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Y de los hermanos ¿qué? Cómo ayudar a los hermanos de un TLP.

  • Autor/autores: Diana Molina López.

    ,Artículo,Trastornos de personalidad y hábitos,


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Artículo | Fecha de publicación: 29/12/2008
Artículo revisado por nuestra redacción

A veces estos siempre han vivido en casa un ambiente conflictivo derivado de un hermano “difícil” que cuando era pequeño se caracterizaba por sus rabietas, hacer algo más que travesuras y que al llegar a la adolescencia se desborda totalmente. En otras ocasiones el hermano difícil es un niño "diferente": se queja tanto de lo que hace como de lo que no hace, es un niño tristón y...



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A veces estos siempre han vivido en casa un ambiente conflictivo derivado de un hermano “difícil” que cuando era pequeño se caracterizaba por sus rabietas, hacer algo más que travesuras y que al llegar a la adolescencia se desborda totalmente. En otras ocasiones el hermano difícil es un niño "diferente": se queja tanto de lo que hace como de lo que no hace, es un niño tristón y tiene comportamientos raros. En ambos casos los padres siempre están pendientes y preocupados por él. Una situación diferente es la de aquellos hermanos cuya infancia ha discurrido de una forma bastante “normal” porque los problemas del TLP se muestran sobre todo en torno a la adolescencia.



El tipo de problemas concretos que muestre también es importante. Por ejemplo si la problemática dominante son ataques de ira, cambios emocionales abruptos, conductas rebeldes y oposicionistas, consumos de sustancias… es muy probable que los hermanos experimenten sentimientos muy contradictorios. Verán a su hermano como el culpable de su malestar, pero a la vez sentirá pena y desconcierto por lo que le sucede. Puede ocultar sus propias necesidades para no dar más problemas a los padres, compensarlos por todo lo que el otro no hace e intentar hacer una vida lo más normal posible. La relación entre los hermanos será distante porque sin entender lo que le sucede al otro, tome partido por los padres a los que ve sufrir una y otra vez por lo que el TLP hace. Como vemos vivir en casa es duro, pero no lo es menos la relación con el exterior. Socialmente es muy probable que se sienta avergonzado, sienta que no vive en una familia “normal” y prefiera callar sobre lo que pasa en casa.



Algo más fácil es cuando la problemática del TLP es menos actuadora ya que es probable que el grado de ruptura en la familia no sea tan intenso y se le vea más como un “enfermo”. Los hermanos se sentirán tan desconcertados como los padres, sufrirán viendo que su hermano no sale hacia delante y que está triste o protesta siempre, por una cosa o por otra.. En estos casos la comunicación entre los hermanos es más probable que se mantenga, sobre todo en aquellos momentos en que el paciente se muestra más accesible.



Por último la actitud de los padres también influye. Hay padres que responsabilizan en exceso a los hermanos, que le piden que medie en los conflictos, que cubran las dificultades o las carencias del TLP, que lo vigilen, en resumidas cuentas, los hacen aliados suyos para que ayuden en el “problema que tienen en casa”. Los padres de forma inconsciente los implican en el conflicto que ellos no pueden solucionar. A veces esta función es aceptada por los hijos y les acerca a los padres, pero les aleja del hermano, perdiendo así la relación fraternal. No obstante ayudar a los padres, sus sentimientos hacia ellos son contrarios. Les duele el sufrimiento de los padres, pero también les duele sentir que los padres sólo se ocupan del otro y ellos siempre están en un segundo plano. Todos son víctimas de un problema mucho mayor que ellos.



En otras ocasiones los hermanos rechazan este papel y reivindican su espacio propio. Si los padres no están sobrepasados entienden la crítica y modifican su forma de actuar. En los casos en que los padres no pueden desprenderse del problema del TLP, los hermanos pueden decidir vivir en casa con una mínima implicación emocional, como si viviesen en una pensión y soñar con el momento en que puedan vivir independientes.



