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Entrenamiento en habilidades de la vida diaria en personas con Trastorno Mental Grave. Descripción de la intervención y estudio de casos.

  • Autor/autores: Mª del Carmen López Villalta1; Juana Moreno Jiménez2; Daniel Navarro Bayón3; Olga Carrasco Ramírez4.

    ,Artículo,Rehabilitación,


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Artículo | 04/05/2010

Introducción

El déficit en las áreas de funcionamiento relacionadas con las actividades de la vida diaria (AVD) es un denominador común en las personas que padecen Trastorno Mental Grave (TMG) y de larga evolución. La mayoría de estos sujetos padecen déficits funcionales en las áreas relacionadas con la higiene personal y el autocuidado, los hábitos saludables y el manejo del entorno social y doméstico. Estas dificultades conllevan una escasa competencia social, influyen negativamente en la recuperación y se traducen en una pobre calidad de vida en el paciente y en la familia.

El término de AVD se refiere a todas las actividades necesarias para que una persona se desenvuelva con competencia personal y social en la comunidad. Abarca las actividades más frecuentes que realiza un individuo, están relacionadas con lo familiar, diario, cotidiano, con las necesidades humanas, con la independencia y con el uso del tiempo (Romero, D., 2007). Incluyen conductas de aseo, comida, descanso, vestido y organización de la casa entre otras, estas conductas se consideran claves para el comportamiento independiente y están en la base para el reconocimiento de la situación de dependencia de las normativas nacionales y autonómicas de la Ley de Dependencia (LEY 39/2006). Es más, las variables que se utilizan para el estudio y consideración del nivel de autonomía o independencia en la aplicación de esta Ley se refieren en su mayoría a las AVD. Este nuevo dimensionamiento de las AVD incrementa su importancia como actividades que se encuentran en la base del funcionamiento en la sociedad actual y enfatiza que un nivel deficitario de AVD debe ser considerado para acceder a servicios y programas de atención.

Así, hoy más que nunca la importancia de intervenir en las AVD pasa a un primer plano, con el objetivo de reducir o eliminar el impacto negativo del déficit en las demás áreas funcionales (económicas, familiares, psicológicas, etc.).

Las AVD se pueden diferenciar según el grado de complejidad cognitiva, así se puede hacer una taxonomía de las mismas en función de si se consideran AVD básicas (ABVD) o AVD instrumentales (AIVD. Las primeras tienen que ver con el cuidado personal de uno mismo, se caracterizan por ser universales, estar ligadas a la supervivencia y condición humana y suponer un mínimo esfuerzo cognitivo automatizándose su ejecución tempranamente. Las segundas implican una mayor interacción con el entorno y suponen una mayor complejidad cognitiva y motriz (Moruno, 2006).

Otros aspectos relacionados con las AVD son los hábitos y los roles. Los hábitos son comportamientos compuestos por secuencias complejas de conductas e integrados en actividades diarias rutinarias. Los roles implican secuencias de comportamientos aceptados por la mayoría de la gente como normas sociales. Unas AVD mejores o peores incidirán directamente en los hábitos y los roles. Aunque el nivel de afectación en las AVD es individual, y a su vez depende de la interacción persona-ambiente, en el cuadro 1 se muestran algunas de las habilidades más deficitarias que comúnmente presentan las personas con TMG.

Cuadro 1. Habilidades de la vida diaria comúnmente afectadas en personas con TMG

Pero el hecho de que el TMG suele acompañarse en un gran porcentaje de casos de déficit en AVD no implica que la causa sea la enfermedad mental en sí misma. En el desarrollo y mantenimiento de las AVD incide una multicausalidad que se describe en el cuadro 2.

Cuadro 2. Multicausalidad en la afectación de las AVD en el TMG

En los sistemas modernos de salud mental predomina el modelo comunitario, que centra su atención en la permanencia del sujeto en la comunidad, que es donde recibe el tratamiento y el seguimiento. Gracias al tratamiento farmacológico se estabilizan los síntomas y se previene la hospitalización. Pero el tratamiento con fármacos no influye sobre las AVD, ni en la adaptación social. Además hay que considerar que las variables relacionadas con el tratamiento (ver cuadro 2) pueden influir en las AVD. Es preciso pues organizar programas de tratamiento bien establecidos que incidan directamente en las AVD de los sujetos, y que complementen al fármaco.

