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Queda hecho el depósito que previene
la ley. Reservados todos ios derechos.
EMILIO MIRA Y LÓPEZ
Ex-Profesor de la Universidad de Barcelona
Presidente electo del XI Congreso Internacional de Psicología
PROBLEMAS
SICOLÓGICOS
ACTUALES
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A R G E N T I N A
Se acabó de imprimir este libro el día 10 de
noviembre de 1947, en la Imprenta de F. y
M. Mercatali, Av. Acoyte 269, Buenos Aires.
LIBRERÍA Y EDITORIAL "EL ATENEO"
FLORIDA 344 - CÓRDOBA 2099 - BUENOS AIRES
PROLOGO
por · el
Pro/. Dr. GONZALO BOSCH
El legendario denuedo hispánico se estrelló en Jesigual refriega en pos de distintos ideales. El talento y el
arrojo al servicio de convicciones antagónicas, han dejado,
en apariencia, un saldo ruinoso de maldición bíblica y
bajo sus escombros. . . más de un millón de muertosl.
Nuestro cariño de hermanos no concibió nunca '-que
bien de este mal vendría". La sesuda conciencia del empirismo popular, se nos antojaba vano estribillo sin sentido. Hoy, rojas aún las brasas de la hoguera, siderado
el odio por la pena, el genio humano incide sobre este
campo de experiencia.
El dolor es, psicológicamente, el hecho positivo, señala Schopenhauer y la fuente eterna de nuestro conocimiento útil, nada puede reemplazarlo como maestro del
espíritu. De tan dura lección ¿qué podría quedar?...
Los años venideros irán dando la razón a la sabiduría popular y confirmarán la noble tradición de nuestra pujante raza. Entretanto, llega hasta nosotros el eco de esta
enseñanza: Sereno en el fragor, por encima de la pasión
y de la lucha y aun sobrepuesto al caudal incalculable
de sú propia vena emotiva, un estudioso de España,
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que siguen son el fruto imponderable de su labor. Capítulos nutridos con observaciones sutilísimas muestran la
garra del autor que, en este trabajo como en otros, revela
la vastísima erudición psicológica que posee, puesta siempre al alcance de los que gustan estudiar la personalidad
humana, ya sea para satisfacer exigencias culturales o
para la mejor aplicación del Derecho o de la Medicina.
Los tipos de la revolución en sus más distintas modalidades desfilan con realismo impresionante y el íntimo
juego de su psiquismo es puesto' a la vista, con la extraordinaria habilidad de un disector que fuera capaz de la
proeza de mostrarnos la substancia viva.
Quijote y Sancho nacidos del ingenio de la pluma
hispánica, han trazado los moldes sobre los que se inscribe media humanidad. Los tipos psicológicos del revolucionario descritos por E. Mira, son desde ya universales. Quiere el azar que se gestaran en la misma tierra
fecunda y dolorida. El hombre de letras y el estudioso,
en admirable consorcio, los tomó de la realidad palpitante y viven en sus páginas como entes transhumantes
que pasan y . . . se quedan.
Emilio Mira y López, de renombre mundial, por su
descollante y fecunda actuación, en el campo psicológico
puro o en el psiquiátrico, es muy conocido de nuestros
estudiosos y no necesita ser presentado, pero, si alguien se
vincula a él a través de estas páginas, su enjundiosa obra
anterior ---que figura en la bibliografía universal--'
no será desmerecida.
AUTO]UST1F1C ACIÓN
Una observación superficial podría despertar la sospecha,
en cualquier lector, de que el libro ahora objeto de su quehacer
no tiene entre sus páginas más coherencia que la prestada por
su encuademación. No obstante, un primer factor que las engarza ideológicamente es la unidad conceptual que produjo su
contenido literal; un segundo, no menos importante, radica en
el hecho de que los problemas que en él se discuten tienen
idéntico e inequívoco aire de familia: a través de sus diversas
nominaciones se impone su actualidad, su situación central en
el campo de la dialéctica psicológica, su enorme potencial de
excitación (todos son "escandalosamente" subjetivos) su cambio
de orientación bajo el enfoque dinámico que hoy se diseña definitivamente en todos los sectores de la investigación antropológica. . . Y un tercer elemento que justifica la publicación conjunta de trabajos como los que siguen es, también, la similitud
de la técnica con que han sido tratados, técnica que trata de
utilizar e integrar todos los recursos posibles --vengan de donde
vinieren, con tal que sean eficaces-- para llegar a una mejor
comprensión. En efecto, ni una sola escuela psicológica debe
ser desdeñada en la elaboración de temas tan complejos como
éstos, pero aquí surge, precisamente, la necesidad de evitar que
del eclecticismo intencional resulte un confusionismo descriptivo.
Mal juez es de su obra el autor, pero puede en este respecto
' afirmar honestamente que la ambición de conseguir una apreciable síntesis en cada capítulo, no ha dejado de acuciarle ni un
momento a lo largo de los seis años requeridos para la plasmadón del presente volumen.
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Azares cíe la vida determinan que sea en Hispanoamérica en
donde va a ser primero sometido a la crítica. No podía imaginarse mejor oportunidad ya que el público sudamericano posee,
como el español, un amplio teclado emocional que le capacita
specialmente parala
intuición psicológica a la vez que le impulsa a desbordar con relativa facilidad los cauces de la rutina
intelectual y le permite adentrarse resueltamente en todos los
campos vírgenes de roturación sin perder por ello su orientación ni
su concepto de la medida, cual sucede con frecuencia a los
más sesudos lectores de otros pueblos.
Nuestros ensayos empiezan con el eterno problema del dolor y siguen prendidos en el centro mismo de la vida afectiva
al considerar sucesivamente los factores psicológicos determinantes de la conducta moral, de la sociabilidad y de los estados pasionales, para terminar con un intento descriptivo y comprensivo
de la conducta revolucionaria.
Quizá este último parezca un tanto extraño al resto de la
bra. Quizá lo sea, pues no hay duda que las vivencias de los
últimos dos años y medio de permanencia en España han
debido por fuerza influir en nuestra manera de concebir los
problemas humanos. IVo obstante, creemos sinceramente que no
hay alteración esencial de criterio ni de técnica y sí, en todo
caso, cambio circunstancial de los contenidos de interés. Por lo
demás, si existe en la actualidad un tema palpitante, en el que
a intervención científica puede contribuir, quizá
decisivamente,
a mejorar el Destino de la Humanidad, es precisamente éste.
Quiérase o no la Humanidad vive una fase revolucionaria. Todos
los valores se hallan sujetos no sólo a revisión sino a transformaciones que podían parecer inconcebibles hace apenas unos decenios. Esta precipitación del devenir psicológico se manifiesta
en todos los campos: La Ciencia y el Arte, la Religión y el
Derecho, la Política y la Moral luchan y padecen desesperadamente para hallar nuevas formas de cristalización que permitan
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,su supervivencia en esta época crítica, cuyo equivalente histórico
hay que buscarlo muchos siglos atrás. El Hombre, hasta hace
poco preocupado en dominar la Naturaleza, ha vuelto a encontrarse a sí mismo y vive angustiado por el problema de acertar
su misión en la vida. Ya no lucha para vivir sino que vive y
lucha para un Algo que trasciende de su limitada esfera existencia!. Saber qué es ese Algo, sin el cual su afán carece de
Sentido, es su mayor problema.
