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El síndrome de burnout en cuidadores formales de ancianos

  • Autor/autores: Bernardino Fernández Calvo, Virginia A. Menezes de Lucena y Francisco Ramos Campos.

    ,Artículo,Psicogeriatría,


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Artículo | Fecha de publicación: 13/02/2001
Artículo revisado por nuestra redacción

El estrés es una de las expresiones más utilizadas en las sociedades coetáneas occidentales, y tal vez uno de los términos más ambiguos (1). A pesar de no existir una definición satisfactoria del estrés, el uso del término en cuestión se ha extendido tanto a los contextos informales del habla y la vida cotidiana, como a los foros de carácter académico o científico (2). El hombre es...



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El estrés es una de las expresiones más utilizadas en las sociedades coetáneas occidentales, y tal vez uno de los términos más ambiguos (1). A pesar de no existir una definición satisfactoria del estrés, el uso del término en cuestión se ha extendido tanto a los contextos informales del habla y la vida cotidiana, como a los foros de carácter académico o científico (2).

El hombre es el único ser vivo que reúne las dimensiones biológica, psicológica y social, articuladas y experimentadas al mismo tiempo. Las respuestas humanas no son aisladas, sino que ocurren de manera simultánea e integrada en todo el organismo. Además, los matices culturales propios de cada zona geográfica dificultan la valoración de los signos que no aparentan ser una amenaza inmediata al organismo. A pesar de que estas dimensiones interactúan, la tensión en ocasiones puede manifestarse sólo en una de ellas.

Es en este contexto biopsicosocial donde debe entenderse la existencia del individuo junto con sus manifestaciones de salud o enfermedad. Como señala la Organización Mundial de la Salud –OMS- (3) en 1986, la ausencia de enfermedad se percibe en el equilibrio físico, psíquico y social. Es decir, la salud constituye un complejo de bienestar biológico, psicológico y social, y no sólo una situación de ausencia de enfermedad. Esta visión de la OMS expande el concepto de salud, inaugurando una nueva concepción de la prevención, según la cual los problemas referentes a la salud mental, la insatisfacción en el trabajo y el estrés, adquieren identidad propia. Esta misma visión es compartida por Antonovsky (4), a través de la orientación salutogénica.

La orientación salutogénica es un planteamiento sobre la salud que se distancia de la tradicional dicotomía salud / enfermedad, para proponer un continuo entre los polos bienestar / enfermedad. Para Antonovsky no existe nadie totalmente sano o totalmente enfermo: las personas se mueven continuamente entre la salud y la enfermedad. Esta perspectiva no busca los factores de riesgo que llevan a la enfermedad sino que está encaminada a determinar los indicadores del individuo y del contexto social que favorecen la salud (5).

El ser humano, como parte de este proceso biopsicosocial, interactúa con su medio ambiente a través de los acontecimientos vitales que ocurren en su actividad diaria. En determinados momentos, tales eventos generan impactos en el ámbito interno y externo, solicitando demandas que circunstancialmente no pueden ser atendidas y que, probablemente, acarrean una situación de estrés.

En las sociedades actuales, el estudio del estrés laboral ha generado muchas investigaciones, debido a las graves consecuencias que tiene para la salud y el bienestar de los trabajadores, ya que influye negativamente en el rendimiento laboral y en la productividad, favorece el deterioro de la calidad de los servicios, provoca el absentismo y en algunos casos el abandono del empleo.

El estrés laboral es considerado como una falta de ajuste del individuo a las capacidades percibidas o reales del entorno (6). Esta inadaptación puede estar causada por un desequilibrio entre las capacidades de la persona y las que requiere el trabajo (7), porque la realidad contextual dificulta la realización de este trabajo (8), o porque dicho trabajo no satisface las necesidades y expectativas de la persona en cuestión (9). Promover el cuidado de la salud, prevenir o curar la enfermedad y rehabilitar son tareas complejas que producen muchas satisfacciones, pero también muchos problemas y tensiones en el personal sanitario. La mayoría de los profesionales sanitarios pasan gran parte de su tiempo en interacción con pacientes y familiares de éstos, de tal modo que las relaciones interpersonales suelen estar cargadas emocionalmente y acompañadas de sentimientos de tensión, ansiedad, miedo o incluso hostilidad encubierta.

Cuando la relación profesional-cliente se deteriora, provoca la insatisfacción de ambos, la disminución de la calidad de la relación y de los servicios prestados, etc., y el profesional acaba reduciendo su eficacia autopercibida, cuestionando su propia capacidad profesional e incluso personal, perdiendo la confianza en sí mismo, su equilibrio emocional, y su capacidad para trabajar con sus compañeros.

En consecuencia, el estrés laboral se asocia con la insatisfacción laboral, con estados emocionales negativos, con una disminución de la competencia profesional y con la caída de la autoestima y de la percepción de la propia imagen (10).

