Las situaciones de miedo controlado como las que se viven en Halloween pueden generar placer e incluso reducir la ansiedad, según ha destacado la psicóloga Alejandra Serrano, de Ypsilon Sport Clínic y miembro de Saluspot, ya que al no haber ningún peligro real y tener un tiempo limitado acaba produciendo sensación de alivio.
Los sustos, según explica esta experta, suelen ser interpretados por el cerebro como una amenaza y activan el sistema nervioso simpático, que a través de la liberación de adrenalina controla las reacciones del cuerpo para preparar ante un posible ataque o huir.
"Se aceleran el ritmo cardiaco y la respiración, lo que favorece la circulación de más sangre en los músculos, que se tensan para predisponernos a la acción. Además, las pupilas se dilatan para enfocar mejor", ha reconocido esta experta.
Pero cuando estos sustos o el miedo están controlados, la situación es diferente e incluso "es muy fácil pasar del miedo a la risa, con todos los beneficios que la carcajada aporta al organismo", al tiempo que también produce un aumento de la testosterona.
Serrano ha reconocido que no todo el mundo disfruta de la tensión que producen las historias de terror sin que ello conlleve tener "fobias o miedos que le limiten en su día a día".
"Tan solo sucede que uno no disfruta de esa experiencia ni de la descarga de adrenalina que se produce en el cerebro, posiblemente porque generan más cortisol", ha explicado.
CONTRAPRODUCENTE EN PERSONAS CON FOBIAS O PROBLEMAS CARDIACOS
En estos casos, los sustos pueden ser contraproducentes si fomentan el miedo en una persona con una fobia real, por lo que un profesional debe valorar si la exposición al miedo ayuda o no. Y si la persona sufre problemas cardiacos o ansiedad, la sensación de tensión estaría desaconsejada.
Del mismo modo, esta experta reconoce que inducir miedo a un niño es un arma de doble filo, ya que puede ayudar a educarles y a protegerlos frente a peligros reales pero, "si no tiene capacidad para entender que lo que le asusta no es real o no está ocurriendo, puede convertirlo en un niño temeroso con inseguridades difíciles de atender".
Además, reconoce que para iniciarles en el mundo del miedo o el terror debe tenerse en cuenta la personalidad del niño y su sensibilidad, más que su edad, ya que "si las cosas suelen afectarle mucho o sufre pesadillas recurrentes, quizá es más adecuado esperar a los 11 o los 12 años". Así, su madurez podrá interpretar la película como algo no real y no le afectarán las escenas de terror, ha añadido.