Reacción pasajera contra él es la tendencia a sumergirlo en
el anonimato de la "masa social" y convertirlo en simple número, cual se observa en los países sometidos al régimen totalitario, en los que desde el vestido hasta la vida más íntima han
de ser pasados por el uniforme y tosco molde del Credo dictatorial. Pero cualquiera que sea el aparente triunfo actual de
esta tentativa de defensa y de soslayo, el proceso sigue su marcha imperturbable y se encamina fatalmente hacia su fin ciclomórfico. De aquí la necesidad de acometer su estudio, procurando aplicarle el criterio científico. A quien arguya el peligro
de que la pasión pueda mezclarse en ello, habrá que recordarle
la frase de Goethe: es peor la hipocresía que la pasión. De otra
parte, tampoco sería honesto publicar este libro "ad usum Delphini", tratando solamente aspectos parciales de la cuestión.
Esperamos y deseamos la crítica, incluso severa, de las ideas
sustentadas a condición de que sea sincera y concreta. Ojalá de
ella y de todas las demás pudiesen brotar una mejor comprensión y nuevas direcciones constructivas de la futura Sociedad humana que, para ser justa, requiere ser basada en una
concepción psicológica de sus elementos integrantes.
Londres, julio de 1939.
C. MIRA T LOVEZ.
CAPÍTULO
I
ENSAYO PSICOLÓGICO ACERCA DEL DOLOR
DIFICULTADES PARA EL ESTUDIO DEL DOLOR. --
O P I N I O N E S DE LOS FISIÓLOGOS, NEURÓLOGOS Y
CIRUJANOS ACERCA DEL DOLOR. r-' E L DOLOR
VISTO "PO R DENTRO" . --< DIFERENCIA S ENTRE
EL
DOLOR,
LA
PEN A
Y
EL
SUFRIMIENT O Y
OTROS ESTADOS VIVENCIALES ANÁLOGOS. -- C Ó MO
ENTABLAR LA L UC H A CONTRA E L SUFRI -
MIENTO.
Pocos temas hay que ofrezcan al hombre un interés
más general y profundo que éste. Iniciamos la vida con
dolor, nos separamos de ella *--Ia mayor parte de las veces.-- sufriendo, por lo menos, las alteraciones físicas causantes de la muerte y mientras deambulamos por este
"valle de lágrimas" es el más fundamental de nuestros
impulsos, el de huir de sus tormentos. No en vano el
hombre es un aprendiz cuyo maestro es el dolor ·--> dicen
que afirmó ya Aristóteles, confirmó Schopenhauer y
repitió Alfredo de Musset en versos románticos.
Diversas escuelas filosóficas, de todos los tiempos,
han construido su concepción del mundo en derredor suyo, mostrándose más o menos pesimistas respecto de su
esencia y significación. Los biólogos por su parte nos confirman que el hombre, instintivamente, huye del dolor
y busca el placer y que tan sólo es capaz de resistir el.
primero cuando se promete de esta resistencia la obten-
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ción de un placer ulterior más intenso (satisfacción de
un ideal).
Pero ahecho paradójico^- a pesar de la atención
constante que los nombres científicos o profanos han
dedicado al dolor y sus problemas, a despecho de las
toneladas de papel que han sido escritas o impresas para
estudiarlo, nos encontramos ahora, en pleno siglo XX,
faltos de una definición precisa, desprovistos de una clasificación aceptable de sus formas, e inermes prácticamente,
para combatirlo en sus manifestaciones más violentas.
¿A qué se debe la enorme desproporción existente
entre los esfuerzos realizados y los resultados obtenidos?
Tres causas parecen explicarlo: la más fundamental es
quizá, la imposibilidad en que se han encontrado hasta
ahora los hombres de ciencia, de manipular con el dolor
como objeto de experimentación. La ética más elemental
impide, en efecto, someter al hombre al sufrimiento para
satisfacer una curiosidad especulativa o, incluso, para
encontrar una fórmula bienhechora aplicable a sus semejantes. Por esto la inmensa mayoría de biólogos y psicólogos que han' querido intentar el estudio experimental
del dolor, se ha tenido que contentar con provocarlo en
sus manifestaciones más leves y en sus formas menos
interesantes. Existen, sí, unos hombres que por motivos
profesionales se encuentran diariamente ante el verdadero dolor: los médicos. Pero precisamente. también las
circunstancias que motivan su intervención impiden que
puedan aprovechar con fines experimentales, de investigación, su valioso material de estudio.
El enfermo llama, en efecto, al médico para que éste
le quite cuanto antes su sufrimiento; quiere de él una
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intervención activa y eficaz y de ninguna manera toleraría
ue se le tomase por un conejillo y se le sometiese a un
experimento científico. De otra parte,' el médico (ni
cuando es especialista en neurología) no se encuentra
preparado para hacer observaciones útiles desde el punto de
mira psicológico. Es por esto, que solamente algunos
profesionales han querido y han podido aprovechar la
ocasión que la patología les ofrecía para penetrar en el
misterio del dolor.
Un segundo factor ciertamente no el menos importante, el confusionismo existente, es la enorme imprecisión terminológica observada en el campo de la psicología afectiva, que nos hace confundir conceptos que
deberían estar cuidadosamente limitados y diferenciados.No se pueden utilizar indistintamente los términos de:
Dolor, Pena, Sufrimiento, Disgusto, Malestar, Angustia,
Ansiedad, Mal, etc., ni es lícito tampoco hacer sinónimos
el dolor y el desplacer, como ha sido propuesto y aceptado
con demasiada frecuencia.
