Los trastornos por uso de sustancias (SUD, por sus siglas en inglés) representan un desafío importante para la salud pública, afectando tanto el bienestar físico y mental como el rendimiento académico y profesional, además de las relaciones interpersonales. La adolescencia es un período crítico de neurodesarrollo, durante el cual las personas...
Los trastornos por uso de sustancias (SUD, por sus siglas en inglés) representan un desafío importante para la salud pública, afectando tanto el bienestar físico y mental como el rendimiento académico y profesional, además de las relaciones interpersonales. La adolescencia es un período crítico de neurodesarrollo, durante el cual las personas suelen iniciar el consumo de sustancias, lo que lleva a un aumento en las tasas de SUD en la adultez temprana.
En 2023, más del 27% de los adultos jóvenes entre 18 y 25 años reportaron al menos un trastorno por uso de sustancias. Esta etapa de plasticidad en el desarrollo puede crear una ventana de vulnerabilidad que favorece la aparición y el aumento de comportamientos problemáticos de consumo de sustancias, los cuales siguen un patrón prototípico de etapas: la exposición inicial suele comenzar con el consumo en atracón y la intoxicación, seguido por la abstinencia, y finalmente la aparición de antojos (preocupación o anticipación), frecuentemente en un ciclo que se repite.
Las investigaciones en humanos y animales han ofrecido información valiosa sobre los mecanismos que subyacen a este proceso de adicción. Sin embargo, uno de los principales obstáculos para la aplicación clínica de estos hallazgos ha sido la falta de biomarcadores no invasivos que permitan identificar, monitorear y predecir la progresión de los SUD. La identificación de estos biomarcadores sería un avance importante, ya que facilitaría el diagnóstico temprano y permitiría intervenciones más efectivas, adaptadas a la fase del trastorno y a las características individuales de cada paciente.
La importancia de estos biomarcadores radica en su potencial para mejorar la precisión de los tratamientos, especialmente en adolescentes y adultos jóvenes, quienes atraviesan un período de alta susceptibilidad debido a los cambios en el cerebro relacionados con el desarrollo. Dado que los SUD afectan áreas cerebrales involucradas en la regulación del comportamiento, la toma de decisiones y la gestión del estrés, el acceso a herramientas de diagnóstico que no requieran procedimientos invasivos permitiría un seguimiento más seguro y frecuente, favoreciendo intervenciones tempranas.
En resumen, los SUD constituyen un reto de salud pública de gran magnitud, especialmente durante la adolescencia y la adultez temprana, cuando el cerebro es más vulnerable a los efectos negativos del consumo de sustancias. La investigación continúa siendo fundamental para entender los mecanismos detrás del uso problemático de sustancias, pero es crucial desarrollar biomarcadores no invasivos que permitan una traducción clínica de estos hallazgos.
Este avance podría marcar un punto de inflexión en la prevención y el tratamiento de los SUD, proporcionando herramientas de diagnóstico y monitoreo accesibles y menos invasivas para mejorar el pronóstico y la calidad de vida de los pacientes.
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