Evaluación de una terapia asistida por animales de compañía (taac) en un
colectivo de ancianos institucionalizados a partir del análisis del discurso de los
usuarios.
FUENTE: PSIQUIATRIA.COM. 2001; 5(3)
Laura Anzizu i Furest*, Lluís Botella García del Cid** y Joan Carles Ferrer Varela***.
* Directora de la Residencia "Parc Serentill".
C. Molí de la Torre s/n. 08915 Badalona, Barcelona (España).
Tel. (+34) 933999061 - Fax: (+34) 933999512.
E-mail: parcserentill@ctv.es
** Psicólogo y psicoterapeuta.
Facultat de Psicologia i Ciències de l´Educació Blanquerna.
Universitat Ramon Llull.
C. Císter, 34 - 08022 Barcelona (España).
Tel.: 902.113.782 - Fax: (+34) 932533031.
E-mail: lluisbg@blanquerna.url.edu
*** Facultat de Psicologia i Ciències de l´Educació Blanquerna.
Universitat Ramon Llull.
C. Císter, 34 - 08022 Barcelona (España).
Tel.: 902.113.782 - Fax: (+34) 932533031.
E-mail: joancarlesfv@blanquerna.edu
PALABRAS CLAVE: Animales de compañía, usuarios, análisis del discurso, ancianos, terapia asistida por animales de compañía (TAAC).
KEYWORDS: Pets, nursing home residents, discourse analysis, elderly, pet-assisted therapy (PAT).)
Resumen
"Parc Serentill" es una residencia asistida dependiente de la Generalitat de Catalunya y gestionada por la Fundació
Vallparadís, que pertenece al Grupo Mútua de Terrassa. La residencia "Parc Serentill" está situada en Badalona y
en ella residen 56 ancianos y otros 25 pasan en ella el día. La plantilla estructural la componen 40 personas.
Desde septiembre de 1997, y gracias a un acuerdo con la Fundación Purina, también viven en la residencia dos
perros de la raza Golden retriever.
Durante estos tres años, la experiencia nos ha enseñado que la presencia de los animales en la residencia y su
relación con los ancianos ha estimulado y modificado diferentes aspectos afectivos, comunicativos e incluso, en
algunos casos, cognitivos. Por lo tanto, de manera subjetiva, hemos podido comprobar el potencial terapéutico de
la interacción entre ancianos y animales.
La novedad del estudio que presentamos es, entre otras, a nivel metodológico, ya que para validar
científicamente las hipótesis hemos querido que fueran los propios usuarios de la terapia asistida por animales de
compañía (TAAC) los auténticos protagonistas de la evaluación y no meros objetos de estudio pasivos.
A partir de una sencilla consigna, hemos pedido a ancianos usuarios y trabajadores del centro que expresen
libremente su opinión (beneficios e inconvenientes) sobre la presencia de los animales en la residencia. Y todo
este material testimonial, obtenido de personas directamente implicadas en la TAAC, ha sido grabado, transcrito,
analizado y comparado, y constituye la base de nuestro estudio cualitativo.
Los resultados obtenidos del trabajo confirman y verifican, a la vez que amplían, las conclusiones demostradas en
anteriores congresos y comunicaciones científicas, centradas básicamente en los beneficios físicos, psíquicos y
sociales que aportan las TAAC a diferentes poblaciones.
Abstract
"Parc Serentill" is an assisted nursing home that belongs to Grupo Mútua de Terrassa. It is run by Fundació
Vallparadís and it depends on the Catalan Government. This rest home is sited in Badalona. There are 56 elderly
people who stay day and night and there are 25 people who stay just along the day. The staff is formed by 40
attendants.
Since September 1997, two Golden Retriever dogs live in the rest home, thanks to the agreement reached with
Fundación Purina. From then on, we have observed the influence of the presence of these animals on the rest
home life and how the relationship between these animals and the elderly people under the pet-assisted therapy
has modified some affective, communicative and even cognitive aspects in those people. Therefore, we have
checked the therapeutic potential that the interaction between animals and elderly people has from a subjective
point of view.
Some aspects of the methodology we have used happen to be new in this kind of investigation. In order to make
our hypothesis valid patients themselves have become the subjects of the evaluation really and not just mere
objects to be studied in the process.
Starting from a simple instruction, patients and attendants were asked to expose their experience freely: the
benefits and the inconveniences they found since the pets arrival. All this data, obtained from people who are in
direct touch with the therapy, was recorded, transcribed, analyzed and compared. So, this data constitutes the
base of our qualitative investigation.
Finally, the results of this work confirm, verify and even extend the conclusions to which previous conventions and
scientific reports had come. Basically the conclusions focus on the physical, psychical and social benefits that
people under this pet-assisted therapy have obtained in different places.
Introducción
El punto de partida de nuestro estudio es la constatación de la gran cantidad de trabajos de investigación que
existen acerca de las terapias asistidas por animales de compañía (TAAC), por ejemplo Bustad (1980), Cusack
(1991) o Katcher y Beck (1993), por citar algunos. Todos ellos tienen un gran interés para la comunidad científica
y la sociedad en general, y, puesto que están realizados con suficientes garantías científicas, podemos afirmar que
su fiabilidad está asegurada. Todos ellos coinciden en poner de manifiesto que las TAAC, a pesar de ser todavía
una realidad muy joven y en incipiente desarrollo, son altamente beneficiosas y efectivas para aumentar la calidad
de vida en diferentes colectivos de personas, especialmente ancianos, delincuentes y enfermos aquejados de
diferentes dolencias, tanto institucionalizados como no institucionalizados.
