En esta revisión se abordan de manera integral los múltiples aspectos de la interacción entre el sueño y la epilepsia, destacando la compleja relación bidireccional entre ambos.
Se analizan fenómenos como la influencia del sueño en la presentación de las crisis epilépticas, las alteraciones en la arquitectura del sueño provocad...
En esta revisión se abordan de manera integral los múltiples aspectos de la interacción entre el sueño y la epilepsia, destacando la compleja relación bidireccional entre ambos.
Se analizan fenómenos como la influencia del sueño en la presentación de las crisis epilépticas, las alteraciones en la arquitectura del sueño provocadas por la epilepsia y sus tratamientos, y la coexistencia frecuente de trastornos del sueño en pacientes epilépticos.
En primer lugar, se examina el impacto del sueño en la epilepsia. Este efecto se manifiesta en la distribución circadiana de las crisis epilépticas, clasificándolas según su asociación con el sueño (epilepsias relacionadas con el sueño), con el despertar (epilepsias relacionadas con el estado de vigilia) o con una distribución difusa sin patrón claro. Además, se describe cómo los diferentes estadios del sueño influyen en la actividad epileptiforme. En particular, el sueño NREM (movimientos oculares no rápidos) y la privación de sueño actúan como facilitadores tanto de las descargas epileptiformes críticas como intercríticas.
El despertar, otro momento de vulnerabilidad, también se asocia con un aumento en la probabilidad de crisis en ciertos tipos de epilepsia. Desde el punto de vista inverso, se analiza el efecto de la epilepsia sobre la arquitectura del sueño.
Las crisis epilépticas, especialmente cuando ocurren durante el sueño, y los propios síndromes epilépticos alteran significativamente la calidad y la estructura del sueño. Estos efectos pueden incluir fragmentación del sueño, disminución de los estadios reparadores (como el sueño de ondas lentas y el sueño REM) y un aumento de la latencia para conciliar el sueño.
Además, los medicamentos anticomiciales, fundamentales en el manejo de la epilepsia, pueden tener efectos secundarios que impactan tanto en la cantidad como en la calidad del sueño.
Por último, se enfatiza la importancia de identificar y tratar los trastornos del sueño coexistentes en pacientes epilépticos. Problemas como el insomnio, la apnea obstructiva del sueño o el síndrome de piernas inquietas son comunes en esta población y pueden agravar la frecuencia de las crisis epilépticas y deteriorar el funcionamiento cognitivo.
Abordar estos trastornos mejora no solo la calidad de vida de los pacientes, sino también el control de las crisis epilépticas y el rendimiento cognitivo. En conclusión, comprender la relación bidireccional entre el sueño y la epilepsia es crucial para un manejo integral de los pacientes, integrando estrategias que optimicen tanto el control de las crisis como la calidad del sueño.
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