Según el Ministerio de Sanidad y el Instituto Carlos III, se estima que las enfermedades mentales en España tienen tasas de mortalidad y discapacidad equiparables a las enfermedades crónicas más frecuentes, como son las cardiovasculares y el cáncer.
En población general, una de cada cuatro personas experimenta un trastorno mental común a lo largo de su vida y entre el 0,5 y el 1% un trastorno mental grave.
El abuso de sustancias, junto con la anorexia, son las que presentan un mayor riesgo de mortalidad. Por eso, se debería aumentar la conciencia sobre la necesidad de prevención de estas patologías.
La evidencia del impacto de los trastornos mentales en la salud física de los pacientes se ha cuantificado en reducción estimada de 20 años en la esperanza de vida con respecto a la población general, tomando en cuenta muertes por cualquier causa.
Vivir más y mejor
No obstante, falta evidencia sobre los años de vida reducidos que son atribuibles a efectos metabólicos de algunos fármacos, tales como antidepresivos, antipsicóticos y eutimizantes. Además, no solo se trata de sobrevivir más tiempo, sino mejor. La depresión es, desde hace varios años, a nivel mundial, la causa número uno de más años vividos con discapacidad. No hay que olvidar que la enfermedad mental afecta, en gran medida, a personas en pleno desarrollo o crecimiento, tanto biológico, como social y económico.
La expectativa de vida de los pacientes ha mejorado parcialmente con la introducción de nuevas moléculas antidepresivas y antipsicóticas. La mejoría en el perfil de efectos indeseables de la medicación psicofarmacológica y la progresiva desestigmatización de las enfermedades mentales ha mejorado la calidad de vida de las personas que padecen dichas enfermedades, aunque aún queda mucho camino por hacer.
Rehabilitación
La psiquiatría comunitaria ha permitido que los programas de rehabilitación funcional y psicosocial sean más accesibles a la población para mejorar hábitos de vida saludables, ejercicio físico, así como acceso a plazas de trabajo protegidas y terapia ocupacional.
Es fundamental implementar nuevas terapias que mejoren la recuperación de la funcionalidad de los pacientes. Los nuevos antipsicóticos ofrecen mejores perfiles metabólicos y los programas rehabilitadores están mejorando el nivel de actividad y hábitos saludables.
Comorbilidades
Sin duda alguna, el síndrome metabólico es la comorbilidad que más preocupa a los clínicos. La obesidad, dislipidemia, hipertensión arterial, insulinorresistencia o diabetes mellitus tipo 2 suponen en riesgo para desarrollar enfermedades cerebrovasculares, cardiovasculares o deterioro cognitivo. La obesidad agrava el sedentarismo y el aislamiento social, lo cual repercute sobre la clínica negativa y depresiva.
A esto hay que añadir la adicción a sustancias tóxicas, siendo la patología dual muy prevalente.
Está demostrado que el consumo de drogas aumenta las posibilidades de padecer trastornos mentales o que estos sean más graves y que aparezcan antes.
Abordaje integral
Tanto la patología psiquiátrica como la adicción a sustancias toxicas pueden ser causa o ser resultado la una de la otra. Por eso, deben ser abordadas de forma integral, teniendo en cuenta que en numerosas ocasiones el consumo de drogas se considera un factor de alto riesgo a la hora de abandonar el tratamiento.
Muchos pacientes, especialmente los que tienen trastorno mental grave, ven en el psiquiatra a su médico de cabecera, ya sea por la confianza depositada, el vínculo terapéutico y la frecuencia de las visitas. Por eso, el psiquiatra, más que el médico de familia, debe velar por el mantenimiento integral y holístico de la salud de los pacientes, sin descuidar las patologías somáticas, realizando despistajes, orientando a los pacientes sobre consultas a otros especialistas y valorando siempre causar el mínimo daño con las intervenciones psicofarmacológicas propuestas.
Detección precoz
No obstante, el médico de Atención Primaria tiene especial importancia y responsabilidad en la detección precoz de los pacientes con trastorno mental, pues en la mayoría de los casos suele ser el primer profesional con el que contactan antes de llegar a Salud Mental.
Así, juegan un papel relevante tanto en la prevención de los trastornos mentales como en la promoción de la salud mental, y en el tratamiento y seguimiento de estos pacientes en los ámbitos familiar y comunitario, facilitando la continuidad de los cuidados y evitando la perpetuación futura de trastornos psicosociales graves.