Los programas de entrenamiento en AVD normalmente se encuentran integrados en el campo de la rehabilitación psicosocial. El campo de la rehabilitación se ha constituido en una disciplina comunitaria de intervención, compuesta por una metodología práctica y unas técnicas de tratamiento que persiguen el entrenamiento en habilidades y la mejora de los comportamientos y roles sociales. Entre los programas de tratamiento más aplicados y recomendados destacan el entrenamiento en habilidades sociales, la psicoeducación para pacientes y familias, las técnicas de manejo del estrés, la rehabilitación laboral, los programas de intervención comunitaria y la rehabilitación cognitiva (Perona, Gallach, Vallina y Santolalla, 2004). En entrenamiento en AVD forma parte de los programas de entrenamiento en habilidades e implica la aplicación de técnicas de evaluación e intervención con una metodología de trabajo y filosofía particular.



<I>Avances de los programas de AVD en el TMG</I>



Sin lugar a dudas después de la aparición de los fármacos antipsicóticos, durante los últimos 20 años las intervenciones de mayor importancia en el campo de los trastornos mentales graves han sido las centradas en el entrenamiento en habilidades.

En un principio el énfasis de las AVD se ceñía al autocuidado personal, pero en la actualidad se han ampliado sustancialmente incluyendo todas las actividades necesarias o deseables para que un individuo posea una aceptable competencia social. Las intervenciones en AVD incluyen una combinación de técnicas de modificación de conducta, así como técnicas de evaluación y motivación con el objetivo de incrementar el número de habilidades, su frecuencia y de mejorar su topografía.

El desarrollo de los programas de AVD ha ido en aumento. En la década de 1.970 se desarrollaron las técnicas operantes de modificación de conducta para el tratamiento de pacientes con esquizofrenia con el objetivo de incrementar su autonomía (Dolan, 1979). A partir de los años 80 y 90 los programas se aplican integrados y combinados con otras intervenciones en equipos multidisciplinares de rehabilitación.

Desde el año 2000 se inicia una nueva era en el tratamiento de las personas con TMG, con la aparición de las Guías de Práctica Clínica y el énfasis en los tratamientos avalados empíricamente. Este movimiento ha servido para desplazar las terapias no eficaces, abriendo nuevas posibilidades para el acceso a tratamientos bien diseñados. Pero también, de manera indirecta y paralela, se abrió una época en la que se producen comparaciones entre los diferentes tratamientos, y se organizan “ranking” de tratamientos en función de su lugar en la investigación empírica de resultados. A la luz de este nuevo desarrollo los programas de entrenamiento en AVD no tienen un lugar destacado y se sitúan en la cola de los programas recomendados con evidencia empírica de eficacia.



<I>Revisión de la evidencia de los programas de AVD</I>



En general y con los datos disponibles actualmente, se puede concluir que la evidencia para determinar la eficacia o efectividad de los programas de AVD en el TMG es ausente o muy escasa. En la revisión sistemática de Tungpunkon y Nicol (2008) se evaluó la eficacia de los programas de entrenamiento en AVD comparándolos con programas estándar o grupos de apoyo en personas con TMG. Se incluyen cuatro ensayos clínicos controlados aleatorios (N=318). Concluyen que no hay suficiente evidencia y los estudios tienen poca potencia estadística para sugerir la eficacia de los programas de AVD en el TMG.

En la Guía de Práctica clínica de la Agencia de Evaluación de Tecnología del Servicio Catalán de Salud (Emeterio et al., 2003) las intervenciones en AVD no aparecen en el catálogo de recomendaciones psicosociales frente a otros como habilidades sociales, rehabilitación cognitiva y la rehabilitación laboral.

Sin embargo, existe una importante brecha entre la evidencia y la asistencia pues las intervenciones en AVD existen actualmente y es posible acceder a ellas a través de los sistemas nacionales de salud y/o servicios sociales. Es más, suelen formar parte central de la cartera de servicios de las unidades y centros de rehabilitación psicosocial. Y además, la Ley estatal de la Dependencia sitúa a las AVD en la cabeza del sistema de apoyos para lograr el bienestar social y personal. También una gran cantidad de profesionales de salud mental y de servicios sociales están capacitados para llevar a cabo estas intervenciones en programas estructurados, individuales y/o grupales, y en diferentes contextos asistenciales.

Varios estudios se han centrado en disminuir el déficit en AVD mediante el entrenamiento conductual en determinadas respuestas (higiene, preparación de comidas, cuidado de la ropa, manejo del dinero, etc.). R.P. Liberman ha destacado el papel protector de las AVD. Este autor tiene diversas publicaciones en esta área (Liberman, Kopelowicz y Young, 1994; Liberman et al., 1986) pero se refieren a entrenamiento en habilidades que incluyen una combinación de entrenamiento en habilidades sociales y entrenamiento en AVD, no pudiendo extraer el efecto específico de las habilidades de la vida diaria (ABVD y AIVD).



