REVISTA ELECTRÓNICA DE PSICOLOGÍA
Vol. 1, No. 1, Julio 1997
ISSN 1137-8492
Relaciones entre Ansiedad y Depresión.
Francisco Javier Espada Largo
Centro Clínico Los Jerónimos. Madrid
Correspondencia:
E-mail: fjespada@correo.cop.es
ORIGINALES
[Resumen] [Abstract]
Introducción
1. Las diferentes
perspectivas teóricas
2. Problemas de
diferenciación en la
práctica
Conclusiones
Introducción
Como señalan Vázquez y Sanz (1992), la ansiedad subjetiva o la inquietud coexiste con
la depresión en un 70-80% de los casos, siendo, en algunas ocasiones, complicado hacer
un diagnóstico diferencial claro entre los trastornos de ansiedad y los trastornos del
estado de ánimo.
De trabajos como los de Dubovsky (1990) y Riskind, Beck, Brown, Berchick y Steer
(1987), se concluye que en algunos casos, un mismo paciente puede cumplir los criterios
diagnósticos completos de ansiedad y depresión, con lo cual, en estos casos se suele
establecer el diagnóstico en función de los síntomas más prominentes que manifieste el
paciente. Con esta manera de proceder se hace implícita el que exista una sintomatología
primaria y otra secundaria, estando esta última condicionada a la evolución de la
primera. Esta forma de establecer el diagnóstico y, por lo tanto, de abordar el proceso de
intervención terapéutica, obviamente puede llevarnos a errores diagnósticos y fracasos
terapéuticos.
Por los motivos apuntados anteriormente, en los últimos años, encontramos una gran
polémica referida a la diferenciación entre depresión y ansiedad, llegando algunos
autores (Goldberg y Huxley, 1980; Goldberg, Bridges, Duncan-Jones y Grayson, 1987)
a posturas extremas como es señalar que la distinción o diferencias entre depresión y
ansiedad son artificiales.
A lo largo de este artículo, y a través de la revisión de distintos trabajos de
investigación, vamos a hacer una aproximación al estudio de las diferencias y
similitudes entre la ansiedad y la depresión.
1. Las diferentes perspectivas teóricas
Respecto a esta controversia, como señalan Stavrakaki y Vargo (1986), en general se
mantienen tres posiciones:
1) Se trata de un modelo unitario en el que se considera que ambos trastornos difieren
cuantitativamente.
2) Encontramos un modelo pluralista en el que señala que la diferencia entre ansiedad
y depresión es sólo cualitativa.
3) Por último encontramos un modelo mixto que se inclina por la existencia de un
síndrome independiente ansiedad-depresión, que se diferencia de la presentación "pura"
de ambos trastornos.
Habiendo señalado las diferentes posiciones que se adoptan ante este problema, vamos a
recoger distintos trabajos que argumentan en favor de cada uno de los modelos
señalados.
Modelo unitario
Partiendo de la posición de Foulds (1976) en la que presenta la necesidad de tener en
cuenta una jerarquía de enfermedad y que todos los trastornos que aparecen en los
niveles altos de la jerarquía incluyen también trastornos por debajo de ese nivel, autores
como, por ejemplo, Prusoff y Klerman (1974), observaron que aunque la depresión
menos grave y la ansiedad podían ser diferenciadas, dichas diferencias se establecían
debido a que los pacientes deprimidos tenían más síntomas que los ansiosos, es decir se
establecían unas diferencias aditivas o cuantitativas más que cualitativas. Estos datos
son apoyados por trabajos más recientes como el de Tyrer, Alexander, Remington y
Riley (1987).
Modelo pluralista
Hay quienes mantienen que los trastornos por ansiedad y los depresivos se pueden
distinguir sin excesiva dificultad y con sólo un mínimo solapamiento entre ellos.
Es el grupo de Newcastle, encabezado por Roth, quienes han trabajado en la dirección
de poder explicar y concluir la diferenciación entre ansiedad y depresión. Las
conclusiones a sus trabajos (Roth y Mountjoy, 1982) señalan que a pesar que los
síndromes de ansiedad y depresión se solapan, son síndromes diagnósticos diferentes.
Los trabajos más importantes de este grupo de Newcastle se llevaron a cabo y fueron
publicados en 1972 (Gurney, Roth, Garside, Kerr y Shapira, 1972; Roth, Gurney,
Garside y Kerr, 1972; Kerr, Roth, Shapira y Gurney, 1972; Schapira, Roth, Kerr y
Gurney, 1972). Este grupo evaluó una muestra de pacientes (n=169) hospitalizados por
trastornos de ansiedad y trastornos depresivos y utilizaron un análisis funcional
discriminante para estudiar las características clínicas principales de dicha muestra
(Tyrer, 1992).
Algo que aparece extraño a simple vista es que en este trabajo realizado por el grupo de
Newcastle, toda la muestra estaba integrada por pacientes hospitalizados, y como señala
Tyrer (1982), es poco frecuente el ingreso de pacientes con trastornos de ansiedad
(Tyrer, 1992).
