Aparecen durante un período crítico del desarrollo del cerebro. A pesar de la mortalidad que conllevan, los trastornos alimentarios no reciben la atención necesaria. Lo realmente preocupante es que su prevalencia está aumentando rápidamente, especialmente entre los adolescentes.
En sesión plenaria, este sábado, el tema que abordó en el XXVI Congreso Nacional de Psiquiatría la Dra. Christina E. Wierenga, de San Diego, en Estados Unidos, fue el de nuevas perspectivas en la neurobiología de los trastornos alimentarios.
La presentó Marina Díaz Marsá. Comentó que la alimentación en el ser humano es mucho más que la ingesta y los pacientes de trastorno alimentario es una forma de comunicar. Wierenga afirmó que "los trastornos alimentarios psiquiátricos son graves y significativos, de angustia y alteraciones del comportamiento". Detalló que se caracterizan por tener algunos de los índices de síntomas más altos entre los trastornos psiquiátricos y una tasa de mortalidad también más alta. Sin embargo, alertó, "reciben poca atención". A nivel institucional, por un lado. Subrayó que tampoco hay demasiada investigación en este campo, "e históricamente se consideran una especie de especialidad, un área de nicho". Argumentó que eso realmente no le hace ningún favor a nuestra sociedad y que "lo realmente preocupante es que la prevalencia de los trastornos alimentarios está aumentando rápidamente, especialmente entre los adolescentes". Tiene graves consecuencias para la salud física y el bienestar mental, con una cronicidad muy alta. Mostró estudios que constatan que los tratamientos funcionan. Repasó algunos avances biológicos y tratamientos emergentes que están tomando la información biológica.
Expuso que "los trastornos alimentarios aparecen durante un período crítico del desarrollo del cerebro". En todos los diferentes trastornos psiquiátricos, hay una mayor prevalencia de aparición de trastornos alimentarios en la adolescencia en general. Esto coincide con los cambios neuronales que se producen en el desarrollo. El sistema de amenazas que desarrolla el cortisol, la conectividad de la corteza prefrontal, el sistema de recompensa, la cognición social y todos estos factores están implicados en los trastornos alimentarios. El hecho de que los trastornos alimentarios aparezcan durante este período crítico del desarrollo neurológico tiene consecuencias significativas para una trayectoria de desarrollo muy estrecha, tanto en adolescentes como en adultos. "Sabemos que hay fuertes indicadores de heredabilidad para quien sufre un trastorno alimentario", apuntó. Entonces, estudios de familia pueden analizar el riesgo genético. El riesgo en el caso de las mujeres es mayor. Citó estudios de asociación del genoma sobre nuevos enfoques de trastornos cruzados. Del mismo modo, se correlaciona con otras enfermedades mentales psiquiátricas como el TOC, la depresión y la ansiedad. Hizo hincapié en que hay que situar los trastornos alimentarios dentro de los trastornos psiquiátricos. Hay genes que correlacionan con procesos metabólicos, incluida una relación inversa entre la obesidad y la diabetes tipo dos.
¿Cómo contribuyen los genes al desarrollo del trastorno limitante?
Una teoría es que transmiten el riesgo a través del perfil de personalidad. Los genes codifican la personalidad y los rasgos de personalidad que predisponen a alguien a una susceptibilidad. Esto ha llevado al modelo biológico de trastornos alimentarios, que sugiere que los rasgos son estos factores de vulnerabilidad previos y que, durante la infancia, con las interacciones entre genes y entorno, podrían expresarse. Al interactuar con todas las características dinámicas de la pubertad, incluido el desarrollo dinámico del cerebro, los cambios hormonales y el entorno, puede causar traumas, dinámica familiar e impactos sociales. "Estos genes se han activado y crean mayor ansiedad, mayor disforia y mayor regulación emocional", informó. Ante eso, algunos individuos adaptan o afrontan sus emociones, esta angustia emocional.
En algunos casos, como en la anorexia, los cambios incluyen restricción dietética y pérdida de peso. La pérdida de peso puede perpetuarse, dentro de un ciclo de creación de más cambios neurológicos. Se puede dar una creciente negación, rigidez, ansiedad y entrar en un "círculo vicioso". Añadió que "lo que sabemos es que el cerebro está muy involucrado en todos estos aspectos". Tradicionalmente, se pensaba que los cambios neurobiológicos eran consecuencia de la pérdida de peso asociada con la restricción dietética. Ahora, se conoce que es probable que existan diferencias cerebrales que ocurren de manera premórbida, incluso antes del desarrollo de un trastorno alimentario. Según algunos estudios, el tamaño del cerebro mejoraría con el peso y la restauración. Éste es uno de los grandes avances que se han producido en los trastornos alimentarios.
Un punto de partida es pensar cómo se regula el apetito y la ingesta de alimentos. Hay señales periféricas de nuestro sistema nervioso periférico, así como señales centrales de nuestro cerebro, que interactúan para impulsar a alguien a comer o no comer. Esto incluye muchas señales de neuropéptidos relacionadas con las reservas de energía. Cualquier alteración en estos péptidos es frecuente, consecuencia de la manifestación física o desnutrición de los trastornos alimentarios. Es necesario comprender las funciones cerebrales relacionadas con alterar ese efecto. Podría ser positivo adoptar medidas sobre cómo calcular el valor de los alimentos. Y así responder a preguntas tales como qué quiero comer y cuándo quiero comer.