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En un estudio (Liberman et al., 1998) aleatorio compararon la eficacia de dos grupos de tratamiento (N=84). El grupo experimental incluía entrenamiento en comunicación, búsqueda de actividades de ocio y tiempo libre y manejo de la medicación. El grupo control consistió en terapia ocupacional centrada en actividades de soporte, artísticas y ocupacionales. La intervención era administrada en grupo por un terapeuta ocupacional, durante 6 meses. Se hizo un seguimiento a dos años. El grupo de tratamiento produjo mejoras en el cuidado de posesiones personales, preparación de comidas, administración del dinero, apariencia personal y nivel de estrés.

Velligan et al. (2006), comparan la eficacia de intervenciones desarrolladas en el ambiente natural del paciente en la mejora del funcionamiento psicosocial. Diseñan una intervención intensiva durante nueve meses basada en visitas semanales al domicilio del paciente en las que se ofrece apoyo en la solución de problemas de la vida diaria. Incluyen aspectos de higiene personal, cuidado doméstico, adherencia a la medicación, manejo de transportes y actividades sociales y de ocio y tiempo libre. Comprueban que el entrenamiento individualizado en el ambiente natural del usuario a través del empleo de medidas específicas como recordatorios, listados de tareas, alarmas, grabaciones, uso de pastilleros, etc., mejoran el funcionamiento psicosocial, se reducen las hospitalizaciones y mejora la adherencia a la medicación.

Montañés, Sevilla y Bermejo (2002), evaluaron un programa de AVD en un contexto de hospital de día orientado a la higiene y arreglo personal (ABVD) en 21 pacientes con TMG. Presentan la eficacia preliminar de un programa grupal de 8 sesiones, con evaluación pre-post, mostrando mejorías en frecuencia de ducha, lavado de dientes, cambio de ropa y otras respuestas relacionadas con el aseo e imagen personal.

Moriana, Pulido y Cabrera (2004), encontraron resultados positivos en un programa de AVD básicas e instrumentales aplicado de manera individual en el domicilio. Hacen un diseño de caso único ABAB (N=8) durante 6 meses. La intervención incluyó técnicas de modificación de conducta para incrementar la frecuencia y topografía de las habilidades (reforzamiento, instrucción, moldeamiento y ensayo conductual). Se interviene con la familia para el registro de las habilidades y el reforzamiento (generalización de logros). El entrenamiento aumentó el número de habilidades y mejoró su topografía, la adherencia al fármaco y se produjo una mejoría en la sintomatología general.

Verdugo, Martín, López y Gómez (2004) aplican un programa basado en los modelos de Calidad de Vida y Autodeterminación. Participaron 112 personas con TMG. Se hizo un diseño pre-post. La intervención incluyó higiene, habilidades domésticas, manejo del dinero, alimentación, integración comunitaria y tiempo libre. Los usuarios percibieron alta utilidad y satisfacción con la intervención. Se produjeron mejoras en las variables asociadas a la cronicidad: autocuidados, responsabilidad con el tratamiento, afrontamiento personal y social, autonomía y autocontrol.

En el cuadro 3 se describen los componentes de los estudios españoles citados sobre intervención en AVD.

Cuadro 3.Componentes de estudios españoles sobre programas de AVD en personas con TMG

<I>Objetivos</I>



El principal objetivo del artículo es presentar un programa de entrenamiento en habilidades de la vida diaria dirigido a personas con TMG. El enfoque metodológico parte del plan individual de rehabilitación (PIR) diseñado en el contexto de un dispositivo específico de rehabilitación psicosocial (Centro de Rehabilitación Psicosocial y Laboral). Así mismo, se realiza un estudio de casos que se puede denominar descriptivo-exploratorio con una doble finalidad: describir la metodología y contenidos de la evaluación y conocer los aspectos del programa de AVD en la mejora del déficit en habilidades, el funcionamiento general, el bienestar personal y la autoestima. Se aportan datos descriptivos de la evaluación y los resultados obtenidos para cada sujeto en un seguimiento a 6 meses.

