Tradicionalmente, los profesionales sanitarios han sido un colectivo de trabajadores con altas tasas de suicidio y depresión. Una prevalencia que aumentó con la llegada de la pandemia y que aún permanece en niveles altos. Para reducir estas cifras, desde Psiquiatría consideran clave combatir el estigma del médico a reconocer que padecen esta patología declarando la depresión como enfermedad laboral. Junto a ello, también apuntan a un refuerzo de los departamentos de salud laboral, una adecuación en la vuelta al trabajo y una formación preventiva que ayude a combatir el estrés.
“La depresión debería ser una enfermedad profesional y los departamentos de salud laboral deberían tener dotación mayor de profesionales de la salud mental, especialmente, de psicólogos y, probablemente, algunas horas de psiquiatras. Son los departamentos que están en la primera línea de parrilla y pueden detectar con más frecuencia estas enfermedades mentales”, detalla Víctor Pérez Sola, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría y Salud Mental (Sepsm).
La segunda parte trascendental de la solución, según Pérez Sola, pasa por “adaptar los puestos de trabajo”: “Al coger el alta tienes que estar al 120 por ciento porque tienes el trabajo de siempre más el acumulado durante tu ausencia. Sería muy acertado adaptar los puestos de trabajo para que estas personas se reincorporen al trabajo de forma paulatina. Actualmente, muchos se incorporan y vuelven inmediatamente a la baja. Tendríamos que dar facilidades para una reintegración óptima”, reivindica Sola, quien, además, recuerda que la depresión es la segunda causa de incapacidad laboral permanente en España: "Es una magnitud del problema altísima y muchas de estos casos tienen que ver con que el sistema no es capaz de adaptarse para la reincorporación".
Auge de depresión entre sanitarios
Para el presidente de Sepsm, con esta fórmula se ayudaría a disminuir las cifras actuales. “En los datos de absentismo vemos que hay un 50 por ciento más, lo habitual era el 10 por ciento y ahora en la mayoría de los hospitales está entre un 15 y 20 por ciento. Detrás de eso hay algún contagio covid, pero la mayoría son por problemas mentales, especialmente, depresión y ansiedad”, detalla Pérez Sola.
A estos datos se suma un sondeo reciente del sindicato CSIF donde se reflejaba que casi la mitad de los sanitarios que trabajan en la administración pública consume a diario fármacos como los antidepresivos, ansiolíticos o hipnosedantes.
A este auge, hay que sumarle que el sanitario “es un sospechoso habitual” cuando se habla de enfermedad mental reactiva o adaptativa relacionada con el estrés profesional. “Ya era así antes del covid, un ejemplo de ello es que las tasas de suicidio son de las más altas entre las diferentes profesiones. El covid nos ha permitido evaluar esto y uno de los estudios que hicimos nos dijo que al principio de la pandemia un 40 por ciento tenían riesgo de tener una enfermedad mental. Teníamos la esperanza de que mejoraría, pero todavía hay muchas personas que siguen teniendo enfermedades mentales”.
Estigma sanitario y automedicación
Una de las claves para combatir la depresión es tratarla cuando todavía “no es una enfermedad”, sin embargo, las reticencias de los sanitarios a reconocer los síntomas y que sus compañeros se enteren de que tienen problemas mentales dificulta mucho la detección precoz.
“Los profesionales sanitarios somos muy recelosos de nuestra información. Ante el hecho de que sea información pública y que en la historia clínica aparezca un trastorno mental, muchos nos piden que no lo dejemos reflejado. Respetamos su voluntad y todos los profesionales de la Psiquiatría tenemos una libreta donde vamos apuntando esos casos”, explica Pérez Sola.
Para evitar ese ‘ocultamiento’, el presidente de Sepsm tiene claro que se debe erradicar los estigmas asociados a la salud mental. “Hay centros que hacen encuestas y emiten un informe en forma de semáforo para ver el estado. Son estrategias que intentamos utilizar para intentar detectarlo lo antes posible, sin embargo, la realidad es que la mejor herramienta es formar adecuadamente a los profesionales para que sepan detectarlo y para que si lo ven en el compañero le digan: oye, pide ayuda”, explica el especialista.
Según detalla Pérez Sola, muchos profesionales se pasan “meses y meses” con síntomas. Además, muchas veces se automedican “sin que nadie se entere”. “La automedicación, por desgracia, es muy frecuente entre los sanitarios. Si a eso le añades que la gente no quiere que los demás se enteren de la enfermedad, aún aumenta más”, reflexiona el presidente de Sepsm.
Formación para solventar el estrés
Como recuerda el psiquiatra, las profesiones que tienen relaciones con los seres humanos sufren un desgaste mucho más importante que otras. “Hay mucho síndrome del burn out y siempre son las mismas enfermedades mentales: depresión, ansiedad y abuso de tóxicos”, detalla Pérez Sola.
Ante esto, lo “más importante” es la prevención y aunque “vamos un poco tarde” se debe mejorar en dicho aspecto. “Hay que formar a los sanitarios en cuestiones que les ayuden en el manejo de las emociones y el malestar, una sensación que todos y cada uno de los sanitarios vamos a notar en algún momento. Esto sería la prevención primaria y hay centros que están ya introduciendo este matiz de humanidad en el grado de Medicina y Enfermería”, explica el especialista, quien tiene claro que conseguir aumentar la resiliencia de los profesionales al estrés es algo que exige formación y preocupación continuada.