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Inteligencia artificial, conciencia y psiquiatría

  • Autor/autores: Julio Tononi, Charles Raison...(et.al)



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Artículo | 03/11/2024

En 1966, un investigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts presentó ELIZA, un programa informático que simulaba a un psicoterapeuta al estilo rogeriano, reformulando las palabras de un paciente en forma de preguntas siguiendo guiones simples pero efectivos. Este fue uno de los primeros (y pocos) éxitos de la inteligencia artificial (IA) temprana. Para constern...



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En 1966, un investigador del Instituto Tecnológico de Massachusetts presentó ELIZA, un programa informático que simulaba a un psicoterapeuta al estilo rogeriano, reformulando las palabras de un paciente en forma de preguntas siguiendo guiones simples pero efectivos.


Este fue uno de los primeros (y pocos) éxitos de la inteligencia artificial (IA) temprana. Para consternación de su creador, algunas personas tomaron a ELIZA por un psicoterapeuta real, tal vez debido a nuestra tendencia innata a proyectar conciencia cuando detectamos inteligencia, especialmente habla inteligente.


El vacilante intento de ELIZA de crear una IA se ha convertido en un gólem inmensamente elocuente. ChatGPT puede hablar, escribir y superar fácilmente a Freud. Como los grandes modelos de lenguaje (LLM) se benefician de un léxico, un conocimiento, una memoria y una velocidad sobrehumanos, los cerebros artificiales ahora pueden superar a los naturales en la mayoría de las tareas.


El nombre de ELIZA se debe a la florista de la obra Pygmalion de GB Shaw, supuestamente porque aprendió a mejorar su habla con la práctica. El mito original de Pigmalión –el escultor que talló a la mujer ideal Galatea en marfil y esperaba darle vida– es aún más acertado: ¿la creación de una IA presagia una conciencia artificial, tal vez incluso una conciencia sobrehumana? Están empezando a surgir dos bandos, con respuestas radicalmente diferentes a esta pregunta.


Según la postura computacional/funcionalista dominante en la neurociencia cognitiva, la respuesta es sí. La neurociencia cognitiva supone que, en última instancia, somos máquinas que ejecutan un software sofisticado (que puede descarrilar y ser reprogramado). Los algoritmos neuronales reconocen objetos y escenas, dirigen la atención, retienen elementos en la memoria de trabajo y los almacenan en la memoria de largo plazo.


Los cálculos neuronales complejos impulsan el control cognitivo, la toma de decisiones, las reacciones emocionales, los comportamientos sociales y, por supuesto, el lenguaje. En esta perspectiva, la conciencia debe ser simplemente otra función, tal vez la transmisión global de información o la evaluación metacognitiva de las entradas sensoriales. En este caso, siempre que las computadoras puedan reproducir las mismas funciones que nuestro cerebro, solo que implementadas de manera diferente (la “realización múltiple” de los funcionalistas), serán conscientes como nosotros.


Para acceder al texto completo consulte las características de suscripción de la fuente original:https://onlinelibrary.wiley.com/

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