Me voy a morir", "voy a volverme loco", "me voy a desmayar", "me va a dar un ataque al corazón", son algunos pensamientos que se les pasa por la cabeza a las personas que padecen un ataque de pánico o ansiedad, es decir, una súbita aparición de una gran cantidad de ansiedad. El inicio de este trastorno es más frecuente entre el final de la adolescencia y los 45 años. Su forma más típica de aparición es inesperada. La persona está realizando cualquier actividad cotidiana y, de repente, empieza a notar sensaciones extrañas; palpitaciones, visión borrosa, calor, sudor, tensión muscular, temblores, flojedad, nudo en el estómago, taquicardia, sensación de ahogo y mareo. Tiene la impresión de que se va a desmayar. Cree que va a morir, que está sufriendo un infarto o que se está volviendo loco. Por todo ello acude a urgencias médicas con cierto temor. Allí, tras un reconocimiento, se le pauta algún tranquilizante y se le explica el diagnóstico. La crisis se inicia de forma brusca y alcanza su máxima expresión aproximadamente en 10 minutos. Su duración suele oscilar entre 5 y 20 minutos y raramente dura más de una hora. La persona no encuentra una explicación lógica para su crisis y empieza a interpretar sus síntomas como indicadores de que tiene algún problema grave. Paulatinamente, va adquiriendo una actitud vigilante hacia su sintomatología. Esta actitud vigilante y el miedo a que vuelva a pasar, facilita la aparición de nuevas crisis.
Los estudios demuestran que el 20% de la población general, ha sufrido al menos un ataque de pánico a lo largo de su vida. Por lo tanto, tener un ataque de pánico aislado no es un trastorno psicológico, pero si los ataques de pánico se repiten y hay miedo a tenerlos, entonces podemos hablar de un trastorno de pánico, por lo que nos encontramos frente a un problema psicológico. Las personas con trastorno de pánico, a menudo, desarrollan agorafobia, que es la tendencia a evitar lugares o situaciones donde la huida podría resultar difícil o vergonzosa , o donde no podrían obtener ayuda en caso de tener un ataque de pánico. Estas personas evitan afrontar tales situaciones y, en caso de hacerlo, tienden a escapar volviendo a un sitio seguro. Como resultado, su vida queda muy limitada. Algunas de las situaciones más temidas son: hacer colas, meterse en lugares concurridos, alejarse de casa, conducir y usar transportes públicos. Se ha demostrado que el tratamiento más indicado es la terapia cognitivo-conductual más la farmacoterapia. El tratamiento farmacológico debe estar a cargo de un psiquiatra. La dosificación de la medicación debe ir en descenso, en la medida en que el paciente mejore y esté recibiendo tratamiento psicológico. Por este motivo, la importancia de la combinación de ambos tratamientos.