Estas situaciones y otras parecidas hacen que los padres sufran por sus otros hijos y se planteen como protegerlos. Primero hay que intentar desdramatizar la situación. Como dice un refrán “cada familia es un mundo”, lo cual quiere decir que cada familia tiene unos condicionantes y condiciona de una manera a sus miembros. Sólo en el “a largo plazo” sabremos el efecto que tales vivencias ha tenido en los hermanos. Presuponer de entrada que su repercusión es negativa, es dar por hecho la debilidad del resto de los hijos y tener una visión parcial de la vida de familia, dado que “el todo es más que la suma de las partes”. En segundo lugar mencionaríamos tres principios de actuación: a) no implicar a los hermanos en los problemas creados por la persona con TLP, salvo cuando sea imprescindible. Pensemos que es bueno que la relación entre hermanos se mantenga y como no se puede hacer que los problemas desaparezcan, si es necesario descargar la situación familiar allá donde se pueda y b) crear con ellos una relación ajena a los problemas familiares, compartiendo áreas de relación propia y c) tolerarles la expresión de sentimientos negativos hacia el hermano TLP con el objeto de reconocerles aquello que sienten.



Por último la cuestión relativa a cómo se le dice que su hermano tiene TLP. Si estos son mayores, una vez los padres han entendido el trastorno están en condiciones de explicarlo con las mismas palabras con las que a ellos se lo transmitieron. El panorama es diferente cuando los hermanos son menores al que tiene el trastorno y es difícil hablarles en términos propiamente adultos, pero por otra parte han presenciado situaciones poco habituales como idas y venidas a urgencias, crisis de nervios, amenazas de autolesiones y a los padres desbordados o deprimidos frente a las dificultades de su hermano.



El momento en que los padres se plantean comunicarlo al resto de hijos es cuando existe seguridad respecto al problema, es decir, cuando hay un diagnóstico. Este abre una nueva etapa y es lógico que de ella se beneficien todos los miembros de la familia: el paciente como actor de su trastorno, los padres que se han visto directamente implicados y los hermanos que lo han vivido de forma indirecta pero tan confundidos como los demás.

Seguidamente daremos algunas pautas que nos pueden ser de utilidad siempre que nos planteemos como decírselo a los hermanos y estos sean adolescentes o dudemos de que enfoque adoptar:



1 Se debe partir del relato que hace nuestro hijo: de lo que le preocupa, molesta, duele, o enfada.



2 Intentar ver “que dice” y “que no dice”. Puede que aquello que no dice sea debido a que se siente culpable o sienta que es injusto con la situación. Darle “nombre” es empezar a ayudarle a vivir en la situación que le ha tocado, quitarle fuerza y desdramatizar sentimientos negativos que le pueden hacer sentirse “malo”.



3 Hay que descargarlo de “culpa” y validar sus emociones y la forma en qué actúa, aunque habrá otras ocasiones en que lo adecuado será señalarle formas alternativas de actuar.



4 Distinguir entre el trastorno y la persona. Destacarle los puntos positivos del hermano con TLP, aquellas actividades, actitudes que han compartido. Se trataría de mostrarle que su hermano con trastorno es algo más que un hermano conflictivo.



5 Depende de la edad del interlocutor es mejor evitar la palabra “trastorno” y hablar de “dificultades para no ponerse nervioso” o algo parecido, pero que conecte con el relato que nos haya hecho previamente.



6 Hay que fomentar “la aceptación” del hermano tal y como es, con sus puntos fuertes y débiles.



7 En la medida de lo posible y siempre relacionándolo con su relato hay que hablarle de una forma realista, pero esperanzadora de las dificultades de su hermano. Por ejemplo decirle que es muy posible que su hermano siga teniendo crisis, pero saber como actuar ayudará a que estas cada vez sean menos intensas.



8 Sería conveniente darle algunas pautas que le ayuden a protegerse de determinadas conductas por las que se siente especialmente dolido y cuya reacción puede hacer empeorar las cosas.



9 En ciertos casos en que sentimos que nuestro hijo es muy responsable, hay que descargarle de la necesidad de ser de una forma determinada, ya que se pueden sentir en la obligación de callar y comportarse bien para evitar crearnos problemas añadidos.



Esta serie de pautas son válidas con respecto a como comunicarlo y también son actitudes válidas para ayudar a los hermanos a enfrentar sus dificultades con el TLP. Sólo nos queda añadir que para que la comunicación funcione es necesario que haya una congruencia entre lo que “se dice” y “como se dice”, dado que el 70% de la comunicación es no verbal. Sólo si somos auténticos podremos ayudar a nuestros hijos y esto no se puede enseñar en un artículo, es algo que se transmite de forma natural cuando “creemos” en lo que estamos diciendo.

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