Modelo mixto
Ya la CIE-10, pero no el DSM-III-R, incluye el trastorno mixto ansiedad-depresión para
aquellas personas que no pueden ser incluidos en las definiciones existentes de cada uno
de los trastornos por separado, pero presentan una sintomatología que corresponde a
ambos.
Pero aunque la CIE-10 incluye este síndrome de ansiedad-depresión, también
denominado "cotimia", sólo permite esta categoría diagnóstica a un nivel leve de
patología, es decir, se especifica que no se ha de usar el diagnóstico mixto de ansiedad y
depresión cuando los síntomas de cada tipo sobrepasen los grados de leve o moderado.
Por lo tanto, aunque como señalan algunos autores (Paykel, 1971), el trastorno mixto de
ansiedad-depresión es muy común, sólo, y según lo que nos señala la CIE-10, vamos a
encontrar un pequeño grupo de pacientes agrupados bajo esta categoría (Tyrer, 1992).
Apoyando la necesidad de establecer una alternativa de clasificación mixta,
encontramos distintos trabajos acerca de la estabilidad diagnóstica en los trastornos de
ansiedad y depresivos, y en algunos de ellos se exponen datos que evidencian la
evolución de algunos de los diagnósticos "puros", bien de ansiedad, bien de depresión,
hacia una categoría mixta.
Woodruff, Guze y Clayton (1972) señalaron que la mitad de su muestra de pacientes
ansiosos, habían sido diagnosticados de depresión secundaria. Igualmente Breier,
Charney y Heninger (1986) encuentran que el 70% de sus pacientes que padecen un
trastorno de ansiedad (agorafobia y/o trastorno de pánico) han presentado al menos un
episodio de depresión mayor. Ambos estudios nos vienen a indicar que existe un gran
grupo de pacientes mixtos, ansiosos-depresivos, que han de ser distinguidos de aquellos
que presentan formas puras de ansiedad y depresión (Akiskal, 1985; Gersh y Fowles,
1979).
De la revisión que hace Clark (1989) de distintos estudios en los que se compara
ansiedad y depresión, se extrae, entre otras, la conclusión que si se ignoran los criterios
de exclusión en cuanto al diagnóstico, aproximadamente la mitad de los pacientes
diagnosticados de un trastorno de ansiedad cumple criterios de un trastorno depresivo y
viceversa. Aunque esto es así, hemos de tener en cuenta que en la mayoría de los
pacientes uno de los dos síndromes se va a presentar como dominante.
Según Wittchen, Essau y Krieg (1991), la estabilidad de los trastornos de ansiedad
"puros" a través del tiempo, es baja. A lo largo del tiempo, buena parte de los casos de
trastornos de ansiedad, desarrollan una depresión secundaria, tienden al abuso de
sustancias o desarrollan un síndrome mixto de ansiedad y depresión (Eaton y Ritter,
1988; Blazer, Swartz, Woodbury, Manton, Hughes y George, 1988).
Angst y Vollrath (1991) hacen un seguimiento durante nueve años de una muestra de
sujetos diagnosticados de trastornos por ansiedad (trastorno por ansiedad generalizada y
trastorno de pánico). En dicho seguimiento la estabilidad del diagnóstico fue muy pobre.
La mayoría desarrolló un síndrome mixto de ansiedad y depresión o de depresión pura
después de 7 y 9 años. En contraste con esto, el diagnóstico de depresión aparece como
más estable. Sólo un pequeño grupo de casos cambia a un diagnóstico de ansiedad pura
o a condiciones mixtas.
En el estudio que llevan a cabo Pincus, Frances, Davis, First y Widiger (1992) se revisan
distintos trabajos (p.e.: Wells et al., 1989) que muestran que en consulta ambulatoria, se
encuentran pacientes que no presentan la totalidad de los criterios de depresión, aunque
sí presentan síntomas depresivos, en muchas ocasiones combinados con síntomas de
ansiedad. De dicho estudio, Pincus y sus colaboradores concluyen que la ausencia de
estos trastornos en la nomenclatura actual, puede hacer que cometamos errores a la hora
de identificar a personas que manifiesten estos síndromes, principalmente cuando se
trata de pacientes de atención primaria y, en consecuencia, demos un diagnóstico
incompleto y un tratamiento poco eficaz.
2. Problemas de diferenciación en la práctica
Entre las medidas de autoinformes que se utilizan para evaluar ansiedad y depresión, se
han encontrado grandes correlaciones (coeficientes de correlación que van de .50 a .80),
en distintas investigaciones que han utilizado una gran variedad de muestras distintas de
población clínica y normal (Gotlib, 1984; Blumberg e Izard, 1986; Orme, Reis y Herz,
1986).
Encontramos diferentes estudios en los que se muestra como los cuestionarios y
autoinformes tienen una limitada validez discriminante entre ansiedad y depresión.
