Existen asociaciones significativas entre la vulnerabilidad social (una medida que agrega determinantes sociales de la salud como el estatus socioeconómico, el tipo de vivienda, la educación y la cobertura de seguro) y la prevalencia y el tratamiento de los trastornos de salud mental y consumo de sustancias en los Estados Unidos según un nuevo estudio publicado en 'JAMA Psychiatry'.
Los resultados tienen el potencial de reformular las políticas de salud pública para servir mejor a las poblaciones sistémicamente desfavorecidas. "Estamos aprendiendo continuamente que gran parte de la atención médica, tanto la salud mental como la salud física, se ve afectada por el entorno en el que uno vive", apunta Robert Gibbons, director del Centro de Estadísticas de Salud de la Universidad de Chicago y autor principal del nuevo artículo.
En 2022, Gibbons formó parte de un grupo de investigadores de la UChicago que desarrolló la Métrica de Vulnerabilidad Social (SVM, por sus siglas en inglés) , un modelo estadístico que produce una única puntuación fuertemente correlacionada con los resultados de salud.
La SVM ha superado a otras mediciones de determinantes sociales de la salud, como el Índice de Vulnerabilidad Social (SVI, por sus siglas en inglés) de los CDC , en la predicción precisa de resultados de salud como la mortalidad general y las visitas a urgencias. Posteriormente, los investigadores aplicaron el SVM a los datos de los CDC para estudiar el vínculo entre la vulnerabilidad social y el riesgo de suicidio a nivel de condado, y encontraron un aumento del 82% en la tasa de suicidio desde los condados menos vulnerables a los más vulnerables.
De manera similar, la última investigación aplicó el SVM a los datos del Estudio de Prevalencia de Trastornos Mentales y por Uso de Sustancias (MDPS), un estudio de 30 millones de dólares realizado por la Administración de Servicios de Salud Mental y Abuso de Sustancias (SAMHSA) y el Research Triangle Institute (RTI), al que también contribuyó Gibbons.
"La calidad y la escala de los datos del MDPS hacen que nuestro nuevo estudio sea especialmente significativo", aporta Gibbons. "Se basa en una muestra representativa a nivel nacional de hogares estadounidenses y también incluye una muestra no doméstica de prisiones, refugios para personas sin hogar y hospitales psiquiátricos estatales.
Además, la información diagnóstica se recopiló en entrevistas clínicas estructuradas en lugar de ser autoinformada o extraída de registros médicos electrónicos que varían drásticamente en calidad. Nunca hemos tenido una muestra como esta".
El análisis reveló que las poblaciones socialmente vulnerables tienen mayor riesgo de padecer trastornos específicos de salud mental y de consumo de sustancias, como el trastorno bipolar I, el trastorno de estrés postraumático, el trastorno del espectro esquizofrénico, el trastorno por consumo de estimulantes y el trastorno por consumo de opioides.
En particular, destacaron un aumento de 17 veces en la prevalencia del trastorno del espectro esquizofrénico entre las áreas con las puntuaciones más bajas y más altas de SVM.
"Un aumento de 17 veces en las probabilidades de padecer un trastorno del espectro de la esquizofrenia es un terremoto en términos de magnitud estadística", agrega Gibbons. "Los expertos en salud pública, los responsables de las políticas y los médicos que diagnostican y tratan estos trastornos deben pensar en una estratificación del riesgo que incluya el entorno social en el que uno vive".
Los investigadores también descubrieron que es mucho más probable que el trastorno del espectro de la esquizofrenia, el trastorno por consumo de estimulantes y el trastorno por consumo de opioides no reciban tratamiento en áreas socialmente vulnerables. Por ejemplo, la tasa de no tratamiento para el trastorno del espectro de la esquizofrenia en los percentiles menos vulnerables socialmente fue del 0%, mientras que la tasa de no tratamiento entre los percentiles más vulnerables fue del 48%.
"Esta investigación abre la puerta a un cambio total en las políticas que podrían dirigir los tratamientos a nivel comunitario en lugar de tratar a los individuos de forma aislada", insiste Gibbons.
"Usar el SVM para identificar de manera proactiva los vecindarios que podrían beneficiarse más de las intervenciones podría producir muchos beneficios realmente importantes".
Los cambios de política podrían incluir el aumento de la capacidad de servicios para el tratamiento de trastornos por consumo de sustancias y salud mental de alta calidad en comunidades vulnerables.
Los autores identificaron posibles fuentes de financiación para intervenciones específicas, como fondos de conciliación por opioides, exenciones de Medicaid y subvenciones de la SAMHSA. Con estos recursos, el SVM puede integrarse en programas de mejora de la calidad e iniciativas de equidad hasta el nivel federal, allanando el camino para políticas de salud pública más eficaces.