Materiales y método

<I>Sujetos</I>



Participaron en el programa 4 sujetos, 3 varones y 1 mujer, elegidos de entre 65 personas del Centro de Rehabilitación Psicosocial y Laboral. Todas las personas tenían un diagnóstico de esquizofrenia, con una media de edad de 35,5 años y de 14,5 evolución media del trastorno. Habían sufrido un nº medio de ingresos psiquiátricos >=1. Todos se encontraban en tratamiento farmacológico ambulatorio y seguimiento desde una Unidad de Salud Mental. En todos los casos predomina la sintomatología negativa por encima de la positiva, estaban desempleados y su nivel de estudios era básico o de graduado escolar. Todos eran solteros y convivían con sus padres. Todos los sujetos aceptaron voluntariamente participar en el programa de AVD así como en la evaluación pre-post. También se informó a sus familias y se contó con su colaboración y aceptación. Además, todos tenían contemplado en su Plan Individual de Rehabilitación (PIR) como objetivo mejorar sus habilidades de la vida diaria, plan que fue consensuado con el propio paciente, la familia y el equipo del centro.



Dado que el objetivo del estudio era la evaluación y aplicación de un programa de AVD en personas con TMG se establecieron inicialmente unos criterios de inclusión que aseguraran que los sujetos cumplían las características descriptivas del TMG que son utilizadas en la actualidad para denominar al patrón de trastornos mentales severos, graves y crónicos (AEN, 2004) y que permitieran asegurar cierta homogeneidad en la muestra escogida para poder comprobar la efectividad del programa en cada uno de ellos. Fueron los siguientes: tener entre 18 y 65 años, más de 2 años de evolución, seguimiento y cumplimiento del tratamiento farmacológico, vivir en la comunidad en un domicilio familiar, se puede identificar a un miembro familiar como cuidador – colaborador en los cuidados, presenta deterioro en áreas de AVD, se plantea dicho deterioro como objetivo del PIR, haber vivido en el mismo entorno comunitario durante el año anterior y no haber recibido un programa de AVD anteriormente. También se tuvieron en cuenta los siguientes criterios de exclusión: presentar comorbilidad que pueda afectar al desempeño de las AVD (abuso de tóxicos continuado con dependencia y rituales obsesivo-compulsivos relacionados con las AVD), haber tenido ingresos psiquiátricos hospitalarios prolongados durante el último año (>= 2 meses).



A continuación se describen las características de los sujetos incluidos en el estudio.



El sujeto nº 1 es un varón de 37 años, vive con sus padres y 2 hermanas. De profesión es agricultor y está incapacitado laboralmente. Tiene diagnóstico de esquizofrenia hebefrénica con 14 años de evolución y sin ingresos psiquiátricos. No tiene síntomas positivos activos, predominando la sintomatología negativa. Tiene una percepción negativa de sí mismo con relación a los demás. Su principal déficit está en la higiene y aspecto personal, y un hábito irregular de alimentación. El apoyo familiar es oscilante intercalando períodos de distanciamiento e implicación emocional.



El sujeto nº 2 es una mujer de 30 años, vive con los padres. Tiene experiencia laboral en corte y confección, está desempleada y posee una pensión no contributiva. Está diagnosticada de esquizofrenia paranoide desde hace 15 años. Presenta sintomatología mixta positiva (ideas de control de pensamiento de contenido sexual y paranormal) y negativa (grave aislamiento social, apatía y marcada inexpresividad facial). No tiene conciencia de enfermedad. Los principales déficit en las AVD están en el área de alimentación, sueño y manejo del dinero (necesita que alguien se lo administre diariamente). El clima familiar presenta déficit en comunicación y en expresión de afectos. Percibe expectativas positivas sobre su capacidad para mejorar.



El sujeto nº 3 es un varón de 34 años. Vive con sus padres y 2 hermanos. Tiene diagnóstico de esquizofrenia desorganizada con 22 años de evolución. Sin experiencia laboral y estudios básicos. Ha tenido 2 ingresos por conductas agresivas en el hogar y autolesivas. Presenta evitación social, miedo paranoide a salir a la calle, discurso muy desorganizado, pensamientos recurrentes sobre enfermedades físicas y déficit en habilidades sociales verbal y no verbal. Presenta buena adherencia al fármaco. Destacan sentimientos de inutilidad. Sus principales déficit en AVD están en el vestido, alimentación y administración del dinero. No sabe hacer ningún trámite o gestión burocrática. Los síntomas positivos persistentes (alucinaciones y delirio paranoide) y negativos (falta de intereses y pobreza afectiva) inhiben su funcionamiento social. Se percibe con posibilidad para cambiar.

