Sufrir episodios recurrentes de ganas irrefrenables de comer, sin que ello vaya precedido de un ayuno prolongado, en los que se come más rápido de lo normal y consumiendo también más comida de lo normal, todo ello acompañado por sentimientos de angustia y pérdida de control, puede ser una señal de que la persona sufre un trastorno de la conducta alimentaria.
A juzgar por los datos de la población estadounidense, casi el 3 por ciento de las personas sufren en algún momento de su vida un trastorno como el descrito. Y de ellas, más de 8 de cada 10 sufrieron en la infancia abusos, negligencias u otras experiencias igual de traumatizantes.
El equipo de Sora Shin, del Virginia Tech (Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia) en Estados Unidos, se propuso encontrar el aparente vínculo entre la tendencia a darse atracones de comida y haber sufrido una experiencia traumática en la infancia.
Y lo que Shin y sus colegas han hallado es un circuito cerebral específico que es vulnerable al estrés. Este puede alterar el funcionamiento de dicho circuito, impidiéndole cumplir debidamente sus misiones.
El equipo de Shin ha averiguado cómo esa vía cerebral, que normalmente envía a tiempo señales para que sintamos una sensación de saciedad y dejemos de comer, puede verse alterada por un trauma en los primeros años de vida.
El descubrimiento, obtenido analizando ratones, añade una nueva perspectiva a comportamientos como el de darse atracones y a problemas de salud como la obesidad.
Para identificar la conexión entre la tendencia enfermiza a darse atracones y el trauma infantil, el equipo de Shin estudió la influencia de una hormona cerebral llamada leptina. Se sabe desde hace tiempo que la leptina suprime el apetito y evita el aumento de peso al indicarle al cerebro que es momento de dejar de comer.
El equipo descubrió que en los ratones del estudio que habían sufrido estrés en su infancia y mostraban un comportamiento similar al de las personas que se dan atracones, la leptina era menos eficaz en una parte del cerebro llamada hipotálamo lateral, donde se regulan muchos comportamientos. Sin estas señales cerebrales, el atracón continúa.
El estudio se titula “Early adversity promotes binge-like eating habits by remodeling a leptin-responsive lateral hypothalamus–brainstem pathway”. Y se ha publicado en la revista académica Nature Neuroscience