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La sensibilidad parental: elemento importante en el desarrollo del vínculo afectivo

  • Autor/autores: Jacobo Cano de Escoriaza

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Artículo | Fecha de publicación: 06/02/2001
Artículo revisado por nuestra redacción

EVALUACIÓN DEL APEGO: EL PROCEDIMIENTO DE LA SITUACIÓN EXTRAÑAEl apego o vínculo afectivo está muy relacionada con la tendencia del ser humanos para establecer relaciones perdurables (Vargas T. y Polaino-Lorente A., 1996; Cano J. y Polaino-Lorente A. 1997). En este sentido, la evaluación de dicho apego se puede realizar con el “procedimiento de la situación extraña”, cuya fundamentación...



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EVALUACIÓN DEL APEGO: EL PROCEDIMIENTO DE LA SITUACIÓN EXTRAÑA

El apego o vínculo afectivo está muy relacionada con la tendencia del ser humanos para establecer relaciones perdurables (Vargas T. y Polaino-Lorente A., 1996; Cano J. y Polaino-Lorente A. 1997). En este sentido, la evaluación de dicho apego se puede realizar con el “procedimiento de la situación extraña”, cuya fundamentación teórica pasamos a continuación a detallar.



Varios autores (Ainsworth, Bell y Stayton, 1971) desarrollaron un estudio de laboratorio denominado “Procedimiento de la situación extraña” con el objetivo prioritario de evaluar la calidad del apego en niños de cincuenta y una semanas de edad. Se pretendía observar el efecto de la presencia y ausencia de la madre sobre la respuesta de los niños pequeños con la presencia de una persona extraña.



La autora partía de la hipótesis de que el tipo de respuestas que el niño mostraba en estas situaciones de laboratorio era consecuencia del estilo en la interacción madre-hijo en el hogar. Reflejaba en cierta manera, el grado de disponibilidad materna percibida por el hijo y, en consecuencia, la mayor o menor seguridad o inseguridad experimentada por el mismo.



Ainsworth suponía que en condiciones normales la conducta del niño pequeño hacia la exploración del mundo externo se veía contrarrestada por el apego que le retenía cerca de la madre. Observó que los niños se apoyaban en la madre que era la que les proporcionaba la seguridad necesaria para poder explorar el mundo externo.



La “situación extraña” original diseñada por Ainsworth se llevó a cabo en un laboratorio experimental. Ainsworth amuebló una pequeña habitación con tres sillas, dejando un espacio abierto en el medio. Una silla, en uno de los rincones, era para la madre; otra, frente a ella, para una desconocida, y una tercera sillita, en el extremo opuesto, se destinaba a sostener una pila de juguetes. Se diseñó la situación de manera tal que fuese lo bastante novedosa como para excitar el interés del niño, pero no lo bastante novedosa como para aterrorizarlo. La entrada de una persona desconocida debía ser lo bastante gradual como para que todo atisbo de temor que pudiese provocar fuese atribuido a la falta de familiaridad del pequeño con ella, y no a una conducta abrupta o alarmante.



Se sucedieron ocho episodios experimentales, organizados de manera tal que los menos perturbadores se registraran en primer lugar; se trataba de algo similar a muchas experiencias que el bebé podía tener en el curso de su vida cotidiana. Tanto la madre como la desconocida recibían instrucciones por adelantado sobre los papeles que debían desempeñar. En un episodio preliminar la madre, acompañada de uno de los observadores, llevaba al bebé a la habitación; luego partía el observador. Durante la serie total de episodios, observadores situados detrás de una ventana que permitía la visión en una dirección única registraban la conducta del bebé, la madre y la desconocida. A partir de ese registro podía obtenerse dos medidas de conducta para cada bebé:



a) la frecuencia con que se registraban las diferentes pautas de conducta durante cada episodio, medida, en todos los casos, asignando un puntaje de 1 para cada periodo de quince segundos durante el cual se advertía esa conducta (por consiguiente, para un episodio de tres minutos el puntaje podía variar entre cero y doce)



b) la intensidad de ciertas pautas de conducta registradas durante cada episodio; al medir esa intensidad, a menudo era necesario tener en cuenta la conducta de la madre o de la desconocida para con el bebé.