El primer paso para la realización de nuestra investigación fue hacer una revisión exhaustiva de la literatura
escrita sobre el tema hasta la actualidad, centrándonos especialmente en los beneficios aportados por los
animales en la población geriátrica institucionalizada (Lago et al., 1993; Bustad y Hines, 1993; Ory y Goldberg,
1993; Gili et al., 1994; Bernardo et al., 1997 y Balanzote, 1999, por citar algunos). De esta manera pudimos
detectar una curiosa observación: en todos o en la gran mayoría de- los estudios sobre TAAC el anciano ocupa
una posición de sujeto experimental. A los ancianos que forman parte de la muestra se les aplica una exhaustiva
batería de pruebas psicológicas y/o fisiológicas (cuestionarios, tests, análisis comparativos de la presión arterial y
ritmo cardíaco, etc.) y, de esta manera, estableciendo comparaciones entre el nivel basal previo y el estado final
alcanzado, se afirma el éxito de la intervención. Este es camino que aconsejan la mayoría de los investigadores
para la viabilidad de un estudio de estas características (Martínez y Flecha, 2000).
Es obvio que la comunidad científica exija que estos programas cuenten con suficientes garantías de rigor
metodológico y validez experimental. Pero, sin desmerecer en absoluto todas estas investigaciones precedentes,
creímos detectar una laguna metodológica: en estos trabajos se expone y justifica oportunamente la opinión del
profesional de la salud (médicos, psicólogos, asistentes sociales, etc.), pero ¿dónde queda, sencillamente, la
opinión de los propios usuarios de las TAAC? En el caso que nos ocupa, se traduce en el qué opinan de esta
experiencia los ancianos y demás personas que están en contacto diario y directo con los animales. ¿No es cierto
que la mejor manera para conocer algo es preguntarlo directamente? De esta manera, preguntando a ellos,
pretendemos aportar a la comunidad científica un nuevo punto de vista sobre las TAAC: el de los propios usuarios.
En este sentido, nuestro trabajo se aproxima bastante al estudio realizado por Lago, Knight y Connell (1993) que,
en el marco de una evaluación longitudinal de un programa de asignación de animales de compañía a ancianos de
Pennsylvania, se preguntaba a los propios ancianos sobre su experiencia y actitudes en relación a la posesión de
animales.
Cabe destacar la dificultad metodológica encontrada al iniciar el estudio, centrada fundamentalmente en la
imposibilidad de contar con una valoración previa a la introducción de los animales en la residencia, así como
también el reto de convertir en datos científicos y numéricos (significación estadística de los datos obtenidos) una
serie de discursos exclusivamente cualitativos.
Finalmente optamos por la metodología de teoría fundamentada (Grounded theory methodology), paralela al
método de investigación en psicoterapia basado en la revisión de variables terapéuticas según la opinión del
propio paciente (Helpul and unhelpful events methodology). Este estudio, por lo tanto, está basado en la idea de
que las creencias del usuario sobre lo que le es beneficioso o perjudicial tiene un peso significativo e importante
en su propia evolución y le puede resultar potencialmente terapéutico (Feixas y Miró, 1993; Botella et al., 2000;
Herrero et al., 2000). De la misma manera que en la práctica clínica todos los profesionales coinciden en
considerar la entrevista como la más importante de las herramientas diagnósticas, también nosotros hemos
optado por dar prioridad a la entrevista ante la batería psicométrica. Mejor que la más completa y exhaustiva
batería de tests creemos que es la información que nos puede proporcionar, sencillamente, la entrevista clínica.
Método
Sujetos
En nuestro estudio participaron un total de 16 personas (N=16), de las cuales 6 eran ancianos residentes del
Centro y 10 trabajadores de la residencia. Tanto los residentes entrevistados como los trabajadores podemos
considerar que tienen un papel activo en la relación con los animales y, por lo tanto, una implicación directa en la
TAAC. Respecto a la muestra de ancianos, su media de edad es de 81 años y, casualmente, las 6 personas
participantes son de sexo femenino. Aparentemente, no se observa en ellas otras patologías o síntomas
patológicos que los propios de la edad (hipertensión arterial, artrosis, bronconeumopatías crónicas, reumatismos
inflamatorios, demencia senil, bradipsiquia, enlentecimiento psicomotriz, pérdida de memoria según la "ley de
Ribot", etc.).
Los trabajadores entrevistados, al igual que los residentes, fueron elegidos aleatoriamente entre las 40 personas
que componen la plantilla laboral, pero procurando obtener una muestra lo más heterogénea posible para
asegurar una mayor riqueza de puntos de vista y pluralidad conceptual. Concretamente, pedimos la opinión de
una enfermera, educadora social, fisioterapeuta, cocineras (2), estudiantes en prácticas en la residencia (4) y la
propia directora gerente del Centro. Antes de efectuar la entrevista, a todos ellos se pidió su consentimiento para
realizar la grabación y se les informó adecuadamente del objetivo de la entrevista y del propósito del estudio.
Teniendo en cuenta que el número total de residentes son 56 y 40 las personas que componen la plantilla de
trabajadores, podemos deducir que la muestra con la que hemos trabajado corresponde aproximadamente al 16%
de la población total que era objeto de estudio, y más concretamente, un 10% de la totalidad de ancianos y el
25% del conjunto de trabajadores.
Material
En referencia a los materiales utilizados, únicamente cabe destacar el uso de un magnetófono, de marca y modelo
SONY TCM-353V. Las entrevistas se grabaron en 3 cintas magnéticas.
Procedimiento
Para detallar toda la secuencia de actos efectuados en la ejecución de la investigación es necesario tener en un
cuenta que se comenzó con un período inicial de 4 ó 5 días de observación asistemática, así como de toma de
contacto con el personal (residentes y empleados) de la residencia. Posteriormente se inició la fase de entrevistas,
que se realizó de la siguiente manera.
Las entrevistas se realizaron en el mes de diciembre de 2000, en el marco de la residencia y procurando crear una
atmósfera de distensión e informalidad. Las entrevistas eran abiertas, no estructuradas y procurando minimizar
los posibles condicionantes de respuesta. Únicamente se proporcionaba una sencilla consigna inicial similar a
"Dígame su opinión sobre la presencia de los perros en esta residencia". En caso de bloqueo inicial o de necesitar
el sujeto una pregunta más concreta se añadía algo parecido a "Hábleme, desde su punto de vista, de los
aspectos positivos y negativos de la presencia de los perros en esta residencia". Ocasionalmente se facilitaba el
discurso al interpelado con la repetición de alguna frase de su propia exposición o con alguna pregunta sugerida
por él mismo.
