Una nueva técnica detecta los trastornos de la conducta en la mitad de los adolescentes.

Los trastornos del comportamiento se definen técnicamente como aquellas ocasiones en las que los menores no se comportan según las normas sociales, no respetan las normas básicas de convivencia e incluso se involucran en actos violentos y delictivos. En el día a día, son aquellos chavales fuera de control: sus padres empiezan a darlos por perdidos y los colegios sólo buscan la fórmula para expulsarlos. Son chicos a los que se mira como delincuentes en potencia, y a veces acaban siéndolo si no se les presta atención.



La mejor forma de ayudarles es detectar de forma precoz situaciones de riesgo que permitan poner el tratamiento adecuado antes de que sea demasiado tarde. Ayer se presentó en Madrid el proyecto Esperi, que en esperanto significa «esperanza», y es la primera técnica que permite identificar a los menores más vulnerables. Se trata de un test, elaborado por un equipo de psicólogos, psiquiatras, sociológos y psicopedagogos, que podría utilizarse de forma rutinaria en los colegios.



La nueva técnica se presentará el próximo noviembre durante el Congreso Internacional de Trastornos del Comportamiento que se celebrará en Madrid. Aunque Esperi ya se ha probado en un proyecto piloto con 1.206 menores de entre 12 y 17 años.



Los resultados obtenidos se aproximan a las cifras de otros países desarrollados, pero no dejan de sorprender. Sólo 538 pudieron clasificarse como sujetos normales, a 440 se les detectaron trastornos del comportamiento leves, 49 severos y 179 moderados. Como trastornos de la conducta se estudiaron problemas de impulsividad, agresión a personas y animales, violaciones de las normas e incluso robos. En este estudio piloto también se encontraron diferencias entre centros públicos -con más conductas disociales- y privados, con mayores casos de impulsividad.





La psiquiatra Mara Parellada, uno de los expertos que ha participado en el proyecto, advirtió que no todos los casos necesitan atención psicológica o psiquiátrica. «En función del grado de vulnerabilidad se pueden dar pautas de actuación a los padres, a los educadores y sólo algunos casos necesitarán atención especializada», explicó. E insistió en descargar a los padres del sentimiento de culpa «porque se trata de un problema multifactorial en el que el entorno actúa como factor de riesgo o protección».