Finalmente, el tercer motivo de nuestra actual ignorancia en este aspecto, hay que buscarlo en la heterogeneidad de las actitudes con que han atacado el
problema del dolor los diversos investigadores que se han
creído en la necesidad de estudiarlo: Filósofos, Teólogos,
Sociólogos, Biólogos, Cirujanos, Fisiólogos, Psiquiatras
y Psicólogos, no bolamente hablan lenguajes diferentes,
sino
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de temas como éste, que por ser profundamente vitales ,
desbordan el estrecho y rígido marco de las aisladas
disciplinas científicas. Precisa, sobre todo, no dejarse
fascinar por la Fácil atracción de algunos esquemas conceptuales "que éstas an705 Tm0.0056 Tc[20 11334 Tc(por)Tj0 122 -12 0 138.6 208.490520 1133c( )Tj0 (0 138.6 212.8705 20 113( Tc(por)-2.8(m)-3 0 1
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No precisa ser un técnico en Psicología para ver que
Beaunis no na tenido ningún éxito en su ensayo de clasificación de los dolores psíquicos; en cambio, nos da
una visión mucho más extensa de los dolores sensuales
y ---hecho importante^- nos indica la existencia de estados de transición entre las dos íormas (física y moral)
del fenómeno álgico. Las "molestias" son, en erecto,
una especie de "no man's land" que separa y une los
territorios en apariencia distanciados de la somatoalgia y
la psicoaígia.
c) V. Frey --el fisiólogo que más lia tiataao de
diferenciar el dolor de las otras formas de la sensibilidad-- afirma que el fenómeno álgico corresponde a la
actividad de un sexto sentido: el sentido del dolor, cuyos
órganos receptores estarían constituidos por las terminaciones nerviosas intraepiteliales libres y cuyas vías de
transmisión subirían por los cordones posteriores hasta un
supuesto centro algógeno, situado en el tálamo y conectado con la corteza por fibras centrífugas que llegarían
hasta las circunvoluciones parietales. En la piel la sensibilidad dolorosa se encuentra concentrada en pequeños
rritorios llamados "puntos dolorosos", cuya superficie es de
orden de O'l mm.2, produciendo su excitación "siem- pre"
una impresión de dolor, independiente de la íorma
y naturaleza del estímulo. La mayor o menor sensibilidad
dolorosa de la piel estaría en razón directa con el número de estos puntos, muy abundantes en la córnea y
glande (faltando en cambio, los puntos táctiles) y ausentes en la mucosa de la mejilla, al nivel del segundo molar inferior y en la extremidad libre de la uvula, por
cuyo motivo dichas partes son fisiológicamente insensi-
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.
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bles al dolor. Para demostrar que éste es conducido por
vías distintas a las que transmiten las restantes formas de
la sensibilidad, V. Frey aduce el hecho, que es posible
observar en diversas enfermedades y provocar experimentalmente, de una "disociación" sensitiva, en forma
que unas impresiones sensibles aumenten y otras disminuyan independientemente de la intensidad de sus
correspondientes estímulos. Así por ejemplo, en la sirinomielia se pierde la sensibilidad térmica y dolorosa y se
conserva, en cambio, la táctil; en la anestesia local se
observa lo mismo ai principio de la acción cocaínica. Hí
mentol es analgesiante y sin embargo tiene una acción
hipercriestesianie (excita las zonas frías). Por otra parte
los tiempos de reacción son totalmente distintos en Jas
diversas sensaciones cutáneas (que se clasifican por este
orden: táctiles, de frío, de calor y de dolor, siendo éstas
las más lentas en producirse) lo que representa un nuevo argumento a favor de la hipótesis de que cada una
de ellas tiene uña vía propia de transmisión.
d) loteyko y Stefanawslía creen que el retraso de
recepción de las impresiones dolorosas es debido a que
fenómeno álgido resulta de la excitación química de las
terminaciones nerviosas por unas substancias "algó- genas
, engendradas siempre que existen procesos vivos de
desintegración celular (hecho patológico). Estas impresiones tomarían estado consciente en centros nerviosos bilaterales, con la particularidad de que la- mitad
izquierda del cuerpo es más sensible a ellas que la derecha. La fatiga, la atención y el miedo exageran *-
las mencionadas investigadoras^ la percepción del dolor.
Además, ésta se encuentra siempre aumentada en las
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excitaciones correspondientes a la mitad izquierda del
cuerpo, lo cual indicaría no sólo la existencia de centros
nerviosos1- especiales para el dolor, sino una asimetría
funcional de éste.
e) GoldscKeider, en su libro sobre las sensaciones
dolorosas, s e opone a la idea de que haya puntos
exclusivamente dolorosos, así como niega también la
existencia de los llamados "corpúsculos del placer
(WoIIustkorpcKen de Krause, identificados por Finger y
confirmados por WertKeimer y Dogiel). Según él, existen
dos sistemas cutáneos: uno capaz de responder con una
impresión táctil para las excitaciones débiles y una impresión dolorosa para las fuertes y otro que además de dar
la sensación de contacto, respondería con una sensación
álgica a la presión.
Las ideas de Goldscneider Kan fructificado en otras
concepciones "dualistas" de la sensibilidad dolorosa que
tan sólo citaremos (TKunberg, AIrutz, Head, Pieron).
Todas ellas tienen de común la distinción entre la sensibilidad cutánea superficial, viva, delimítame y específica
al pincKazo (para la cual Pieron propone el nombre
de sens de la piqüre") y las multiformes impresiones
álgícas (de compresión, distensión, avulsión, escozor,
etc.) derivadas de las llamadas sensibilidades profundas.
Pieron <--eI más destacado de los actuales dualistasi-cree que el verdadero dolor es en esencia, una reacción
emocional, talámica, que se produce tardíamente y
de vez en cuando en la escala zoológica (por necesitar
una cierta complejidad estructural y funcional psiconerviosa) y que debe estudiarse entre los fenómenos
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afectivos y no como Kasta aKora se Kabía KecKo, entre
las sensopercepciones.
f) Storring adopta una posición intermedia entre
los unicistas y los dualistas: niega la existencia de órganos receptores específicos de la impresión dolorosa, pero
dmite, en cambio, la existencia de una vía especial de
conducción, que es excitada por la energía que Ka
desbordado las vías ordinarias de transmisión de la
sensibilidad. Según esta concepción, el dolor sería, pues,
producido por un exceso de estimulación sensorial o cenestésica y representaría un fenómeno de irradiación,
totalmente comparable a los de resonancia que se observan en la acústica.
K) Kulenkampff afirma que el dolor es percibido
a través de vías simpáticas, es decir, de fibras, no mieIinizadas, en las que la velocidad de conducción del
impulso es mucKo más lenta; eso explicaría el retraso de
percepción que se observa siempre en las excitaciones
algógenas. Todos los dolores van acompañados del cuadro de excitación del simpático (midriasis, aumento de la
nsión arterial y de las contracciones cardíacas, sensación del
calor y congestión facial, evacuación de los esfínteres, piel
de gallina, etc.). Claro es, no obstante, que la
presencia de este cuadro ^-ya previamente descrito por
Cannon-- no indica el papel específico del sistema vegetativo en la transmisión de las impresiones álgicas, ya
que es imposible separar el dolor de la emoción de miedo
o de cólera que le acompaña y en ambas Ka demostrado
Cannon la producción de una descarga adrenalínica
i--secundaria^-- que podría ser la única fuente productora
del síndrome somático acompañatorio del dolor.
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Kulenkampff cree que las excitaciones algógenas siguen hasta los centros mesencefálicos, tres vías: 1*, la
de ías fibras simpáticas de los órganos internos: 2*r la de
íos íiletes simpáticos perivasculares (los más importantes
de acuerdo con Leriche) ; 3*, la de las fibras, simpáticas
antidrómicas, que caminan con los nervios cerebroespinales, contundidas con las raíces motoras.
