Las emociones son una herramienta que nos ha permitido adaptarnos a muchas situaciones diferentes con el paso del tiempo. Por desgracia, su utilidad puede verse perjudicada por algunas enfermedades. Una de ellas es el trastorno bipolar.
Todos hemos oído hablar de este problema, incluso lo hemos visto representado en películas y series de televisión. Sin embargo, ¿sabemos qué es realmente? ¿Cómo puede afectarnos? ¿En qué consiste realmente?
Un desajuste peligroso
Cuando hablamos de trastorno bipolar hablamos de un trastorno de corte afectivo del estado de ánimo. Sabiendo esto, estaría bien comenzar por entender qué es eso del estado de ánimo. Con estos términos nos referimos a una disposición no transitoria, a un conjunto de emociones que se mantienen estables durante un periodo de tiempo.
Puede ser un grave problema, ya que interfiere en la vida de quien lo sufre
Por lo tanto, un trastorno bipolar afectaría a esa estabilidad, provocando un desajuste que interfiere en la vida de una persona. Los síntomas que aparecen son, en muchos casos, contrarios a la depresión que ya pudiste conocer hace algunos días. Según el DSM-5, principal manual para el diagnóstico de los trastornos mentales, podemos encontrar dos clases de trastorno bipolar, el de tipo I y el de tipo II. ¿Cuáles son las diferencias entre ellos?
Tipo I, hacia la manía
El trastorno bipolar I (TBI) lo padecen personas que presentan o han presentado alguna vez en su vida un episodio maníaco que ha durado al menos una semana o que ha requerido hospitalización. ¿Episodio maníaco? Con ello nos referimos a momentos de expansión y exaltación, con un estado de ánimo anormalmente elevado, que da lugar a todo tipo de problemas.
Como apuntan desde NIMH, el estado de ánimo de un sujeto con trastorno bipolar I puede ser maníaco, pero también depresivo y totalmente contrario, o incluso una mezcla de ambos. Los cambios bruscos y la inestabilidad son dos de sus características principales.Tipo II, hacia abajo
El trastorno bipolar II (TBII) aparece en personas que han sufrido alguna vez episodios hipomaniacos (contrarios a la manía), pero que nunca han padecido un episodio completo de manía.
Desestabilizador, pero a un nivel más bajo
Hablamos de un trastorno que suele presentar una menor gravedad y que no afecta de manera tan notable al funcionamiento de un sujeto. El trastorno bipolar II puede empeorar y evolucionar hacia un TBI, pero en la mayoría de ocasiones no suele hacerlo.
La familia no acaba aquí
Existen otras enfermedades, menos conocidas, que también se incluyen dentro de las afecciones bipolares. Es el caso del trastorno ciclotímico, como bien reflejan en MedlinePlus. ¿En qué se diferencia de los demás?
Desde lo más alto hacia lo más bajo, en continuas variaciones
Podríamos decir que se trata de una versión algo más leve de los trastornos bipolares I y II, aunque existen diversas variaciones. Hablamos, básicamente, de oscilaciones del estado de ánimo de una persona, que puede ir desde la depresión hasta la euforia, leve en ambos casos, y que dura varios años.
¿Cuáles son los síntomas? Una persona que sufriera este trastorno ciclotímico experimentaría episodios de felicidad extrema con mucha energía, lo que se conoce como expansión. Sin embargo, tan rápido como aparecen podrían desvanecerse, sumiendo al sujeto en periodos depresivos, de angustia, en el que toda la energía con la que contaba ha desaparecido.
Para que un profesional pudiera diagnosticar el trastorno ciclotímico, deberían producirse estos síntomas durante un tiempo y de manera continua. Otro requisito dependería de que no existiera ausencia de los estragos durante más de dos meses seguidos.Y estos trastornos… ¿tienen cura?
Aunque existe tratamiento psicológico que puede ayudar a mejorar los síntomas de estos trastornos, el método más eficaz sigue siendo el farmacológico.
Los medicamentos más utilizados son los estabilizadores del estado de ánimo, que pretenden, como su propio nombre indica, evitar las continuas y perjudiciales fluctuaciones. Con un seguimiento y tratamiento continuos podrán, en algunos casos, desvanecerse, aunque en muchos otros continuarán de forma crónica.