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Update on Obsessive Compulsive Disorder: from categorical proposals to symptom dimensions.

Autor/autores: Josep Pena-Garijo , Mª Ángeles Ruipérez Rodríguez
Fecha Publicación: 16/02/2012
Área temática: .
Tipo de trabajo: 

RESUMEN

El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) tiene una larga tradición en la psicopatología. Sin embargo, su heterogeneidad sintomática ha suscitado numerosas controversias. Nos proponemos llevar a cabo una revisión crítica sobre las aportaciones que diversos autores han formulado al respecto partiendo de las propuestas unitarias y categoriales del TOC hasta las propuestas heterogéneas y dimensionales que se barajan en la actualidad. Así, se revisaran cuestiones relacionadas con la psicopatología del TOC, deteniéndonos en las propuestas unitarias sobre la conceptualización del trastorno, analizando someramente el concepto del espectro obsesivo-compulsivo, como paso previo a una revisión más exhaustiva de las formulaciones dimensionales. Los resultados de la investigación desde modelos dimensionales aportan una visión, aunque incompleta, más adecuada a la heterogeneidad de las manifestaciones sintomáticas del trastorno y permiten un mejor conocimiento del mismo, tanto desde el punto de vista diagnóstico como terapéutico. Créditos de la imagen: A: Dirty. por Time Grabber, en Flickr.

Palabras clave: trastorno obsesivo compulsivo; dimensiones sintomáticas; espectro obsesivo; DSM V.


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Pena-Garijo J. Psiquiatria.com. 2012; 16:6.
http://hdl.handle.net/10401/5382

Revisión teórica
Actualización en Trastorno Obsesivo Compulsivo: de las
propuestas categoriales a las dimensiones sintomáticas
Update on Obsessive Compulsive Disorder: from categorical proposals to symptom dimensions

Josep Pena-Garijo1*; Mª Ángeles Ruipérez Rodríguez2

Resumen
El Trastorno Obsesivo Compulsivo (TOC) tiene una larga tradición en la psicopatología. Sin
embargo, su heterogeneidad sintomática ha suscitado numerosas controversias. Nos
proponemos llevar a cabo una revisión crítica sobre las aportaciones que diversos autores han
formulado al respecto partiendo de las propuestas unitarias y categoriales del TOC hasta las
propuestas heterogéneas y dimensionales que se barajan en la actualidad. Así, se revisaran
cuestiones relacionadas con la psicopatología del TOC, deteniéndonos en las propuestas
unitarias sobre la conceptualización del trastorno, analizando someramente el concepto del
espectro obsesivo-compulsivo, como paso previo a una revisión más exhaustiva de las
formulaciones dimensionales. Los resultados de la investigación desde modelos dimensionales
aportan una visión, aunque incompleta, más adecuada a la heterogeneidad de las
manifestaciones sintomáticas del trastorno y permiten un mejor conocimiento del mismo, tanto
desde el punto de vista diagnóstico como terapéutico.
Palabras claves: Trastorno obsesivo compulsivo, dimensiones sintomáticas, espectro
obsesivo, DSM V.
Abstract
Obsessive Compulsive Disorder (OCD) has a long tradition in psychopathology. However,
symptomatic heterogeneity has led to numerous disputes. We made a critical review of the
contributions that various authors have formulated from the basis of the unitary and categorical
proposals about OCD, to dimensional ones being considered today. Thus, we review issues
related to the psychopathology of OCD, stopping in the unitary proposals on the
conceptualization of the disorder, briefly examining the concept of obsessive compulsive
spectrum, as a prelude to a more thorough review of dimensional formulations. The research
results from dimensional models provide a vision, albeit incomplete, better suited to the
heterogeneity of the symptomatic manifestations of the disorder and lead to better
conceptualization of it, both from the standpoint of diagnosis and treatment.
Keywords: Obsessive compulsive disorder, symptom dimensions, obsessive spectrum, DSM V.

Recibido: 01/02/2012 ­ Aceptado: 02/02/2012 ­ Publicado: 16/02/2012

* Correspondencia: josepyolanda@ono.com
1 FED Psicología Clínica. Unidad Salud Mental. Hospital General de Castelló. Profesor Asociado.
Universitat Jaume I de Castelló (España).
2 Profesora Titular. Universitat Jaume I de Castelló.

Psiquiatria.com ­ ISSN: 1137-3148
© 2012 Pena-Garijo J, Ruipérez Rodríguez MA.

Pena-Garijo J. Psiquiatria.com. 2012; 16:6.
http://hdl.handle.net/10401/5382

1. Introducción
Al igual que otras formas de conducta patológicas, en la literatura de distintas culturas
encontramos descripciones que sugieren y apuntan a lo que hoy denominamos Trastorno
Obsesivo Compulsivo (TOC). Así, Berrios (1) concluye que en casi todas las culturas y periodos
históricos se han identificado y descrito formas "obsesivas" de conducta, no siendo hasta finales
del siglo XIX cuando el termino obsesión adquiere la entidad conceptual tal y como se identifica
en la actualidad. En 1838, Esquirol incorporó las manifestaciones obsesivas al estudio de la
psicopatología y las categorizó como una forma de `monomanía volitiva' caracterizada como una
actividad involuntaria en la que el sujeto se encuentra encadenado a unos actos que no
provienen ni de su razón ni de su emoción y que son rechazados por su conciencia, mientras que
su voluntad no los puede interrumpir. Este concepto de monomanía fue bastante impopular
para la psiquiatría por lo que pronto se abandonó su estudio y fue retomado con tibieza por los
alienistas franceses hasta que Freud vuelve a él y lo incorpora al amplio grupo de las neurosis,
donde ha permanecido prácticamente durante todo el siglo XX, salvo para autores como Bleuler
o Bumke, quienes optaron por incorporarlos al grupo de las psicosis. Por fin, el DSM-III (2) lo
incluye en la categoría de los trastornos de ansiedad y la CIE-10 (3) en la categoría de trastornos
neuróticos, secundarios a situaciones estresantes y somatomorfos.
En este trabajo nos proponemos revisar la psicopatología del TOC partiendo de los modelos
categoriales y unitarios para acabar aportando evidencia teórica que permita considerar los
modelos dimensionales como una alternativa posible a los primeros, tanto por su valor
descriptivo como por proporcionar mayor potencia a la investigación básica y a la clínica.