Estos estudios señalan que las escalas de ansiedad tienen la misma capacidad para
valorar depresión que para valorar ansiedad, y lo mismo ocurre, pero a la inversa, con
las escalas diseñadas para evaluar depresión, respecto a la evaluación de la ansiedad que
éstas mismas hacen (Watson y Kendall, 1989).
Como excepción encontramos el trabajo de Beck (1967) en el que se señala que la
prueba que él diseña para evaluar depresión (BDI), estaba altamente relacionada con
otras medidas clínicas de depresión pero estaba especialmente no relacionada con
medidas de ansiedad. Es importante que tengamos en cuenta que en este estudio de Beck
no se utilizó ninguna escala de ansiedad para poder establecer comparaciones.
En la revisión que hacen Gotlib y Cane (1989) de distintos estudios sobre las pruebas de
evaluación de ansiedad y depresión, en los que se utilizan análisis factoriales,
encuentran que en ninguno de ellos se identifican dos factores diferentes de depresión y
ansiedad. Gotlib y Cane (1989) estiman que los constructos de ansiedad y depresión no
pueden ser diferenciados a través de pruebas de autoinforme y dan para tal aseveración
tres explicaciones posibles:
1. La primera y más probable explicación, puede ser que los autoinformes diseñados
para evaluar depresión y ansiedad, en gran medida, evalúan síntomas que son
comunes a ambos trastornos o constructos. En la tabla 5 se presentan diferentes
pruebas diseñadas para evaluar ansiedad y depresión, y la distribución de sus
items respecto al tipo de sintomatología que evalúan, en función de los criterios de
diagnóstico del DSM-III-R (APA, 1987).
2. Las respuestas a estas medidas de autoinforme pueden estar alteradas por
cuestiones de deseabilidad social.
3. Encontramos frecuentemente síntomas depresivos que cursan de manera
secundaria en trastornos de ansiedad y los autoinformes lo que hacen,
simplemente, es reflejar esta co-ocurrencia.
TABLA 1
CONTENIDO DE LAS PRUEBAS DE EVALUACION DE ANSIEDAD
Y DEPRESION
(Adaptación de Tyrer, 1992)
PRUEBAS
A
B
C
D
E
F
DEPRESIÓN
BDI
12
4
1
4
76
24
MMPI-D
13
12
12
2
42
40
SCL-90-D
8
1
1
3
69
15
ANSIEDAD
STAI-T
5
4
4
7
40
45
STAI-S
1
4
8
7
60
20
SCL-90-A
0
1
6
3
70
10
A> Nº de Items que miden Depresión.
B> Nº de Items que miden Ansiedad y Depresión.
C> Nº de Items que miden Ansiedad.
D> Nº de Items que no miden Ansiedad ni Depresión.
E> % de Items que miden el constructo propuesto.
F> % de Items que miden el constructo no propuesto.
Por último, es importante señalar los resultados que aporta Sanz (1991) en el trabajo que
realiza poniendo a prueba la capacidad del ISRA (Miguel Tobal y Cano Vindel, 1986,
1988 y 1994) para diferenciar ansiedad y depresión. El autor establece, entre otras
conclusiones, que los rasgos específicos de ansiedad del ISRA permiten diferenciar con
mayor precisión los constructos de ansiedad y depresión, pudiéndose éstos tomar como
alternativas a las medidas de rasgo general de ansiedad cuando pretendemos discriminar
entre pacientes ansiosos y depresivos.
Conclusiones
Los estudios revisados exponen sus conclusiones sirviendo éstas para argumentar en
favor de los puntos de vista que defienden sus autores. Las posturas más radicales
(modelos pluralista y unitario) no parecen encontrarse o favorecerse a través de un
modelo mixto que defiende la existencia de un síndrome mixto ansiedad-depresión,
siendo éste más que un modelo integrador una perspectiva más que se une a las dos
anteriores. Atendiendo a la práctica clínica, y concretamente a la evaluación psicológica,
encontramos como la mayoría de los autoinformes que se utilizan con más frecuencia
ofrecen una inespecificidad lo suficientemente importante como para tenerla en cuenta.
Posiblemente, el establecimiento de estos dilemas nos haga avanzar en el conocimiento
de los trastornos psicopatológicos. Ahora bien , también dichos dilemas pueden ser
producto de la simplificación a la que se está llegando, al tomar como "libros de
cabecera" las clasificaciones diagnósticas al uso (CIE-10 y DSM-IV), cada vez más
empeñadas en presentar los trastornos psicopatológicos como aquellos que se definen
por una serie de descripciones (demasiado constreñidas), perdiendo de vista los orígenes
de la psicopatología y la riqueza que ésta encierra.
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Referencia a este artículo según el estilo de la APA:
Espada F. J. (1997). Relaciones entre ansiedad y depresión. Psicologia.COM [Online], 1 (1), 32 párrafos. Disponible
en: http://www.psiquiatria.com/psicologia/vol1num1/art_3.htm [1 Agosto 1997]
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