Como vemos, pues, no puede decirse que naya un
acuerdo entre los fisiopatólogos y los anatomorisiólogos
respecto a la base orgánica del dolor. Unos afirman que
se trata de una forma de sensibilidad específica, otros
creen que es una modalidad afectiva común a múltiples
formas sensibles. Algunos creen que la producción del
dolor se encuentra condicionada por un factor de intensidad de excitación, mientras que otros admiten la necesidad de una cualidad especial del estímulo. Unos afirman que el dolor se" transmite por las raíces posteriores,
otros (Bell-Mangendie) nos dicen que camina por las
raíces anteriores y otros opinan que lo nace por los cordones laterales, no faltando quien asegure que lo nace
por la cadena simpática extramedular. . .
Por otra parte, recientes experimentos de Pieron Kan
demostrado que los tiempos de reacción ^-en la misma
región cutáneas- son diferentes para las diversas formas
de estímulos algógenos; así, por ejemplo, se puede admitir
que la onda reacciona! al pinchazo va a una velocidad
de 16 metros por segundo, mientras que la de la incisión
lo hace a ía velocidad cíe 12 metros y la de la quemadura,
mucho más lenta, a la de 4,5 metros por segundo (el contacto, en cambio, se transmite a 40 metros por segundo).
Esté hecho (proporción, inversa entre la velocidad de
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aparición del dolor y el peligro orgánico a que responde
o del cual es signo) es suficiente para destruir todas las
teorías finalistas que pretendían hacerle el guardián de la
integridad orgánica, el centinela que advierte al espíritu
ae los peligros físicos que le amenazan.
Si pretendemos sacar algún provecho del estudio de
los fenómenos somáticos que acompañan a íos grandes
dolores (alteraciones pupilares, vasomotoras, excretoras,
respiratorias, hemáticas, etc., etc.) caeremos en un nuevo
océano de confusiones, toda vez que, según los estímulos
que han sido adoptados, las particulares características
de los sujetos del experimento y la técnica empleada, los
diversos autores han obtenido los resultados más diversos
e imaginables. Apenas si parece haberse comprobado
con cierta constancia el hecho de que el dolor aumenta
micialmente la tensión sanguínea y acelera los latidos del
corazón, excepto cuando es tan fuerte que provoca fenómenos colapsales. Además, la imposibilidad en que se
encuentran los psicofisiólogos para separar los síntomas
somáticos concomitantes del dolor y los de las reacciones
emocionales que éste despierta (miedo, cólera, etc.) hace
que tampoco pueda esperarse una mayor coherencia en
los resultados de los experimentos futuros en este aspecto.
Finalmente, queda el estudio más externo del dolor,
es decir: la investigación de las "expresiones" álgicas
(gestos, actitudes corporales o faciales). ¿Qué nos dice
la observación directa de ías personas afectas de grandes
dolores? ¿Cómo se caracteriza ía expresión de un dolor
intenso? Digámoslo de una vez: de ninguna manera.
En el capítulo sobre el dolor del "Tratado de Psicología"
de Dumas, el curioso lector podrá ver algunas fotografías
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impresionantes y guiñolescas de personas martirizadas
^-en otras épocas y lugares--- y podrá, nacerse cargo de
cómo la faz y la actitud de un mismo sujeto cambian
extraordinariamente de un momento a otro bajo la influencia del dolor paroxístico: tan pronto se crispan como
se relajan sus músculos; su cara, ahora toma una expresión de rabia, añora de miedo, ahora de estúpida indiferencia, ahora de estática beatitud. . . Si se trata de sujetos
.con libertad de movimientos según la Iocalización y el
curso de dolor toman posiciones de las más diversas,
realizan los movimientos más disparatados o bien permanecen inmóviles, con o sin tensión. . . Es decir, no hay
manera de llegar por fuera a la descripción y caracterización del fenómeno1 doloroso como algo específico y
aislable en el campo de las experiencias psíquicas.
DOLOR VISTO
POR DENTRO
Intentemos ahora seguir un camino inverso, es decir,
estudiemos el dolor de dentro a fuera, subjetivamente, sin
perder, no obstante, la actitud puramente descriptiva,
fenómeno lógica, para ver si así obtenemos mejores resultados. En primer lugar: ¿qué nos dicen los psicólogos
que nos han precedido en esta vía? Sería larga tarea la
de resumir sus opiniones; por eso nos limitaremos a citar
la del autor que más recientemente .--aprovechando todo
lo que ya se ha hecho r ha sometido esta cuestión a un
tal análisis: Wolgemuth. Este fino investigador inglés
en su monografía (Pleasure-Unpleasure. Analysis of the
feeling elements. Dritish Journal of Psychology. Monogr.
n. 2) mantiene con energía que el dolor se acusa al sujeto
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como- algo bien diferente del "desplacer . Dice que el
dolor tiene las cualidades de una sensación y el desplacer
las de un sentimiento. Nos añade que es posible la coexistencia de una sensación acompañada de un tono afectivo
desagradable y de un sentimiento de placer. Nos afirma
también que el dolor no es necesariamente molesto o
desagradable, aunque resulte así la mayor parte de las
veces. Wolgemum nos aclara finalmente, por vía introspectiva, otro problema: la pretendida génesis del dolor
sensorial por excitaciones específicas de intensidad anormal, o desproporcionadas al deseo especiante del sujeto,
no existe; lo que en tales condiciones se presenta es un
sentimiento de desplacer (ligado a una sorpresa o, decepción) .
Reconociendo el interés de estas conclusiones, hemos
de confesar, no obstante, que no bastan para satisfacer
nuestras ansias inquisitivas. Precisa, pues, librarnos a la
exploración fenomenológica con nuestras propias armas.
Y en tal caso, ¿qué es lo que en primer término resalta
en nuestras experiencias y en los testimonios que recogemos, espontáneos o provocados, actuales o retrospectivos,
de sanos o de enfermos? Pues el primer hecho comprobado es la diferente "cualidad" de los dolores físicos,
sensuales, tópicos y de los dolores psíquicos, morales,
globales. Esta diferente cualidad de ambos tipos de vivencia hace necesaria su separación terminológica: precisa
reservar la palabra dolor para expresar la vivencia que
tiende a producir el sufrimiento físico, externo originariamente a la conciencia del "Yo" y que se acusa en ella
en un momento dado con mayor o menor intensidad y
extensión de sus elementos procedente de la denominada
26
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área somática. Mientras que precisa dar el nombre de
pena
a la vivencia originaria del sufrimiento psíquico
propiamente dicho, engendrado primitivamente en el
yo , que llena desdé el primer momento de su aparición
na totalidad de la conciencia, .hasta el punto de hacer
desaparecer de ella a todo otro elemento o de teñirlo
con su especial cualidad en ciertos casos. En el dolor
físico, podemos decir que el sujeto y la vivencia, álgica se
oponen mutuamente y destacan la bipolaridad psicofísica
hasta el punto de querer "separarse" por medios físicos.