2. Aproximación unitaria al trastorno
Como se desprende de lo anterior, en su breve historia han sido muchos los avatares nosológicos
por los que ha pasado el TOC. Al considerar su condición clínica vemos que éste se caracteriza
por la presencia de obsesiones o compulsiones. Una obsesión es un pensamiento, idea o imagen
recurrente y persistente que se experimenta de forma parásita y cuyo contenido suele ser
indeseable y produce angustia; en gran parte son involuntarias e irrumpen en el curso de la
actividad del pensamiento. Suelen experimentarse, al menos al inicio, como invasoras y
absurdas y el sujeto las vive como intrusas. En ocasiones, van acompañadas de la necesidad de
llevar a cabo alguna acción (una conducta u otro pensamiento) a la que llamamos ritual obsesivo
o compulsión, la cual se realiza con la finalidad de reducir dicha angustia. La persona intenta, en
principio, resistirse y luchar frente a ellas, algo que, en el mejor de los casos, sólo conseguirá
parcialmente. Esta condición de alivio es temporal por lo que las compulsiones se repiten a
menudo. Su ejecución sigue unas reglas, una planificación que casi nunca tiene una relación
lógica con aquello que se pretende evitar. Las compulsiones también pueden producir
interferencia y generan, aunque no siempre, resistencia.
A diferencia de otros trastornos del pensamiento, el paciente reconoce que las ideas parten de su
interior y se mueve en una lucha angustiosa frente a sí mismo, incapacitándole en mayor o
menor medida para mantener una vida normal.
Así pues, las obsesiones y las compulsiones tienen ciertas características en común (4): una idea
o un impulso se introduce de forma persistente en la conciencia de la persona; una sensación de
temor ansioso acompaña a la manifestación central y, a menudo, lleva a la persona a tomar
medidas en contra de la idea o impulso. Por definición, estos síntomas son egodistónicos, es
decir, se experimentan como algo contrario a la experiencia mental de uno mismo. No obstante,
y a diferencia de las psicosis, la persona reconoce como irracional o absurda esta intromisión en

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su conciencia. Siguiendo a Kaplan, el enfermo obsesivo suele sentir un gran deseo de resistirse a
las obsesiones y compulsiones. Sin embargo, aunque alrededor de un 80% de ellos cree que la
compulsión es irracional, aproximadamente la mitad de los pacientes ofrecen una resistencia
mínima a ejecutarla.
En ocasiones, las ideas obsesivas y los rituales que generan adquieren proporciones de idea
sobrevalorada, llegándose a creer que es "moralmente" correcto pensar o actuar de esa manera,
lo cual les lleva a tomar decisiones en sus vidas que, en última instancia, les son altamente
perjudiciales.
Los síntomas clínicos de la enfermedad obsesiva pueden ser muy diferentes, pudiéndose solapar
y modificarse a lo largo del curso del trastorno. Como hemos observado, aún cuando la
definición ha ido variando a través de su historia, en los principales sistemas de clasificación de
los trastornos mentales (OMS y APA) se sigue considerando como un trastorno unitario, tanto
en las primeras formulaciones de los mismos como en las actuales.
En la CIE-10 (3), el TOC se caracteriza esencialmente por la presencia de obsesiones o actos
compulsivos recurrentes. Son, sin embargo, percibidos como pensamientos propios, a pesar de
que son involuntarios y a menudo repulsivos.
La CIE-10 conserva el concepto de neurosis e incluye el TOC dentro de la sección de trastornos
neuróticos, secundarios a situaciones estresantes y somatoformes. Señala que casi siempre se
acompaña de ansiedad y existe una estrecha relación entre los síntomas obsesivos y la
depresión, coexistencia que puede dificultar el diagnóstico diferencial entre ambos trastornos.
Sin perder su concepción unitaria, esta clasificación propone distinguir cinco subtipos, con el fin
de establecer estrategias terapéuticas concretas y apropiadas, dada la diferente respuesta al
tratamiento de las ideas y los actos obsesivos. En realidad, los subtipos son tres, dependiendo
del predominio de los pensamientos obsesivos, las conductas o ambos.
La utilidad de esta subdivisión ha sido cuestionada por autores como Foa (5) quienes
encuentran que la mayoría de los casos estudiados presentan sintomatología mixta, aunque la
proporción varía según los instrumentos utilizados midan tres categorías o el gradiente de una
sola, por lo que concluyen que esta subdivisión se presta a equívocos.
El DSM IV-TR (6) define como característica esencial del TOC la presencia de obsesiones o
compulsiones de carácter recurrente, lo suficientemente graves como para provocar pérdidas
de tiempo significativas o un acusado deterioro de la actividad general o un malestar
clínicamente significativo. En algún momento del curso del trastorno el individuo reconoce
que estas obsesiones o compulsiones son exageradas o irracionales. Si hay otro trastorno del
Eje I, el contenido de las ideas obsesivas no se limita a él.
En líneas generales ambas clasificaciones coinciden en:
1. Aquellos aspectos generales que, clásicamente, se han considerado básicos del TOC, como:
presencia de obsesiones o compulsiones, condiciones que las definen, resistencia e interferencia.
2. Contemplar la posibilidad de diagnosticar esta entidad en ausencia de insigth; así, el DSM-IVTR plantea un subtipo que especifica el trastorno y la CIE-10 no lo exige en el diagnóstico actual
pero sí en algún momento de la historia de la enfermedad.
3. Los dos sistemas son restrictivos por lo que se refiere a la resistencia ante las obsesiones. La
CIE lo plantea de forma explícita, es decir, la resistencia debe ser infructuosa, mientras que el

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DSM aborda este tema implícitamente, al considerar que las obsesiones tienen que ser intrusas,
por lo que el sujeto "intenta" ignorarlas o suprimirlas.
4. La exclusión de aquellas conductas generadoras de placer, tales como las adicciones, las
parafilias o los trastornos alimentarios.
Mientras que las principales discrepancias se refieren a:
1. Criterios temporales: la CIE-10 exige que las obsesiones deben estar presentes durante la
mayor parte del día al menos durante dos semanas consecutivas, mientras que el DSM-IV-TR no
contempla este criterio de temporalidad.
2. En la CIE-10 las obsesiones y las compulsiones son formas de conducta equivalentes, que sólo
se diferencian en su forma de presentación: cerradas, no observables, las obsesiones y abiertas,
observables, las compulsiones. El DSM-IV-TR considera que entre ambas hay una relación
funcional: la compulsión surge como respuesta al malestar provocado por las obsesiones y, en
consecuencia, se consideran las llamadas compulsiones mentales o cognitivas.
3. Los subtipos: la CIE-10 contempla diversos subtipos en relación con la tipología del síntoma,
mientras que el DSM-IV-TR sólo contempla el subtipo "con poca conciencia de enfermedad"
ausente en la anterior.
A pesar de la tenue incorporación de los subtipos por parte de los principales sistemas de
clasificación occidentales de los trastornos mentales, ha sido la evidencia clínica la que ha
puesto en cuestión las limitaciones sobre los intentos unificadores del concepto. La
implantación de criterios diagnósticos operativos a partir del DSM-III (2) y las sucesivas
ediciones de la clasificación de la APA, han significado un notable incremento en los índices de
fiabilidad diagnóstica, pero también ha puesto de manifiesto un incremento en la comorbilidad
entre diferentes trastornos, lo cual ha generado la necesidad de plantear investigaciones que
conduzcan a identificar aspectos específicos de cada uno de ellos y que reflejen la realidad
clínica encontrada en los pacientes con TOC.