En este contexto, el SB se considera como el estado final de un proceso crónico de estrés dentro del ámbito laboral, en el que influyen variables individuales, sociales y organizacionales, como consecuencia de una progresión de los intentos fracasados de afrontar y manejar el estrés laboral. El SB se produce principalmente en los profesionales obligados a desplegar relaciones interpersonales a consecuencia de su trabajo. Es, pues, la respuesta al estrés laboral que aparece cuando fallan las estrategias de afrontamiento en este tipo de profesionales .

Existe una tendencia cada vez mayor a definir el Burnout como una forma prolongada de estrés laboral (11) que correspondería a la última fase del proceso de estrés formulado por Selye (12), o como un tipo de estrés laboral crónico (5).

No todas las personas son susceptibles al desarrollo del SB; para que aparezca este síndrome es necesario que existan una o varias causas percibidas como estresantes, asi como un sentimiento de pérdida de control de la situación, es decir, una ausencia de recursos para afrontar la situación de forma eficaz.

Existen controversias en torno al grado en el que SB puede ser diferenciado del concepto de estrés laboral, distintos autores (13-18) enfatizan el papel diferenciador de la dimensión temporal y apuntan que el SB puede ser considerado como un estrés laboral prolongado. Sin embargo, otros (19-20) insisten en la cualidad negativa o inadaptado del SB frente al estrés laboral. Pines, por ejemplo argumenta que aunque todos los individuos pueden ser acometido por el estrés laboral, no obstante el SB solo puede ser, desarrollado en personas que empiezan su profesión con objetivos o metas y expectativas elevadas deseando conseguir una gran satisfacción para su existencia en el trabajo. Este punto de vista considera que el estrés laboral no conlleva necesariamente al Burnout ya que incluso muchos individuos son capaces de dar y conseguir lo mejor en trabajos estresantes siempre que perciban y sientan que estos tienen un sentido (21). El marco teórico desarrollado en esta investigación se fundamenta en la visión del SB como consecuencia del estrés laboral crónico.

A continuación se señala, por su pertinencia con el objeto de estudio, la trayectoria histórica del Síndrome del Burnout, así como distintos elementos teóricos relacionados con ese constructo.

Burnout puede traducirse al castellano como “quemar(se)”. De acuerdo con el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE), en su vigésima primera edición (1997), el verbo quemar (se) equivale a “Impacientar o desazonar a uno. Gastarse, quedarse sin recursos o posibilidades en una actividad cualquiera”; sobre quemazón se dice que es la “desazón moral por un deseo no logrado”.

En el ámbito de la Psicología, la Psiquiatría y la Medicina, algunos autores emplean el término como sinónimo de: estrés laboral, estrés asistencial, estrés profesional, desgaste profesional, quemazón profesional, desmotivación laboral, síndrome de la quemazón, síndrome del estrés laboral asistencial, síndrome del desgaste profesional etc. Este término también describe situaciones tales como: estar exhausto, estar sobrecargado, estar quemado, o quemarse por el trabajo.

La necesidad de investigar el Síndrome de Burnout está unida a la relevancia de los estudios sobre procesos de estrés laboral. Desde hace más de veinte años, en Psicología, Psiquiatría y Medicina se viene utilizando el término SB para referirse a un tipo de estrés laboral e institucional que afecta a personas que desempeñan labores de ayuda, atención o servicio al público; es decir, a profesionales que mantienen un contacto constante y directo con los beneficiarios de su trabajo.

En la última década se ha incrementado el interés por la investigación de temas como el estrés laboral o la calidad de vida laboral, debido al efecto que factores así causan sobre la productividad y el rendimiento en el trabajo. Además, últimamente existe una notable preocupación empresarial por la calidad de vida laboral ofrecida a los empleados. Por citar un caso, Peiró (22) comenta que es imprescindible tener en cuenta los aspectos de bienestar y salud laboral a la hora de evaluar la eficacia de una organización, considerando que la calidad de vida laboral, así como el estado de salud física y mental que conlleva, tiene repercusiones sobre la institución misma (absentismo, rotación, disminución de la productividad y mediocre calidad de los servicios).

El estrés y la tensión asociados a trabajos asistenciales o sociales son una realidad conocida casi desde siempre, dado que la mayor incidencia del SB se da en profesionales que prestan este tipo de servicio (23). Si cualquier trabajo produce estrés, mantener la interacción y las relaciones interpersonales con otros seres humanos de manera cotidiana y sistemática, y trabajar con personas a las que hay que atender, e incluso cuidar, orientar o acompañar, resulta doblemente estresante. Estos contextos hacen descender la calidad de la vida laboral y generan consecuencias negativas sobre los profesionales, la clientela, la empresa o institución, y la sociedad en general.