En la pena, esta bipolaridad desaparece y el sujeto no
recibe" el dolor sino que "es" él mismo dolor. Por esto en
los casos más violentos es él "íntegramente" quien
busca la muerte como único remedio. La misma diferencia
perceptiva que debe existir entre la joroba (propia) y
un saco cargado a la espalda (añadido) existe entre
el dolor (siempre centrípeto respecto al ' yo ) y la pena
(siempre centrífuga respecto de él). Esta diferencia explica la posibilidad de que la pena se engendre con toda
la intensidad imaginable por hechos pasados o futuros
(remordimiento o presagio, recuerdo .o temor) mientras
que el dolor tan sólo es vivido como presente.
Dolor y pena por sí mismos proyocan el sufrimiento
pero éste es en realidad un producto final (Endprodukt)
resultante de la interacción de las diversas experiencias
sensibles producidas en un * momento determinado y,
principalmente, derivado e-como pronto veremos--- de la
actitud prospectiva de reacción que el sujeto adopte ante
él. Podemos decir, pues, que el dolor o la pena son condiciones necesarias, pero no suficientes, para provocar el
sufrimiento. De hecho, todos sabemos que en determina-
PROBLEMAS
PSICOLÓGICOS
ACTUALES
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das circunstancias (éxtasis religioso, excitación genésica,
satisfacción de impulsos toxicomaníacos) es posible que
un sujeto pueda soportar grandes dolores y, no obstante,
no sufra, sino que disfrute del momento en que lo experimenta. Análogamente podemos imaginar que una pena
muerte de un ser querido) al coincidir con la satisfacción de
un deseo intensísimo (consecución de un ideal social,
político, religioso, etc.) no cause sufrimiento. Por otra
parte, si el dolor y la pena son los factores que con mayor
frecuencia causan el sufrimiento, no son los "únicos" que
pueden determinarlo. Existen, en efecto, otras causas de
padecer: por ejemplo, el sentimiento de "vacío" (sentiment du vide de Janet) de que se quejan los enfermos
psico-asténicos, puede llegar a ocasionar sufrimientos horribles. (Así una de las pacientes observadas por este
autor le escribe:
Es espantoso lo que sufro; no puedo
resistir ni un momento más esta vida sin impresiones, sin
color ni afectos; soy "una muerta" que "sufre"; todo lo
veo como a través de una niebla, irreal, extraño; no tengo
ánimos de nada ni puedo emocionarme por nada;
es
horrible no poder sufrir cuando me dan una mala noticia", ni alegrarme cuando mi hijo llega del colegio tan
contento con sus buenas notas; preferiría mil veces cualuier enfermedad, a estos trastornos. . . " ) . Inversamente, se
han observado casos en los cuales el dolor o la pena son
únicamente "percibidos" por el sujeto "sin sufrirlos"; se
trata de enfermos, que han sido descritos por Schilder,
afectados de una alteración del "gyrus marginalis" (centro receptor en la corteza de las impresiones álgicas). Este
autor designa el trastorno bajo el nombre de "asimbolia
álgica , y los sujetos que lo padecen son, sin duda, dignos
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de la mayor curiosidad de observación- cuando se les'
provoca un dolor violento lo notan perfectamente, lo describen con tocto detalle y valoran su intensidad y cualidad
con perfecta justeza, pero no exhiben la más pequeña
reacción de defensa y afirman que tal dolor, por fuerte
que sea "no les Race sufrir". Análogamente, en ciertas
personas esquizoides se observa una indiferencia sorprendente ante las desgracias morales, lo que no impide que
reaccionen incluso exageradamente a ellas. En un caso
observado por nosotros el sujeto (E. L. R.) asistió impasiKIe a la muerte de su madre, conversó fríamente con los
presentes, mientras la familia daba muestras del mayor
desconsuelo- Fue el único que cenó aquella noche e inluso cogió un libro y estuvo leyendo indolentemente cerca de
una hora. A las once se encerraba en su habitación y
se suicidaba con tres tijeretazos en la región cardíaca, uno
de los cuales le fracturó el esternón. Interrogados a posteriori los hermanos, nos dijeron que E. había sido siempre
un "lunático" y que todas las manifestaciones de su afectividad parecían paradojales y artificiosas. A veces, de
pequeño, cuando su madre le reñía, él decía: Siento que
he de estar triste y hasta me parece que lo estoy pero no
puedo llorar ni sufro". Estos detalles no son excepcionales; todos los psiquiatras sabemos que en los temperamentos esquizoides las reacciones afectivas no se desarrollan como en las otras personas en la escala diatésica
(alegría-tristeza; placer-sufrimiento), sino en la escala
psicoestesica (insensibilidad-hiperestesia).
Vemos, pues, que el "sufrimiento" debe ser diferenciado como vivencia cteí dolor y la pena, sí se quiere
introducir un poco de precisión en este estudio. Las tres
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PSICOLÓGICOS
ACTUALES
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vivencias pueden existir independientemente la una de
la otra, incluso en personas normales (tal es el caso de
los sujetos sometidos a violentas y perdurables conmociones morales, que afirman al final, agotados y vencidos,
que ya no pueden sutrir mas, a pesar que continúan
sintiendo las mismas penas, como presentes en sus
conciencias). AhoTa bien, si el dolor y la pena tienen
un interés excepcional para el humanista, es precisamente en función del sufrimiento que pueden ocasionar.
Esta afirmación incluye, por tanto, una esperanza, la de
poder ahorrar .--mediante una intervención oportuna^ el
sufrimiento cuando no sea posible actuar sobre las causas
productoras del dolor y la pena. Y, en efecto, esta esperanza ha sido ya convertida parcialmente en realidad en
el campo de la Medicina: el terapeuta dispone de un
arsenal de substancias que pueden mitigar el. sufrimiento
de los dolores: los analgésicos. Pero las penas no pueden
tratarse tan fácilmente. Ante ellas, el hombre utiliza ^-como pronto veremos^ múltiples recursos psicológicos,
pero le faltan,, en cambio, los medios físico-químicos
eficientes. para hacerlas soportables. Los anestésicos generales, los hipnóticos y los sedantes más intensos, no
evitan el sufrimiento que la pena ocasiona, sino en la
medida en que suprimen y ofuscan ía conciencia del
sujeto, es decir, que le privan de su vida psíquica (en
forma más o menos duradera); existen, es verdad, ciertas
substancias (protóxido de nitrógeno o gas hilarante, muscaína, benzedrina) que pasajeramente y :en ciertos indiiduos pueden cambiar el tono afectivo, proporcionándo- les
una alegría ' artificial , sin perturbar en forma apre- dable
las funciones perceptivas, pero la inseguridad y
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de la mayor curiosidad de observación; cuando se les
provoca un dolor violento lo notan perfectamente, lo describen con todo detalle y valoran su intensidad y cualidad
con perfecta justeza, pero no exbiben la más pequeña
reacción de defensa y afirman que tal dolor, por fuerte
que
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rapidez de estos efectos no justifican su uso en general,
tanto más cuanto que sus efectos tóxicos secundarios pueden ser perjudiciales para el organismo.