3. Aproximación heterogénea al TOC
Como se desprende de lo expuesto anteriormente, desde los estudios psicopatológicos iniciales
hasta los sistemas de clasificación vigentes, se ha identificado y reconocido al TOC como un
trastorno primario y unitario, lo cual no ha impedido admitir la existencia de síntomas similares
al TOC en una gran variedad de patologías mentales. La comorbilidad del TOC con otros
trastornos es muy elevada y la podemos encontrar tanto a nivel de síntoma como a nivel de
síndrome. En el estudio del programa ECA acerca de la comorbilidad del TOC en población
general, Karno, Golding, Sorenson y Burnham (7) señalaron la asociación frecuente con otros
trastornos tales como los depresivos, de ansiedad, fóbicos, esquizofrenia, abuso de alcohol, del
control de impulsos, de la alimentación y el síndrome de Tourette.
Sin duda, la más estudiada ha sido la coexistencia de los trastornos obsesivos con los depresivos.
Según Rasmussen y Eisen (8) en dos terceras partes de los pacientes diagnosticados de TOC se
da también un diagnóstico de depresión mayor. Sin embargo, sólo en el 15% el episodio
depresivo es primario, mientras que en el 85% restante los síntomas depresivos son secundarios
a la clínica obsesiva. En múltiples trabajos se señala la frecuente presencia de síntomas de
estado de ánimo triste o síntomas depresivos, aportando cifras en torno al 35% de trastornos
afectivos primarios (9-11). Otros estudios muestran asociaciones con la depresión mayor de un

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14 a un 39,5%, con la distimia entre el 14,3 y el 20%, con el Trastrono Bipolar tipo I en un 3% y
con el tipo II en un 17,7% (12-14).
En cuanto a la relación entre el TOC y los trastornos de ansiedad, encontramos elevadas cifras
de coincidencia en la aparición simultánea de ambos trastornos. (8) aportan cifras en torno al
28% de fobias simples, 26% de fobias sociales, 15% de trastorno de pánico y 15% de ansiedad de
separación. Por otra parte, (15) señalan una asociación del 39% con antecedentes de trastorno
de pánico, un 14% con dicho trastorno en el momento de la evaluación, 14 % de fobias sociales y
19% de fobias simples; además de estudios realizados en muestras de pacientes con un
diagnóstico de trastorno de angustia, en los que aparecen cifras que oscilan entre el 15% y el 27%
de los pacientes que también presentan TOC (16-18). En otros estudios, Kolada, Bland y
Newman (19) encontraron una tasa del 9,8% de trastorno de pánico y otra del 44,7% de fobias
en general en sujetos con TOC.
Un estudio longitudinal prospectivo reciente, llevado a cabo por Fullana, Mataix-Cols, Caspi,
Harrington, Grisham, Moffit y Poulton (20), mostró que la presencia de uno o más síntomas
obsesivos-compulsivos a la edad de 11 años era altamente predictivo para un diagnóstico de TOC
a la edad de 26 a 32 años, sin que el estudio informe de la especificidad para el TOC, o de si estos
síntomas tienen la misma capacidad de predicción para otros trastornos de ansiedad y/o
trastornos del estado de ánimo. Asimismo, todas las dimensiones de síntomas obsesivocompulsivos se asociaron a diferentes tipos de trastornos de ansiedad y del estado de ánimo.
Un paso previo a las propuestas heterogéneas y dimensionales del TOC se encuentra en el
concepto de subtipo. Cada vez encontramos mayor consenso acerca de la existencia de subtipos
de TOC; sin embargo el número varía de unos autores a otros, siendo las propuestas de los
grupos de Marks, de Foa y de Rachman las de mayor aceptación. Estos autores proponen siete
categorías o subtipos de TOC, no excluyentes entre ellos (cuestión muy importante y precursora
de las propuestas dimensionales): (a) Obsesiones puras; (b) Compulsiones de limpieza/lavado;
(c) Compulsiones de comprobación; (d) Compulsiones de repetición; (e) Compulsiones de
orden; (f) Compulsiones de acumulación y (g) Lentitud (21).
Como se pone de manifiesto en la revisión de García-Soriano, Belloch y Morillo (21), las
propuestas de subtipos presentan una limitación importante derivada del hecho de que, al
centrar la atención sobre las compulsiones para definirlos, encontramos que los pacientes sin
compulsiones manifiestas suelen difuminarse bajo diversos nombres: obsesiones (22);
obsesiones sin conductas compulsivas (23) y obsesivos (5).
La presencia de este cortejo de síntomas obsesivos en otros trastornos, la comorbilidad y los
subtipos, entre otras cuestiones, han dado lugar al denominado espectro obsesivo compulsivo,
el cual podríamos identificar como paso intermedio entre las propuestas unitarias y las
propuestas heterogéneas y dimensionales del TOC. Es pues, en este contexto de propuestas
categoriales y dimensionales donde Hollander (24) propone el concepto de "espectro" de los
trastornos mentales, concepto que, desde una perspectiva clínica, pretende superar la existencia
de categorías aisladas e independientes e incorporar los modelos dimensionales al estudio de los
mismos. La incorporación de propuestas dimensionales no goza, sin embargo, de la aceptación
de gran parte de la comunidad científica. Así, Vallejo (25) considera que es una situación
negativa a la que se ha llegado como consecuencia de muchos factores, como la ausencia de
signos y síntomas patognomónicos, la utilización de diagnósticos descriptivos, el abandono de la
fenomenología clínica, la confusión entre síntomas, síndromes y enfermedades y a la ausencia
de una etiopatogenia específica, entre otros.

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El concepto de "espectro obsesivo-compulsivo" está constituido por entidades clínicas que,
aparentemente, comparten con el TOC una serie de características clínicas, de curso,
demográficas, etiopatogénicas, genéticas y terapéuticas. Desde esta perspectiva, el espectro
obsesivo estaría definido por tres dimensiones: compulsión-impulsión, cognitivo-motórica y alta
capacidad de introspección-baja capacidad de introspección (26-28).
Inicialmente se propuso:
(a) la dimensión de compulsión-impulsión, considerada como un continuo en el que en un
extremo estaría la compulsividad donde se situaría el TOC, mientras que en el otro extremo
estaría la impulsividad, donde se situarían el trastorno antisocial y el trastorno límite de la
personalidad. El sustrato común a ambos extremos sería la incapacidad para inhibir o retrasar
conductas repetitivas, aunque la finalidad última de las mismas fuera diferente. Así, en la
compulsión, caracterizada por una sobreestimación del daño y una evitación del mismo, la
persona pretendería minimizar el malestar-ansiedad que provocan las obsesiones, mientras que
la impulsión estaría dirigida a la obtención de placer-satisfacción.
(b) la dimensión cognitivo-motórica, que comprendería desde la presencia de síntomas
obsesivos puros en un extremo hasta las conductas estereotipadas en otro extremo, pero sin
pensamientos obsesivos y donde se incluirían los trastornos neurológicos en los que
predominan las conductas motoras.
(c) la capacidad de introspección, en cuyos extremos se situaría la intacta capacidad de
introspección de muchos obsesivos y la nula o escasa capacidad de insigth que encontramos en
algunos trastornos dismórficos, trastornos delirantes somáticos o la esquizofrenia que cursa con
síntomas obsesivos.
En esta misma línea, Hollander y Rosen (29) proponen que, además del TOC, el espectro
obsesivo-compulsivo integraría otros tres grandes grupos de trastornos:
1. Trastornos caracterizados por la presencia de ideación obsesivoide relacionada con la
apariencia, el peso o las sensaciones corporales, junto con conductas dirigidas a disminuir la
ansiedad provocada por las preocupaciones específicas del trastorno: dismórfico corporal, de la
hipocondría, de la despersonalización y de los trastornos de la conducta alimentaria.
2. Trastornos caracterizados por una propensión general a la impulsividad o a la incapacidad de
control de los impulsos, tales como el trastorno explosivo intermitente, la piromanía, la
cleptomanía, el juego patológico, la tricotilomanía, las parafilias, las impulsiones y adiciones
sexuales, las compras compulsivas y las conductas adictivas, así como los trastornos de
personalidad límite, antisocial, histriónico y narcisista.
3. Trastornos neurológicos caracterizados por conductas repetitivas, como el autismo, la corea
de Sydenham, el síndrome de Asperger y el síndrome de Tourette.
En todos los ámbitos de la psicopatología las propuestas categoriales y dimensionales han sido
objeto de múltiples controversias. El modelo de espectro obsesivo-compulsivo también ha
recibido muchas y variadas críticas. Por un lado, las que van dirigidas directamente al propio
concepto de espectro. Concretamente, Swerdlow (30) considera que el modelo de espectro no
cumple con los objetivos que deben guiar toda clasificación. El otro grupo de críticas están
dirigidas a la necesidad de demostrar empíricamente el modelo, así como de establecer unos
criterios operativos claros que permitan definir a un trastorno como integrante del espectro. Por
nuestra parte consideramos que, actualmente, el modelo del espectro no pretende ser una

