En la mesa durante el desayuno. En el recreo. Por la tarde después de hacer los deberes. O incluso para hacer los deberes...o cuando debería estar haciéndolos en lugar de estar con el dichoso TikTok o el Fortnite. Durante la cena. En el restaurante que han reservado para una ocasión especial en familia...¿cuántas veces vemos a nuestros hijos con los ojos puestos en el móvil, la tablet o el ordenador y nos preguntamos si es normal? Aunque son situaciones que forman parte del día a día, hay casos de menores enganchados a la pantalla que necesitan una intervención profesional y, sobre todo, de unos padres dispuestos a marcar límites.Algunos datos: según la encuesta ESTUDES 2021 entre la población de estudiantes de 14 a 18 años, la prevalencia de un posible uso compulsivo de internet es de un 23,5%, frente a un 3,5% en la población de 15 a 65 años según el sondeo EDADES 2022.
Entre el total de los estudiantes de 14 a 18 años, el 7,1% presentaría un posible trastorno por uso de videojuegos según la escala basada en criterios DSM-5.¿En qué momento muchas horas son demasiadas y hay que preocuparse por los niños y adolescentes? "Como señal de alarma, podríamos destacar el hecho de empezar a experimentar fuertes cambios de humor cuando no está usando el móvil", expone Rocío García de Leániz, responsable de Escuela de Padres de Empantallados, una plataforma que pretende formar a padres e hijos en un uso sano de las nuevas tecnologías. "También la dependencia emocional cuando no consiguen las respuestas que esperaba al subir una foto en sus redes. Todo ello hace que descienda la autoestima y aumenten las horas que pasan sin moverse mirando los dispositivos, lo que favorece el sedentarismo y la falta de descanso por estar consumiendo contenidos en bucle". Esto pasa factura también en el colegio: "El nivel de concentración desciende por estar expuestos al bombardeo constante de mensajes, así como el aislamiento social por tener la necesidad de estar solos con el móvil. Pero si hay algo que de verdad nos tiene que preocupar como señal de alarma es si manifiestan falta de interés por las cosas de la vida, como los amigos, planes, aficiones…".
El Centro AdCom Madrid, incluido en el Instituto de Psiquiatría y Salud Mental del Hospital Gregorio Marañón, está especializado en las adicciones comportamentales, es decir, aquellas que se derivan de un hábito o comportamiento aparentemente inofensivo, pero que puede convertirse en adictivo, tales como los juegos de apuestas, los videojuegos, el sexo, la compra compulsiva o el abuso de las redes sociales. "Este comportamiento repetitivo y sin control interfiere en gran medida en la vida familiar, laboral y social de paciente", señala Francisco Ferre, director del centro. No solo hay una dedicación excesiva de tiempo a esa conducta y una necesidad creciente de aumentar el tiempo que se le dedica (y abstinencia si no se consigue) sino que "la aparición de consecuencias negativas en su vida no son suficientes para ayudarle a abandonar la conducta adictiva."
En la consulta
¿Cuántos de estos problemas llegan a la consulta del pediatra de atención primaria? "No es habitual que acudan por el síntoma de adicción a pantallas, sino que consulten por otros y que la causa sea esta adicción", explica Pilar Mallada, pediatra en el centro de salud Rebolería de Zaragoza y portavoz de la Aepap. "En niños pequeños pueden consultar por retraso en el lenguaje, excesiva pasividad... y la causa es el móvil. En niños más mayores pueden consultar por insomnio, déficit de concentración, aumento de la irascibilidad, aislamiento de los amigos, problemas en el colegio, problemas de imagen, etc.
Durante la entrevista con el niño y la familia, al preguntarles por horas de pantallas, encuentras claramente una relación: muchas horas sin límites de contenido ni horario, redes sociales, juego en red con desconocidos...".Aunque Mallada defiende que en las revisiones del programa del niño sano los pediatras preguntan activamente "por consumo de hora de pantallas y qué tipo de pantallas, hábitos de sueño, alimentación, colegio, deporte, relación con sus iguales, etc." y que ahí se pueden detectar problemas derivados del "abuso o mal uso", la portavoz de Empantallados lamenta que "la falta de tiempo y de recursos en las consultas de atención primaria hace que los médicos no puedan profundizar con los padres sobre pautas saludables. Cuando el hijo llega con los padres a la consulta, suele ser porque la patología ya está creada".