Entre estos factores se pueden diferenciar, entonces, variables personales y sociales. Los factores personales incluyen características de la personalidad y estrategias de afrontamiento que una persona emplea para ayudarse a resistir la amenaza que representa un evento estresante. Los factores sociales se refieren a la fuente o red social a que una persona puede recurrir par afrontar el estrés, y engloban familia, amigos, compañeros de trabajo, etc.

Este conjunto de variables decidirá el grado de activación a que se verá sometido el organismo, como resultado de su interacción con el entorno. Esta activación hará que una situación pueda generar estrés a un determinado individuo mientras que a otro no. Por consiguiente, estos factores personales actúan como mediadores o moduladores de los niveles de estrés en un ambiente determinado, por ejemplo laboral (38). Fry (39) señala que los atributos específicos de personalidad, tales como el perfecionismo, el humor y el optimismo, son significativos mediadores o modeladores del nivel de estrés en mujeres ejecutivas en su lugar de trabajo.

Las dimensiones más generadoras de estrés propuestas en relación con el SB son múltiples y diversas. En la Tabla nº 8 aparecen las dimensiones de personalidad más estudiadas respecto al SB. Puede observarse que algunas de estas variables son consideradas como saludables y, por lo tanto, menos tendentes a sufrir el SB: personalidad resistente (Hardiness), conducta Tipo B, Locus de Control (interno), Sentido de Coherencia (SC), Optimismo, Humor, Esperanza, Nivel de Tolerancia Percibida, Empatía, Autoestima, Autoeficacia/Autoconfianza. Otras, en cambio, son facilitadoras del SB: Neuroticismo, Ansiedad, Personalidad Obsesiva, Conducta Tipo A y Perfeccionismo:

El constructo de Locus de Control (LOC) es un tipo de expectativa generalizada propuesto por Rotter para referirse a la expectativa que las personas tienen de que sus acciones serán efectivas para controlar el ambiente (41). Es decir, con la expectativa de control, se hace referencia al grado en que las personas sienten que tienen control sobre sus vidas. Es, pues, una creencia sobre el control personal.



Este tipo de medida se fundamenta en la Teoría del Aprendizaje Social (42) que mantiene que las expectativas y el valor del refuerzo son variables relevantes de la persona para determinar la potencialidad de aparición de una conducta, dentro del catalogo conductual que posee una persona, en una situación determinada o especifica. Para este autor la Teoría del Aprendizaje Social (41) propone que la posibilidad de que se manifieste una conducta en una situación psicológica específica, es función de la expectativa de que esa conducta lleve a un particular refuerzo en esa situación, así como del valor del refuerzo.

El LOC alude a la percepción, atribución y expectación que un sujeto posee sobre las contingencias que determinan la administración efectiva de premios y castigos (43). Además, Rotter (42) considera que la expectativa de control es una característica global, relativamente estable a través del tiempo y de las situaciones.

Este tipo de expectativa generalizada, con respecto al control de reforzamiento de la conducta, permite diferenciar a las personas a lo largo de un continuo entre dos extremos; el LOC interno y el LOC externo (42). De ahí que los sujetos que puntúan en cada uno de los extremos de este constructo se denominen “internos” o “externos” respectivamente.

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El LOC externo es la percepción de que los acontecimientos positivos o negativos no están relacionados con la propia conducta, quedando, pues, fuera del control personal. Por su parte, el LOC interno se puede definir como la percepción de que los acontecimientos positivos o negativos son un consecuencia de las acciones personales y, por lo tanto, pueden estar potencialmente bajo el control personal (44). Por consiguiente, el LOC evalúa la medida en que la persona cree que los resultados están determinados por el esfuerzo personal y la capacidad más que por el destino, la casualidad u otras fuerzas (37). El individuo con LOC interno se caracterizará por la creencia de que lo que le ocurre es resultado de su propia conducta y actitudes, mientras que el sujeto con LOC externo tiende a creer que los acontecimientos son resultado de la suerte, la fatalidad, o el poder de otras personas. Los individuos “internos” perciben que tienen control de la situación, lo que influye en las expectativas de afrontamiento, al hacer que experimenten un menor sentimiento de amenaza ante los estresores que los “externos”. Como señala De Diego (45), el internalismo tiende a proporcionar operatividad y efectividad a los sujetos para enfrentarse a determinadas situaciones vitales.

Cuando una persona percibe que puede controlar las situaciones a que se enfrenta, se afanará por mantener esta sensación de control, utilizando unas estrategias de afrontamiento más activas y, posiblemente más efectivas, con el fin de amortiguar los efectos negativos del estrés. Puede sugerirse, pues, que las expectativas internas de control actúan como un “buffer” o moderador del estrés. En este sentido, Spector (46) subraya que, a diferencia de los externos, los internos tienden a ser más resueltos y orientados hacia metas en la actividad laboral, y también propenden a ser más activos, al intentar controlar su situación laboral.

