siglo XVII, entran en conflicto con las nuevas concepciones físicas de Newton, y al terminar por imponerse las newtonianas, se olvidan -injustamente- y tienden a considerarse como las últimas vallas del escolasticismo a la emergencia de la ciencia moderna (6, pág. 26). Pero las concepciones básicas metafísicas y metodológicas de Descartes, como se ha señalado, perdurarán vigorosamente hasta el siglo XX.



PUBLICIDAD


Bibliografía

1) Stanford Encyclopedia of Philosophy. Kurt Smith (2002): Descartes’ Life and Works (a)



2) Diccionario de Filosofía . José Ferrater Mora: Descartes (a); Método (b) Editorial Sudamericana, 1965



3) Descartes René. Discurso del Método (1637). Editorial Losada, S.A. Buenos Aires Segunda edición, 1961



4) Descartes René. (1644). Les Principles de la Philosophie. Oeuvres et Lettres. Bibliotheque de la Pléiade. Éditions Gallimard, 1953



5) Descartes René. (1641) Meditaciones Metafísicas. Traducción Juan Gil Fernandez. Editorial Aguilar. Madrid Buenos Aires Mexico. Segunda edición, 1961



6) Torreti Roberto (1971). Filosofía de la Naturaleza. Colección Ideas e Indagaciones. Editorial Universitaria



7) Burtt, Edwin Arthur (1924); The metaphysical fundations of modern physical science: A historical and critical essay. pág.64. Londres Routledge, 1959 (Pra. ed. 1924).



PUBLICIDAD



,Artículo,Investigación,
Url corta de esta página: http://psiqu.com/2-7099

Comentarios de los usuarios



No hay ningun comentario, se el primero en comentar

Recomendamos

Suicidio Prevención

¡Novedad en libros! La visión actual del suicidio, científicamente fundamentada, es que, aunque ...

VER MÁS
VER TODO
desvenlafaxina antidepresivos
Publicidad

Próximos cursos

CFC

Proceso diagnóstico en psiquiatría: Examen del estado mental

Inicio: 06/11/2024 |Precio: 80€

Ver curso