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Notas sobre Epistemología. Empirismo-Positivismo.
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Autor/autores: Fernando Ruiz Rey.
,Artículo,Investigación,
Artículo revisado por nuestra redacción
El empirismo moderno comienza con John Locke (1632-1704) como una reacción contra el racionalismo cartesiano que sostenía la posibilidad de adquirir conocimiento sin relación a la experiencia, y proponía la presencia de ideas innatas en la mente del hombre. El empirismo inglés alcanza su máxima expresión con David Hume (1711-1776) (1, 2). Hume influido por la metodología científica bas...
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El empirismo moderno comienza con John Locke (1632-1704) como una reacción contra el racionalismo cartesiano que sostenía la posibilidad de adquirir conocimiento sin relación a la experiencia, y proponía la presencia de ideas innatas en la mente del hombre. El empirismo inglés alcanza su máxima expresión con David Hume (1711-1776) (1, 2).
Hume influido por la metodología científica basada en la observación -mostrada claramente en las teorías de Newton- prosigue con el análisis empirista de Locke y Berkley, extremándolo en su búsqueda de una base sólida para poder entender el origen del conocimiento y los productos de la actividad racional. Hume se va ha atener estrictamente a los datos de la experiencia y va ha rechazar las especulaciones metafísicas como incapaces de justificar las ideas y creencias humanas con argumentos racionales infalibles. Hume se va a centrar en la experiencia y observación para establecer una ciencia de la naturaleza humana que posea una fundación sólida y constituya un método experimental de razonamiento... (3).
Para esta tarea, Hume recurre a un escepticismo filosófico moderado, con él se deshace de las respuestas fáciles, y conduce su análisis al origen empírico de todas las ideas con que el ser humano construye el conocimiento del mundo.
Hume hace una cuidadosa distinción entre impresiones, producto inmediato de la experiencia, por tanto, directas, vívidas y vigorosas; e ideas que son una copia de las impresiones y, por lo tanto, indirectas y más débiles (Copy Principle). Hume escribe: A aquellas percepciones que penetran con más fuerza y violencia podemos llamarlas impresiones; y bajo este nombre comprendo todas nuestras sensaciones, pasiones y emociones según hacen su primera aparición en el alma. Por ideas entiendo las imágenes débiles de estas en el pensamiento y razonamiento; (4, pág. 43).
La ideas tienen siempre su origen en las impresiones -se elimina la concepción de las ideas innatas, presentes, por ejemplo, en Descartes- en consecuencia, siempre se puede rastrear el origen de las ideas compuestas hasta sus elementos más simples -ideas simples- que tienen un origen directo en las impresiones; Todas nuestras ideas simples en su primera aparición se derivan de impresiones simples que les corresponden y representan exactamente (4, pág. 46).
Las ideas son unidades discretas y separables. Las ideas provenientes de las impresiones se copian en la memoria cuya función primordial es conservar el orden y lugar como se formaron estas ideas. Otra facultad que reconoce Hume es la imaginación, que al contrario de la memoria es completamente libre, no sigue ningún orden y puede generar todo tipo de composiciones de ideas (fantasía, poesía, etc.). Las ideas que maneja la imaginación son menos vívidas que las que conservan la memoria. Pero esta anárquica libertad de la imaginación se ordena en base a tres principios de asociación que unen las ideas y les otorgan organización: principio de semejanza (este animal se asemeja a ese otro animal); principio de contigüidad (el libro está sobre la mesa); y principio de causalidad (al girar el picaporte se abre la puerta). Hume nos dice: Las cualidades [que se encuentran en la experiencia misma], de las que procede esta asociación, y por las que el espíritu es según esta manera conducido de una a otra idea, son tres, a saber: semejanza, contigüidad en tiempo o lugar, y causalidad (4, Pág. 54). La más extensa e influyente en el proceso de asociación es el principio de causa efecto, este principio es lo único que nos lleva más allá de nuestros sentidos y de la memoria.