Si bien el concepto de LOC (42) es una de las expectativas que más difusión ha tenido dentro de la Teoría del Aprendizaje Social inicial, Rotter (41) introdujo el constructo de expectativa, definiéndolo como la probabilidad sostenida por el individuo de recibir un refuerzo o alcanzar una meta particular, en función de una conducta específica propia. Al ser ésta una expectativa de refuerzo o meta, es considerada por Rotter y posteriormente por otros autores (47-48) como expectativa de éxito, por lo que debe ser distinguida de la expectativa de LOC.

Según Palenzuela (49), la definición de control externo de Rotter realza la creencia o expectativa de suerte, y además no considera que sea incompatible con la expectativa de contingencia entre acción-resultado; es decir, uno puede creer que los refuerzos son contingentes con las acciones de la persona, al tiempo que puede creer en algún grado en la suerte. De igual manera, la no contingencia debida al control de los otros tiene mucho que ver con el constructo de indefensión de Seligman (50). Por estos motivos, Palenzuela estima importante diferenciar entre expectativa de suerte y expectativa de indefensión o no contingencia dentro del locus de control externo. Esta expectativa de indefensión está vinculada al concepto de Indefensión Aprendida descrito por Seligman (50). Este concepto resulta de los experimentos con animales sobre la relación entre el condicionamiento del miedo y el aprendizaje instrumental, realizados a finales de los años sesenta (51, 52). Con estos estudios nace el término de expectativa de incontrolabilidad, no contingencia o indefensión, que hace referencia al estado psicológico que se produce cuando los acontecimientos son incontrolables y no se pude hacer nada para cambiarlos. Lo importante para poder desarrollar la expectativa de indefensión no es la exposición a una situación incontrolable, sino la percepción de esa situación real de no contingencia por parte del individuo (50). Esta expectativa de indefensión daría lugar a una serie de síntomas o déficits motivacionales, cognitivos y emocionales .

Bandura (54), por su parte, distinguió entre expectativa de autoeficacia y expectativa de resultado. La primera fue definida como la convicción de que uno puede adoptar con éxito la conducta necesaria para conseguir un resultado dado; la segunda fue descrita como la estimación o anticipación del individuo de que una conducta concreta producirá determinados resultados. Un sujeto puede creer que una determinada acción producirá resultados, pero si tiene dudas acerca de su capacidad, el conocimiento no influirá en la conducta.

Por oposición a la distinción formulada por Bandura surge el enfoque tridimensional de expectativas generalizadas de control personal, desarrollado por Palenzuela (55, 48). Para este autor y sus colaboradores (48), Bandura (56) no reconoció otros tipos de expectativas relevantes y descritas por otros investigadores en la literatura de corte psicológico; entre ellas se encontrarían las expectativas de éxito y LOC desarrolladas por Rotter (41,42), o la expectativa de indefensión, desarrollada por Seligman (50). Bandura (54) consideró todas esas expectativas como expectativas de resultado, y propuso la expectativa de autoeficacia como una categoría emergente. Sin embargo, esta expectativa planteada por Bandura fue ya descrita en la teoría de la personalidad de White (157). Bandura, por tanto, concibió la expectativa de resultado sin distinguir entre expectativa de éxito y LOC. Por el contrario, Palenzuela y sus colaboradores (48) destacaron y enfatizaron los conceptos de LOC, expectativa de éxito e indefensión; resaltaron la distinción entre LOC y éxito, y también el concepto original de indefensión de Seligman encuadrado dentro del LOC externo.

Estas contradicciones llevan a los autores (48) a definir las tres expectativas de la siguiente manera:

-Locus de control: medida en que uno espera que los acontecimientos o resultados que suceden en la vida sean contingentes con las acciones (contingencia) o, por el contrario, sean independientes (indefensión), y medida en que se cree en la suerte.

-Expectativas de autoeficacia: hacen referencia a los juicios de las personas sobre sus propias capacidades.

-Expectativas de éxito: reflejo de la medida en que la persona espera conseguir un resultado deseado. Esta expectativa puede estar determinada por la expectativa de autoeficacia y la de locus de control.

Aunque actualmente la definición de Lazarus y Folkman (6) sobre el afrontamiento esta comúnmente aceptada, el afrontamiento es un concepto que se ha empleado con diferentes sentidos (1), que varían desde patrones de actividad neuroendocrina y autonómica, hasta tipos específicos de procesamiento cognitivo e interacción social (10).