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clasificación definitiva, sino un reto necesario para poder avanzar en el conocimiento de
trastornos tan heterogéneos como el TOC.
El modelo de espectro todavía no dispone de suficiente evidencia empírica que permita
adoptarlo como una clasificación concluida del TOC. Sin embargo, ha servido y está sirviendo
para estimular la investigación etiopatogénica y terapéutica (31), así como para reexaminar
cuestiones en torno al diagnostico y la clasificación de dichos trastornos en el próximo DSM V
(32-34).

4. Del concepto unitario a las propuestas dimensionales
De lo planteado anteriormente acerca de la psicopatología del TOC se concluye que los síntomas
de éste pueden llegar a ser tan distintos que dos pacientes con el mismo diagnóstico muestren
diferentes patrones de síntomas sin apenas superponerse (34, 35). Así pues, a pesar de esta
heterogeneidad fenotípica, las clasificaciones estándar (DSM-IV y CIE-10) siguen
considerándolo como una entidad nosológica única. Sin embargo, los estudios empíricos cada
vez más sistematizados nos dirigen a proponer al TOC como un cuadro clínico heterogéneo,
cuyos síntomas pueden corresponder a dimensiones parcialmente superpuestas.
La transición desde el concepto unitario a los modelos dimensionales se ha materializado
mediante el diseño de instrumentos psicométricos de autoinforme confeccionados a partir de
listados de síntomas o mediante entrevistas semiestructuradas, tanto en población clínica
diagnosticada de TOC, como en población no clínica (21). En el desarrollo de dichos
instrumentos se han utilizado dos técnicas estadísticas multivariadas: análisis de cluster y
análisis factorial. Mediante el primero se pretende describir subtipos o categorías homogéneas
de sujetos, mientras que con el segundo se trata de establecer conjuntos de síntomas a los que
posteriormente se asignan los pacientes, de tal manera que un mismo paciente se puede ubicar
en más de un subgrupo en el cual se situará en un continuo de intensidad o presencia (35).
Resumiendo, en el primer enfoque se utiliza población clínica con diagnóstico de TOC y se
asume que el TOC está formado por subtipos o categorías diferentes, por lo que la investigación
busca establecer tipologías de pacientes en función de sus síntomas (36, 37) mientras que las
propuestas puramente dimensionales utilizan el análisis factorial, confirmatorio o exploratorio,
para establecer puntos extremos dentro de un continuo, es decir, pretenden descubrir la
estructura o dimensiones subyacentes a las manifestaciones sintomáticas observadas en las
medidas utilizadas para evaluar los síntomas (38-41). Contrastados los resultados obtenidos
mediante las dos estrategias descritas podemos concluir que el enfoque factorial-analítico ha
sido más fructífero en el avance y comprensión de la heterogeneidad del TOC a la que venimos
refiriéndonos (35). La mayor parte de trabajos que utilizan el análisis factorial confirmatorio
encuentran una estructura de cuatro factores: simetría/orden, contaminación/limpieza,
obsesiones religiosas/sexuales y acumulación (38, 42-46). No en todos los trabajos aparece la
misma estructura. Así, por ejemplo, en el caso de Baer (42) la acumulación aparece asociada a la
simetría/orden, o en el caso de Tek y Ulug (46) es la comprobación la que no aparece como un
factor independiente (Tabla 1).
Como toda propuesta dimensional en psicopatología, las referidas al TOC han dado lugar a que
los defensores del enfoque categorial sostengan que, desde estas concepciones, los pacientes se
asignan a un grupo u otro de forma no ambigua, mientras que desde las propuestas
dimensionales, al utilizar el análisis factorial, a cada paciente se le asigna una puntuación en
todas las dimensiones identificadas. Esta controversia categorial vs dimensional es frecuente en
la psicopatología por lo que acaban por aparecer propuestas mixtas, las cuales avalan la

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importancia de tener en cuenta ambas aproximaciones, es decir, tener en cuenta tanto los
subtipos como las dimensiones/factores (47).

Tabla 1. Principales dimensiones encontradas en el TOC.
Autor

Método

Dimensión/Factor

Baer (1994)

YBOCS

Obsesiones
(agresión,
sexuales,
religiosas).

Leckman
al (1997)

et

Foa et al
(2002)
OCD
Collaborative
Genetics
Study (2007)

OCI-R
YBOCS

Rituales de
comprobación
Obsesión
Obsesiones
(agresión,
sexuales,
religiosas)

Simetría.

Contaminación.

Acumulación

Orden
Limpieza

Comprobación
Sobrestimación
del
daño.

Orden

Limpieza

Simetría.

Contaminación.

Acumulación
Acumulación

Neutrali
zación

Orden
Limpieza

Comprobación
Bloch et al
(2008)

Metaanálisis

Pensamientos
"prohibidos"

Simetría.

Contaminación.

Acumulación

Orden
Limpieza

Los modelos dimensionales son cada vez más aceptados para explicar la psicopatología en
general. Así, autores como Krueger y Piasecki (48) los plantean como forma de resolver o, al
menos, reconciliar la nosología psiquiátrica en general, donde todas las dimensiones de los
síntomas son meras manifestaciones de un trastorno general y no donde cada subtipo se
considera una entidad totalmente separada. Por lo que se refiere al TOC, en la práctica clínica no
se suelen encontrar pacientes monosintomáticos, por lo que la clasificación en subtipos
mutuamente excluyentes es poco práctica, mientras que un modelo dimensional proporcionaría
a los clínicos y a los investigadores una imagen más completa del trastorno, al puntuar cada
paciente en una o más dimensiones, lo que solventaría la arbitrariedad que, en ocasiones,
encierran los diagnósticos categoriales basados en criterios mutuamente excluyentes (35).
Asimismo, las propuestas dimensionales asumen que los fenómenos obsesivos compulsivos son
también compartidos por la población general (49), lo que permitiría ampliar los limites del
diagnóstico al posibilitar incluir casos subclínicos y, a su vez, ampliaría la población disponible
para la investigación permitiendo incorporar otros grupos de pacientes con diagnósticos de
trastornos neurológicos o psiquiátricos que también cursan con sintomatología obsesiva
compulsiva (cuestiones tratadas anteriormente en el apartado del espectro del TOC). Algunos
autores van más lejos en sus propuestas sobre la heterogeneidad del TOC, considerando que
mantener los subtipos, mutuamente excluyentes, pueden reducir el poder potencial derivado de
la perspectiva heterogénea en los estudios de identificación de genes, los estudios de
neuroimagen y los ensayos clínicos (34, 35).

