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La adicción a los ansiolíticos en los adolescentes



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Noticia | 13/12/2022

Los ansiolíticos son cada vez más frecuentes en las mesillas de noche. Para muchos se han convertido en un recurso rápido para alejar la ansiedad, desconociendo los peligros que se derivan de su consumo al hacerlo sin una prescripción y un control médico.


La adolescencia es una etapa compleja en la que tenemos que procesar infinidad de cambios a nivel físico, social y emocional. Los jóvenes han de hacer frente a nuevos retos y desafíos más exigentes que los que venían manejando durante la niñez.


Todo esto puede hacer que se sientan desbordados, que no cuenten con los recursos personales para navegar esta nueva realidad y que se desencadene un trastorno de ansiedad. Pese a que hay recursos psicológicos y farmacológicos para intervenir en dichas situaciones, es importante considerar el riesgo de adicción a los ansiolíticos en los adolescentes.



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Y es que, pese a lo normalizado que está el consumo de estos fármacos en nuestra sociedad, están lejos de ser inofensivos. Si se usan por un tiempo prolongado, los ansiolíticos generan dependencia, y es entonces cuando se hace necesaria una dosis cada vez mayor para obtener sus efectos tranquilizantes. Además, cuando se abandonan, los síntomas de ansiedad retornan y es posible que se genere un síndrome de abstinencia.


A pesar de estos riesgos, el consumo de ansiolíticos entre los adolescentes ha aumentado de forma preocupante en los últimos tiempos. Por ello, conviene conocer las causas y saber cómo actuar al respecto.


El 22,5% de los adolescentes manifiesta haber consumido alguna vez ansiolíticos y lo hacen a edades muy tempranas.


Los ansiolíticos y su función


Los ansiolíticos están tan presentes en nuestra vida que seguramente ya estés familiarizado con los nombres de algunas de las principales marcas comerciales. Orfidal, Trankimazin, Lexatin, Valium… estos fármacos están presentes en los botiquines de muchas familias y son consumidos por una gran parte de la población. Pero, ¿qué son realmente?


Un ansiolítico (o tranquilizante menor) es un fármaco psicotrópico que tiene una acción depresora del sistema nervioso central. Actúa ralentizando el ritmo y las funciones del cuerpo, y produciendo efectos de relajación y somnolencia. Por lo mismo, se utiliza principalmente en el tratamiento de la ansiedad, el insomnio y otros trastornos psicológicos.


La gran mayoría de los ansiolíticos recetados pertenecen a la familia de las benzodiacepinas. Estos medicamentos actúan en el cerebro sobre el receptor del GABA (ácido gamma amino-butírico), el principal neurotransmisor inhibidor en humanos. Así, potencian la actividad del GABA, logrando inhibir el sistema nervioso central y generando las funciones mencionadas. Sin embargo, son sustancias verdaderamente adictivas.


La adicción a los ansiolíticos y los jóvenes


Los ansiolíticos son ya la tercera droga más consumida (solo por detrás del alcohol y el tabaco) y se encuentran también entre las más usadas por los adolescentes. El consumo de estos fármacos entre los jóvenes se ha incrementado en los últimos tiempos, y se estima que el primer contacto se inicia a edades tan tempranas como los 14-15 años.


Uno de cada cinco menores afirma haber consumido ansiolíticos de forma esporádica; y, pese a que la mitad de ellos contaban con receta médica, la otra mitad no la tenían. Ocurre que existe una tendencia entre los jóvenes a consumir este tipo de fármacos como forma de ocio, generalmente combinándolos con alcohol e incrementando notablemente los riesgos a los que quedan expuestos.


Y es que, como decíamos, los ansiolíticos no son inocuos. Entre sus principales efectos adversos se incluyen mareos, confusión, mala coordinación, problemas de pronunciación y de memoria, discernimiento erróneo y cambios anímicos bruscos. Además, estas consecuencias pueden prolongarse en el largo plazo.


Pero lo que es más peligroso es su alto potencial adictivo. Y es que, ya sea que se utilicen bajo prescripción médica o no, los ansiolíticos son susceptibles de generar adicción en muy poco tiempo. De hecho, se estima que una de cada tres personas comienza a desarrollar dependencia tan solo cuatro semanas después de haber iniciado el tratamiento.


Y esto, ¿qué supone? Pues no solo que el fármaco pierde efectividad con el tiempo y genera tolerancia; sino que tratar de abandonar su consumo puede ser realmente difícil para la persona. El síndrome de abstinencia (físico y psicológico) que se desencadena incluye ansiedad y nerviosismo, alteraciones del sueño, irritabilidad, alteraciones fisiológicas e incluso confusión y alucinaciones en los casos graves.


Prevenir la adicción a los ansiolíticos en los adolescentes


Por todo lo anterior, no debemos tomarnos a la ligera la tendencia al alza que se ha observado y es clave que comencemos a prevenir la adicción a los ansiolíticos en los adolescentes. Pero, ¿cómo lograrlo? Lo cierto es que se trata de una labor que debemos asumir como sociedad en conjunto, incluyendo los siguientes pasos:


Evitar la automedicación


En muchas ocasiones, tomamos la decisión por nuestra cuenta de consumir fármacos que creemos que pueden ayudarnos, pero que conllevan un grave riesgo. Pese a que los ansiolíticos requieren receta médica, pueden encontrarse en el botiquín familiar y los jóvenes pueden decidir tomarlos en un momento de crisis o ansiedad. Es fundamental evitar que esto ocurra y buscar siempre una valoración profesional previa.


Limitar el acceso


Al hilo de lo anterior, es importante que, si en el hogar hay ansiolíticos, estos estén en un lugar en el que podamos restringir el acceso a ellos. Y es que muchos adolescentes empiezan a consumir ansiolíticos o vuelven recurrentes su consumo porque en casa pueden acceder fácilmente a ellos.


Controlar las recetas


Los profesionales de la salud también juegan un papel crucial, ya que es necesario que sean realmente selectivos a la hora de prescribir una medicación. Es fundamental que detrás de las recetas exista una rigurosa evaluación del caso, que exista un seguimiento y también un plan, en el que estén incluidos unos plazos, para dejar atrás esa medicación.


Recordemos que los ansiolíticos pueden ayudar en el corto plazo, pero en sí mismo no constituyen una solución. Haciendo una analogía, podemos verlos como unas muletas después de un esguince.



El primer contacto con las drogas suele ser el alcohol, al que le sigue el cannabis, el cual es la puerta de entrada a otro tipo de sustancias, como las benzodiacepinas.


Concienciar a los jóvenes


Por último, es necesario informar a los adolescentes de los riesgos que conlleva el consumo de estos fármacos y de cuáles pueden ser sus efectos y consecuencias; al tratarse de una droga legal, muchas veces no son conscientes de las implicaciones de consumirla.


En definitiva, los adolescentes constituyen una población vulnerable en la que el consumo de ansiolíticos puede causar serios efectos a corto y largo plazo. En caso de que exista cualquier malestar, alteración del sueño o problema de ansiedad, lo ideal es acudir a un profesional que pueda realizar un diagnóstico apropiado, pautar un tratamiento y supervisarlo adecuadamente.

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Palabras clave: adicción, ansiolíticos, adolescentes

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