El sujeto nº 4 es un varón de 41 años, con esquizofrenia paranoide, desde hace 7 años. Vive con sus padres. Trabajó de vigilante jurado y actualmente no tiene ingresos económicos. No tiene conciencia de enfermedad y presenta una gran rigidez gestual y facial y un marcado elentecimiento motor. El principal déficit está en los autocuidados de higiene personal. Necesita alta supervisión en los hábitos de comida. No realiza tareas domésticas. Alta sobreprotección de la familia. Presenta ideación delirante leve, y un marcado déficit en habilidades sociales no verbales. Sin interés social ni recreativo. Percibe buena capacidad para mejorar en sus objetivos vitales.



<I>Contexto de la intervención</I>



La intervención se llevó a cabo en el Centro de Rehabilitación Psicosocial y Laboral (CRPSL) de Tomelloso de la Comunidad de Castilla-La Mancha, especializado en el diseño de planes individualizados de rehabilitación y orientados a la recuperación de personas con Trastorno Mental Grave (TMG). Una vez que el usuario es derivado desde los servicios de salud mental correspondientes, la atención se inicia a partir de una evaluación pormenorizada del usuario, la familia y su entorno, que facilita la obtención de la información necesaria para la elaboración de un Plan Individualizado de Rehabilitación. La metodología de la intervención se realiza a través de tutorías con el usuario y la familia para el seguimiento de los objetivos individualizados, atenciones individualizadas tanto a usuarios como a las familias y a través de la participación en las diferentes actividades y/o programas de intervención. La intervención se desarrolla en el centro, en el contexto comunitario y/o en el domicilio de cada usuario. Una vez finalizado el proceso de rehabilitación y/o alcanzados los objetivos principales programados en el PIR, se ponen en marcha las acciones de seguimiento necesarias que permitan asegurar el alta del usuario y su mantenimiento en la comunidad con la máxima autonomía y calidad de vida posibles.

<I>Evaluación</I>



La evaluación de la conducta de cada caso se llevó a cabo a través de diversas medidas de autoinforme y entrevista. La información se obtuvo de diferentes fuentes: el propio usuario, el psiquiatra de referencia de los servicios de salud mental, el profesional de referencia en el Centro de Rehabilitación Psicosocial y Laboral (tutor del CRPSL) y la familia.

Los momentos de la evaluación son: antes del inicio del programa de actividades de la vida diaria (línea base), al final del programa y a los seis meses (seguimiento). A continuación se describen las medidas utilizadas.



- Escala de Evaluación de la Actividad Global (EEAG; APA, 1995). Escala que mide el funcionamiento psicosocial global del individuo. La evaluación se realiza a lo largo de un continuum de salud-enfermedad. Consta de un único ítem puntuado entre 1 y 100. A mayor puntuación, mejor nivel de actividad. La escala se cumplimenta por tres evaluadores: el psiquiatra de referencia, la familia y el profesional de referencia en el CRPSL. Se obtuvo la puntuación promedio de los tres evaluadores.



- Escala de Autoestima de Rosenberg (EAR; Rosenberg, 1965). Escala autoaplicada de 10 ítems que evalúa la autoestima como una percepción de autovalía personal.



- Guía de evaluación del Terapeuta Ocupacional. Forma parte del protocolo asistencial del centro y adaptado del Manual de Procedimientos de Atención del CRPSL de la Fundación FISLEM (2007). Se trata de una entrevista estructurada que recoge información en áreas relacionadas con las ABVD y AIVD. Al finalizar la entrevista se recogen los objetivos indicados para el Plan Individual de Rehabilitación (PIR).



- Escala de evaluación de actividades de la vida diaria. Escala de elaboración “ad-hoc” que permite conocer el grado de autonomía y desempeño en las actividades de la vida diaria en personas con trastornos mentales graves. Se compone de tres áreas, con un total de nueve ítems. Las áreas son: autocuidados, formada por un total de 3 habilidades (higiene personal, vestido y cuidados de la salud física); hábitos de vida que consta de 3 habilidades (alimentación, estructuración del sueño y hábitos de vida saludables); y manejo social que también consta de 3 habilidades (manejo del dinero, manejo del entorno y capacidad de autogestión). Se trata de una evaluación para delimitar la frecuencia, independencia, adecuación y necesidad de apoyo en cada habilidad. Cada ítem valora en una escala likert de 0 a 4 el grado de desempeño, desde el nivel máximo (0) similar a una persona que no presente discapacidades apreciables, al nivel mínimo (4), muy deficitario, propio de una persona con deterioro muy grave. La aplicación de la escala se hizo individualmente a modo de entrevista semiestructurada por parte de la Terapeuta Ocupacional y la Trabajadora Social responsables del programa, teniendo en cuenta a su vez la información recogida mediante observación y seguimiento del profesional-tutor en el CRPSL. También se contrastó con la información suministrada por la familia.