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5. Las propuestas dimensionales y las variables relacionadas con el TOC
A continuación expondremos cómo los enfoques basados en dimensiones sintomáticas pueden
integrar mejor los hallazgos relacionados con variables como la edad de inicio del trastorno, el
género, la presencia de enfermedades comórbidas, los estudios de familia, estudios genéticos y
estudios de neuroimagen, entre otros. Sin ánimo de ser exhaustivos, podemos resumir los datos
desde las siguientes perspectivas:
a) Comorbilidad.
Baer (42) informó que los pacientes con altas puntuaciones en simetría/acaparamiento tenían
más probabilidades de tener comorbilidad con tics crónicos y con el trastorno obsesivocompulsivo de la personalidad. Del mismo modo, Leckman et al. (50) encontraron que los
pacientes con puntuaciones altas en los factores obsesiones/control y simetría/orden fueron los
que más probabilidad tenían de padecer tics. Estos resultados se encuentran en la línea de los
estudios que relacionan la alta comorbilidad de pacientes con TOC y el síndrome de Gilles de la
Tourette o con pacientes con TOC e historia del trastorno por tics a lo largo de la vida. Hasler et
al. (51) encuentran que las dimensiones de agresividad, obsesiones sexuales, religiosas y
somáticas, y las compulsiones de comprobación se asocian de forma diferencial con ansiedad y
depresión.
Mataix-Cols, Baer, Rauch y Jenike (52), encontraron que los síntomas de acumulación están
fuertemente relacionados con la presencia y número de todos los trastornos de la personalidad,
especialmente del clúster C (temerosos-ansiosos). En otro estudio, Samuels et al (53)
encontraron como la presencia de síntomas de acumulación se asociaba con el sexo masculino,
edad de inicio temprana, fobia social, trastornos de la personalidad, y patologías tipo
"grooming" (acicalamiento, tricotilomanía, etc.).
Fullana et al. (54) llevaron a cabo un estudio para evaluar la relación entre los rasgos de
personalidad normal medidos con el Cuestionario de Sensibilidad al Castigo y Sensibilidad a la
Recompensa de Torrubia, Ávila, Moltó y Caseras (55) ­SPSRQ- y el Cuestionario de
Personalidad de Eysenck y Eysenck (56) -EPQ-, y el fenómeno obsesivo-compulsivo en
pacientes diagnosticados de TOC y en personas que únicamente presentaban problemas
subclínicos. Sus resultados indican que ambos grupos de personas puntuaron significativamente
más alto que el grupo control en los factores de Sensibilidad al Castigo, Neuroticismo y
Psicoticismo. Además, los pacientes diagnosticados de TOC, pero no el grupo subclínico,
puntuaron significativamente más bajo en Extraversión que el grupo control. Concretamente el
factor de Neuroticismo fue el principal predictor de las puntuaciones elevadas de obsesividadcompulsividad en los participantes sanos, mientras que en el grupo de pacientes TOC fue el
factor de Psicoticismo el mayor predictor de la clínica obsesivo-compulsiva. Concluyen que los
individuos con sintomatología subclínica y los pacientes con diagnóstico de TOC compartirían
varios rasgos de personalidad, y estos mismos rasgos, en función de sus niveles, podrían servir
para diferenciarlos entre sí. Investigaciones de este mismo grupo de autores (54) confirman los
hallazgos que proponen al factor de sensibilidad al castigo como factor común en los pacientes
con TOC, siendo concretamente la dimensión de acumulación la que presenta una relación más
elevada. Además, esta dimensión de acumulación parece relacionarse con una menor
impulsividad o búsqueda de la novedad, tal y como refleja su correlación negativa con la escala
de psicoticismo de Eysenck.
Siguiendo con el estudio sobre la dimensión acumulación, más recientemente Samuels et al. (57)
han evaluado los correlatos clínicos de esta dimensión en 151 hombres y 358 mujeres
diagnosticados de TOC examinados durante el OCD Collaborative Genetics Study. Estos autores

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han encontrado diferencias específicas en función del sexo en cuanto al curso, la expresión y/o
la etiología de las conductas de acumulación. En el caso de los hombres, la acumulación se
relacionaría principalmente con obsesiones de contenido agresivo, sexual y religioso, y con
compulsiones de comprobación, con el trastorno de ansiedad generalizada y la presencia de tics.
En las mujeres, sin embargo, las principales relaciones se darían con trastornos como la fobia
social, el trastorno de estrés postraumático, el trastorno dismórfico corporal y con conductas
más específicas como la onicofagia y el "skin picking" (rascado compulsivo de la piel).
Asimismo, en el caso de las mujeres, la acumulación correlacionaría con dimensiones de
personalidad esquizotípica, dependiente y con bajas puntuaciones en el rasgo de
responsabilidad. Wheaton, Timpano, Lasalle-Ricci y Murphy (58) también encuentran
asociaciones entre la dimensión acumulación y diferentes variables clínicas, confirmando lo
encontrado por autores previos.
b) Estudios familiares.
Desde los años 90 del siglo XX existe un importante número de estudios de familias y
dimensiones del TOC, cuya principal conclusión es que las tasas de TOC son significativamente
más elevadas en familiares de pacientes con un diagnóstico de TOC, así como que el tipo de
obsesiones y compulsiones es homogéneo con el fenotipo familiar (59-61). Recientemente,
Taberner et al (62) han llevado a cabo un estudio familiar con 184 estudiantes mujeres con la
intención de determinar si las dimensiones sintomáticas obsesivo-compulsivas presentan carga
familiar. Sus resultados son, en general, consistentes con los obtenidos en muestras clínicas y
sugieren que las dimensiones de orden y acumulación son las que presentan una mayor relación
familiar y que, concretamente, las elevadas puntuaciones en orden en las madres se asociarían
con mayores niveles de síntomas, menos específicos, en las hijas. Así mismo, al hablar del
espectro obsesivo, encontramos la misma vulnerabilidad genética familiar, aún cuando los
límites sean desconocidos hasta el presente. Similitudes en sintomatología, curso de la
enfermedad y neurocircuitos del TOC y del espectro obsesivo están sustentadas por los estudios
de comorbilidad, familiares y neurológicos (32). En la misma línea existe evidencia que apoya
dicha vulnerabilidad genética con otros trastornos incluidos en el espectro TOC, como son los
trastornos por tics, el trastorno dismórfico corporal, los trastornos somatoformes y los
comportamientos de acicalado (63-66). De ahí que la prevalencia en los familiares de un
paciente diagnosticado de TOC es claramente más elevada, estimándose alrededor del 12% en
familiares de primer orden, frente a un 2% en las muestras control (59, 65). Ante los resultados
de estos estudios podemos concluir que el TOC en sí mismo o como parte de su espectro
sintomático está influenciado por factores genéticos (67).
Los estudios de gemelos y familiares sugieren que los factores genéticos desempeñan un papel
importante en la expresión de los síntomas del TOC o, más exactamente, es probable que existan
genes involucrados en la vulnerabilidad para padecer un TOC. Alsobrook et al. (59) encontraron
que los parientes de un sujeto con TOC obtenían puntuaciones más elevadas en obsesiones de
control y simetría, que los familiares de los grupos control que no fueron diagnosticados de
TOC. En esta misma línea y utilizando métodos similares Leckman et al. (68) encontraron que
las obsesiones de control y simetría correlacionaron significativamente en las parejas de
hermanos que también eran concordantes para el trastorno de Gilles de la Tourette. Así mismo
las correlaciones entre las madres y los hijos fueron significativas, no encontrándose el mismo
efecto en la correlaciones hijo-padre, por lo que se refiere a estas dos dimensiones. Los estudios
de genética cuantitativa podrían ser también un interesante enfoque para detectar los "loci"
susceptibles que contribuyen a la aparición del TOC ya que, mediante este enfoque, se han
obtenido resultados prometedores respecto a un fenotipo obsesivo compulsivo. Las futuras
líneas de investigación deberán incluir estudios que utilicen las dimensiones del TOC en familias
con el fin de contrastar los resultados iniciales (35).