La duración de las entrevistas fue muy variable (entre 15 y 45 minutos aproximadamente). Las entrevistas fueron
grabadas con un magnetófono en 3 cintas magnéticas y transcritas para su posterior análisis (ver Anexo 1). Todas
y cada una de las frases los diferentes discursos fueron transformadas en unidades de análisis (ver Anexo 2) y
clasificadas en categorías más amplias (ver Anexo 3) para luego poder confeccionar un listado jerárquico de ideas,
basándonos en la metodología de teoría fundamentada (Grounded theory methodology).
Cuando hablamos de unidades de análisis queremos hacer referencia a ideas expresadas en el discurso de los
usuarios en relación a la TAAC. Cada unidad de análisis no necesariamente se corresponde con una única frase,
sino que una frase puede contener una, varias o ninguna unidad de análisis. Así, por ejemplo, en la frase 1 de la
entrevista 1 (1.1) se codificaron 3 unidades de análisis (vehículo de afecto, vigilancia y elemento de compañía),
mientras que en la frase 6 de la entrevista 1 (1.6) no se codificó ninguna unidad de análisis, porque ninguna idea
hacía referencia explícita o implícita a la TAAC. Se trabajó con un total de 318 unidades de análisis.
Resultados
Tabla 1. ASPECTOS DE LA TERAPIA ASISTIDA POR ANIMALES DE COMPAÑÍA (TAAC)
EN LA RESIDENCIA "PARC SERENTILL" PERCIBIDOS COMO POSITIVOS Y COMO
LIMITACIONES SEGÚN LA OPINIÓN DE LOS ANCIANOS RESIDENTES.
Tabla 2. ASPECTOS DE LA TERAPIA ASISTIDA POR ANIMALES DE COMPAÑÍA (TAAC)
EN LA RESIDENCIA "PARC SERENTILL" PERCIBIDOS COMO POSITIVOS Y COMO
LIMITACIONES SEGÚN LA OPINIÓN DE LOS TRABAJADORES.
Tabla 3. ASPECTOS DE LA TERAPIA ASISTIDA POR ANIMALES DE COMPAÑÍA (TAAC)
EN LA RESIDENCIA "PARC SERENTILL" PERCIBIDOS COMO POSITIVOS Y
COINCIDENTES EN LA OPINIÓN DE ANCIANOS RESIDENTES Y TRABAJADORES.
Tabla 4. ASPECTOS DE LA TERAPIA ASISTIDA POR ANIMALES DE COMPAÑÍA (TAAC)
EN LA RESIDENCIA "PARC SERENTILL" PERCIBIDOS COMO POSITIVOS ÚNICAMENTE
SEGÚN LA OPINIÓN DE LOS TRABAJADORES.
Tabla 5. ASPECTOS DE TERAPIA ASISTIDA POR ANIMALES DE COMPAÑÍA (TAAC) EN
LA RESIDENCIA "PARC SERENTILL" PERCIBIDOS COMO LIMITACIONES Y
COINCIDENTES EN LA OPINIÓN DE ANCIANOS RESIDENTES Y TRABAJADORES
Tabla 6. ASPECTOS DE LA TERAPIA ASISTIDA POR ANIMALES DE COMPAÑÍA (TAAC)
EN LA RESIDENCIA "PARC SERENTILL" PERCIBIDOS COMO LIMITACIONES
ÚNICAMENTE SEGÚN LA OPINIÓN DE LOS TRABAJADORES.
"Si tu viens, par exemple, à quatre heures de l´après-midi,
dès trois heures je commencerai d´être hereux".
(Saint-Exupéry, 1946)
¿Quién no se ha sentido alguna vez fascinado y encantado con la escena mágica del encuentro entre el Principito
y el pequeño zorro? ¿Quién no ha sentido alguna vez cierta curiosidad por saber por qué este Pequeño Príncipe, a
pesar de conocer a diferentes personas en su viaje a La Tierra, únicamente entabló una profunda amistad con un
animal? (Saint-Exupéry, 1946). A lo largo de estas líneas comentaremos los motivos que tienen los usuarios de
"Parc Serentill" para sentir esa misma amistad y fascinación por sus animales y los beneficios que afirman
aportarles.
Scott y Wertheimer (1981) aconsejan que, en una investigación de tipo exploratorio es conveniente calificar los
resultados en términos de "claridad" o "ambigüedad". Siguiendo este consejo podemos, sin temor a equivocarnos,
hablar de una claridad en los resultados que hemos obtenido, tanto en sí mismos, como en relación con otros
estudios de temática paralela.
De los resultados presentados, lo primero que podemos observar aún sin necesidad de entrar a analizar el
contenido es que el discurso de los trabajadores es más extenso que el de los ancianos. En relación a los aspectos
percibidos como positivos de la TAAC, los residentes expresaron una media de 11,8 unidades de análisis (o ideas)
por persona (ver Tabla 1), mientras que los trabajadores alcanzaron una media de 17,9 unidades de análisis por
persona (ver Tabla 2). Por otra parte, las ideas percibidas como negativas o limitaciones de las TAAC fueron
expresadas por los ancianos en una media de 1,3 unidades de análisis por persona y 6 ideas/persona en el caso
de la muestra de trabajadores.
Una segunda conclusión, igualmente obvia, podría ser la siguiente: las ideas positivas superan notablemente en
número a las ideas negativas en el discurso de los usuarios. La proporción exacta es de 1,1 unidades de análisis
negativas por cada 10 unidades positivas en el caso de los ancianos y 3,3 ideas negativas por cada 10 positivas
en el discurso de los trabajadores. Aún así, cabe tener en cuenta que la dicotomía entre aspectos positivos y
negativos no presupone una barrera infranqueable sino una clasificación perfectamente permeable, ya que
algunos ítems clasificados como negativos pueden tener repercusiones igualmente terapéuticas en la vida de los
residentes. Por ejemplo, las quejas por desorden y los pequeños destrozos ocasionados por los animales, si bien
se expresa en forma de desacuerdo, puede igualmente tratarse de un aspecto potencialmente terapéutico, al
constituir un elemento distorsionador de la monotonía de la residencia y, de esta manera, mantener al anciano en
un nivel de alerta y actividad superior al habitual.
