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Así es.
Yo creo que no tenía ni redes sociales por aquel entonces. Estaba recién salido de la carrera y Carmen, mi tutora por entonces y ahora compañera, me ofreció ver a un paciente en su despacho.
Aquello rompió mis planes y me metió de lleno en la clínica.
Todas las semanas salía a patearme la ciudad y poner carteles en farolas y marquesinas por Madrid Capital. Tijeras en mano y con pánico a que me pillase la policía.
El caso es que aquello, aunque fue una paliza que ahora no repetiría, me sirvió para tener un volumen de pacientes bastante alto.
Bastante alto sobre todo para alguien que comienza: El primer año estaba teniendo ya entorno a unos 10 pacientes por semana.
El segundo año ya eran 15.
Quizás puedes pensar que no son tantos, pero para alguien que aún no tiene muchas tablas y tiene que leer y documentarse mucho, yo creo que es bastante.
Sobre todo como seas un poco anancástico y quieras hacerlo todo perfecto.
El segundo año llegué fundido. En una auténtica crisis profesional y personal. Sentía que no lo hacía bien y me afectaba bastante.
Yo supervisaba los casos con Carmen. Ella me vio mal y me preguntó que, qué me pasaba.
Se lo conté y le dije que estaba teniendo tentaciones de dejar la profesión y dedicarme a otra cosa.
Yo pensaba que ella me iba a decir que no podía hacer eso, que era un tío muy válido, un terapeuta de raza como solía decirme, pero me hizo una pregunta que me sorprendió mucho en aquel momento:
¿Si no te dedicaras a la psicología, a qué lo harías?
Entonces pensé, hostia, no sé qué haría.
Bueno sí, cantante. Sería muy bueno si no fuera por la voz.
Ningún trabajo es una condena y tengo muy claro, que aunque me sienta muy psicólogo, antes que la profesión está mi salud.
Sin embargo, no había otra cosa que quisiera hacer. Pensaba en algunos hobbies que tengo, pero nada lo suficientemente contundente como para decir “quiero dedicarme a esto”.
Lo estaba enfocando mal. La solución no estaba en buscar un sitio diferente, si no cuidar el sitio donde me encontraba.
Tenía que cuidar mi entorno de trabajo, y en este caso eso significa: elegir los pacientes que creo que puedo ayudar, derivar los que pienso que no, y manejar el volumen de casos en función del punto en el que me encuentro.
Y sobre todo, dejar de salir a poner carteles.
Esto es algo que sólo puedes hacer cuando trabajas por cuenta propia. Tengo compañeros hastiados con la profesión por tener que ejercerla de una manera ingrata.
Y es una pena. Es una pena que una profesión tan bonita, nos veamos obligados a habitarla de una manera poco satisfactoria. Tanto para el paciente como para nosotros mismos.
El objetivo es aprender a vivirla bien, y esto inevitablemente está ligado al marketing. A saber generar las mejores condiciones para nosotros. En este enlace te dejo varios recursos para psicólogos, donde enseño estrategias para conseguir pacientes, como crear una web de psicología y también plantillas gratuitas para redes sociales :)
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