- Escala de Evaluación de la comunicación familiar. Escala de elaboración “ad-hoc” que permite conocer el grado de soporte familiar (entendido como grado de apoyo que tiene el paciente por parte de la estructura familiar) y el estilo de comunicación familiar (entendido como la capacidad del manejo de las habilidades sociales y las relaciones familiares). Cada área se valora en una escala (0-4) de menor a mayor deterioro del aspecto evaluado. La cumplimentación de la escala se hizo por la trabajadora social extrayendo la información obtenida en las entrevistas realizadas a la familia para el diseño del PIR .



- Escala de Bienestar Global: Escala autoaplicada que evalúa el nivel global de satisfacción acerca de determinados aspectos sobre sí mismo. Se compone de 5 ítems que el paciente puntúa en una escala tipo likert de muy satisfecho a muy insatisfecho. Los ítems son: satisfacción con como soy, con las posibilidades de cambiar cosas de mí mismo, con los objetivos propuestos en la vida, con la capacidad de disfrutar y con la capacidad de mejorar. Esta escala se ha pasado durante 2 semanas en tres momentos diferentes y posteriormente se ha realizado una media de las respuestas dadas por los usuarios, para cada una de las situaciones de pre-tratamiento y post-tratamiento.



- Escala para la Evaluación de Síntomas Negativos y Escala para la Evaluación de Síntomas Positivos. (SANS Y SAPS) (Andreasen, 1983; 1984). Instrumentos complementarios para la evaluación de la gravedad de la sintomatología de pacientes con esquizofrenia u otros trastornos psicóticos y respuesta al tratamiento. La SANS consta de 30 ítems y evalúa en una escala (0-5) la gravedad de los síntomas negativos, en cinco categorías: embotamiento de la afectividad, alogia, abulia-apatía, anhedonia- insociabilidad y deterioro de la atención. La SAPS es un instrumento de 34 ítems que valoran en una escala (0 a 5) la gravedad de los síntomas psicóticos positivos. Evalúa las alucinaciones, delirios, comportamiento extravagante y alteraciones formales del pensamiento. Estas escalas las cumplimentó el psicólogo del CRPSL. Cabe hacer una consideración de la escala SANS. En este estudio solo se evaluaron el grado de afectación de los síntomas negativos que se consideraron más implicados en la adquisición, desarrollo y mantenimiento de las habilidades de la vida diaria que se trabajan en el programa. Las puntuaciones más altas reflejan una mayor gravedad. Los ítems seleccionados de la SANS permiten su evaluación pre-post de manera individual y determinar el efecto de la intervención en los mismos. Los síntomas seleccionados para la evaluación fueron para la categoría alogia: latencia de respuesta, bloqueo y pobreza del lenguaje; para la categoría de pobreza afectiva: escaso contacto visual, incongruencia afectiva, expresión facial inmutable, escasez de ademanes expresivos, ausencia de respuesta afectiva; para la categoría de abulia: falta de aseo e higiene, anergia física; para la categoría de anhedonia: falta de intereses y relaciones con amigos y semejantes.

<I>Procedimiento</I>



El programa de AVD se desarrollo en 48 sesiones de 45 minutos cada una, a razón de 2 sesiones semanales. Tenía un formato individual. Estuvo implementado por una Terapeuta Ocupacional en las sesiones con los usuarios y una Trabajadora Social en las sesiones familiares. Las sesiones se dividieron en dos módulos:



• Primer módulo: Autocuidados.



El primer módulo tenía los siguientes objetivos:



- Tener conciencia de la necesidad de mantener autocuidados y sus ventajas.

- Mantener pautas de higiene personal y vestido adecuados para mejorar el aspecto exterior.

- Adecuar los hábitos alimenticios: dieta y horarios de ingesta de alimentos.

- Adquirir horarios adecuados durante la noche.



Se desarrolló durante 23 sesiones que incluyeron entrenamientos en conductas de higiene personal y vestido, alimentación, sueño y reposo, hábitos de vida saludable. En el cuadro 4 se describe el primer módulo de Autocuidados.

Cuadro 4. Contenidos del primer módulo: autocuidados

• Segundo módulo: Autonomía Social.



El segundo módulo consta de 26 sesiones con los siguientes objetivos:



- Lograr mayor participación en tareas domésticas en el contexto familiar o posibilitar la capacidad de llevar una casa con autonomía.