Por otra parte, los ítems clasificados como negativos o limitaciones no son en absoluto motivos perjudiciales o
potencialmente dañinos en ningún aspecto sino que, en cierta manera, los podemos considerar como sugerencias
para mejorar la calidad de vida de los usuarios. En este primer aspecto coincidimos con los autores que afirman
que los animales de compañía proporcionan beneficios significativos en la vida de los ancianos y no causan el
menor daño (Cusack, 1991). Para sostener esta afirmación nos apoyamos en resultados de estudios como el de
Stryler-Gordon, Beall y Anderson (1985), que informaron que de cada 1000 accidentes producidos en residencias
geriátricas que poseen animales de compañía tan sólo 4,5 tenían relación con los animales, es decir, el riesgo de
que los animales constituyan un motivo perjudicial para los ancianos se puede cuantificar aproximadamente en un
0,45%. De esta manera, se respeta la máxima médica de la no maleficencia, es decir, en el caso de que la mejora
no sea posible, lo fundamental es no perjudicar al paciente.
Y todavía antes de entrar a abordar los resultados obtenidos sí que cabe clarificar, o por lo menos intentar llegar a
un acuerdo sobre qué queremos decir cuando hablamos de terapia asistida por animales de compañía (TAAC) o
terapia facilitada por animales de compañía (TFAC). En realidad no existe una definición consensuada pero todos
entendemos que al hablar de TAAC o TFAC nos referimos al uso de animales de compañía como ayuda o
complemento terapéutico. Nosotros queremos considerar esta definición en su sentido más amplio, entendiendo
que la simple exposición de la población geriátrica a los animales es potencialmente terapéutica, ya que esta mera
exposición se convierte inmediatamente en interacción y creemos que puede producir resultados positivos
significativos (Beck y Katcher, 1984).
En este sentido apoyamos la opinión de Cusack cuando se niega a poner límites a la TAAC. "Discrepo de los
críticos que insisten en que la utilización recreativa de los animales no se puede llamar terapia (...). La terapia
puede ser tan simple como acariciar al animal (...)". (Cusack, 1991, p. 237).
Entrando ya en el análisis de los resultados obtenidos podemos fijarnos, en primer lugar, en el coeficiente de
correlación lineal (r) obtenido entre la percepción de aspectos positivos por parte de ancianos y por parte de
trabajadores, cuyo valor es de 0,5372 (ver Anexo 5). Teniendo en cuenta que r es -1
que se trata de una correlación positiva y suficientemente significativa. Esto quiere decir que existe una
coincidencia notable entre aquello que los ancianos y los trabajadores de "Parc Serentill" creen que es positivo en
la TAAC. Por otra parte, no podemos afirmar lo mismo en el caso de las limitaciones percibidas entre uno y otro
grupo. El valor del coeficiente de correlación es de 0,0024 en el caso de las opiniones negativas (ver Anexo 6).
Por lo tanto, de aquí podemos inferir que el grado de acuerdo es casi inexistente entre ancianos y trabajadores
cuando les pedimos que nos hablen de aspectos a mejorar en la TAAC.
Si nos fijamos en el conjunto de ideas coincidentes (ver Tabla 3), podemos comprobar que la opinión más
repetida tanto en la muestra de ancianos como en la de trabajadores es que los animales suponen una distracción
importante para los residentes, ya que este ítem supone un 20,8% de las ideas comunes a los dos grupos. No es
difícil imaginar la importancia de un elemento distractor en el marco de una residencia geriátrica, especialmente
teniendo en cuenta que los estímulos distractores y provocativos son mínimos. Laura Anzizu nos hace una
descripción perfecta de esta situación: "Los ancianos de la residencia pasan muchas horas del día sentados en
sillas de ruedas, delante de las vidrieras del jardín, y lo que veían antes de la llegada de los perros era sólo el
jardín, siempre quieto, siempre igual" (Anzizu, 1999).
La idea que ocupa el segundo lugar en la clasificación es que los animales constituyen un vehículo de expresión de
afecto para los ancianos, con un 18,0% de las unidades de análisis comunes. Cabe tener en cuenta que
distracción y afectividad son dos ideas que podemos triangular perfectamente, a nivel semántico, con el concepto
de compañía, a pesar de haber obtenido éste último únicamente un 4,9% de las ideas coincidentes expresadas.
En un estudio realizado en 1980 por Lago, Knight y Connell (1993), en el cual se indagaba la percepción de
ventajas y desventajas de la posesión de animales de compañía entre ancianos rurales de Pennsylvania, un
73,2% de los propietarios hacía referencia al compañerismo y la amistad proporcionada por el animal, y un 32,1%
hablaba del animal como un paliativo de la soledad. Igualmente, en una encuesta a propietarios de animales de
compañía realizada por Adell-Bath et al. en 1979 (Katcher y Beck, 1993) el 51% de intervenciones afirmaban que
el perro supone un vehículo importante de afectividad y 71% de encuestados en 1983 por Quigley et al. (1993)
expresaban que el compañerismo es la mayor ventaja de la posesión de animales de compañía, seguida por la
afectividad, con un 53% de las opiniones obtenidas.
Todo esto nos hace concluir que las principales ideas percibidas como positivas por la muestra de ancianos y
trabajadores de "Parc Serentill" están en perfecta armonía con los resultados obtenidos en anteriores estudios en
cuanto a ventajas de la posesión de animales de compañía en diferentes poblaciones geriátricas. "Los animales de
compañía nunca pueden sustituir a las personas pero sí que pueden satisfacer la necesidad de compañía",
puntualizaba Lynch (1979, p. 147).
