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¿Puede un antidepresivo tratar el masoquismo?

  • Autor/autores: Carlos Cela.

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Artículo | Fecha de publicación: 09/10/2002
Artículo revisado por nuestra redacción

DesarrolloLa Srta. G. que tenía entonces 19 años, acude desde 1997 a la consulta por presentar síntomas depresivos con tristeza, congoja y llanto, dificultades en el dormir con pesadillas, hipoprosexia que se plasma en particular en no poder continuar sus estudios universitarios de Ciencias Empresariales. Importante entre sus síntomas son las alteraciones del apetito pasando de desgana para al...



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Desarrollo

La Srta. G. que tenía entonces 19 años, acude desde 1997 a la consulta por presentar síntomas depresivos con tristeza, congoja y llanto, dificultades en el dormir con pesadillas, hipoprosexia que se plasma en particular en no poder continuar sus estudios universitarios de Ciencias Empresariales. Importante entre sus síntomas son las alteraciones del apetito pasando de desgana para alimentarse a la situación opuesta con algunos atracones: “No quiero comer, si fuera por mí no comería” y relata en este terreno los avatares con su novio: “si yo no comía él no comía”. Ha venido saliendo con su novio A. desde hace cinco años, desde que tenía 14 años, y ahora lo han dejado: “no le puedo olvidar”.



Entre los antecedentes médicos no hay nada reseñable, salvo algún uso esporádico de bebidas alcohólicas y la tensión arterial baja. Es la cuarta de cuatro hermanas. Vive con su familia de origen. Su padre es un hombre exigente, despótico y bebedor y como consecuencia de ello a veces le ha golpeado; su madre nunca le ha contradicho, habiéndose mostrado siempre sumisa hacia él. El diagnóstico clínico sería de Depresión neurótica e Histeria.



En un primer período de consultas acudió en tres ocasiones durante cuatro meses y se le prescribió en aquel entonces 20 mg. de fluoxetina, y zolpidem como hipnótico conciliador del sueño durante algunas noches. La sintomatología se atenuó, dormía mejor y se alivió la congoja y el pensamiento insistente hacia su novio, dejando de acudir por su cuenta a la consulta.



Vuelve a hacerlo en el año 2000, repitiendo los síntomas de llanto continuo y desgana hasta el punto de volver a interferir en sus estudios universitarios y habiendo pedido la baja laboral en la tienda de ropa en la que trabaja de dependienta, extendiéndola tanto que en un momento determinado debe de volver al trabajo para impedir entrar en un proceso de invalidez; cuando vuelve a incorporarse es despedida al cabo de un tiempo.



Se desdeña e infravalora a sí misma, tiene insomnio, náuseas, vómitos y diarrea, y se muestra ansiosa. Refiere en este momento que el ambiente en el hogar es malo, que su madre bebe en casa y que una de sus hermanas también está entristecida. Desde entonces y hasta la fecha actual proseguirá esta vez de modo algo más continuo un tratamiento tanto medicamentoso como psicoterapéutico.



Se le prescribe durante este período varios ansiolíticos: alprazolam y ketazolam, y como antidepresivos citalopram hasta 30 mg. y venlafaxina hasta 150 mg., con éxito débil; desde hace quince meses toma reboxetina 8 mg. habiéndose usado simultáneamente ketazolam, pinazepam, lorazepam y zolpidem como acompañantes tranquilizantes e hipnóticos, mostrando una cierta estabilidad afectiva y calma más propicia para desarrollar sus quehaceres, aunque siempre muy en dependencia de los avatares personales vividos.



En una ocasión presenta pensamientos de no seguir viviendo que hacen aconsejable la protección del hospital, que no llega a ser necesario, pero que precisa de seguimiento frecuente por parte tanto de la enfermera como del psiquiatra. Ha venido siguiendo la relación de noviazgo con A. posteriormente y tras un tiempo de dejarlo sigue pendiente del novio, que le pide cuentas aunque ya no mantiene formalmente relación de pareja, su sufrimiento que debemos denominar masoquista y del que va hablando, lo que le permite entrever que ella lo ha tolerado y dado pie. Se citaban, cohabitaban, pero luego ella tenía prohibido por él saludarle por la calle en caso de encuentro.

Precisamente sale con otro joven, B. durante un breve lapso de tiempo y se ve impelida a contárselo a A. En una ocasión un amigo le llama para hablarle de su novio A. y eso le hace caer en una acto histérico de negarse a comer: “le sigo queriendo a pesar de todo”, y se queja vanamente: “estoy harta de pasarlo mal por él”, pero le perdona y justifica todos sus actos y brusquedades. El primer novio que tuvo S., también era celoso dejando la relación tras un tiempo, ella quiso volver con él, pero este se negó pues ya estaba saliendo con A.,



No trabaja, casi no va a clase, no se concentra, tiene vértigos y mareos, vuelve a salir intermitentemente con su novio A. que sigue castigándola con desplantes y maltratos, considera que merece ser tratada así: “me siento sola y no sé decirle que no”. Obsesionada por su novio A. a quien aún quiere después de dos años, está angustiada por no estar con él y al mismo tiempo no puede estar sin él, recuerda lo posesivo y vocinglero que es, como le insulta y ha golpeado en dos ocasiones; llegando a considerar que no ha intentado la relación “suficientemente” con él, “¿habrá cambiado de manera de ser?”, se pregunta esperanzada.



Su modo de ser para con el otro es dar pena y lo que consigue es ser humillada, que cierra el circuito provocador al otro despótico. Siempre ha hecho lo que han querido los novios (los otros). Se ve menos que los demás, se ve tonta, y pasa por temporadas en que además se descuida físicamente (hay que decir que la Srta. G. es una bella mujer). Tenemos entonces un cierto ascetismo femenino que se prolonga en regímenes, dietas y otras liturgias para obtener un cuerpo frágil, tímido y etc., a veces al servicio del hombre aunque parezca una paradoja.



Su padre le zahiere recriminando su pereza en los estudios y trabajo. Cuando su padre le ataca y pega, le acaba dando “pena” sintiendo piedad por él, considerando que lo merece en especial por su infidelidad a A. Por el lado de su madre, esta le abronca sólo a ella, precisamente por estar más presente en el domicilio familiar.



Después de varios años de tratamiento hemos obtenido, por el lado farmacológico una apreciable pero precaria estabilización del ánimo, con cierta calma sobre la ansiedad somatizada. Consigue ir avanzando, incluso con brillo en sus estudios, queda en duda su introspección sobre su estado neurótico, sobre la gestión que tiene de sí misma, de su voluntad y conducta, de la relación al otro, al Otro materno con quien se identifica en su sumisión al otro masculino, que hace una serie que empieza su padre y continúan los novios S. y A. ¿Será B. distinto?



Como magistralmente explica Freud los padecimientos que la neurosis trae consigo constituyen precisamente el factor que da a esta enfermedad su alto valor masoquista, lo que dicho de otra manera supone la resistencia a la curación por servirle mejor los sufrimientos conocidos que lo aventurado de librarse de ellos.

Bibliografía

* Sigmund Freud. El problema económico del masoquismo. Ed. Biblioteca Nueva



* Anita Phillips. Una defensa del masoquismo. Alba Editorial.



* Robert Hales y otros. Tratado de Psiquiatría. Ed. Áncora.

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