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c) Estabilidad temporal.
Generalmente, este tipo de cuestiones obtienen respuesta mediante estudios longitudinales y,
dada las dificultades que encierran dichos estudios, son pocos los trabajos prospectivos
realizados. Rettew, Swedo, Leonard, Lenane y Rapoport (69) utilizaron el Y-BOCS (70) para
realizar el seguimiento durante un periodo de dos a siete años de 76 niños y adolescentes. Los
resultados obtenidos fueron que ninguno de los pacientes mantuvo la misma constelación de
síntomas encontrada al inicio del estudio. Sin embargo, el estudio concluye que los cambios se
produjeron entre dimensiones. En un estudio posterior, utilizando el mismo instrumento de
evaluación (Y-BOCS) y un seguimiento de dos años, los resultados indican que los participantes
mantuvieron los síntomas iniciales durante el seguimiento y el predictor de mayor peso para
que un síntoma permaneciera era haberlo presentado en el pasado (71). Así pues, los cambios
producidos en las dimensiones del TOC a través de los años no son significativos, lo que sugiere
que los síntomas dimensionales del TOC identificados en pacientes adultos son más estables de
lo que a menudo se cree (38). A la vista de estos resultados, es necesario realizar estudios
longitudinales, para entender el curso del TOC y la evolución sintomática a través de los años.
d) Estudios con neuroimagen.
Aún cuando los trabajos con estas técnicas todavía presentan algunas imperfecciones en sus
métodos, los resultados parecen indicar la existencia de un firme vínculo de la sintomatología
obsesivo compulsiva con la activación de la corteza orbitofrontal y, en menor medida, con la
participación del cíngulo anterior, del estriado, del tálamo, de la corteza frontal, lateral y
temporal, con la amígdala y con la ínsula (72, 73). La mayoría de los estudios que utilizan estas
técnicas, utilizan pacientes con síntomas mixtos, por lo que sería necesario utilizar grupos de
pacientes con predominio de un síntoma o incluso comparar a grupos de pacientes que
presenten síntomas en una única dimensión, es decir grupos mutuamente excluyentes
sintomatológicamente (74, 75).
En esta línea, Rauch, Dougherty, Shin, Alpert, Manzo, Leahy et al., (76), utilizando un grupo de
pacientes verificadores encontraron que correlacionaban con una reducción del flujo sanguíneo
regional cerebral (FSCr) en el cuerpo estriado, mientras que los síntomas de lavado se
relacionaron con un aumento del FSCr en la parte anterior del cíngulo (bilateralmente) y en la
corteza orbitofrontal izquierda.
Phillips et al. (77) compararon pacientes con síntomas principales de lavado con otros con
predomino de síntomas de comprobación al visionar fotos relacionadas con escenas aversivas
comunes o escenas específicamente relacionadas con limpieza mediante Resonancia Magnética
funcional. Mientras visionaban las escenas de "limpieza", solamente los lavadores mostraron
activación en áreas cerebrales relacionadas con la percepción del disgusto o el asco (por
ejemplo, la ínsula), mientras que los verificadores mostraron dichas activaciones en áreas
frontoestriales y en el tálamo.
En otro estudio de similares características, los pacientes con síntomas predominantemente de
lavado exhibieron mayores activaciones que lo sujetos de control en la ínsula derecha, el córtex
prefrontal ventrolateral y el giro parahipocampal, mientras visionaban fotos relacionadas con el
disgusto/asco (78).
Por otro lado, Saxena et al. (79) encontraron que 12 pacientes con síntomas predominantes de
acumulación mostraron un metabolismo de glucosa reducido en el giro cingulado posterior
(comparado con los sujetos control) y el córtex prefrontal dorsolateral (comparado con sujetos
obsesivos con otros síntomas). También encontraron que la severidad de los síntomas de
acumulación en la muestra clínica completa (N=45) correlacionó negativamente con el