Sigamos, no obstante, la diferenciación terminológica: nos falta aún precisar *--si podemos^ el contenido
fenoménico correspondiente a las vivencias de la angustia
y la ansiedad que por sí mismas pueden determinar
también un sufrimiento intenso. Para los profanos, angustia y ansiedad son términos sinónimos mas para los
psicoanalistas ortodoxos significan Lechos diferentes: la
angustia sirve para designar un estado en el cual se
asocian diversas impresiones de malestar orgánico /--'principalmente localizadas en la caja torácica (opresión del
pecno, paraestesias >---frío, pinchazos, etc.'--' del corazón,
sudor frío por todo el cuerpo) y una vivencia de miedo
"indeterminada" ;fla ansiedad, en cambio, nos presenta en
primer plano un estado de inquietud y agitación molestas,
que siempre aparecen ligadas con la presencia de una
intensa tendencia ^apetitiva o repulsiva»-- "anticipadora de
un resultado". La ansiedad aparece, pues, ligada
siempre a un determinado contenido de conciencia, es
decir, a una idea concreta de algo que el sujeto considera
róximo a realizarse y que desea o rechaza intensamente con
su personalidad psicofísica. Si, por virtud de un
esfuerzo intenso de represión, desaparece el elemento
ideológico de la ansiedad y se refuerzan las vivencias
orgánicas que le acompañan, veremos aparecer en su
lugar la angustia. Inversamente, si con una terapéutica
psicoanalítica descubrimos el complejo causal de una
angustia, la transformaremos en ansiedad. Prácticamente,
la diferencia entre los dos estados es sencilla: mientras las
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PSICOLÓGICOS
ACTUALES
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personas que tienen angustia requieren la presencia del
médico y se quejan de molestias físicas, las que sufren de
ansiedad piden la favorable resolución de la situación
psíquica que la provoca.
Si quisiéremos apurar los términos, aun podríamos,
con mucha más facilidad, añadir las diferencias de otros
estados distímicos que son causa frecuente de sufrimiento,
(la tristeza, el disgusto, el remordimiento, la aversión,
etc.) ; pero no es ésta la tarea que hemos de hacer, sino
la de ver qué orientaciones podemos sacar de lo que
hasta ahora hemos dicho. Nos parece haber puesto en
claro que precisa establecer una duplicidad terminológica para designar la vivencia del dolor orgánico (dolor
propiamente dicho) y la del hasta ahora llamado dolor
moral o psicalgia, para el cual proponemos la utilización
de la palabra "pena". Análogamente, creemos haber
precisado el hecho de que el dolor y la pena son condiciones y "nada más que condiciones" elementales determinantes del sufrimiento, el cual, por otra parte, puede ser
determinado por otras causas. Sabemos que el estado de
ánimo resulta en definitiva de la interacción de los
diversos sentimientos presentes en un momento dado, y
por tanto es factible que el dolor o la pena coexistentes
con otras vivencias de tonalidad afectiva diferente, no
lleguen a poner al sujeto en estado de sufrimiento, no
obstante destacarse (el primero ¡ocalmente, y la segunda
globalmente) en el campo consciente del sujeto.
Eso nos induce a profundizar un poco en el estudio
de las condiciones que regulan el estado de ánimo en un
momento determinado. En este aspecto hemos de confesar con rubor que tenemos algunas ideas originales, hijas
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de nuestra experiencia clínica, pero no aptas para recibir
sencilla demostración por la vía psico-experimental sistematicé a nuestro juicio, el "presente psíquico1 es prácticamente inexistente en la vida afectiva de los sujetos
normales que generalmente aparece orientada hacia el
"futuro" (tendencia prospectiva determinante de la actitud de reacción previa), con ligeras. incursiones en el
"pasado". Dicho más claro: la "constelación psíquica
resultante de la experiencia inmediatamente precedente
y la tonalidad afectiva derivada del conjunto de prospecciones" {previsiones del futuro subjetivo inmediato)
tienen mucha más importancia que el tono de las vivencias presentes para la determinación del sufrimiento o del
placer inherentes a la total actividad psíquica en un momento determinado. Si fuese posible experimentar un
dolor o una pena de inusitada violencia pero de "duración
instantánea" quedaríamos admirados de lo insignificante
que sería el sufrimiento provocado. El sufrimiento ocasionado por uno u otro crecería, enormemente, tan pronto
como su persistencia llegara a establecer la fusión entre
el tono afectivo de la constelación ( dirección afectiva
preestablecida) y el de la experiencia actual. Y aun
aumentaría mucho más si el tono sentimental de las
"prospecciones" (siempre más intuitivas que lógicas)
coincidiera con ellas. Es tan sólo entonces cuando se
engendra propiamente el "estado de sufrimiento". Todos
hemos visto la influencia que la previa actitud afectiva
ejerce sobre la vivencia de la actualidad. Mil veces se ha
repetido que sentimos la realidad no como es, sino como
esperamos sentirla (proceso catatímico) ; por eso a un
melancólico nada hay que le dé alegría, a pesar de con-
i
PROBLEMAS PSICOLÓGICOS ACTUALES
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servar íntegras sus funciones perceptivas, y a un maníaco(delirio de grandezas de la parálisis general, por ejemplo),
nada hay que lo haga sufrir. Falta añadir que es
asimismo de una importancia predominante en la determinación del sufrimiento o del placer subjetivos, el grado
de
g
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propia esencia huyen del estatismo del momento. De ia
misma manera que para el conductor de un auto lanzado por una ruta, el camino que ajusta sus reacciones
presentes es aún un futuro para las ruedas, y el que
pasa debajo ellas ni tan sólo es visto (disociación entre
el presente de dentro y el de fuera del coche) así también,
en el dinamismo de los procesos conscientes, el camino
de la vida es visto como presente, cuando en realidad es
futuro para el organismo, y el que en éste se acusa más
tarde como presente es ya "pasado" para el psiquismo
que, cual centinela de avanzada, realiza la mayor y más
típica parte de su trabajo en forma de previsión, abandonando en gran parte a los automatismos subconscientes
la ejecución material de las decisiones.
Mil hechos podríamos aducir para confirmar lo que
acabamos de decir, pero quizá será más interesante
acabar el desarrollo de nuestra tesis antes de tratar de
demostrarla: si es verdad lo que llevamos dicho, la lucha
contra el sufrimiento será preciso iniciarla procurando que
la constelación y la prospección
(antecedente y consecuente afectivos) sean agradables, es decir, satisfagan
plenamente las tendencias más básicas del "yo' · La primera parte de esta tarea sólo podrá realizarse cuando se
pueda prever el momento en que se na de provocar el
sufrimiento (así se explican ciertas costumbres que superficialmente pueden parecer absurdas tales como las
de servir grandes banquetes a los condenados a muerte,
organizar fiestas para despedir a los que marchan a la
guerra, prometer regalos antes de las operaciones, etc.).