Tanto las ideas como los principios tienen según este pensador, origen en la experiencia. Como las impresiones y las ideas son separables, nada hay que las una, excepto las asociaciones hechas por el hábito, siguiendo los principios señalados; así el principio de causalidad no es más que un producto del habito de experimentar: un acontecimiento A seguido, contiguo y unido constantemente, de un acontecimiento B, vez tras vez. Sin embargo, no existe ninguna garantía en la naturaleza de que B vaya a seguir a A. Por ejemplo, la salida diaria del sol, apoyada por la teoría de la rotación de la tierra sobre su eje, no constituye una garantía, puesto que la teoría misma se construye en base a observaciones repetidas. De tal manera que, no existe ninguna certeza racional que soporte la causalidad.
Hume explica No tenemos otra noción de causa y efecto, sino la de ciertos objetos, que siempre han estado unidos y que en todos los casos pasados se han visto que son inseparables. No podemos penetrar en la razón de esta unión. Observamos solo el hecho mismo y vemos que, en la unión constante, los objetos adquieren una unión en la imaginación (4, pág. 100). La necesidad física (a una causa le seguirá siempre el mismo efecto) que presenta la relación causa efecto es también resultado de la experiencia repetitiva o hábito; la necesidad emerge en el espíritu con esta repetición como un reflejo natural, y se manifiesta como una determinación del espíritu (4, pág. 136). La idea de necesidad no está en la impresión misma, ni en ningún proceso mental interior, sino en la fuerza de convicción que gane la impresión con la repetición de los eventos; la necesidad es un sentimiento: más un acto sensitivo que una parte cognitiva de nuestra naturaleza (3, pág.183).
La causalidad se define, entonces, en palabras de Hume: como un objeto precedente y contiguo a otro, y unido de tal modo con él en la imaginación que la idea del uno determina al espíritu a formarse la idea del otro, y la impresión del uno a formarse una idea más enérgica del otro (4, pág. 137). La causalidad es producto de la experiencia, los razonamientos acerca de ella son posteriores: la causalidad......sólo en la medida que es una relación natural [basada en la experiencia] y produce una unión entre nuestras ideas, somos capaces de razonar sobre ella o hacer una inferencia a partir de ella (4, pág. 100).
Íntimamente ligado a la causalidad está la inducción, esto es, del conocimiento de un número finito de particulares se infiere una ley universal. Hume (5, Book I, Part III, Section vi) dice: no pueden haber argumentos que prueben que aquellas instancias de las cuales no hemos tenido experiencia se parezcan a aquellas de las que hemos tenido experiencia......../ es imposible convencernos con la razón del por qué deberíamos extender la experiencia más allá de aquellas instancias particulares que han caído bajo nuestra observación, y: aún después de la observación constante y frecuente de la conjunción de objetos, no tenemos razón para sacar ninguna inferencia acerca de ningún objeto más allá de los que hemos tenido experiencia. (5, Book I, Part III, Section xii) Aún más, Hume (6, pág. 15) rechaza la inducción concebida como una probabilidad: Es evidente que Adam con toda su ciencia, no hubiera podido nunca demostrar que el curso de la naturaleza debe conformarse al pasado. Lo que es posible no se puede demostrar nunca que es falso; y es posible que el curso de la naturaleza pueda cambiar, puesto que podemos concebir tal cambio. Nay iré más lejos, y afirmo que no podría él probar con ningún argumento probable de que el futuro se debe conformar al pasado. Todos los argumentos probables se construyen sobre la suposición de que existe conformidad entre el futuro y el pasado, y por tanto no puede probarlo.
Los argumentos de Hume en contra el procedimiento inductivo han pasado a ser conocidos como el problema de la inducción (Kant lo llamará el problema de Hume). Este problema Hume lo resuelve psicológicamente junto con la causalidad. La situación lógica del problema lo enfrentaran los neopositivistas del siglo XX, y Karl Popper ofrecerá una solución, esquivándolo como principio del conocimiento de la naturaleza.