- Adquirir habilidades para utilizar recursos comunitarios para realizar sus propios trámites y compras con autonomía, en la administración del dinero, medios de trasporte y comunicación, compras personales y uso de servicios sanitarios y sociales.

Cuadro 5. Componentes del segundo módulo: Autonomía Social

Durante todo el tratamiento los familiares recibieron instrucciones centradas en el programa y en su colaboración. Los objetivos con la familia consistían en colaboración para la generalización de hábitos trabajados en las sesiones y sensibilizarles para su implicación en el proceso, conocer las expectativas familiares con respecto al progreso del usuario y ayuda – negociación para decidir nuevos objetivos. El trabajo con la familia se operativizó mediante una visita domiciliaria de la trabajadora social en la última sesión de cada área de aprendizaje. Se hicieron 6 sesiones con la familia en el domicilio. En un primer contacto con la familia se informó del programa y de la necesidad de programar unas sesiones con ellos durante el tratamiento. Se les informa de las actividades que se van a trabajar con los usuarios y de la necesidad de su ayuda para la supervisión de las mismas en la casa. El procedimiento de las sesiones con las familias consistió en:



- Contacto previo para concretar día y hora de la visita y contenidos a tratar.

- Se valora la realización de las actividades trabajadas en el modulo y se planifican tareas para casa.

- Se planifica la supervisión de la familia para favorecer la generalización.

- Solucionar dudas y preguntas sobre la intervención



En el cuadro 6 se describen las sesiones con la familia en el domicilio.

Cuadro 6. Contenidos de las sesiones con las familias

Las técnicas usadas para el entrenamiento de nuevas conductas, crear hábitos positivos y extinguir hábitos negativos fueron:



- Instrucciones: se explican los objetivos a conseguir y el modo de alcanzarlos de manera breve.

- Modelado: se muestra la conducta para que el paciente la observe. En este caso la pone en marcha la terapeuta.

- Role-playing: se hace un representación de una situación donde el sujeto pone en marcha una habilidad a modo de entrenamiento.

- Feedback y refuerzo: el terapeuta ofrece feedback inmediato sobre la ejecución, utilizando lenguaje específico que enfatiza los aspectos positivos del role-playing.

- Moldeamiento: se van reforzando y aumentado progresivamente las acciones que se aproximan a la conducta meta.

- Encadenamiento: se forma una conducta compuesta de otras más sencillas que ya figuran en el repertorio conductual del sujeto, mediante el reforzamiento de sus combinaciones.

- Extinción: se trata de no reforzar las conductas no deseadas que realiza y que son incompatibles con las conductas que se están entrenando. Por ejemplo retirando la atención que presta una madre haciendo compras personales para el usuario.

- Control de estímulos: se activan lo estímulos que faciliten la producción de la conducta meta y se eliminan los que la impiden. Por ejemplo, evitando lugares que precipitan el consumo de tóxicos.

- Contrato conductual: se trata de un acuerdo escrito sobre los comportamientos que el usuario tiene que realizar. Incluye las conductas meta y las consecuencias si se cumple y si no se cumple. Debe estar firmado por varias partes. Por ejemplo, un acuerdo escrito entre madre y usuario sobre tareas domésticas.

- Discusión: útil para hacer hincapié en una conducta y sus consecuencias y ventajas. Se utiliza antes y después de la sesión de entrenamiento.

- Motivación: aplicado de manera continuada durante el entrenamiento y de manera paralela a las técnicas de modificación de conducta, se trata de motivar mediante feedback positivo, revisión de progresos, refuerzo social para usuario y familia, y generar expectativas de logro.



La agenda típica de una sesión era:



- Resumen de la sesión anterior y corrección de tareas para casa.

- Presentación de nueva conducta.

- Establecer línea base de la conducta.

- Discusión motivacional de la importancia de la conducta a entrenar.

- Secuenciar la conducta en los pasos necesarios a entrenar.

- Modelado de las conductas y sus componentes.

- Ejecución de la conducta (Role-playing). En ocasiones se graba en vídeo para comentar la ejecución posteriormente.

- Feedback de las conductas en su conjunto y de sus componentes.

- Discusión de imprevistos y dificultades para ejecutar la conducta en el medio natural y sin ayuda. Planificar posibles soluciones a los obstáculos.

- Mandar tareas a realizar en el entorno habitual hasta la próxima sesión. Contacto con la familia para comunicar la tarea que se ha encomendado para la semana, para que la supervisen y la faciliten.