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metabolismo de esas mismas regiones cerebrales. No obstante, existen limitaciones en estos
estudios, como la división artificial de la muestra en "subtipos" y el uso tan sólo de estímulos
relacionados con la limpieza.
El estudio de Mataix-Cols, Wooderson, Lawrence, Brammer, Speckens, y Phillips (80) es,
probablemente, el que mejor ha definido los diferentes patrones de activación cerebral que se
asocian a los diferentes subtipos de TOC, ya que aporta evidencia a favor de la dimensionalidad
que venimos defendiendo. Para ello, utilizaron un paradigma de provocación de síntomas con el
fin de examinar los correlatos neurales de las dimensiones de lavado, comprobación y
acumulación en dos grupos (pacientes y voluntarios sanos). Cada una de estas dimensiones
estaba mediada por un patrón distinto, aunque parcialmente superpuesto, de sistemas neurales.
Aunque los dos grupos activaron regiones cerebrales similares en respuesta a la provocación de
síntomas, los pacientes mostraron una mayor activación que los controles en regiones
prefrontales ventromediales de forma bilateral (experimento de lavado); en el putamen/globo
pálido, tálamo y córtex posterior (experimento de comprobación); y en el giro precentral
izquierdo y córtex orbitofrontal derecho (experimento de acumulación).
Lawrence, Wooderson, Mataix-Cols, David, Speckens y Phillips (81), examinaron la
especificidad de las dimensiones sintomáticas del TOC y su relación con funciones
neuropsicológicas utilizando un análisis de regresión múltiple. En su estudio, un total de 39
pacientes con TOC y 40 controles completaron el Iowa Gambling Task (82), que es una prueba
de toma de decisiones relacionada con el funcionamiento del córtex orbitofrontal medial, y el
WCST, que depende del córtex prefrontal dorsolateral (83). Los resultados fueron que, tanto los
pacientes obsesivos como los controles tuvieron un rendimiento similar en la tarea de toma de
decisiones mientras que, los pacientes "acumuladores", exhibieron déficit en el Iowa. Asimismo,
los pacientes obsesivos tuvieron peores rendimientos en la tarea WCST que los controles,
asociándose negativamente los síntomas de orden/simetría con esta tarea. Estos resultados nos
ayudan a explicar las inconsistencias encontradas en estudios neuropsicológicos previos y, a su
vez, apoyan los recientes hallazgos en neuroimagen que relacionan diferentes mecanismos
neurales con diferentes dimensiones sintomáticas en el TOC (35).
Por último, el grupo de Nakao (84) realizó un estudio de bastante complejidad con una muestra
de 40 pacientes afectos de TOC en el que estudian diferentes componentes cognitivos mediante
pruebas neuropsicológicas (sobre todo, memoria de trabajo) y el uso de la RMf. Como hemos
venido defendiendo, también los estudios neuropsicológicos han demostrado que subtipos de
TOC, como los comprobadores, podrían estar asociados con un déficit en la memoria de trabajo.
Por otro lado, los estudios de neuroimagen funcional han encontrado anormalidades
funcionales en el córtex frontal y en otras estructuras subcorticales. Este estudio pretende
combinar la aplicación de baterías neuropsicológicas para demostrar el déficit en memoria de
trabajo en los obsesivos comparándolos con sujetos normales. Así mismo, tanto pacientes como
controles pasaron por una RMf durante la ejecución de una tarea cognitiva (la N-Back). Los
pacientes obtuvieron puntuaciones más bajas en recuerdo diferido y en recuerdo inmediato al
ejecutar varias pruebas de memoria comparados con los controles. En la RMf, los pacientes
mostraron una mayor activación en el córtex prefrontal dorsolateral derecho, giro temporal
superior izquierdo, ínsula izquierda y cuneus. La actividad orbitofrontal correlacionó
positivamente con las puntuaciones del Y-BOCS en los pacientes. Más aún, los pacientes con
obsesiones/rituales de comprobación (n=10) mostraron importantes déficit de memoria y
actividad disminuida en el giro postcentral comparados con los pacientes "lavadores" (n=14). La
conclusión a la que llegan es que existen anormalidades tanto a nivel neuropsicológico como
cerebral en los pacientes con TOC. La severidad de los síntomas y el subtipo sintomático, como
en el caso de los comprobadores, puede afectar a la disfunción neuropsicológica y a la actividad
cerebral relacionada.

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Dold y Aigner (85) resumen el estado de la cuestión en un artículo de revisión en el que
concluyen que el factor "lavado" se relaciona con estructuras cerebrales implicadas con el
control emocional (córtex orbitofrontal, córtex cingulado anterior, amígdala e ínsula), los
"pensamientos prohibidos" con regiones cerebrales implicadas en el control cognitivo (ganglios
basales y córtex cingulado anterior) y los pensamientos y conductas de acumulación con áreas
implicadas en la toma de decisiones (algunas partes ventromediales del córtex orbitofrontal y el
córtex prefrontal dorsolateral).

Tabla 2. Dimensiones sintomáticas y su posible correlato neural.
Dimensión

Proceso

Región cerebral

Lavado

Control
emocional

Cortex orbitofrontal, cortex cingulado anterior,
amígdala e ínsula

Pensamientos
"prohibidos"

Control
cognitivo

Ganglios basales y cortex cingulado anterior

Acumulación

Toma
decisiones

de

Áreas ventromediales del córtex orbitofrontal y el
córtex prefrontal dorsolateral

Aunque preliminares, todos estos estudios sugieren que diferentes síntomas podrían estar
mediados por diferentes sistemas neurales y que, las discrepancias previas encontradas entre
estudios de neuroimagen, podrían explicarse como variaciones fenotípicas de las muestras
estudiadas. Dada la "promiscuidad neural" entre los circuitos fronto-estriado-talámicos (86), no
es sorprendente que los diferentes síntomas coexistan en un paciente dado. En la Tabla 2 se
resumen estos hallazgos.
e) Dimensiones de Personalidad y dimensiones sintomáticas.
Se ha prestado poca atención a las diferencias en personalidad referidas a los subtipos de TOC
(87). Amén de lo comentado en el apartado de comorbilidad, Horesh, Dolberg, KirschenbaumAviner y Kotler (88) refieren que los pacientes con ideas de contaminación y limpieza son más
propensos a padecer trastornos de personalidad que aquellos que tenían rituales de
comprobación, resultados que no fueron replicados por los estudios de Matsunaga, Kiriike,
Matsui, Iwasaki, Koshimune, Ohya y Stein (89). Que tengamos conocimiento, el estudio de
Alonso et al. (87) fue el primero en relacionar los rasgos de temperamento y carácter de
Cloninger con las dimensiones sintomáticas del TOC. El objetivo de este estudio fue examinar el
perfil de personalidad dimensional asociado con el TOC y determinar si existe alguna relación
entre los factores de personalidad y las variables clínicas en una muestra de 60 pacientes con
TOC a los que se les administro el Cloninger's Temperament and Character Inventory (TCI). Los
pacientes obsesivos mostraron puntuaciones significativamente mayores que los sujetos sanos
en evitación de daño y más bajas en búsqueda de novedad, auto-dirección y cooperación. Estos
resultados no cambiaron cuando se consideraron sólo los pacientes con TOC "puro" (sin
comorbilidad con otros trastornos). La depresión y las obsesiones y compulsiones de
acumulación se asociaron significativamente con altas puntuaciones en evitación de daño.
Según los autores, estos datos apoyan la existencia de un perfil dimensional de personalidad
asociado al TOC y caracterizado por la alta evitación del daño y la baja búsqueda de novedad,
autodirección y cooperatividad. También enfatizan la importancia de considerar la influencia de