La segunda, pero la más importante, podrá nacerse siempre, a condición de que conozcamos al sujeto lo suficiente
PROBLEMAS
PSICOLÓGICOS
ACTUALES
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para poder escoger los estímulos más efectivos para reactivar las tendencias cuya satisfacción contrarrestará su
sufrimiento.
En definitiva, hay que lograr engendrar en el sujeto
el convencimiento de que la causa de su sufrimiento
puede aportarle, al mismo tiempo, una satisfacción
lterior más intensa
("no Kay mal que por bien no
enga ) ; éste y no otro es el mecanismo de "consolación de
la pena , que equivale prácticamente a la desapari- ción
del sufrimiento ocasionado por ella. Así el operado soporta
los dolores con la esperanza de que con ellos se libra de
otros mayores; el Rijo se conforma con la muerte de la
madre, pensando que ésta le ha evitado sufrir más tiempo;
el amante engañado se alegra de que el sufri- miento le
haya servido para arrancarse una venda de los ojos y le
haya permitido recobrar la libertad de acción;
el hombre robado pensará que, gracias a una pérdida
relativa, ha evitado una más grande, que se habría producido tal vez si al darse cuenta del robo hubiese entablado una lucha con el ladrón. En resumen: la gente dice
que: quien no se consuela es porque no quiere" y esto
en parte es cierto en el sentido, de que casi siempre es
posible encontrar el medio de hacer que resulte agradable
la prospección de la persona desconsolada.
LA
LUCHA CONTRA EL SUFRIMIENTO
Después de todo cuanto hemos escrito, ha llegado la
hora de intentar una síntesis que permita obtener un
criterio práctico para iniciar con eficacia la lucha contra
el sufrimiento en gener
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la pena, por la angustia o por la ansiedad.) No cabe
duda que si logramos enunciar algunos principios generales de actitud y de conducta para evitar o disminuir los
sufrimientos mímanos, nuestras divagaciones anteriores
dejan de serlo y tomarán una coherencia" y una significación que aliora no tienen.
Añora bien: de todo ío dictio parece deducirse que
en cualquier momento existe en la conciencia tina incompatibilidad entre los procesos generales de recepción
(actitud centrípeta) y de reacción (actitud centrífuga) o
más exactamente, entre Ia^ actitud de interiorización y
la de extrayección. Si esto es cierto, todo cnanto tiende
a disminuir la violencia de las reacciones motrices y a
favorecer la percepción de las impresiones sensibles
aumentará la capacidad de sufrimiento y recíprocamente.
La mejor defensa contra el sufrimiento será, pues, la
acción r en virtud de la cual el potencial movilizado en'
el acto dé conocimiento no quedará estancado (perdónese
el simbolismo) en los centros sensibles afectivos (corteza
parietal para los dolores; ¡mesencéralo para las emociones
penosas, la angustia y la ansiedad), sino que siguiendo
su trayectoria a través de las vías nerviosas, irá a descargarse en las vías efectoras cerebroespinales. Si no es así,
esta energía se consumirá en los mismos centros sensibles
y afectivos y derivará lentamente nacía el campo del sistema nervioso vegetativo, creando ---en su descarga en
Jas visceras^- las perturbaciones orgánicas características
y propias de los "estados" de sufrimiento (alteraciones
cardíacas, circulatorias, respiratorias, digestivas, glandulares, cenestésicas, etc.)
¿Cómo, pues, asegurar la acción (es decir: la reac-
PitOBLEMAS
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.37
ción) extrayectora en estos casos? Esto equivale a preguntarnos: ¿cómo lograr que el sujeto adopte
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espíritu habrá que utilizar una argumentación mágica
(Divina Providencia) "mientras que una argumentación
realista será más eficaz para consolar a los sujetos dotados de intenso convencimiento de su propio valer. Cuanto
mayor sea la agresividad individual, menor seta la capacidad de sufrimiento. Cuanto más pequeño sea el coeficiente intelectual, más limitado será el número de causas
productoras del sufrimiento, pero en cambio resultará
también más difícil el superarlo,sin la intervención de la
mágica (actitud irracional de fe, derivada de ía creencia
submisiva en poderes incontrolados).
Por consiguiente tenemos dos vías para dominar el
sufrimiento y la utilización de una u otra nos conducirá
a idéntico resultado aparente. Pero, ¿son equivalentes en
definitiva? De ninguna manera: la vía mágica (religiosa)
nos llevará a la 'resignación" o, incluso al "estoicismo".
La vía realista nos conducirá a la actitud combativa y
por ella a la total extrayección del "yo"» Q^e culminará
en la satisfacción, propia y en la verdadera posición amorosa (entiéndase altruista, cordial, afectiva y sincera)
ante el mundo. El nombre que adopte la primera, continuará pensando que "hemos venido al mundo para
sufrir y tan sólo querrá hacerse digno de ulteriores beneficios apurando hasta el fin el "cáliz de la amargura".
Actitud pasiva, contemplativa o mística de disolución del
yo , que trata de encontrar su felicidad identificándose
con algo (Dios, Espíritu, Principio o Fuerza) superior a él.
Inversamente, el hombre que adopta la segunda posición, conceptúa el sufrimiento como un signo de imperfección biológica contra eí cual hay que luchar. Quiere
tener todas las ventajas de una sensibilidad que lo
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remonte por encima de los animales, sin tener que experimentar sus inconvenientes. Ve en el dolor y en la pena
estímulos internos poderosísimos para la acción, No se
resigna: lucha; no se aparta de la realidad: intenta someterla (como si fuese un pequeño Dios) a sus designios.
No se interioriza: se extrayecciona.
Revive en forma de actos la energía introducida en
el aparato psiconervioso por las sacudidas del ambiente
vital. Y como consecuencia de esta "souplesse funciona!/
de esta ausencia de represiones no derivadas (por sublimación) y de esta simplificación general de su actividad
psíquica, que fluye libremente como el agua en las fuen- ·
tes naturales, llega a tener tina satisfacción de sí mismo
más perenne y más real que el anterior. (Pensemos en ía
desesperación que sigue a los estados de éxtasis y recordemos aquel' 'muero porque no muero de Santa i eresa).
Siguiendo la escala evolutiva de las reacciones emocionales, tanto en la serie filogénica como en la ontogénica,
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extenderse en el espacio y en el tiempo, estableciendo
vínculos con el mundo que le rodea y comenzando a disfrutar de la serenidad imprescindible para dar lugar al
pensamiento (por esto la primera rase de esta reacción
emocional es conocida con el nombre de "interés simpático")."Nos parece justificado después de todo lo que llevamos dicho, afirmar que a la primera reacción emocional
corresponde integralmente la génesis del sufrimiento, a la
egunda la Iuclia contra él y a la tercera su superación. El
sufrimiento no es un mal necesario ni el fruto de una
maldición divina, sino la consecuencia de uña ley general de
la evolución, en virtud de la cual se expresa que la
"capacidad de impresión" y de sensibilidad es anterior
durante un largo período de tiempo a la ' capacidad de
reacción adecuada". Cada vez que la persona se encuentra ante situaciones y problemas para cuya solución
no cuenta con una reacción habitual o predeterminada,
habrá de crearla pasando por un estado emocional y éste
le determinará un sufrimiento tanto más intenso cuanto
más básicas sean las tendencias afectivas comprometidas,
s decir, cuanto más cerca al núcleo vital del
yo el
conflicto que surge (de naturaleza libidinosa, económica,
morbosa, ideológica, lo mismo da) .
