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La capacidad del cerebro de reconocer las caras se moldea a través de la exposición repetida



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Noticia | 06/09/2017

MADRID, 5 Sep. (EUROPA PRESS)


Científicos han considerado la capacidad de reconocer de manera innata caras de las personas y otros primates, algo que nuestros cerebros saben hacer inmediatamente desde el nacimiento. Sin embargo, los hallazgos de un nuevo estudio de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard, en Estados Unidos, publicado este lunes en la revista 'Nature Neuroscience' ponen en duda esta visión de muchos años.


Trabajando con macacos temporalmente privados de ver caras mientras crecieron, un equipo de la Escuela de Medicina de Harvard dirigido por los neurobiólogos Margaret Livingstone, Michael Arcaro y Peter Schade, ha encontrado que las regiones del cerebro que son clave para el reconocimiento facial sólo se forman a través de la experiencia y están ausentes en primates que no se topan con rostros mientras crecen.



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El hallazgo, según los investigadores, arroja luz sobre una serie de enfermedades de desarrollo neurológico, incluyendo aquéllas en las que las personas no pueden distinguir entre caras diferentes o el autismo, marcadas por la aversión a mirar caras. Sin embargo, lo más importante del estudio es que subraya el papel formativo crítico de las primeras experiencias sobre el desarrollo sensorial y cognitivo normal, dicen los científicos.


Livingstone, profesor de Neurobiología de la Facultad de Medicina de Harvard, explica que los macacos -con una estrecha relación evolutiva con los seres humanos y que son un sistema modelo para estudiar el desarrollo del cerebro humano-- forman grupos de neuronas responsables de reconocer las caras en un área del cerebro llamada el surco temporal superior a los 200 días de edad. La ubicación relativa de estas regiones cerebrales es similar entre las especies de primates.


Ese conocimiento, combinado con el hecho de que los bebés parecen preferentemente rastrear las caras temprano en el desarrollo, llevó a la creencia de larga duración de que el reconocimiento facial debe ser innato, dice. Sin embargo, tanto humanos como primates también desarrollan áreas en el cerebro que responden a estímulos visuales que no han encontrado durante tanto tiempo durante la evolución, incluyendo edificios y textos. Esta última observación pone una importante traba en la teoría de que el reconocimiento facial es innato.


Para comprender mejor la base del reconocimiento facial, Livingstone, junto con su compañero de estudios postdoctorales Arcaro y el asistente de investigación Schade, trabajaron con dos grupos de macacos. El primero, el grupo de control, tenía una educación típica, pasando el tiempo en la infancia temprana con sus madres y luego con otros macacos juveniles, así como con los criadores humanos. El otro grupo creció criado por humanos que los alimentaban con biberón, jugaban con ellos y los acariciaban, mientras los humanos llevaban máscaras de soldadura. Durante el primer año de su vida, los macacos nunca vieron una cara humana o de otra manera.


LA PRIVACIÓN SENSORIAL INFLUYE EN CÓMO SE CONECTA EL CEREBRO


Al final del ensayo, todos los macacos se pusieron en grupos sociales con compañeros macacos y se les permitió ver caras tanto humanas como de primates. Cuando ambos grupos de macacos tenían 200 días de vida, los investigadores utilizaron la resonancia magnética funcional para observar imágenes cerebrales que miden la presencia de áreas de reconocimiento facial y otras zonas especializadas, como las responsables del reconocimiento de manos, objetos, escenas y cuerpos.


Los macacos que tuvieron una educación típica presentaban áreas consistentes de "reconocimiento" en sus cerebros para cada una de estas categorías, mientras que los que habían crecido sin ver caras habían desarrollado áreas del cerebro asociadas con todas las categorías, excepto las caras.


A continuación, los investigadores mostraron a ambos grupos imágenes de humanos o primates. Como era de esperar, el grupo de control miraba preferentemente las caras en esas imágenes. Por el contrario, los macacos criados sin exposición facial miraban preferentemente a las manos. El dominio de la mano en sus cerebros, según Livingstone, era desproporcionadamente grande en comparación con los otros dominios.


Los hallazgos sugieren que la privación sensorial tiene un efecto selectivo sobre la forma en que el cerebro se conecta a sí mismo. El cerebro parece ser muy bueno en el reconocimiento de las cosas que un individuo ve a menudo, apunta Livingstone, y pobre en el reconocimiento de cosas que nunca o raramente ve. "Lo que ves es lo que terminas 'instalando' en la maquinaria del cerebro para poder reconocerlo", añade.


El desarrollo normal de estas regiones cerebrales podría ser clave para explicar una amplia variedad de trastornos, según los investigadores. Uno de estos trastornos es la prosopagnosia de desarrollo, una enfermedad en la cual las personas nacen con la incapacidad de reconocer rostros familiares, incluso los suyos propios, debido al fracaso a la hora de desarrollarse adecuadamente de la maquinaria de reconocimiento facial del cerebro.


De la misma manera, señala Livingstone, algunos de los déficits sociales que se desarrollan en personas con trastornos del espectro autista pueden ser un efecto secundario derivado de la falta de experiencias que involucra mirar a las caras, que los niños con estos trastornos tienden a evitar. Los resultados sugieren que las intervenciones para fomentar la exposición temprana a las caras pueden aliviar los déficits sociales que se derivan de la falta de tales experiencias durante el desarrollo temprano, según el equipo.


Para acceder al texto completo es necesario consultar las características de suscripción de la fuente original: http://www.nature.com/neuro/index.html

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Nature Neuroscience

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