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las condiciones clínicas comórbidas y de los subtipos sintomáticos a la hora de evaluar el papel
de los factores de personalidad en el TOC. Más recientemente, Kim, Kang y Kim (90) en un
estudio con 130 pacientes diagnosticados de TOC y 185 controles equiparados en sexo y edad,
han confirmado la diferencias significativas ya encontradas en cuanto a las dimensiones de
evitación de daño, auto-dirección y cooperación del TCI; siendo estas dos últimas las más
implicadas en la severidad de los síntomas obsesivo-compulsivos medidos a través de la escala
Yale-Brown Obsessive-Compulsive (Y-BOCS). Además, estos autores encuentran un patrón de
personalidad particular para la dimensión concreta de acumulación, que se diferenciaría por
presentar un perfil de bajas puntuaciones en autodirección y altas en persistencia.
En este sentido, LaSalle-Ricci, Arnkoff, Glass, Crawley, Ronquillo y Murphy (91) llevaron a cabo
un estudio en el que relacionan los síntomas de acumulación con los cinco factores del NEO PIR (92). Evaluaron las obsesiones y compulsiones de acumulación en 204 individuos con TOC y
cómo la acumulación estaba relacionada con la severidad de los síntomas obsesivos, la
comorbilidad con otros trastornos y la personalidad medida a través del NEO-PI-R. Los
resultados indicaron que la acumulación es una variable dimensional asociada con disforia,
historia de trastornos del Eje I e historia de Trastorno Bipolar, Trastorno por Estrés
Postraumático y Trastorno Dismórfico Corporal. La dimensión acumulación correlacionó
negativamente con el factor Responsabilidad del NEO-PI-R y positivamente con el factor
Neuroticismo. Finalmente, llevaron a cabo una ecuación de regresión teniendo en cuenta la
psicopatología y la personalidad y encontraron que la disforia, el trastorno bipolar, la
responsabilidad, la edad y la extraversión se perfilaron como predictores significativos de la
gravedad de los síntomas de acumulación.
Recientemente, desde una perspectiva cognitivo-conductual, Wheaton, Abramowitz, Berman,
Riemann y Hale (93) han utilizando un nuevo instrumento, la Dimensional ObsessiveCompulsive Scale (DOCS), para evaluar las dimensiones sintomáticas del TOC y los subtipos de
obsesiones y compulsiones, examinando sus relaciones con las creencias disfuncionales que
subyacen a esos síntomas. Sus resultados revelaron que ciertas creencias predecían las
diferentes dimensiones del TOC. En concreto, encontraron que los síntomas de contaminación
se podían predecir por las creencias de perfeccionismo; los pensamientos "inaceptables" por las
creencias sobre el control de los pensamientos y la dimensión "responsabilidad sobre el daño"
por las creencias de responsabilidad y estimación del riesgo.
Por último, en cuanto a la personalidad patológica, no se encuentran estudios que relacionen
dimensiones o facetas de personalidad anormal con las diferentes dimensiones o subtipos de
TOC. Sin embargo, nuestro grupo está llevando a cabo estudios en este sentido utilizando el
cuestionario DAPP-BQ (94, 95) y relacionándolo con los subtipos clínicos de TOC definidos
éstos a través del OCI-R (96, 97) en población clínica. En una muestra de 122 sujetos con TOC,
otros trastornos de ansiedad y sujetos sanos, se estudiaron las posibles asociaciones entre las
dimensiones de personalidad patológica del DAPP-BQ y los subtipos de TOC del OCI-R,
encontrando que existen correlaciones entre ellas, sugiriendo posibles patrones de personalidad
patológica que predecirían los diferentes subtipos de TOC. Estos resultados se hacen más
evidentes en el caso del subtipo acumulación que puede predecirse casi exclusivamente a partir
de la dimensión Oposicionismo pasivo del DAPP-BQ (98).
A la luz de la escasísima investigación al respecto, se hace necesario ampliar el estudio de los
posibles perfiles de personalidad asociados a las distintas dimensiones del TOC con la finalidad
de complementar los ya existentes en otras áreas como la genética, la neuroimagen o la
psicopatología, que hemos repasado en apartados anteriores.

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6. Conclusiones
Cabe preguntarse si nos encontramos ante diferentes trastornos o ante un trastorno
multidimensional, lo que nos lleva a proponer que la heterogeneidad del TOC podría reducir el
poder y obscurecer los hallazgos de los métodos de localización de genes, los estudios de
neuroimagen y los ensayos clínicos (35). Los anteriores intentos por dividir el TOC en subtipos
mutuamente excluyentes han sido relativamente infructuosos. Mataix, Rosario-Campos y
Leckman (35) y Bloch, Landeros-Weisenberger, Rosario-Campos, Pittinger y Leckman (99) han
revisado datos provenientes de grandes estudios meta-analíticos que incluyeron más de 2000
pacientes y que apoyan una importante consistencia y estabilidad temporal de las dimensiones
sintomáticas. Estas dimensiones, aunque imperfectas, han sido capaces de explicar una amplia
parte de la varianza de los estudios previos. ¿Significa esto -se preguntan estos autores- que el
TOC no es uno, sino múltiples trastornos separados? Su respuesta es que llegar a esta
conclusión es prematuro. Subdividir los síntomas obsesivo-compulsivos en entidades más
pequeñas y mutuamente excluyentes podría ser un callejón sin salida, acabando con los mismos
problemas encontrados en las aproximaciones categoriales que hemos descrito previamente.
Podría ser más eficaz conceptuar el TOC como un espectro de síndromes potencialmente
superpuestos que podrían co-ocurrir en un paciente dado, lo que concordaría con los actuales
modelos dimensionales de la nosología psiquiátrica (34, 35).
Los estudios de neuroimagen han venido utilizando una estructura de entre tres y cinco factores
(contaminación/limpieza; simetría/orden; comprobación; acumulación y agresión/sexuales) y
han encontrado patrones neurales diferentes y parcialmente superpuestos, lo que hablaría a
favor de la dimensionalidad del trastorno. La dimensión que mayor cantidad de confirmación ha
recibido es la de acumulación.
Hemos comprobado también como existen numerosos datos procedentes de diversas
perspectivas de estudio que abundan en el hecho dimensional (p.ej.; estudios familiares, de
comorbilidad, genéticos, etc.) e incluso empiezan a haber datos que relacionan diferentes facetas
de personalidad con cada una de las dimensiones sintomáticas del trastorno.
Las aportaciones anteriores nos dirigen claramente hacia propuestas dimensionales en el
estudio del TOC, aunque todavía es insuficiente la investigación aportada al respecto. Así, la
estructura de los síntomas obsesivo-compulsivos dista de ser definitiva y quedan cuestiones
pendientes. Entre estas cuestiones podemos señalar la que se refiere a los instrumentos de
evaluación del TOC. Cualquier investigación empírica se basa necesariamente en un
instrumento de medida. Por ejemplo, la Yale-Brown Obsessive Compulsive Symptom Checklist
es una exhaustiva lista de la sintomatología más común del TOC, por lo que mejora el sesgo
sintomatológico de otros instrumentos; sin embargo, sus propiedades psicométricas están
todavía por determinar y, aunque los estudios factoriales disponibles hasta la fecha han sido
bastante coherentes, el número de factores varía de tres a seis. Algunas de ellas, como la
contaminación/lavado, la simetría/orden o la acumulación, han sido consistentemente
replicadas por diversos estudios (45), sin embargo, las dimensiones de agresividad, control,
sexuales y religiosas necesitan mayor número de estudios ya que no queda claro si forman un
solo factor (43, 50, 68, 100) o se pueden desglosar en dos dimensiones separadas (38, 42, 46,
101-103). Tampoco queda claro si se pueden considerar a las obsesiones somáticas como una
única dimensión ya que saturan también con el factor de contaminación/lavado en otros
estudios (42, 104). Además del número de factores obtenidos, otros problemas encontrados
están relacionados con el método de análisis utilizado (100), lo que hace necesarios desarrollar
instrumentos fiables que confirmen la estructura dimensional del trastorno.

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Por último, Leckman et al. (34) repasan los datos existentes hasta la actualidad que puedan
avalar la inclusión de diferentes subtipos y/o dimensiones del TOC en la futura edición del
DSM-V prevista para el 2013. A pesar de que encuentran suficientes motivos para incluir
algunos de los subtipos propuestos (por ejemplo, el pobre insight o la historia de tics), no
consideran adecuado en este momento incluir las dimensiones sintomáticas en los criterios
diagnósticos. Sin embargo, recomiendan que estos se describan en el texto que acompaña a los
criterios diagnósticos, lo que hace pensar en su utilidad y en su posible inclusión en posteriores
versiones del DSM.
Como conclusión final, estamos de acuerdo con la afirmación de García-Soriano, Belloch y
Morillo (21) en el sentido de que, a pesar de las limitaciones todavía encontradas en las
propuestas dimensionales, es a partir de estas propuestas desde donde la

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