Hume hace aún otra distinción entre, las relaciones de ideas y creencias de facto (matters of fact). Las relaciones de ideas son asociaciones formadas en el interior de la mente, sin una referencia externa inmediata y no son informativas; se pueden construir demostraciones irrefutables de esta manera, como la aritmética y el álgebra (cuyo origen se remonta a las relaciones de objetos que permiten las cualidades de cantidad y número), éstas constituyen verdades universales, pero no informan nada acerca del mundo exterior. En cambio, las creencias de facto tienen referencia inmediata con lo externo, son informativas y constituyen la base del conocimiento científico. Para Hume, la costumbre o la repetición de las experiencias es el fundamento de todas las ciencias naturales, en cuanto establece las asociaciones de causalidad. El conocimiento del mundo es entonces, el resultado de la aplicación de los principios de asociación forjados en la experiencia repetida.
Nuestras creencias de facto toman su fuerza del sentimiento nacido de la experiencia y, no de la razón. Para Hume, la razón es insuficiente para guiar nuestras creencias, los hábitos adquiridos por repetición pueden producir una convicción muy poderosa, independiente de la razón. Así 9 X 12 = 108 es una verdad fácilmente establecida racionalmente, pero, en realidad aprendemos las tablas de multiplicación repitiéndolas. La fuerza de esta convicción es tal, que, como ya se ha señalado, da origen a nuestra idea de necesidad en la asociación causa-efecto.
El análisis de Hume aplicado al conocimiento del mundo exterior resulta en que lo único que se tiene de él, es un conjunto de impresiones que asociadas por los principios de contigüidad y causalidad nos llevan a idear un mundo exterior del cual en rigor no tenemos acceso. nuestros sentidos no nos ofrecen sus impresiones como imágenes de algo distinto o independiente y externo, porque no nos comunican más que una percepción única, y no nos procuran jamás otra indicación de algo más allá de ella (4, pág. 150). Y más aún, aplicando esta metodología a nuestro propio ser, nos encontramos que la idea del yo es otra fabricación, ya que rastreando esta idea no podemos encontrar ninguna impresión de ese yo. Lo que experimentamos cuando observamos nuestro ser, es un conjunto separable de ideas, como los carros de un ferrocarril, unidas por los principios de asociación, pero sin ninguna otra evidencia substancial que explique su coherencia.
El análisis crítico de Hume lo lleva a un escepticismo radical: las matemáticas son solo un conocimiento derivado de las relaciones de ideas y nada nos dicen del mundo; las observaciones experimentales solo nos ayudan a formar hábitos, pero la realidad externa desaparece en esta filosofía; y nuestro propio ser se reduce a un puñado de ideas con la continuidad provista por la memoria. Sin embargo, el propósito de Hume no es limitarse solo al escepticismo, sino construir un conocimiento sobre bases cognitivas firmes, para esto analiza los alcances y limitaciones del entendimiento humano. Para Hume el conocimiento no puede ser absoluto puesto que se tienen solo experiencias limitadas, por lo que nuestras conclusiones serán siempre tentativas, modestas y cautelosas. Esta situación debe generar una actitud reservada, que Hume llama, escepticismo mitigado, y constituye, para el filósofo, la actitud epistemológica adecuada en consideración a las limitaciones señaladas. No obstante, el mismo Hume se da cuenta que la tendencia natural del hombre es alejarse de la reflexión tranquila y profunda (4. pág. 180), para dejarse llevar por las creencias fáciles y no justificadas del diario vivir.
El desarrollo consecuente y a fondo del programa empirista, reduce la validez de las ideas y, por lo tanto del conocimiento de la naturaleza, a su origen empírico: impresiones. Este programa positivista y naturalista de Hume, tiene cierta consonancia con las ciencias cognitivas actuales, lo que da a su pensamiento una vigencia interesante, además de contribuir en forma importante a la concepción empírica de las ciencias.
El empirismo de Hume influye significativamente en Auguste Comte (1798-1857) iniciador del movimiento denominado positivismo. Esta doctrina toma el método científico de observación e inducción como el procedimiento certero para obtener el conocimiento, no solo de la naturaleza, sino además de la vida social para guiar al hombre al orden adecuado, a la moral y al progreso.