El siguiente ítem a comentar, con un 11,4% de opiniones coincidentes, se refiere a la vigilancia o seguridad
subjetiva percibida por los residentes. Aquí es interesante fijarse en el porcentaje de unidades de análisis
desglosado en ancianos y trabajadores. Del conjunto total de ideas expresadas por los residentes, el 14,0%
(ocupando el tercer lugar de la clasificación) hacía referencia a la seguridad y la vigilancia proporcionada por los
animales en el caso, por ejemplo, de entrar intrusos en la residencia u otros peligros potenciales, mientras que
tan sólo en un 1,1% de las intervenciones de los trabajadores se le daba importancia a la vigilancia de los perros,
colocándose ésta en el lugar 13.
Cabe tener en cuenta, además, que cuando los trabajadores hablan de seguridad se refieren al sentimiento
subjetivo de seguridad que los perros proporcionan a los residentes. Es éste el motivo de distinguir entre
"vigilancia" y "seguridad subjetiva", a pesar de considerarlos como una única categoría. En el estudio de Quigley
et al. (1993), realizado en Minnesota y anteriormente mencionado, la idea de protección aparecía en un 36% de
las intervenciones, y en la muestra de ancianos de Pennsylvania (Lago et al., 1993) un 30,3% de los encuestados
afirmaban que los animales les proporcionaban un firme sentimiento de seguridad.
Al hablar de la relación táctil que los ancianos establecen con los animales ("Me/Les gusta tocarlos", con un 8,8%
de unidades de análisis comunes), no podemos dejar de hacer referencia a Phyllis K. Davis, psicóloga
estadounidense, que insiste en la importancia vital del contacto físico en las relaciones humanas y afirma que
tocar no es sólo un estímulo placentero sino una necesidad biológica (Davis, 1998). "Yo definiría el contacto táctil
como el sentimiento de satisfacción producido por el contacto entre dos pieles. Puede ser calmante, curativo,
cariñoso, afectivo, consolador o donante de seguridad. Puede adoptar la forma de roce, palmadas, masaje,
caricias o bien de mecer, abrazar o sostener" (ibídem, p. 36). Davis se aventura a proponer una explicación
bioquímica: "La estimulación táctil y las emociones pueden influir sobre las endorfinas, hormonas naturales del
cuerpo que atenúan el dolor y aumentan la sensación de bienestar" (ibídem, p. 146). Bruce Fogle, un veterinario
británico, también aporta una explicación a este fenómeno en una línea más psicoanalítica: "(...) el perro
proporciona parte del consuelo instintivo que la madre proporcionaba en la edad más temprana y que se basaba
en el tacto. (...) De forma inconsciente, el perro aporta el mismo sentimiento de seguridad que la madre
proporcionó durante los primeros dieciocho meses de vida." (Fogle, 1999, p. 16). A pesar de la importancia que
parece tener la relación y estimulación táctil en la población geriátrica, tan sólo algunos autores la han tenido
presente en sus estudios (Bustad y Hines, 1993; David, 1998 y Fogle, 1999).
Otra idea en la que coinciden residentes y trabajadores, aunque en menor porcentaje (6,6%), es que la presencia
de los animales en la residencia ha provocado un aumento significativo de las visitas de los familiares. Algunos
autores (Savishinsky, 1985) ya habían hecho esta observación y habían propuesto una explicación más elaborada
al respecto: "Cuando los parientes visitan a los [ancianos] internos en presencia de los animales, éstos últimos
ayudan a suavizar el proceso de interacción entre ellos y los parientes residentes" (ibídem, p. 112). Cabe tener en
cuenta que, en nuestro estudio, los trabajadores además de observar el aumento de la frecuencia de visitas
(4,5%), también han podido apreciar un aumento de la duración de las visitas realizadas por los familiares
(1,7%).
El aspecto lúdico y el aspecto estético también ha sido mencionado de una manera común por ambas muestras,
obteniendo un 7,6% y 7,5% respectivamente del total de ideas compartidas. Podemos observar que el porcentaje
de estas unidades de análisis es significativamente mayor en los residentes que en trabajadores. Esto quiere decir
que las funciones de los animales como elemento lúdico y estético, aunque no pasan desapercibidas para los
trabajadores, tienen una mayor importancia desde el punto de vista de la población anciana. También en el
estudio de Lago et al. (1993) un 26,7% nada despreciable de opiniones valoraba la diversión que proporcionan los
animales de compañía.
Respecto a la categoría "Realizo/Realizan conductas" (5% del total de ideas coincidentes) hubiera sido posible
unirlo al ítem "Hablo/Hablan con ellos", considerando así la relación verbal como una conducta más realizada con
los animales, pero hemos preferido codificarlas por separado por la especificidad que creemos tiene la conducta
verbal. Las conductas que realizan los ancianos son varias, pero quizá la más significativa es la de guardar parte
de su propia comida, aún sabiendo que les está prohibido hacerlo, para darla posteriormente a los animales, que
engullirán alegremente el precioso alimento. Para comprender e interpretar esta conducta quizás pueda
ayudarnos la siguiente idea de Konrad Lorenz. Él afirma que "(...) cuando las personas están solas, los animales
pasan a ser los seres a los que cuidar" (Lorenz, 1990). También otros autores (Fogle, 1999) nos hablan de la
necesidad innata que sienten las personas de cuidar a otros seres vivos durante toda su vida, a diferencia de los
animales. Cuando los hijos crecen, a los progenitores les queda un vacío difícil de llenar que, a menudo, es fuente
de no pocos padecimientos. A esto se añade que la necesidad de cuidar y proteger a otros seres queda
insatisfecha. Aquí es donde Bruce Fogle lanza su hipótesis explicativa: "(...) los perros permanecen física y
mentalmente infantiles para siempre, lo que constituye un ingenioso paso evolutivo para desencadenar en la
gente el instinto de cuidado y protección" (Fogle, 1999, p. 13).