La perspectiva animal, por ejemplo, se centra en el concepto de “drive” (arousal o activación); generalmente el afrontamiento se define como las acciones que controlan las condiciones aversivas del entorno, disminuyendo, con ello, el grado de alteraciones psicofisiológicas producidas por éstas. El afrontamiento se ha entendido, por tanto, como una reducción o supresión del estado de estrés; es decir, como un resultado (1). Se dice que existe afrontamiento o “coping” cuando desaparece la respuesta fisiológica de estrés; dicho de otro modo, la medida del afrontamiento será la variación en las respuestas fisiológicas asociadas al estrés (58). Esta visión de afrontamiento es defendida nuevamente por Ursin (59), quien afirma que afrontamiento es el logro de una disminución gradual de la repuesta. El modelo animal resalta las reacciones de conducta, al percibir y valorar la relación entre el individuo y el entorno, insistiendo fundamentalmente en la conducta de evitación y huida. A este respecto, Lazarus (60) estima que esta concepción del afrontamiento confunde el proceso con el resultado, lo que impide analizar las relaciones entre el afrontamiento y los resultados que se alcanzan.

Una vez que el estresor es percibido como amenaza, las habilidades o estrategias de afrontamiento de la persona determinan si es manejado o no adecuadamente. Estas estrategias pueden ser estables o no en función de cada situación.

En principio, Lazarus (61) considera cuatro formas básicas de afrontamiento: estrategias instrumentales, intrapsíquicas, inhibidoras de la acción y basadas en la búsqueda de acción. Las primeras sirven para manejar el estresor (estímulo amenazante); las segundas intentan regular o disminuir la ansiedad emocional; la inhibición de la acción implica la resistencia a la ejecución de acciones cuando éstas pueden ser perjudiciales.

En estudios posteriores, Lazarus y Folkman (6) distinguen ocho formas, que se engloban en las dos grandes dimensiones antes reseñadas: el afrontamiento centrado en el problema y el focalizado en la emoción. Las ocho escalas propuestas por Lazarus y Folkman (6) son: confrontación; distanciamiento; búsqueda de apoyo social; aceptación de la responsabilidad; escape-evitación; planificación de solución de problemas y reevaluación positiva. Todas ellas son las dimensiones básicas de su método de investigación sobre el afrontamiento (Ways of Coping Questionnarie -WCQ-).

Otra categorización del afrontamiento es la de Moos y Billings (62); estos autores clasificaron las formas de afrontamiento en los tres grupos siguientes: afrontamiento localizado en la evaluación, que incluye el análisis lógico y la redefinición y evitación cognitivas; afrontamiento localizado en el problema: incluye la búsqueda de información, apoyo social, solución de problemas (planes), y el desarrollo de premios alternativos, como ocurre a través de la religión; afrontamiento localizado en la emoción, que contempla la regulación del afecto, la aceptación resignada y la liberación emocional.

Törestad y cols., (63) distinguen entre afrontamiento constructivo (acciones cognitivas y conductuales para tratar con el evento estresante de forma directa y confrontativa); pasivo (soluciones localizadas en la emoción, a través de las que no se hace nada, ni para separarse de la situación ni para cambiarla) y escape (conductas y actos cognitivos que tienden a huir de la situación, física o psicológicamente). La primera dimensión se corresponde con la que Lazarus definía como centrada en el problema; las dos últimas se solaparían con la categoría de afrontamiento focalizado en la emoción de Folkman y Lazarus (6).

Endler y Parker (64), aislaron factorialmente tres dimensiones: Orientación hacia la tarea, hacia la emoción, o hacia la evitación. Son casi coincidentes con las de Lazarus y Folkman, y también con las de Törestad y cols., (63) confirmándose así la impresión de la tridimensionalidad subyacente; la evitación serviría como vía de escape de una situación desagradable.

Pearlin y Schooler (65) identificaron diecisiete tipos de afrontamiento, que distribuyeron en tres grandes grupos, según estuviesen centrados en la percepción del estresor, en la resolución del problema o en la respuesta emocional. Por el contrario Steptoe (66) establece sólo cuatro grupos de afrontamiento, al aplicar el criterio conductual o cognitivo a la distinción establecida por Lazarus y Folkman (6).

Steptoe (66) habla de estrategias centradas en el problema de carácter conductual, que actúan directamente sobre la situación estresante e incluyen los intentos de control, la solución de problemas, la evitación y el afrontamiento pasivo; estrategias dirigidas al problema de carácter cognitivo, que se centran en la forma en que es percibido el problema; engloban la redefinición de la situación, la reestructuración, los pensamientos desiderativos y el distanciamiento; las estrategias centradas en la emoción de carácter conductual, que incluyen la búsqueda de apoyo social y de información sobre el problema, las conductas distractoras (como fumar, beber etc.), y la evitación de la información. Por último están las estrategias centradas en la emoción de carácter cognitivo, que se utilizan para manejan las alteraciones emocionales que se producen en una situación estresante, como por ejemplo la expresión o la inhibición emocionales, la represión, la culpa, etc.

Algunos autores, como Amirkhan (67), proponen la búsqueda de apoyo social como una tercera forma o modo de afrontamiento. Dicha forma parece estar referida a un recurso del individuo que facilitaría el uso de determinadas estrategias de afrontamiento más que a una estrategia en sí misma (68). No obstante, Lazarus y Folkman (6) lo consideran como una estrategia mixta (problema / emoción).