El proceso dé aprendizaje de una adaptación implia un ' potencial de sufrimiento", de valor variable, como es
natural, según los casos, pero siempre positivo y evidenciable. A medida que las dificultades son vencidas
(y en la misma proporción en que se establece el dominio
del sujeto sobre la situación), la resonancia emocional va
disminuyendo y cambiando el tono afectivo de la experiencia total hasta surgir el placer *--en oposición al sufri-
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PSICOLÓGICOS
ACTUALES
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miento---' en el momento preciso en que el sujeto se da
cuenta de su omnipotencia (real o imaginaria) reacciona'.
Y de la misma manera como los atletas deportivos
afirman que la alegría del triunfo la han experimentado
cuando han visto éste asegurado <--unos segundos antes
de llegar a la rñeta^-- así también el sujeto experimenta
y vive la satisfacción creada por su nueva adaptación,
en el preciso momento en que ésta es determinada y
fijada prospectivamente .
Falla ahora ocuparnos brevemente de las relaciones
que con el problema del sufrimiento pueden tener otros
factores que a menudo han sido invocados como principales elementos reguladores del mismo. Nos referimos
de una parte, a los llamados estados "optimistas" y "pesimistas" del a-Ima, y de la otra, a las llamadas actitudes
"sadista y masoquista" (consideradas no desde el punto
de vista sexual, sino como tendencias generales de reacción al ambiente vital).
Durante mucho tiempo se ha creído que las personas
se dividían respecto al sufrimiento en tres clases: I9, las
optimistas, que todo lo veían "de color de rosa" y sufrían
poco o casi nada; 2*, las normales; 3?, las pesimistas que
todo lo veían "dé color negro" y sufrían exageradamente.
Esta creencia ya no puede mantenerse desde el momento
que se ha demostrado ampliamente que la primera y la
tercera clase correspondían a momentos distintos de la
actividad psíquica de las "mismas" personas, es decir,
que el que es optimista es a la vez pesimista y viceversa.
Optimismo y pesimismo, teniendo en cuenta que son
cualidades primarias del alma (y no resultantes de factores experimentales) representan dos aspectos de un mis-
42.
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mo temperamento, que es conocido con el nombre de
"ciclotímico" y que se caracteriza, precisamente, por la
mayor facilidad con que el alma de sus poseedores recorre la escala *--en ellos más extensa^-* de la alegría a la
tristeza, del goce al sufrimiento, del placer al desplacer.
Otro concepto que queremos combatir. y que es
también dualista, se refiere a creer que existen personas
(masoquistas) que disfrutan padeciendo y otras que disfrutan (sadistas) cuando nacen padecer a los demás.
Pues bien: igualmente se Ka demostrado que sadismo y masoquismo son "aspectos" opuestos, pero complementarios, de una misma manera de ser, es decir: no hay
masoquistas que en un momento dado no se comporten
como sadistas y viceversa. En efecto:, sadismo-masoquismo son sencillas modalidades de lo que los psicólogos
llaman instinto agresivo (Agressionstrieb), instinto luchador, instinto destructor, instinto dominador, etc., que
busca en todo momento afirmar el poder del yo ' (vville
zar Machi), adoptando según las' circunstancias una
actitud ofensiva o defensiva, de ataque o de resistencia,
para mostrarlo (de la misma manera que los boxeadores se valoran no sólo por su "punching", sino por su
capacidad de encajar ) .
Como vemos, pues, no es por este camino que encontraremos la solución a los problemas, mucho más complejos, de la distimia. Mucho nos tememos que tampoco
se haya llegado a encontrarla en todo lo que llevamos
escrito. Y por esto decidimos suspender aquí este ensayo
y esperar para continuarlo, el tiempo necesario para enfocar nuestra atención en este campo desde un nuevo
punto de vista.
CAPÍTULO
II
LA NUEVA CONCEPCIÓN EXPERIMENTAL
DE LA CONDUCTA MORAL
L A S TESIS NATIVISTA Y SOCIAL D E LA MORAL. ---
LA S TESIS UNITARIA Y DUALISTA DE LOj0 aAo05 Tm0.022 TE5222
44
EMILIO
MIRA
Y,
t'OPEZ
Este dilema se presenta con una particular violencia
cuando se trata de someter a la investigación el aspecto
moral de la conducta humana. Y, no obstante, nuestra
moderna ciencia, estrictamente experimental, tampoco
puede resignarse a dejar abandonado el estudio de las
más altas manifestaciones de la vida en manos de los
"arm-chair's psychologists" que, como todo producto híbrido o de transición, ofrecen los inconvenientes y carecen de las ventajas inherentes a los filósofos y a los
psicólogos propiamente dichos (del mismo modo como
el sidecar, por ejemplo, concentra los defectos de la motocicleta y el automóvil).
La Psicología americana ha tenido la fortuna de ser
la primera en no arredrarse ante estas dificultades y en
acometer el estudio experimental de los valores considerándolos desde el punto de vista objetivo, es decir, no
como realidades a priori, sino como productos finales de
la evolución psíquica, capaces de ser apreciados y reconocidos por el hombre tan sólo en la estricta medida en
que trascienden en su conducta. Los actos estimativos, es
decir, los que resultan de establecer una elección entre
diversas conductas posibles, son la base que la moderna
Psicología experimental puede utilizar para el estudio del
proceso de valoración.
Desde hace cuatro años venimos realizando diversos
experimentos, destinados al estudio experimental de tales
actos, recurriendo sucesivamente a diversos tipos de tests:
a) De clasificación de acciones inmorales, b) De motivación de deberes, c) De penalización de delitos, d) De
conducta espontánea ante situaciones que crean un conflicto entre las tendencias primitivas y las adquiridas.
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4J
Desde 1931 hemos dado la preferencia a los tests del
último tipo, y en especial a los denominados "bloodtransfusion test" y "poisoned candy test", (pruebas de "la
transfusión sanguínea" y del "bombón venenoso") en los
que el sujeto se ve obligado a tomar resoluciones rápidas en
condiciones de gran emoción, capaces de poner de manifiesto las raíces afectivas de su personalidad. La técnica de
estas pruebas ha sido descrita en diversos artículos
publicados en la Revista de Pedagogía, en la Revista
Médica de Barcelona, en los Compfe-Rendas de la VI
Conjerence Internationale de Psychotecnnique, en los
Procéedings del IX International Co
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