A continuación vamos a explicar cada uno de los etapas o episodios. La duración aproximada de todas las etapas es de tres minutos aproximadamente. Ejemplificamos la descripción de la ”situación extraña” con la madre, aunque se realizan también las etapas con el padre (Meca R. y Polaino-Lorente A. 1997; Vargas T. y Polaino-Lorente A. 1997; Medina S. y Polaino-Lorente A. 1997).

ETAPA 1 (madre-niño):

La madre y el niño interactúan de una forma natural. Evaluamos la exploración del entorno del niño en presencia de la madre.

ETAPA 2 (extraño-madre-niño):

Un extraño entra en la habitación, se sienta silenciosamente durante un minuto, conversa con la madre en el siguiente minuto (pero sin hablar ni dirigirse al niño) y, gradualmente, se aproxima entonces al niño (en este momento, la madre tiene que apartar la mirada de la situación, de manera que no haya contacto ocular con su hijo, ni asentimientos ni interacciones de ningún tipo). Al final del tercer minuto, la madre abandona discretamente la habitación.

Esta etapa evalúa la respuesta al extraño en presencia de la madre.

ETAPA 3 (extraño-niño).

Si el niño está feliz jugando, el extraño no participa. Si el niño está inactivo, el extraño intentará interactuar con él. Para eso es importante que el extraño sepa instigarle de la forma más adecuada posible para que el niño se involucre con él.

En esta etapa evaluamos la respuesta del niño a la separación.

ETAPA 4 (madre-niño):

La madre entra, se queda parada en la entrada para dar al niño la oportunidad de iniciar una respuesta espontánea hacia ella. El extraño se marcha discretamente. Lo que la madre tiene que hacer a continuación no se especifica. Se comportará de forma natural, hasta que a los tres minutos se despedirá diciendo “adiós”.

Esta etapa evalúa la respuesta del niño al reencuentro.

ETAPA 5 (niño solo):

El niño se queda solo, a menos que esté tan estresado que la etapa tenga que interrumpirse. Esta etapa evalúa la respuesta del niño a la separación, cuando está sólo.

ETAPA 6 (extraño-niño):

El extraño entra y se comporta como en la tercera etapa. Aquí se evalúa la reacción del niño al extraño, después de la separación.

ETAPA 7 (madre-niño):

La madre regresa y el extraño se va. Después de observar la reunión, la situación se termina.

Esta etapa evalúa la respuesta del niño al reencuentro.



Ainsworth et al. (1978) clasificaron las respuestas conductuales del niño a la “Strange Situation” en cuatro tipos:



1. APEGO: el niño permanece pegado a la madre o escondido detrás de ella.

2. MIEDO Y RECELO: llora o se retrae ante la persona extraña. Rechaza el juguete que le ofrece.

3. CONDUCTA EXPLORATORIA: el niño muestra interés por el objeto que le ofrece la persona desconocida y todavía más por la persona extraña.

4. CONDUCTA PARTICIPATIVA: el niño busca la relación con el extraño con sonrisas, vocalizaciones, aproximación, contacto corporal o cogiendo el objeto que le ofrece esta persona.

PAPEL DEL PADRE EN EL SISTEMA FAMILIAR

En la investigación de la relación entre padres e hijos, se hace prácticamente una mención exclusiva a la diada entre la madre y el niño/a. Se había delegado la importante labor de educación exclusivamente a la figura materna. Por lo tanto, los obstáculos, dificultades o deficiencias en dicha relación quedaba centrada en dicha diada y no se hacía mención alguna al papel del padre. Y hasta hace aproximadamente dos décadas, no se ha tenido demasiado en cuenta la naturaleza de las primeras relaciones padre-hijo, ni el impacto que el padre produce en el desarrollo del niño.