II Estudio empírico con cuidadores formales de ancianos

A partir de este planteamiento teórico se ha diseñado una investigación de carácter transversal para explorar la vulnerabilidad al SB de los profesionales que desarrollan su labor en las residencias geriátricas. Se pretende identificar aquellas variables personales, familiares y laborales que más se relacionan con el SB y que dificultan o favorecen su aparición y mantenimiento; asimismo se estudia en especial la influencia de las expectativas generalizadas de control y de las estrategias de afrontamiento utilizadas por los cuidadores formales de ancianos.

Este estudio se realizó a partir de un universo de 40 residencias geriátricas repartidas por diversas provincias (Ávila, Barcelona, Huelva, La Rioja, Oviedo, Pamplona, Salamanca, San Sebastián, Zamora y Zaragoza), entre cuyas plantillas de trabajadores se repartieron 1500 cuestionarios, de los que se recogieron 411, lo que supone una participación del 27,5%. Los cuidadores contestaron de forma autoadministrada a cuatro cuestionarios: Sociodemográfico, que recoge variables sociodemográficas de carácter individual o personal (propias del trabajador), laboral (dimensiones relacionadas con el trabajo) y social (factores vinculados con la familia); el Maslach Burnout Inventory –MBI-(69,70) para medir el SB, en concreto el Cansancio Emocional, la Despersonalización y la Realización Personal; la Batería de Escalas de Expectativas Generalizadas de Control 20 –BEEGC-20- (71), que mide cinco variables relacionadas con el control personal (Indefensión, Contingencia, Suerte, Autoeficacia y Éxito) y, por último, el Ways of Coping Questionnarie –WCQ- (72), que evalúa ocho modos de afrontamiento de la persona ante una situación estresante (Confrontación, Distanciamiento, Autocontrol, Búsqueda de Apoyo Social, Aceptación de la Responsabilidad, Evitación-Huida, Planificación y Reevaluación Positiva).

En el tratamiento de los datos se han utilizando principalmente técnicas de análisis multivariados: análisis factorial, análisis de cluster y análisis discriminante. Se utilizó el análisis de varianza (Anova) para valorar la influencia de las variables sociodemográficas (edad, sexo, estado civil, etc.) en cada uno de los factores o dimensiones de los diferentes tests. Para realizar los cálculos estadísticos se utilizo el SPSS en su versión 8.02.

Este estudio confirma que el Síndrome de Burnout es un constructo tridimensional definido por CE, DP y baja RP; las variables de personalidad sugeridas por el BEEGC-20 pueden agruparse en cuatro factores: Contingencia, Indefensión / no Contingencia, Suerte y Éxito Personal (“Expectativas de Autoeficacia y Éxito”). En el WCQ se alcanzo una estructura trifactorial (“Remodelamiento Constructivo”, “Desahogo Emocional” y “Autopreservación”) que difiere de la propuesta por Folkman y Lazarus, compuesta de ocho factores. No obstante, estos resultados se obtuvieron en análisis factoriales exploratorios, no confirmatorios.

Se ha encontrado que el 32% de los cuidadores padece el SB en cierto grado; de ellos el 5% lo presenta en grado extremo (puntuaciones por encima del Q3 en las tres dimensiones del MBI).

“Ocupar una plaza fija” (con las expectativas que ello supone de imposibilidad de cambio de trabajo) se perfila como la variable sociodemográfica que más influye en el SB, y la que provoca en los cuidadores las mayores tasas de CE, DP y RP(-). Otras variables, como “ausencia de pareja”, “años de experiencia en la profesión”, “haber cursado estudios universitarios” influyen positivamente en la dimensión CE, mientras que “no tener pareja” y el “tiempo en el ejercicio de la profesión” influyen positivamente sobre la dimensión de Despersonalización; en cambio variables como “sexo”, “edad” y “especialidad profesional” no se relacionan con las dimensiones del SB.

Las variables sociodemográficas “haber cursado estudios universitarios”, “edad” y “convivencia en pareja” se relacionan con el uso diferencial de estrategias de afrontamiento. Así, el disfrute de una vida conyugal y familiar y el nivel de estudios se relacionan inversamente con el uso del “Desahogo Emocional”. De igual modo, la experiencia que brinda el paso de los años favorece significativamente el uso de estrategias cognitivas como el “Remodelamiento Constructivo”.

La dimensión CE se revela como la variable más importante del Burnout de los cuidadores (explica el 30% de la varianza total en el análisis factorial). Al dicotomizar esta dimensión (alto CE/ bajo CE), los cuidadores con alto CE (18%) se creen menos eficaces que aquellos con bajo CE (17%), perciben que los acontecimientos son incontrolables y, por consiguiente, no esperan conseguir lo que desean; asimismo se caracterizan por un mayor uso del “Desahogo Emocional” y un menor empleo de las medidas de ”Remodelamiento Constructivo” y “Autopreservación”.