Resultados y conclusiones

En el cuadro 7 se muestran los resultados pre-tratamiento, post-tratamiento y seguimiento. Se ofrecen medias aritméticas debido a que el escaso número de sujetos no permite realizar otros cálculos estadísticos. Como se puede ver, casi todos los componentes evaluados mejoran con la intervención. Los beneficios logrados con la intervención en los síntomas negativos suponen una reducción en su gravedad de un 52% y se sitúan en niveles ligeros/leves, destacando la mejora en la apatía-abulia, la anhedonia y la pobreza afectiva. El funcionamiento psicosocial (EEAG) pasa de una alteración grave antes de la intervención (media=49) a un funcionamiento aceptable en la vida social (media seguimiento=66.75). Según los resultados se puede interpretar que en general el tratamiento en las AVD aporta mejoras en: la psicopatología psicótica general, el funcionamiento psicosocial, la percepción de bienestar global y la autoestima. No mejoró el soporte ni la comunicación familiar, lo que puede ser explicado porque ambos aspectos no eran objetivos de la intervención realizada. Sin embargo, y a pesar de persistir las dificultades en la comunicación y el clima familiar, es importante destacar que se produjeron mejorías en los usuarios.

Cuadro 7.Resultados pre, post-tratamiento y seguimiento

Con respecto a los síntomas positivos se percibe una mejora tras la intervención. Esto lo explicamos no tanto por una reducción en la topografía de los síntomas psicóticos, sino por una disminución en la afectación e impacto de los mismos en el desempeño cotidiano de las tareas. Esto es consistente con la hipótesis de que una mejoría en el desempeño funcional en las áreas vitales y en la autoestima percibida tras el tratamiento ejerce una influencia terapéutica indirecta en la psicopatología de los sujetos. Se puede interpretar por tanto, que la intervención en AVD ha supuesto un factor de protección para el trastorno en consonancia con el modelo de vulnerabilidad al estrés.

Figuras. Medias de las puntuaciones en la Escala de Evaluación de Actividades de la Vida Diaria de los cuatro sujetos

En las figuras se presentan las puntuaciones medias de los 4 sujetos en cada una de las 3 áreas de AVD evaluadas, así como en las conductas que las componen. En todas ellas se observa una reducción del deterioro después del tratamiento que continúa en al fase de seguimiento a los 6 meses. Tras el tratamiento y en el seguimiento todas las variables se sitúan por debajo o igual a 2, confirmado la reducción del deterioro desde niveles importantes y con necesidad de supervisión frecuente, hasta alcanzar niveles menores y leves, con menor necesidad de supervisión de terceros. Las habilidades que mejoran más con la intervención son: higiene, vestido, cuidado de la salud, alimentación, sueño, consumo de sustancias poco saludables, manejo del entorno y autogestión. La que menos se reduce es el manejo del dinero, aspecto que pone de manifiesto la dificultad en mejorar esta variable que también suelen percibir tanto la familia como los profesionales. Las personas con TMG suelen presentar un déficit importante en esta área económica que suele tener una doble causalidad: los escasos ingresos que suelen percibir y las dificultades para organizar y “estirar” el escaso presupuesto hasta fin de mes.

Un aspecto que resulta interesante plantear está relacionado con la generalización de los resultados en las 3 áreas de AVD y el mantenimiento de los niveles de mejoría alcanzados en el seguimiento a los seis meses. Podríamos esperar un empeoramiento en el nivel de desempeño de las habilidades entrenadas en este período, sin embargo, dicho empeoramiento no se produce posiblemente porque se trabajó la generalización a través de la colaboración familiar y el entrenamiento en el entorno habitual.

Como conclusión consideramos que la intervención en AVD es un elemento clave en la intervención en personas con trastorno mental y aporta beneficios para su recuperación. Pensamos que es necesario realizar estudios experimentales con mayor muestra que permitan concluir con rigor que los programas de AVD son eficaces y eficientes, así como profundizar en los efectos de los entrenamientos aquí empleados con objeto de generalizar aún más los resultados, fomentar mayor grado de autonomía de los sujetos y conseguir el mantenimiento de sus efectos a largo plazo.

Referencias

American Psychiatric Association (APA) (1995). Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-IV). Barcelona. Masson (orig:1994).

Andreasen, N.C (1983). The scale for the assessment of negative symptoms (SANS). Iowa City: University of Iowa.

Andreasen, N.C (1984). The scale for the assessment of positive symptoms (SAPS). Iowa City: University of Iowa.

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Palabras clave: Trastorno mental grave, Habilidades de la vida diaria, Rehabilitación psicosocial.

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