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Qué pasa cuando tu hijo no se quiere sentar a la mesa en Navidad



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Noticia | 05/01/2022

Si el adolescente no quiere compartir la mesa de Navidad con sus padres, madres, abuelos y tíos y flota un ambiente de hostilidad hay que hacerse dos preguntas de entrada, indican los expertos.


A escasos días de Navidad, Nochebuena, fin de año y Reyes, son muchas las familias con hijos adolescentes en casa que se encuentran con una situación que es todo menos idílica, con dificultades incluso para sentarse todos juntos en la mesa. La idea común, apunta el psicólogo Jordi Royo, director clínico de los centros Amalgama7, «es que de forma genérica el adolescente se adapta mal a la relación con los adultos. Por esto mismo se relaciona tan bien con sus semejantes y por esto sus amigos se convierten en su familia. De hecho, en numerosas ocasiones, llegan a suplantar a esta por sus amigos, porque es donde se encuentran más cómodos. Pero en este caso, cuando realmente no quiere compartir la mesa de Navidad con sus padres, madres, abuelos y tíos y flota un ambiente de hostilidad hay que hacerse dos preguntas de entrada para ver qué motivo hay detras de si encuentro realmente produce bienestar o no», propone.


La primera sería: ¿Es que los adultos, los progenitores, no estamos bien juntos? « Porque en ese caso no podemos hacer muy responsables a los adolescentes de que se sientan cómodos», apunta el director clínico de Amalgama7. En cambio, sugiere, «si realmente los mayores están deseosos de tener este encuentro familiar, están cómodos y no se sientan por convención para no herir a los abuelos o por lo que sea, se trata de ver cuál es el problema de ese menor, sabiendo que de entrada los adolescentes en su conjunto tienen tendencia a decir “no'' porque esta es su palabra favorita y se adaptan mal a la relación con los adultos».


En el fondo -aclara este experto-, lo que hará el adolescente es expresarse más abruptamente, de manera más hostil, más directa, sin convencionalidades. Por eso precisamente cuando un chico o una chica tiene comportamientos oposicionistas beligerantes u hostiles respecto a sus padres o profesores, la pregunta es: "¿por qué los tiene?"». «¿El origen del problema es como consecuencia de un trastorno psicológico o de un trastorno educativo?», cuestiona este psicólogo.


Si el problema está en el menor, aclara, «la primera idea es trabajar con un diagnóstico. Aclarar esto es una cosa muy importante: ¿se trata de un enfermo o un maleducado? Es importante saberlo, el diagnóstico es fundamental. Debemos distinguir bien si esos comportamientos disruptivos, oposicionistas o desafiantes del chico no son consecuencia de un trastorno mental (TDAH, trastorno de personalidad… etc), sino consecuencia de un trastorno educativo». «Es importante poder distinguir y contrariamente a lo que se piensa, el pronóstico es más fácil cuando es un trastorno psicopatológico que cuando es psicoeducativo», insiste.
 
Aunque en ambos casos para poder tener éxito, recalca este experto, «necesitamos del compromiso de la familia, pero cuando es un trastorno educativo su implicación es prioritaria. Pongamos por ejemplo el adolescente que no se desapega del movil ni en el momento de la misma cena. ¿Los padres hacen lo mismo? Si queremos cambiar tendremos implicar al padre y la madre para que hagan lo mismo. Por lo tanto, tendremos que llegar a un acuerdo: "de 8:00 a 10:00 pm. es la hora a la que vamos a cenar y no vamos a mirar ninguno el teléfono. Vamos a hacer algo conjunto”. La cuestión es que si el menor tiene un trastorno educativo hay que recuperar también a la familia. No es fácil. ¿Por qué? Porque en el origen de ese trastorno educativo también ha estado muy implicada».


Por contra, prosigue, «si el chico tiene, vamos a poner, un trastorno de poca comunicación con su familia porque está pasando por una depresión. en tanto en cuanto puedas ayudar a este menor con una intervención psicológica o psicoterapéutica y farmacológica adecuada, el trastorno va a mejorar y en consecuencia va a mejorar la comunicación. ¿Es necesaria la implicación de los progenitores? Sí que lo es, pero no necesariamente estos tendrán que hacer grandes cambios».


Lo que está ocurriendo, en general, concluye Royo, «es que hasta hace relativamente poco la Navidad era sinónimo de familia espiritualidad, y ahora la Navidad es sinónimo de consumo. Sinónimo de mi placer o necesidades individuales que quiero yo por Navidad?estamos en una nueva cultura. La pregunta hasta hace pocas generaciones era esta: ¿qué hacemos en Navidad? y la estamos cambiado por el ¿qué quiero? Está cambiando el conjunto por el individuo. Y a esto los adolescentes se apuntan porque son muy vulnerables. Que el adolescente vea algo que le guste es normal, porque vivimos en una sociedad repleta de estímulos para que consumamos. Es lógico pero hay que intentar que cambie ese esquema y pueda preguntarse "si lo necesita o no" antes de "si lo quiero o no"».


 


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Fuente: ABC
Palabras clave: Navidad, familia, psicología, adolescente
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