Para Comte la sociedad se encuentra en un estado de desarreglo y descomposición que requiere de una urgente intervención. Pero para poder iniciar la tarea de regeneración de la sociedad se requiere del control de nuestros impulsos desordenados y egoístas, lo que se logra ante el Orden Externo hecho presente por las ciencias que mediante la inducción han llegado a la determinación de las leyes naturales, Comte escribe: esta base [objetiva] consiste para nosotros en las leyes u Orden de los fenómenos por los que la Humanidad es regulada (7). Ante este Orden, aunque no sea perfecto, es posible que el hombre se pliegue (sumisión racional) a la realidad (economía del orden externo) y permita la emergencia y el desarrollo de una nueva moral y de la simpatía social: La sujeción de la Humanidad a este orden es incontestable; tan pronto como el intelecto nos ha posibilitado comprenderlo, es posible para los sentimientos de amor, ejercer una influencia moderadora sobre nuestras tendencias discordantes (7).
Así es que una síntesis intelectual o estudio sistemático de las leyes de la naturaleza, es necesario por razones más altas que las de satisfacer nuestras facultades teóricas, que son en su mayor parte débiles, aún en aquellos hombres que se dedican a una vida de pensamiento. Es necesario porque resuelve de una vez el más difícil problema de la síntesis moral (7). Esta concepción del orden externo de la naturaleza, provee la base para la acción humana: la eficacia de nuestras acciones depende enteramente de su conformidad a este orden (7).
El movimiento intelectual que conduce a la síntesis positiva de las ciencias para la afloración de la moral y el desarrollo de la ciencia central y unificadora -la sociología- es el positivismo. El intelecto nos trae y manifiesta el orden de la naturaleza, pero al mismo tiempo se subordina al corazón, a los sentimientos sociales, ante la Necesidad inmutable del mundo exterior (7). De esta manera, se construye el único sistema de vida que está permanentemente adaptado a nuestra naturaleza (7). La motivación de nuestra conducta se traslada de fuentes interiores, desorganizadas e inconsistentes, a una fuente exterior, ordenada y estabilizadora.
Las ciencias de la naturaleza revelan las leyes y el orden de la naturaleza, esto junto con la historia considerada como una totalidad sujeta también a leyes, permiten el desarrollo del Sistema de Filosofía Positivista comtiano para efectuar la síntesis positiva. El Positivismo constituye la culminación del desarrollo del conocimiento humano, primero se tuvo la etapa Teológica (explicaciones en base a entes trascendentales), luego siguió la etapa Metafísica (explicaciones en base a conceptos), y por último se llega al verdadero conocimiento producto de la objetividad científica.
Con el positivismo se inicia el estudio de la Moral y del fenómeno social desde una nueva perspectiva y se establecen las leyes generales del desarrollo social e intelectual del ser humano. Pero tan pronto como el espíritu Positivo se extiende al tratamiento de los asuntos sociales, éstos toman de inmediato precedencia sobre todos los demás, y así el punto de vista moral, se hace de la mayor importancia.......el punto de vista social es lógica y científicamente, superior a todos los demás, siendo el único punto desde el cual todas las concepciones científicas se pueden considerar como una totalidad (7).
Las teorías científicas no se justifican a si mismas, sino que cobran su verdadero sentido y valor en relación al hombre, más bien a la humanidad: Estudiarlas en otro espíritu, no solo sería inmoral, sino que también altamente irracional. Porque como proposiciones de una verdad pura objetiva, nuestras teorías científicas no pueden ser nunca verdaderamente satisfactorias. Estas solo pueden satisfacernos desde el punto de vista subjetivo; esto es, limitándose al tratamiento de asuntos que tienen una relación directa o indirecta con la vida humana. Es el sentimiento social el que determina estos límites; fuera de los cuales nuestro conocimiento permanecerá siempre, tanto imperfecto como inútil (7)
Las leyes de la naturaleza no son susceptibles de ser cambiadas por la acción humana, sin embargo, a medida que nos acercamos al campo de la vida humana y de la sociedad, éstas, aunque sujetas también a leyes, son susceptibles de modificaciones, con lo que el hombre sin miedo, ni alarde, puede llegar a ser, el arbitrador, dentro de ciertos límites, de su propio destino... (7). El conocimiento del orden, así mismo como la estimación de sus imperfecciones y límites, indican y definen las fronteras de la intervención humana (7).
