Personas Altamente Sensibles: análisis conceptual, estatus diagnóstico y reflexiones clínicas
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Autor/autores: Maria Robles Martínez
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Artículo revisado por nuestra redacción
El constructo de persona altamente sensible (PAS) deriva principalmente de la propuesta de Elaine Aron (1996), quien describió el rasgo de sensibilidad de procesamiento sensorial (sensory processing sensitivity, SPS) como una característica temperamental heredable que se manifiesta en una mayor responsividad a estímulos internos y externos, así como en una profundidad i...
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El constructo de persona altamente sensible (PAS) deriva principalmente de la propuesta de Elaine Aron (1996), quien describió el rasgo de sensibilidad de procesamiento sensorial (sensory processing sensitivity, SPS) como una característica temperamental heredable que se manifiesta en una mayor responsividad a estímulos internos y externos, así como en una profundidad incrementada de procesamiento emocional y cognitivo.
Las PAS tienden a mostrar una elevada reactividad ante cambios ambientales, una sensibilidad aumentada al estrés, y una mayor capacidad para detectar sutilezas del entorno (Aron et al., 2012; Greven et al., 2019).
En los últimos años, este concepto ha recibido creciente atención científica y mediática, aunque su estatus clínico continúa siendo objeto de debate.Desde un punto de vista psicobiológico, la SPS se ha asociado con un perfil de hiperreactividad neurofisiológica, incluyendo una mayor activación en regiones cerebrales relacionadas con la atención, la empatía y el procesamiento emocional, tales como la ínsula y el córtex prefrontal medial (Acevedo et al., 2014). Asimismo, estudios genéticos sugieren que una combinación de factores poligénicos, sumada a interacciones con el entorno, podría explicar la variabilidad individual en esta sensibilidad (Pluess & Assary, 2021).
No obstante, pese a estos hallazgos, la SPS no constituye un diagnóstico clínico y no se encuentra recogida en clasificaciones internacionales como el DSM-5-TR (American Psychiatric Association, 2022) o la CIE-11 (World Health Organization, 2022). Esta ausencia diagnóstica implica que el constructo de PAS debe comprenderse como un rasgo de personalidad, no como un trastorno.
Desde una perspectiva dimensional, la SPS se solapa con constructos consolidados como el neuroticismo, la sensibilidad a la ansiedad o la reactividad emocional, aunque presenta características diferenciables que justifican su estudio independiente (Greven et al., 2019). Sin embargo, este solapamiento genera preguntas sobre su utilidad clínica y su papel en la práctica diagnóstica.Una parte de la literatura advierte del riesgo de que el concepto de PAS se utilice como una categoría explicativa global que desplace o enmascare otros cuadros clínicos.
La elevada sensibilidad emocional y sensorial, cuando es marcada, puede observarse también en trastornos como el trastorno de ansiedad social, los trastornos depresivos, el trastorno de estrés postraumático o ciertos perfiles del espectro autista, particularmente en mujeres y personas con enmascaramiento social prolongado (Bakker & Moulding, 2012; Kerns et al., 2015). Ello plantea el interrogante de si la etiqueta PAS (Personas Altamente Sensibles), utilizada sin una evaluación clínica exhaustiva, podría retrasar diagnósticos diferenciales relevantes o contribuir a la autoatribución de dificultades significativas a un rasgo supuestamente benigno.
Por otro lado, diversos autores argumentan que el reconocimiento de la sensibilidad como rasgo permite despatologizar diferencias individuales, legitimando experiencias subjetivas de hiperreactividad que tradicionalmente se han interpretado como exageradas o inapropiadas (Aron, 2010; Lionetti et al., 2018).
Desde este enfoque, el concepto de PAS puede favorecer la psicoeducación y la promoción de estrategias de autocuidado, especialmente en personas cuya sensibilidad elevada se combina con entornos estresores o invalidantes.
Es relevante destacar que la SPS se considera un rasgo que actúa bajo el modelo de diferencias en susceptibilidad ambiental (differential susceptibility), lo que implica que las personas altamente sensibles no solo muestran mayor vulnerabilidad a entornos adversos, sino también mayor beneficio ante entornos positivos, intervenciones psicológicas o apoyos emocionales (Pluess & Belsky, 2013; Slagt et al., 2018). Este modelo trasciende interpretaciones patologizantes y enfatiza la interacción entre predisposición individual y contexto.
No obstante, desde una perspectiva clínica, es necesario mantener cautela. La literatura subraya que la SPS, si bien asociada a variables relevantes como la reactividad emocional, la empatía o la sensibilidad sensorial, no presenta criterios operativos suficientemente estandarizados para su uso diagnóstico.
Su medición se basa casi exclusivamente en autoinformes como el Highly Sensitive Person Scale (HSPS), cuya estructura factorial aún es objeto de revisión (Evans & Rothbart, 2008; Hellwig & Roth, 2021). Esto limita la validez del constructo y dificulta su integración formal en manuales diagnósticos.
A nivel ético y social, existe debate sobre si la incorporación de la alta sensibilidad como diagnóstico contribuiría a la “medicalización de la personalidad”. La literatura crítica advierte que conceptualizar rasgos temperamentales como trastornos puede incrementar el estigma y reducir la diversidad psicológica (Greven et al., 2019). Por otro lado, no reconocer las dificultades funcionales asociadas a la SPS puede dejar sin apoyo a personas cuyo perfil sensorial y emocional condiciona significativamente su bienestar.
En conjunto, la evidencia actual sugiere que la SPS es un rasgo moderadamente estable, con bases biológicas plausibles y repercusiones significativas en la adaptación emocional. Sin embargo, su estatus como diagnóstico no se justifica con los criterios de validez, fiabilidad y utilidad clínica requeridos por las clasificaciones psiquiátricas. Más bien, su valor reside en ser un marco psicoeducativo que permite comprender mejor la heterogeneidad individual en la reactividad emocional y sensorial, siempre complementado por una evaluación clínica rigurosa que descarte o confirme otros trastornos.
Bibliografía
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Aron, E. N. (2010). Psychotherapy and the Highly Sensitive Person. Routledge.
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Evans, D. E., & Rothbart, M. K. (2008). Temperamental sensitivity: Two constructs or one? Personality and Individual Differences, 44(1), 108–118.
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Lionetti, F., Aron, A., Aron, E. N., Burns, G. L., & Pluess, M. (2018). Sensitivity to the environment: The role of sensory processing sensitivity in differential susceptibility. Developmental Psychology, 54(4), 575–592.
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