Este olvido del papel del padre en la interacción con el niño en la temprana infancia se originó, en cierto modo, por la primacía atribuida a la relación madre-hijo y por la creencia -todavía hoy indemostrada- de que la influencia paterna era relevante sólo a partir de los primeros seis o siete años.



El padre facilita el proceso de separación-individuación del niño con su madre (Mahler y Gosliner, 1955), fomentando su autonomía, competencia y fortaleza. El padre, por tanto, es una figura alternativa del apego, especialmente cuando la relación con la madre es problemática. Esa relación problemática y distante con la madre conduce a una relación niño/a padre más gratificante y positiva.



Bowlby (1988) considera que el padre es secundario y desempeña un papel auxiliar con respecto a la madre. Estas falsas creencias se han disipado en la actualidad, como resultado de dos hechos fundamentales. Por un lado, por la incorporación de la mujer al mundo del trabajo. Por otro, porque en la década de los setenta se han publicado numerosas investigaciones en las que se destaca que la relación de apego madre-hijo es independiente de la relación de apego padre-hijo, tal como hemos señalado (Grossmann, Grossmann; Hubert y Wartner, 1981; Volling y Belsky, 1992).



El apego padre-hijo contribuye en gran medida al desarrollo del niño, especialmente en lo que se refiere al desarrollo del funcionamiento social y de la competencia exploratoria (Belsky, Garduque y Hrncir, 1984b; Lamb, Hwang, Frodi, 1982; Main y Weston, 1981; Volling y Belsky, 1992).



En diversas investigaciones se ha comprobado que los niños, cuyos padres están frecuentemente ausentes, tienen menos simpatías y gozan de relaciones menos satisfactorias con sus compañeros (Stolz, 1954), al mismo tiempo que presentan un menor desarrollo cognitivo (Pedersen, Rubinstein y Yarrow, 1979), respecto de los niños que gozan de la presencia regular y estable del padre.



Tanto los padres como las madres muestran el mismo grado de competencia en la crianza y educación de sus hijos, aunque difieran sus respuestas específicas a las señales emitidas por ellos (Lamb, 1981).



Diversos estudios demuestran también que el padre interactúa de forma amplia con el niño (Lamb, 1976ª, Lamb 1976b; Parke, 1978). A lo largo de las últimas décadas, el padre se ha incorporado a actividades que anteriormente estaban casi reservadas exclusivamente a la mujer, sobre todo debido a los horarios de trabajo más reducidos y a la incorporación de ésta al mundo laboral, tal y como hemos señalado anteriormente. También los padres pueden mostrar una sensibilidad especial para con el hijo ofreciendo un amplio repertorio de conductas.



La solidez de esta tendencia de un mayor papel del padre en la educación de los hijos queda confirmada por investigaciones que muestran que los niños forman relaciones de apego con sus padres, durante el primer año de vida y que éste llega a menudo a sentir apego por su hijo durante los tres días que siguen al nacimiento y que dicha unión, durante la infancia, tiene importantes implicaciones para un desarrollo saludable del hijo (Lamb, 1981; Lynn, 1974).



¿En qué difieren las relaciones de los niños con sus padres de las que tienen con sus madres? En primer lugar, las madres emplean más tiempo en ellos. Además, realizan distintas actividades. Tienden a coger a sus hijos para cuidarlos, alimentarlos, cambiarlos o bañarlos, mientras que los padres los cogen para jugar con ellos, normalmente de forma más estrepitosa que los juegos que inician las madres. Por otra parte, los padres que se encargan de cuidar a sus hijos parecen realizar el trabajo tan bien como las madres: tocan, miran, hablan, mueven y besan a sus hijos tanto como lo hacen las madres, responden igualmente a las indicaciones de los niños y son tan eficientes como ellas al darles de comer. Aún hoy, cuando ambos están presentes, la madre normalmente se encarga de los cuidados básicos, mientras que el padre juega con el niño.

BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA

AINSWORTH, M. D., BELL, S. M., STAYTON, D. J. (1971) Individual differences in strange situation behavior of one year olds. In H. R. Shaffer, The origins of human social relations. New York: Academic Press.

AINSWORTH, M. D., BLEHAR, M. C., WATERS, E. Y WALLS, S. (1978) Patterns of attachment, a psychological study of the strange situation. Hillsdale, NJ: Erlbaum.

BELSKY, J., GARDUQUE, L. AND HRNCIR, E. (1984) Assessing performance, competence and executive capacity in play: Relations to home environment and security of attachment. Developmental Psychology, 20, 406-417.

BOWLBY, J.(1988) A secure base. New York: Basic Books.

CANO DE ESCORIAZA J. Y POLAINO-LORENTE, A. (1997) Cómo mejorar el apego en la educación temprana. Comunidad Educativa 244, 31-35.

GROSSMANN K., GROSSMANN K., HUBERT F. Y WARTNER V. (1981) German children´s behavior toward their mothers at 12 months and their fathers at 18 months in Ainsworth´s strange situation. International Journal of Behavioral Development 4, 157-181.

LAMB, M.E. (1976a) Effects of stress and cohort on mother and father infant interaction. Developmental Psychology 12, 435-443.

LAMB, M.E. (1976b) Interactions between two year olds and their mothers and fathers. Psychological Reports 38, 448-450.

LAMB, M.E. (1981) The development of father-infant relationships. In M.E. Lamb (Eds.), The role of the father in child development. New York: Wiley. 459-488.

LAMB, M.E., HWANG C.P., FRODI A. Y FRODI, M. (1982) Security of mother and fathr infant attachment and its relation to sociability with strangers in traditional and non traditional Swedish families. Infant Behvior and Development 5, 355-367.

LYNN D-V. (1974) The father: his role in child development. Brooks/Cole Publishing Company. Montery California.

MAHLER M. Y GOSLINER R. (1955) An symbiotic child psychosis: Genetic, dinamic, and restitutive aspects. Psychoanlytic Study of the Child 10, 195-212.

MAIN, M. AND WESTON, D. (1981) The quality of the toddler´s relationship to mother and to father: Related to conflict behavior and the readiness to establish new relationships. Child Development 52, 932-940.

MECA RODRÍGUEZ DE RIVERA, R. Y POLAINO-LORENTE, A. (1997) Apego y trastornos de aprendizaje. Comunidad Educativa 244, 26-30.

MEDINA SIGUERO S. Y POLAINO-LORENTE A.: Estilos de apego y diferencias entre las figuras materna y paterna. Comunidad Educativa 244, 1997, 22-25.

Parke R.D. (1978): Parent-infant interaction: Progress, paradigms, problems. In G.P. Sackett (Eds.), Observing behavior: Vol. 1. Theory and application in mental retardation 69-94. Baltimore: University Park Press.

Pedersen F.A.; Rubinstein J. y Yarrow L.J. (1979): Infant development in father-absent families. Journal of Genetic Psychology 135, 51-61.

POLAINO-LORENTE A. (1997) Apego y educación temprana. Comunidad Educativa 244, 12-14.

STOLZ L.M. (1954) Father relations of war-born children: the effect of postwar adjustement of fathers on the behavior and personality of first children born while the fathers were at war, Sanford: Stanford University Press.

VARGAS ALDECOA, T. Y POLAINO-LORENTE, A. (1996) La familia del deficiente mental. Un estudio sobre el apego afectivo. Editorial Pirámide. Madrid.

VARGAS ALDECOA, T. Y POLAINO-LORENTE, A. (1997) Evaluar el apego en el aprendizaje temprano. Comunidad Educativa 244, 15-20.

VOLLING B. Y BELSKY J. (1992) Infant, father, and marital antecedents of infant-father attachment security in dual-earner and single-earner families. International Journal of Behavioral Development.

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