El SB es considerado como una respuesta a múltiples elementos que tienen como denominador común el ámbito laboral. La diversidad de estos factores está vinculada a aspectos intrínsecos del individuo, tales como el estado de salud o los rasgos de personalidad (Locus de Control, Modos de Afrontamiento, etc); todos estos factores parecen influir no sólo en la manifestación del síndrome, sino también en la predisposición del individuo al mismo.

Los factores extrínsecos o dependientes del entorno, del ambiente físico y de la estructura socio-laboral, así como la cultura de la organización, las condiciones laborales, la calidad y la cantidad de trabajo, los problemas específicos del rol profesional, la ausencia de apoyo social, etc., pueden hacer que los profesionales más vulnerables desarrollen el SB, entendiéndose éste como un cuadro de estrés laboral crónico que afecta principalmente a los profesionales de los servicios humanos (enfermeras, médicos, profesores, asitentes sociales, cuidadores, psicoterapeutas, etc).

No obstante, el SB puede depender de cada individuo en particular y de sus variables personales, modos de afrontamiento, etc., pero los factores organizacionales frecuentemente intervienen junto con otros relativos a las peculiaridades de la profesión y a las circunstancia laborales en las que ésta es ejercida. Incrementar positivamente las condiciones objetivas y subjetivas del trabajo constituye una de las intervenciones básicas en la prevención y el tratamiento del SB.

Por otra parte, los métodos de prevención, reducción o superación del Burnout que se pueden utilizar son básicamente los mismos que para el estrés; principalmente, los respaldados en los enfoques de afrontamiento individual, social y organizacional, como ratifica la literatura y las diversas investigaciones acerca de este síndrome.

El afrontamiento individual contempla la posibilidad de tener tiempo para ocuparse de uno mismo y atender a las propias necesidades: dedicar un tiempo diario moderado al ocio, obtener frecuentes periodos de vacaciones, mantener una elevada autoestima, planificar objetivos a corto, medio y largo plazo, y no tener prisa en conseguirlos inmediatamente; abordar el trabajo de forma positiva e intentar que éste no modifique la vida privada, compatibilizándolo con las demandas de la familia; disfrutar de múltiples actividades de ocio y tiempo libre – lectura, cine, música, deporte, artes plásticas, meditación, relajación, etc –. Además, para reducir el SB, es aconsejable garantizar una alimentación saludable, realizar ejercicio físico regular y, en conjunto, cambiar de estilo de vida estresante y adoptar uno saludable.

El apoyo social puede ser un recurso valioso para el tratamiento y prevención del SB. Los profesionales que trabajan en ambientes carentes de apoyo social y que tampoco disponen de apoyo en el plano familiar o en la red social, tienden a sufrir más problemas de salud física y emocional que aquellos que se sienten apoyados en los contextos antes detallados. El apoyo social es primordial en toda profesión, y principalmente en aquellos casos en que el núcleo central es la atención al individuo; el profesional necesita estar continuamente apoyado y motivado tanto en el trabajo como en la familia y en su círculo social. Ocasionalmente se necesita recibir feedback o retroalimentación para seguir adelante y para reflexionar sobre las actitudes y creencias de uno mismo. En ese momento es importante el “Remodelamiento Constructivo”, el apoyo suministrado por supervisores, compañeros de trabajo, usuarios del servicio y, principalmente, por el cónyuge y las amistades.

Los métodos organizacionales constituyen un factor importante en la prevención y tratamiento de este síndrome; sobre todo el desarrollo de una política organizacional que contemple la formación continuada y el fomento de equipos multidisciplinares de trabajo. Dicha política puede contribuir a disipar las actitudes negativas y conducir a una mejor comprensión de los problemas. Asimismo, debe ponerse en práctica una reducción de los factores de riesgo, un aumento de las estrategias protectoras, y un fomento de la autoestima y de la autoeficacia percibida, considerando que estas variables juegan un papel fundamental en el desarrollo del SB. En definitiva, son muchas las medidas de prevención y tratamiento del SB: eliminar y / o minimizar el conflicto del rol o su ambigüedad, propiciar más intervalos en el trabajo, mejorar las relaciones laborales e interpersonales con los compañeros y con las personas receptoras o destinatarias de su trabajo, promocionar la autonomía laboral y la participación en las decisiones pertinentes al puesto de trabajo y, en fin, promover la calidad de la vida laboral y el bienestar físico y psíquico de los trabajadores mediante la puesta en práctica de estrategias organizacionales; éstas son probablemente las más importantes, y podrían resumirse como la necesidad ineludible de “CUIDAR AL CUIDADOR”.