Sea cual fuere la explicación a este hecho, lo cierto es que para los residentes el realizar estas conductas es algo
beneficioso en la medida que evita el ensimismamiento y supone una movilización de la afectividad y de la propia
actividad. A pesar de tratarse únicamente de un dato anecdótico, vale la pena recordar la descripción fascinante
que hace Brickel de uno de sus pacientes: "Varón de 75 años con enfermedad degenerativa (...). Ha perdido por
completo la habilidad de cuidarse, como consecuencia del deterioro gradual de su cerebro (...). Siempre me
correspondía con un silencio y la mirada de sus ojos almendrados parecía traspasarme (...). ¿Qué estimulaba, sin
embargo, a este paciente, normalmente disfuncional, a guardar restos de comida para los gatos que vivían en el
pabellón?" (Brickel, 1985, p. 32).
La conducta verbal, codificada en la unidad de análisis "Hablo/Hablan con ellos" supone el 4,2% de ideas comunes
a residentes y trabajadores. Aquí puede ser oportuno introducir una observación interesante. Todas, excepto una
de las ideas de los ancianos residentes fueron repetidas por los trabajadores y, por lo tanto, se englobaron en la
lista final de aspectos positivos comunes a los dos grupos. Esa única idea comunicada exclusivamente por la
muestra de ancianos hacía referencia a que los animales "Nos conocen/Nos entienden" y obtenía un 12,6% del
total, colocándose en el cuarto aspecto percibido como más beneficioso por los residentes. Creemos que no es en
absoluto descabellado relacionar, desde una coherencia semántica, estos dos ítems: "Hablo con ellos" y "Nos
conocen/Nos entienden". En efecto, si los ancianos hablan con los animales es porque creen firmemente que, de
alguna manera, ellos los reconocen y los entienden.
También aquí encontramos literatura en la que apoyar y confirmar nuestros resultados. En un estudio realizado en
1983 por Friedmann et al. (1993) a 120 propietarios de perros, todos ellos clientes de una clínica veterinaria, el
98% afirmaba hablar diariamente con sus mascotas y el 80% creía firmemente que los animales entienden y son
sensibles a los estados de humor de las personas. También en un estudio paralelo, realizado a 36 pacientes
hospitalizados y dueños de animales de compañía, el 100% decía hablar con ellos asiduamente y el 89%
aseguraba creer que sus mascotas son extraordinariamente sensibles a los humores de sus dueños. "A menudo
las personas hablan a sus animales y a veces se confiesan con ellos de una manera regular. Muchas veces esto
puede ser de una gran ayuda. Es como si el animal actuara como consejero" (Sheldrake, 2001, p. 124). Lo más
importante, de hecho, es que la persona se sienta subjetivamente comprendida y aliviada, independientemente
del nivel de comprensión empática real que le pueda proporcionar su interlocutor. "Las personas pueden
experimentar beneficios emocionales con sólo limitarse a decir -¡Qué dura es la vida! ¿Verdad, Ben?-, sin que Ben
tenga necesariamente que responder. (...) En realidad, es posible que Ben no tenga la menor idea de los
problemas emocionales de su dueño, pero eso no tiene importancia; el dueño siente que Ben le comprende y eso
es lo que cuenta." (Fogle, 1999, p. 35). Fogle aporta una pizca de humor a la reflexión, al tiempo que nos
propone una perspectiva más llana, al preguntarse por boca de un perro: "Lo único que hago es estar ahí sentado
mirando al vacío. ¿Por qué creen entonces que entiendo perfectamente el lenguaje humano?" y él mismo se da
una respuesta no menos ingeniosa: "Como los perros son muy educados y no desean ofender, igual que los
japoneses bien educados, se quedan ahí sentados con los ojos muy abiertos y atentos, absorbiendo cada palabra,
aparentando entenderlo todo." (ibídem, p. 69). Lo cierto es que hay evidencias de que el mero hecho de facilitar
la expresión de los sentimientos de los ancianos puede aliviarles y resultarles terapéutico y ellos también lo creen
así.
Rupert Sheldrake nos habla en su obra de múltiples ejemplos de perros, gatos y otros animales que han llegado a
realizar verdaderas heroicidades con sus amos (Sheldrake, 2001). Él postula la existencia de una cierta
percepción extrasensorial (PES) en algunos animales, que pueden llegar a desarrollar extraordinariamente en la
relación con sus dueños (ver sitio web www.sheldrake.org ). "Muchos perros también parecen saber cuándo sus
amos están enfermos y se comportan con gran consideración, se quedan cerca de ellos y tienen una conducta
verdaderamente reconfortante" (ibídem, p. 121). A Vladimir Bechterev parece que ya le despertó la curiosidad el
tema hace más de diez décadas y llegó a la siguiente conclusión: "La conducta de los animales, sobre todo la de
los perros amaestrados para obedecer, puede estar directamente influida por la sugestión mental" (Bechterev,
1949, p. 176). Sea cual fuere la explicación científica de este hecho, es evidente el efecto terapéutico que parece
tener para los ancianos el tener un confidente animal y sentirse comprendido por él.
Finalmente, otras unidades de análisis comunes de menor incidencia en el discurso, aunque no por ello
despreciables, fueron "Estimula el paseo" (3,5%), "Me gusta mirarlos" (2,7%) y "Difusión pública" (2,3%).
También algunos estudios (por ejemplo, Messent, 1993) atestiguan que, en el ámbito geriátrico, los animales
benefician al propietario incrementando el ejercicio físico y realizando paseos más largos. Parece ser que una de
las mayores ventajas de tener perros en el ámbito geriátrico en lugar de gatos es el ejercicio físico del que se
benefician los dueños de perros.
Por otra parte, tenemos una serie de aspectos mencionados únicamente en el discurso de los trabajadores (ver
Tabla 4). En general se trata de ideas y reflexiones más elaboradas, perceptibles tan sólo con una cierta
perspectiva histórica o con relativa distancia óptima. Por ejemplo, los residentes quizás no tienen tanta facilidad
para recordar la situación previa a la introducción de los animales o les es imposible establecer comparaciones
entre el antes y el después. Este es el motivo por el cual el personal de la residencia se convierte en observador
privilegiado. La idea más repetida exclusivamente en el discurso de los trabajadores entrevistados y clasificada en
primer lugar es que la presencia de los animales ha supuesto un "Aumento de la motivación/ilusión" para los
ancianos (23% de las unidades de análisis comunicadas exclusivamente por el personal), seguida por la opinión
que los perros "Estimulan ejercicio físico" (12,4%) y que "Aumenta la comunicación" entre los residentes
(11,3%).
