Ha sido un año duro, la pandemia, la cuarentena, el confinamiento… Durante meses hemos soñado con las tan ansiadas vacaciones. Pero cuando acaban, llega septiembre y la vuelta a nuestra rutina se hace difícil.
Seguro que has escuchado muchas veces hablar del síndrome posvacacional, caracterizado por una serie de síntomas emocionales como estar más triste, más irascible, ansioso, tener problemas de sueño o apetito entre otros. Pero la realidad es que no se trata de un trastorno, solamente es nuestro cuerpo tratando de adaptarse a la nueva rutina.
El problema es que hemos desarrollado una tendencia a patologizar todo aquello que no es agradable. Pero tenemos que tener en cuenta que experimentar emociones desagradables es parte de la vida y además es algo muy sano. La clave será aprender a gestionarlas con eficacia.
Lo que ocurre es que existe una relación casi directa entre el número de actividades agradables que realizamos en nuestro día a día y nuestro estado de ánimo. Es por ello, que al volverse vacaciones, generalmente dejamos atrás muchos ratos que dedicábamos al ocio para volver a nuestras obligaciones.
Lo más normal es que las emociones de tristeza, ansiedad o ira, desaparezcan a los pocos días de volver, por lo que, en la gran mayoría de los casos, no es algo por lo que debamos preocuparnos.
Cómo combatir el supuesto síndrome
Para ayudar a nuestro cuerpo y a nuestro sistema emocional a adaptarse a la nueva rutina es buena idea intentar dedicar tiempo a programar actividades agradables. Es decir, a aquellas actividades de ocio que consiguen despertar en nosotros emociones placenteras. De esta manera, el impacto en el estado de ánimo será menor.
En general, el ocio, el ejercicio físico y el contacto social tienen un impacto positivo en nuestro estado de ánimo. Por lo que es buena idea dedicar tiempo todos los días a estas actividades. No solamente para compensar el impacto del cambio de rutina, sino para ser cada día un poquito más felices.
Autor: Jesús Matos Larrinaga