Debido a la posible incidencia del SB en los cuidadores de ancianos, en estos sistemas complejos de relaciones humanas que son las residencias, es necesario que la organización de servicios desarrolle una política preventiva de apoyo en el contexto laboral y extralaboral, con el fin de que el cuidador restablezca su bienestar físico y mental. Este trabajador debe evitar transmitir sus inquietudes, inseguridades y nerviosismos al anciano; por eso, es imprescindible que la residencia geriátrica le ofrezca apoyos, como táctica para preservar su equilibrio físico y mental. Así, al mismo tiempo se estará mejorando la calidad de la atención dispensada al anciano, puesto que un cuidador con Síndrome de Burnout tenderá muy probablemente a protegerse, desarrollando actitudes negativas de indiferencia hacia los residentes y compañeros, con lo que será virtualmente imposible proporcionar un cuidado integral a los ancianos.

Por ello, la prevención precoz, la información y la formación previa sobre la existencia y desarrollo del SB, así como la instrucción e incentivo de estrategias de afrontamiento eficaces en los cuidadores, permitirá a estos hacer frente a los problemas y situaciones potencialmente ligadas a tal síndrome. En este sentido, es imprescindible que el equipo interdisciplinar de la residencia (geriatra, psicólogo, enfermera, trabajador social, rehabilitador, gerocultor, etc) establezca mecanismos de comunicación, integración y colaboración, amén de principios éticos y solidaridad entre sus participantes, y un hábito de manejo asertivo de los conflictos, para maximizar el funcionamiento y minimizar el estrés de sus miembros. Por todo ello, el esfuerzo y la solidariedad interdisciplinar constituyen algunos de los elementos centrales para el rendimiento en el trabajo y la adecuada atención a los ancianos. La formación profesional continua puede asimismo incrementar la autoestima y autoeficacia individual, favoreciendo la percepción de la propia imagen como relevante y necesaria en el ámbito de las institucionales geriátricas.

Dado que las unidades en las que principalmente se produce el SB son las de cuidados paliativos, las residencias geriátricas y las unidades oncológicas, es esencial fomentar políticas de prevención del SB que intenten reducir al máximo posible los factores de riesgo conocidos. Por estos motivos, hay que dar alternativas y soluciones a los problemas que agobian al cuidador en los aspectos psíquico, físico, social, afectivo, laboral, familiar, etc. Todas estas variables son las que implementan la motivación y la vocación del cuidador y pueden prevenir el SB.

Esta investigación permite actuar sobre el colectivo de los profesionales dedicados a prestar cuidados, así como sobre sus características psicosociales de forma conjunta. No obstante, es necesario realizar estudios que analicen las relaciones laborales en el ámbito de las residencias, e identifiquen las situaciones de riesgo (estresores) por categorías profesionales relacionadas con la asistencia de los ancianos, y las características psicosociales que podrían manipularse en cada categoría para mejorar la salud de los cuidadores en este entorno laboral.

No obstante, este estudio es una investigación transversal, lo cual constituye una limitación común a la mayoría de las investigaciones realizadas sobre el SB. Se ha investigado a los sujetos en una sola ocasión, y no se han realizado estudios de seguimiento durante distintos periodos de tiempo. Los estudios longitudinales son necesarios para demostrar la relación causal entre el SB y distintos datos objetivos de la realidad laboral, pues así proporcionan una información más precisa y válida sobre el desarrollo y las fases del síndrome. Esto puede ser importante para los profesionales que ofrecen servicios humanos, porque una evidencia de este tipo ayudaría a convencer a los responsables de las residencias y organizaciones de la necesidad de desarrollar una política preventiva que contribuya a eliminar o paliar la incidencia del SB.

A pesar de la mencionada limitación, esta investigación presenta un tema de interés en el campo gerontológico, y abre una línea de reflexión sobre las consecuencias del contacto directo de los cuidadores con los ancianos, a la vez que propone una revisión constante de actitudes y expectativas por parte de estos profesionales que prestan servicios humanos en el ámbito residencial.

Finalmente, es necesario implementar nuevas investigaciones para un mayor conocimiento del SB, sus antecedentes y consecuencias para el profesional, el usuario y la organización. Además, se necesitan diseños de investigación que evalúen las estrategias de afrontamiento e intervención susceptibles de proporcionar orientaciones para combatir y prevenir el SB en los contextos geriátricos. En este sentido, las aportaciones de la actual investigación serían de utilidad no solamente en el campo de la salud -en el que pueden procurar un bienestar al trabajador que redunde en su mejor rendimiento- sino también para el establecimiento previo de perfiles profesionales, en los que se reflejen cuantitativa y cualitativamente las características que ha de tener el candidato a cuidador en un residencia geriátrica. Así, se podría facilitar la adaptación del mismo al puesto, generando por ende un beneficio al cuidador, a la institución, y a la calidad de los cuidados brindados a los ancianos.

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