La siguiente unidad de análisis sí que nos parece oportuno comentarla más ampliamente, no tanto por su elevada
incidencia en el conjunto total de ideas, sino por la importancia que creemos puede tener. Un 10,2% de ideas del
discurso de los trabajadores hacía referencia a que los animales suponen un cierto "objeto de sentido" para los
residentes. "Existen numerosos ejemplos en que los pacientes, normalmente sin interés alguno, descubren un
nuevo afán por la vida después de la visita del perro" (Cusack, 1991, p. 154). Este aspecto adquiere una
relevancia muy especial en el ámbito de la atención psicogeriátrica ya que, paralelamente al cuidado médicosanitario existe una serie de necesidades, como por ejemplo la soledad, el aislamiento, la frustración o la falta de
sentido, que se descuidan fácilmente en ancianos institucionalizados. "El cuidado tradicional es perjudicial, ya que
se ve a los residentes como personas enfermas que representan un rol pasivo" (ibídem, p. 154).
Son varios los autores que coinciden en resaltar el incremento significativo del comportamiento prosocial y la
afectividad interpersonal en usuarios de TAAC (Beck y Katcher, 1984), así como también las relaciones más
fluidas en el trato con otros residentes y personal, que los animales parecen proporcionar a los ancianos. A este
fenómeno se le ha dado el nombre de "catalizador vinculante", "lubricante social" o simplemente, "facilitador de
las relaciones" (Messent, 1993). El 8,2% de ideas expresadas únicamente por el personal hacen referencia a ello.
La adquisición de hábitos (7,1%) y la reminiscencia (5,1%) son dos más de las observaciones que los
trabajadores constatan acerca de la TAAC. Al respecto de la primera, Allen y Burdon nos dicen que "(...) los
perros ejercen una influencia estabilizadora en las vidas de los residentes. Los animales son como un icono de
constancia en un mundo impredecible". (Allen y Burdon, 1982, p. 42). Acerca de la reminiscencia, es decir, el
recuerdo de cosas casi olvidadas por los ancianos, también los animales pueden ayudar a evocar memorias de la
niñez y otras etapas de la vida y, todo esto, contribuir al proceso positivo de integración de recuerdos (Cusack,
1991).
Al comentar el siguiente ítem es interesante recordar la acertada observación de Laura Anzizu: "Lo que en un
principio se planteó como un elemento terapéutico para los residentes se ha convertido también en un factor de
dinamización y motivación para los trabajadores" (Anzizu, 1999). Efectivamente, en el discurso de los propios
trabajadores se constata esta idea y aparece desglosada en dos categorías diferentes: "Aumento unión entre
trabajadores" (6,0%) y "Aumento motivación entre trabajadores" (4,0%). Finalmente, algunas ideas que han
surgido casi en forma de datos anecdóticos en el relato de los trabajadores son las siguientes: "Fomentan la
creatividad artística" (2,0%), "Aumento de la relación interpersonal" (2,0%), "Aumento del buen humor" (2,0%) y
"Reducen la ansiedad" (1,0%).
Decíamos al principio que la clasificación dicotómica en que hemos presentado las unidades de análisis no es del
todo correcta en cuanto a lo reduccionista que parece ser. A lo que no hemos considerado aspectos positivos o
terapéuticos del discurso de los usuarios, lo hemos clasificado como "limitaciones", pero sería perfectamente
posible llamarle también "retos", "sugerencias", "sentimientos generados" o "aspectos a mejorar". También se ha
comentado anteriormente que, mientras que en los aspectos considerados terapéuticos hay un cierto consenso
entre ancianos y trabajadores, parece no existir este acuerdo al hablar de las limitaciones de la TAAC (r=0,0024).
A pesar de ello sí que hemos encontrado varios aspectos coincidentes en los discursos de uno y otro grupo de
análisis (ver Tabla 5). El primer aspecto común que parece provocar disconformidad es que el perro multiplica la
necesidad de higiene (33,5%), especialmente en etapas concretas (caída del pelo, deposiciones iniciales
incontrolables). A pesar de todo, este tipo de quejas figuran más en el discurso como un recuerdo anecdótico de
los primeros meses de la experiencia que como una molestia vigente.
En el segundo lugar de la clasificación común (21,2%) figura el sentimiento de impotencia experimentado por
algunos de los residentes al no poder ocuparse del mantenimiento del animal, a pesar de desearlo. En efecto, hay
que tener en cuenta que la disminución del vigor físico del anciano se convierte en una desventaja para realizar
una amplio abanico de actividades en relación con el animal y los residentes parecen acusar esta impotencia. Uno
y otro grupo consideran este aspecto como una limitación importante de la TAAC. También en el estudio de Lago
et al. (1993), anteriormente mencionado, un 19,6% de los ancianos encuestados hablaron de la responsabilidad
excesiva que supone la posesión de un animal y de la incapacidad que experimentan para hacerlo.
El 19,4% de opiniones comunes de nuestro estudio hace referencia al desorden y a los pequeños destrozos
ocasionados por los animales. Este aspecto, como decíamos al inicio, a pesar de figurar en forma de queja, no
tiene porque ser algo negativo ya que, al mismo tiempo, puede ser un motivo para mantener al anciano en un
cierto estado de alerta constante. Lago et al. (1993) cifraron en 10,7% el porcentaje de dueños que tenían quejas
por los destrozos y el desorden que causan sus animales.
