Resumen

Los pacientes con Trastorno del Espectro Autista (TEA) pueden presentar conductas agresivas, autolesiones o irritabilidad que aunque no constituyen síntomas nucleares del trastorno, generan alarma e importantes repercusiones funcionales. Estos comportamientos se atribuyen frecuentemente al propio TEA y es común que no se acompañen de intervenciones terapéuticas específicas, condicionado por la ausencia de abordajes farmacológicos eficaces para el autismo. En este contexto, es importante considerar que la aparición de cambios conductuales pueden reflejar la presencia de otro trastorno mental comórbido, cuya identificación y tratamiento precoz comportará una gran beneficio para los pacientes1 .

A continuación se describe el caso de una paciente de 17 años diagnosticada de Síndrome de Asperger en la infancia, y que 9 años después desarrolla un Trastorno Bipolar tipo I (TB). El objetivo es revisar la comorbilidad entre ambos trastornos y fomentar la discusión sobre la relevancia de realizar un diagnóstico diferencial que conduzca al abordaje terapéutico.

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