Autor/autores:
Bruce J. Kinon, ; Stefan Leucht, Carol Tamminga...(et.al)
La esquizofrenia es un trastorno neuropsiquiátrico complejo y debilitante que se manifiesta a través de una amplia gama de síntomas exigentes, incluidos síntomas positivos (como alucinaciones y delirios), síntomas negativos (como la apatía y el retraimiento social) y deterioro cognitivo (como problemas de memoria y atención). A pesar de los avances...
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La esquizofrenia es un trastorno neuropsiquiátrico complejo y debilitante que se manifiesta a través de una amplia gama de síntomas exigentes, incluidos síntomas positivos (como alucinaciones y delirios), síntomas negativos (como la apatía y el retraimiento social) y deterioro cognitivo (como problemas de memoria y atención).
A pesar de los avances en la comprensión de esta enfermedad, el tratamiento de la esquizofrenia sigue siendo un desafío significativo. Los antipsicóticos actuales, que actúan principalmente bloqueando los receptores de dopamina D2, han demostrado ser eficaces para aliviar algunos síntomas, pero presentan limitaciones importantes. Estos medicamentos no logran abordar eficazmente todos los dominios sintomáticos ya menudo generan efectos secundarios graves, como trastornos motores, aumento de peso y disfunción metabólica, que pueden afectar negativamente la calidad de vida.
Aunque los antipsicóticos utilizados en el tratamiento de la esquizofrenia interactúan con múltiples receptores de neurotransmisores, todos comparten el mecanismo común de actuar como antagonistas o agonistas parciales del receptor D2 de la dopamina.
Este enfoque terapéutico ha demostrado ser útil para mitigar principalmente los síntomas positivos de la esquizofrenia. Sin embargo, los efectos secundarios asociados con los antipsicóticos actuales también representan un problema importante.
Trastornos motores como la discinesia tardía, junto con el aumento de peso y la disfunción metabólica, no solo comprometen la salud física de los pacientes, sino que también contribuyen a la falta de adherencia al tratamiento. La falta de adherencia, a su vez, puede llevar a recaídas y empeoramiento de los síntomas, lo que perpetúa un ciclo difícil de romper.
Además de las alteraciones en las vías dopaminérgicas, la creciente evidencia sugiere que la fisiopatología de la esquizofrenia también involucra disfunciones en otros sistemas de neurotransmisores, como el glutamato, la acetilcolina, la serotonina y el ácido γ-aminobutírico (GABA).
Esta comprensión más amplia de la enfermedad ha generado un interés significativo en el desarrollo de nuevos tratamientos que actúan sobre estos otros sistemas. Estos enfoques terapéuticos podrían ofrecer beneficios complementarios para los pacientes que no responden adecuadamente a los antipsicóticos tradicionales o que experimentan efectos secundarios.
Existe una necesidad crítica de desarrollar tratamientos más efectivos que aborden de manera integral todos los síntomas principales de la esquizofrenia, incluidos los síntomas negativos y el deterioro cognitivo.
Los nuevos antipsicóticos que actúan a través de mecanismos no dopaminérgicos representan una prometedora vía de investigación y desarrollo.
Estos fármacos podrían servir como tratamientos complementarios para personas con esquizofrenia que muestran respuestas inadecuadas, resistencia al tratamiento o baja tolerancia a los antipsicóticos que bloquean el receptor de dopamina D2. Avanzar en esta dirección es esencial para mejorar los resultados clínicos y la calidad de vida de los pacientes, proporcionando opciones terapéuticas más seguras y efectivas en el manejo de esta.
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