En 1983, Ory y Goldberg (1993) llevaron a cabo un estudio sobre satisfacción de vida de ancianos propietarios de
animales de compañía en el que, paradójicamente, demostraron que poseer un animal no implica necesariamente
una mayor felicidad o bienestar subjetivo. De esta manera, pudieron comprobar que lo que sí tiene una
importancia fundamental en la percepción de la felicidad no es tanto la mera posesión sino el vínculo que el dueño
es capaz de establecer con su mascota. Nadie mejor que Saint-Exupéry (1946) ha sido capaz de describir con
tanta belleza este íntimo vínculo que una persona puede llegar a establecer con un animal. Se trata del encuentro
mágico entre el Principito y su pequeño amigo el zorro: "(...) Tu todavía no eres para mí más que un niño idéntico
a otros cien mil niños. Yo no tengo necesidad de ti. Y tú tampoco tienes necesidad de mí. Yo no soy para ti más
que un zorro idéntico a otros cien mil zorros. Pero si tú me domesticas, tendremos la necesidad el uno del otro. Tú
serás para mi único en el mundo. Yo seré para ti único en el mundo (...). Tú tienes el cabello dorado. Entonces,
cuando me hayas domesticado, será maravilloso, porque el trigo, que también es dorado, me recordará a
ti." (ibídem, 68, la traducción es nuestra). Esta relación tan estrecha con otro ser (una persona o, en su defecto,
un animal) sí que parece tener una incidencia altamente terapéutica en la población anciana cuando se dan las
condiciones óptimas. Algunos autores, incluso, equiparan esta vivencia de tener mutua necesidad de alguien a las
necesidades humanas más fundamentales. "Las [necesidades] primarias son el alimento, el calor y, al mismo
nivel, la compañía y el hecho de ser necesitado por alguien. Los perros son beneficiosos para la salud de las
personas porque los perros necesitan a las personas." (Fogle, 1999, p. 90).
Este mismo vínculo afectivo constituye un factor protector contra acontecimientos angustiosos y estresantes e,
incluso, redunda en una mayor posibilidad de supervivencia. Uno de los primeros estudios epidemiológicos sobre
la TAAC, realizado en 1980, demostró que el 94% de pacientes hospitalizados por infarto de miocardio y que
poseían animales de compañía seguían con vida un año después de ser dados de alta, mientras que sólo el 72%
de estos enfermos post-hospitalizados y sin animales de compañía alcanzó un año de vida después de abandonar
el hospital (Friedmann et al., 1980). De todas maneras, lo que sí parecen añorar nuestros entrevistados es el
sentimiento de ser únicos en el mundo para alguien. Residentes y trabajadores afirman (14,7%) que los animales
son demasiado independientes o desobedientes como para llegar a establecer un verdadero vínculo terapéutico. Y
esta opinión se completa con la idea que ha aparecido con más frecuencia en el discurso exclusivo de los
trabajadores (58,3%): los residentes tienen poca relación con el animal. A pesar de que la mayoría de mascotas
están unidas a sus dueños por una especie de lazo invisible (Sheldrake, 2001), con los animales de la residencia
no es posible esto por la gran cantidad de personas que allí viven. Esto, precisamente, puede provocar conflictos
interpersonales o, incluso, celos entre los residentes (11,1%). Y únicamente el personal apunta algunas
soluciones al respecto: "Falta adiestramiento de los animales" (23,2%) y "Faltan terapias dirigidas" (18,4%).
Como conclusión final, y ya a modo de síntesis, señalar que, a pesar de que las TAAC pueden ser altamente
beneficiosas en diferentes tipos de poblaciones, creemos que lo son de una manera muy especial en la ancianidad,
ya que el vínculo con los animales de compañía parece ser más fuerte y profundo que a otras edades (Bustad y
Hines, 1993). Esto es así por las características y problemáticas concretas que presenta este tipo de población
(soledad, aislamiento, falta de motivación, rutina de las instituciones). También podemos afirmar que, según el
discurso de los usuarios de "Parc Serentill", los animales son un elemento muy valorado tanto por los trabajadores
como por los residentes ya que, de alguna manera, satisfacen necesidades o carencias que presentan las
personas mayores. Estas necesidades "alternativas" (necesidad de sentirse útil, contacto físico y estimulación
táctil, afectividad, comunicación, necesidad de encontrar un sentido a la vida, necesidad de cuidar a alguien) en
no pocas instituciones se descuidan, bien sea por desconocimiento, dificultad de dar una respuesta operativa o,
simplemente, por seguir una ética de mínimos.
Por otra parte, la posibilidad de que este estímulo animal sea algo permanente y habitual en el entorno diario de
la residencia parece ser mucho más positivo que si, por el contrario, se realizara en forma de contactos o visitas
periódicas (Jendro y Watson, 1984). La opinión de que puede ser conveniente una formación específica de los
perros para aprender a actuar como facilitadores terapéuticos parece tener bastante fuerza en el discurso de los
trabajadores.
No corresponde a este estudio encontrar una explicación complexiva al porqué los perros tienen un papel
beneficioso en la salud de las personas. Quizás líneas de investigación futuras podrían tomar el relevo por esta
vía. Sí que apuntamos, de modo breve y para completar la exposición, algunas explicaciones hipotéticas al
respecto. La primera de ellas nos propone ver al animal como un elemento de cambio a una vida más saludable.
"En mi opinión, lo que reduce los problemas de salud menores no es el perro en sí mismo, sino el cambio de estilo
de vida que representa el hecho de tener un perro", afirma Fogle, 1999, (p. 87). También es cierto que, de alguna
manera, todo aquello que tiene relación con la naturaleza presenta un efecto curativo sobre el cuerpo y la mente
humanos. Finalmente, no debemos olvidar que el animal no es más que un complemento y puede actuar como
sustituto en determinadas ocasiones, pero nunca puede ser sustituible o equiparable a la relación humana. "El
apoyo social de otras personas es más beneficioso para la salud de la gente. La única razón por la que los perros
han sustituido a las personas en este papel es porque las personas han perdido u olvidado lo importante que es el
apoyo de la familia y los amigos." (ibídem, p. 135).
Sirva de guinda final la siguiente frase que recoge todo lo dicho hasta ahora, sintetiza el conjunto de ideas de los
usuarios entrevistados y nos deja el camino abierto a nuevas y futuras aportaciones: "Hay evidencia abrumadora
de que los animales nos hacen más felices, sanos y sociables, y la investigación sólo acaba de comenzar" (Cusack,
1991, p. 13).
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