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Noticia | 27/04/2017

La alimentación emocional de los padres eleva la ingesta emocional de comida en niños en edad escolar

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MADRID, 25 Abr. (EUROPA PRESS)


Comer emocionalmente, cuando se siente triste o molesto o en respuesta a otro estado de ánimo negativo, no es infrecuente en niños y adolescentes, pero la razón por la cual los jóvenes comen emocionalmente no ha sido clara. Ahora, un nuevo estudio longitudinal de Noruega ha encontrado que los niños en edad escolar cuyos padres los alimentaron más para calmar sus sentimientos negativos eran más propensos a comer emocionalmente más tarde y que los padres de los niños que eran más fáciles de calmar a través de los alimentos con más probabilidades de alimentarlos por razones emocionales.

Los resultados provienen de un trabajo realizado por investigadores de la Universidad de Ciencia y Tecnología de Noruega y el King's College de Londres y las universidades de Londres y Leeds, en Reino Unido. Los hallazgos se detallan en un artículo publicado en 'Child Development'.

"Entender de dónde viene la alimentación emocional es importante porque tal comportamiento puede elevar el riesgo de tener sobrepeso y desarrollar trastornos alimenticios", advierte la autora principal del estudio, Silje Steinsbekk, profesora asociada de Psicología de la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología. "Si podemos averiguar qué influye en el desarrollo del comer emocional en los niños pequeños, los padres pueden recibir consejos útiles sobre cómo prevenirlo", plantea.

Cuando los niños comen para aliviar sus sentimientos negativos, su comida tiende a ser alta en calorías (por ejemplo, dulces) por lo que consumen más calorías. Si emocionalmente comen en exceso a menudo, también son más propensos a tener sobrepeso. La alimentación emocional está relacionada con el desarrollo de trastornos alimentarios posteriores (por ejemplo, bulimia y atracones). Este estudio trató de determinar por qué los niños comen emocionalmente.

Los autores examinaron la alimentación emocional y la alimentación en un grupo representativo de 801 noruegos de 4 años de edad, mirando a estas cuestiones de nuevo a las edades de 6, 8 y 10. Trataron de determinar si los padres involucrados en el estudio (en su mayoría madres) modelaron el comportamiento posterior de sus niños ofreciéndoles comida para que se sintieran mejor cuando estaban alterados (alimentación emocional) y si los padres cuyos hijos eran fácilmente calmados por los alimentos (aquellos que se calmaban cuando se les daba comida) tendían más a ofrecerles más comida para su comodidad en un momento posterior.

Se les pidió a los padres que completaran cuestionarios describiendo la comida emocional y el temperamento de sus hijos (cómo de fácilmente se alteran, con qué facilidad pudieron controlar sus emociones), así como su propia alimentación emocional. Aproximadamente, el 65 por ciento de los niños mostraron algún comportamiento de comer emocionalmente.

ALIMENTACIÓN EMOCIONAL Y COMER EMOCIONALMENTE, UNA RELACIÓN BIDIRECCIONAL

El estudio reveló que los niños pequeños cuyos padres les ofrecían comida para tranquilizarles a los 4 y 6 años tenían más comportamientos de comer emocional a los 8 y 10 años. Pero también, al contrario: los padres cuyos hijos eran más fácilmente consolados con alimentos eran más propensos a ofrecérselos para calmarlos (es decir, para participar en la alimentación emocional). Los hallazgos fueron incluso después de explicar el índice de masa corporal de los niños y los niveles iniciales de alimentación emocional y comer emocionalmente.

Además, los mayores niveles de afectividad negativa (es decir, enojarse o molestarse más fácilmente) a los 4 años subieron el riesgo de comer y alimentarse emocionalmente a los 6 años. Esto contribuyó a la relación bidireccional entre alimentación emocional y comer emocionalmente.

"Sabemos que los niños que están más fácilmente alterados y tienen más dificultades para controlar sus emociones son más propensos a comer emocionalmente que los niños más tranquilos, tal vez porque experimentan más emociones negativas y comer les ayuda a calmarse", señala el coautor Lars Wichstr*m, profesor de Psicología en la Universidad Noruega de Ciencia y Tecnología. "Nuestra investigación suma conocimiento mostrando que los niños que son más fácilmente alterados están en mayor riesgo de convertirse en comedores emocionales", apunta.

Los autores sugieren que en lugar de ofrecer a los niños comida para calmarlos cuando están tristes o trastornados, los padres y otros cuidadores deben tratar de calmarles hablándoles, ofreciéndoles un abrazo o tranquilizándoles de manera sin involucrar la comida. "La comida puede funcionar para calmar a un niño, pero la desventaja es enseñar a los niños a confiar en los alimentos para hacer frente a las emociones negativas, lo cual puede tener consecuencias negativas en el largo plazo", añade Steinsbekk.

Los investigadores advierten que debido a que el estudio se realizó en Noruega, que tiene una población relativamente homogénea y bien educada, los hallazgos no deben generalizarse a poblaciones más diversas o a culturas con otras prácticas de alimentación y comidas sin más análisis.

Para acceder al texto completo es necesario consultar las características de suscripción de la fuente original: http://onlinelibrary.wiley.com/journal/10.1111/(ISSN)1467-8624
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