Firman el estudio Ferran Pons y Laura Bosch, profesores del Departamento de Psicología Básica de la Facultad de Psicología de la UB y del Instituto de Investigación en Cerebro, Cognición y Conducta (IR3C), y David J. Lewkowicz, de la Universidad Northeastern (Boston, EE. UU.).
Aprovechar las señales audiovisuales del habla
Los resultados del estudio muestran que los bebés bilingües dirigían pronto la atención a los labios, y por un período de tiempo más largo que los niños monolingües. «Ya se sabía que los niños monolingües se fijan más en la boca en la etapa de balbuceo, pero lo novedoso de nuestro estudio es el hecho de que los niños bilingües necesitan esta información extra para otros motivos tan o más importantes, como son poder diferenciar y establecer que hay dos lenguas a su alrededor», explica Ferran Pons.
Los investigadores constataron que, independientemente del idioma que hablara la persona del vídeo, los bebés monolingües de cuatro meses miraban más tiempo a los ojos que a la boca, mientras que los bebés bilingües de cuatro meses miraban a los ojos y la boca el mismo tiempo. «La información que los bebés obtienen de la boca es crucial para aprender las dos lenguas que está adquiriendo el niño bilingüe. Por este motivo, ya en las etapas más tempranas (cuatro meses), deben comenzar a utilizar esta información extra, lo que los monolingües no hacen porque no lo necesitan, ya que no tienen el input doble », aclara Ferran Pons.
Una herramienta para consolidar el aprendizaje
El experimento también muestra cómo esta tendencia continúa en los bebés de doce meses. Por un lado, los bebés monolingües de esta edad miraban igual a los ojos y a la boca en respuesta a la lengua nativa y miraban más tiempo a la boca en respuesta al habla no nativa. Por otra parte, los bebés bilingües de doce meses miraban más tiempo a la boca, independientemente del lenguaje, y más tiempo que los bebés monolingües en cualquier caso. «Cuando los niños son mayores, también es importante para los bilingües seguir utilizando esta información visual de la boca, ya que están consolidando sus dos lenguas maternas», señala Pons.
El estudio ha tenido continuidad con otra investigación que ha comparado las estrategias de aprendizaje de niños bilingües que aprenden lenguas romances similares (catalán y castellano) con niños bilingües que aprenden lenguas más diferentes (castellano e inglés). Los resultados preliminares del estudio, con bebés de doce y quince meses, sugieren que es más difícil y complejo aprender lenguas similares, ya que el grupo de niños que las adquiere necesita más atención a la boca en comparación con los que aprenden lenguas más disímiles. «Es decir, cuanto más complejo es el entorno lingüístico en que se encuentran, más necesidad tienen de utilizar estas pistas audiovisuales», recalca el investigador.
Esta investigación puede ser útil para profundizar en el conocimiento de los diferentes factores que puedan estar relacionados con las dificultades para adquirir el lenguaje en etapas tempranas del desarrollo.
El estudio también ha abierto otra línea de investigación que relaciona el hecho de mirar a la boca o los ojos no solo con el aprendizaje del lenguaje por sí mismo, sino con variables comunicativas, sociales y emocionales. «Intentamos explorar todos los factores que pueden intervenir en los patrones de mirada que tiene un niño cuando interactúa con un adulto, y de qué modo diferentes aspectos como el hecho de ser bilingüe pueden modular este patrón de mirada sin indicar ningún problema en la vertiente social o comunicativa», concluye el investigador.