Con el desarrollo científico de la sociología y el establecimiento de las leyes de la estática y dinámica social se compartirán opiniones y la sociedad ganará en estabilidad, pues no habrá razón para las luchas religiosas y políticas. Para Comte, tanto para la física como para la sociología, la libertad de consciencia, no tiene sentido, la verdadera libertad consiste en la sumisión racional a las leyes científicas. El Progreso radica en la consciencia y el entendimiento gradual de las leyes que regulan la actividad humana y que según Comte traerán el bienestar y la moralidad ordenada al género humano.
Según las propias palabras de Comte, el objeto de nuestra filosofía es dirigir la reorganización espiritual del mundo civilizado (7), por lo que la filosofía se liga íntimamente a la política. Con esta meta es fácil comprender el lema del movimiento positivista: Amor, Orden, Progreso (8), y la prosecución de la fe positivista hasta el desarrollo explícito de una religión secular, la religión universal de la Humanidad (con: sacerdotes, catecismo, santoral, etc.).
El positivismo se basa en las ciencias y su metodología de observación, análisis e inducción, con ellas construye su sistema integrativo e inicia los estudios sociales. El positivismo da a su vez a las ciencias, su total respaldo y ratifica su veracidad. En la tradición positivista se pueden distinguir dos vertientes, el positivismo como regla de vida y normativa social, y el positivismo como doctrina del saber. Es esta última la que perduró, caracterizando al saber como lo fundado en los hechos y en sus relaciones, con aversión a la metafísica y al conocimiento apriorístico y deductivo. Sin embargo, son muchos los movimientos filosóficos que presentan características y elementos positivos, por lo que el término positivista tiene un carácter equívoco en la historia de la filosofía, y cada movimiento intelectual debe considerarse en su propio contexto histórico (9).
Bibliografía
1) Kemerling, Garth (2001). Hume: Empiricism Naturalism. Philosophy Pages. http://www.philosophypages.com/hy/4t.htm
2) Morris, WE (2001). David Hume. The Sanford Encyclopedia of Philosophy (Fall 1999 Edition) Edward N Zalta (ed). URL http://plato.stanford.edu/entries/hume
3) Hume, David (1739). A Treatise of Human Nature. Intuduction. Ed. LA Selby-Bigge, 2nd ed. revised by PH Nidditch, Oxford: Clarendon Press, 1975
4) Hume, David (1739). A Treatise of Human Nature. Traducción y selección Juan Segura Ruiz: del conocimiento. Biblioteca de Iniciación Filosófica. Aguilar. Buenos Aires. Segunda edición 1959.
5) Hume, David (1739-40). Treatise of Human Nature. Ed. Ernest Rhys. Everymans Library.
6) Hume, David (1740). An Abstract of a Book lately published A Treatise of Human Nature. Ed. JM Keynes, P Sraffa. Archon Books, Hamden, Connecticut, 1965.
7) Comte, Auguste. A General View of Positivism. from General View of Positivism (1830-42). Translated by JH Bridges, Robert Speller and Sons, 1957. http://www.marxist.org/reference/subject/philosophy/works/fr/comte.ht
8) Comte, Auguste. Modern History Sourcebook: Auguste Comte (1798-1857): A General View of Positivism. A General View of Positivism. pp 1-7. London: Routledge and Sons. 1907). http://www.forham.edu/halsall/comte-positivism.html
9) José Ferrater Mora (1965). Diccionario de Filosofía. Editorial Sudamericana.
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