El proverbio africano que dice «para educar a un niño es necesaria toda la tribu» subraya la complejidad y el esfuerzo colectivo requerido en la formación de un joven. En este proceso, los padres enfrentan desafíos tradicionales como asegurar la alimentación y salud física del niño, educar su carácter para fomentar la responsabilidad personal, y facilitar su futuro profesional a través del rendimiento académico.Sin embargo, a estos retos atemporales se añaden otros más contemporáneos.
Las familias actuales deben manejar los riesgos asociados a las pantallas, la disminución del nivel académico en muchas áreas de estudio recientemente, y las incertidumbres generadas por la emergente presencia de la inteligencia artificial en la educación.Ante este cúmulo de desafíos, es común que los padres adopten una actitud sobreprotectora hacia sus hijos. En este contexto, los pedagogos estadounidenses Foster W. Cline y Jim Fay acuñaron en los años sesenta el término «padres helicóptero», refiriéndose a aquellos progenitores que son excesivamente controladores con sus hijos.
Un equipo de investigadores de universidades australianas, canadienses y coreanas ha publicado recientemente un estudio en la revista American Psychologist, que destaca los riesgos de una educación sobrecontroladora y los beneficios de otorgar autonomía a los hijos.
Este análisis exhaustivo incluyó un total de 238 estudios sobre el tema, abarcando a 126,423 jóvenes de 38 países diferentes, lo que representa una muestra global significativa y representativa. Las conclusiones del estudio son concluyentes: otorgar mayor libertad a los hijos está positivamente relacionado con su bienestar, mientras que un control psicológico excesivo por parte de los padres tiende a resultar en el malestar de los jóvenes.
Los resultados del estudio muestran que los efectos de la sobreprotección son consistentes a través de diversas regiones del mundo y culturas, sin variar por sexo o etapa de desarrollo. Es decir, la sobreprotección resulta igualmente perjudicial tanto para una niña de seis años como para un adolescente varón de 16 años.
Los autores de la investigación, después de analizar datos de más de 125,000 jóvenes, concluyen que los padres que fomentan la autonomía en sus hijos los dotan de habilidades cruciales para un funcionamiento óptimo tanto en la esfera personal como social. Por el contrario, los niños cuya libertad es restringida por el control psicológico de sus padres tienden a habituarse a los castigos y amenazas, en lugar de a las oportunidades para jugar y crecer. Como resultado, estos niños son más propensos a experimentar ansiedad y depresión en sus vidas.
Ante la incertidumbre de cómo equilibrar la libertad y la protección de los hijos, los autores del estudio clarifican que esta no debe ser vista como un dilema. Según los académicos, proteger a los hijos no necesariamente implica imponer reglas o castigos sin justificación. Asimismo, permitir la autonomía no significa ofrecer libertad ilimitada comprometiendo la seguridad personal. El estudio sugiere que, más que decidir si la protección es más importante que la autonomía, los padres deberían enfocarse en crear oportunidades para la libertad dentro de un contexto de seguridad familiar que ellos mismos establezcan.
En una entrevista con THE OBJECTIVE, el filósofo Gregorio Luri, experto en temas educativos, aborda esta temática y expresa que la sobreprotección es una forma de maltrato, ya que impide que los hijos desarrollen su autonomía. Luri destaca cómo los niños de hoy son la primera generación sin cicatrices en las rodillas, simbolizando la falta de espacios para vivir aventuras de manera autónoma. Él critica la constante supervisión adulta, preguntando retóricamente si una infancia sin riesgos es realmente una infancia.