En el caso del Centro AdCom, creado el año pasado, Madrid ha desarrollado un sistema de cribado mediante el cual los pacientes que cumplan los criterios pueden acceder al programa directamente, sin pasar por el centro de salud o el de atención mental. A través de la tarjeta sanitaria virtual, el ciudadano puede realizar los cuestionarios del cribado que permitirán, con criterios médicos, conseguir la detección precoz de los individuos que están en riesgo de padecer, o sufren ya, una adicción comportamental, y derivarles al recurso asistencial más adecuado según cada caso. En concreto, para que menores y sus padres cumplimenten el cuestionario, el Hospital Gregorio Marañón les proporciona una tablet.Una vez que el equipo valora dichos cuestionarios, se envía una carta con el resultado, citando paciente y sus tutores en consulta para una evaluación más exhaustiva si se detecta que tiene un problema de adicción que afecta a su salud mental.
El proceso se inicia con una visita a la enfermera que, además de explicar el proceso que va a seguir, procederá a realizar las analíticas de sangre previstas en esta evaluación. A continuación, será atendido por psiquiatra, luego un psicólogo y, en función de sus necesidades no sanitarias, tendrá una cita con Trabajo Social. A partir de la primera evaluación se ofrecerá al paciente un plan individual de tratamiento que incluirá seguimiento y tratamiento psiquiátrico y psicoterapia individual y/o grupal. La intervención grupal está dirigida a desarrollar en los pacientes un mejor control de los impulsos implicados en su adicción.
"La norma es que debajo de cada adicción comportamental haya otro trastorno mental", explica Ferre. "Fundamentalmente, y por este orden, nos encontramos con ansiedad, depresión, trastorno por déficit de atención y trastorno obsesivo compulsivo. Nuestro primer reto es la correcta identificación de estos cuadros y optimizar su tratamiento, pues será gracias a ese abordaje a través del que podremos solucionar de modo más completo la adicción comportamental".
Sin embargo, "hay que tener en cuenta que toda adicción comportamental tiene una variante online, que agrava enormemente la conducta adictiva, pues las convierte en anónimas, accesibles 24 horas de forma inmediata y fuera de la supervisión de familia y allegados, lo que hace muy difícil su control", lamenta el director de AdCom. En el caso de las redes sociales, se da la circunstancia añadida de que fomentan el mantenimiento o empeoramiento de trastornos mentales concretos, como los relacionados con la conducta alimentaria como anorexia y bulimia, así como ser fuente de malestar psicológico por las comparaciones que realizan los jóvenes entre lo que ven en estas plataformas de los demás y cómo se perciben.
La implicación de los padres
"En el caso de los más jóvenes y su vínculo con las nuevas tecnologías, es fundamental el abordaje conjunto con los padres o tutores, algo que hacemos en nuestro centro desde el primer momento", señala Ferre, que reconoce que les gustaría que el centro fuera mejor conocido por la población joven de 12 a 20 años de edad, "porque a pesar del gran apoyo que hemos tenido por parte de los medios de comunicación para la difusión de cómo acceder a nuestro centro, que nos ha generado una gran demanda de población adulta, hay un amplio sector de jóvenes con serios problemas que todavía no conocen la opción de recibir ayuda en este centro".
"La clave para detectar si nuestro hijo hace un uso responsable de la tecnología o ha caído en el abuso sería preguntarle cuáles son aquellas actividades que ha dejado de hacer en el día a día por estar consumiendo contenidos delante de una pantalla. Si ha dejado de salir de casa, si duerme menos horas y se encuentra cansando durante el día, si no es capaz de estar más de dos horas sin mirar el móvil… se trata de ponerles frente al espejo y hacerles ver mediante un ejercicio de “autoevaluación” el grado de dependencia que mantienen con el dispositivo y cómo esto les afecta en su día a día", sugiere García.
La mejor forma de evitar todos los problemas derivados del abuso de las pantallas es la prevención. "Las nuevas tecnologías son un avance positivo en nuestras vidas, un instrumento en nuestra vida diaria. En este momento es impensable trabajar sin internet, hacer una búsqueda bibliográfica, enseñar imágenes a los estudiantes... No es estar a favor o en contra de la tecnología; es utilizar bien la tecnología. Lo que significa poner límites en el horario y el contenido dependiendo de la edad del niño y esos límites los deben de poner los padres, no los niños o la sociedad", defiende Mallada. "Por supuesto, hay que poner control en el contenido, según lo que vean y a qué edad, no lo van a entender. Muchas veces se pone control parental en casa y les damos un móvil sin límites en internet", critica esta pediatra.
Precisamente, la edad del primer móvil es una conversación recurrente entre padres a partir de cierta edad. ¿Hay algún momento en el que sea recomendable (o menos dañino)? "Desde luego, no es a la edad de la primera comunión, a los 8 ó 9 años, y es el regalo estrella desde hace varios años", responde la pediatra de primaria. "Lo aconsejable es retrasarlo hasta el inicio de la Educación Secundaria Obligatoria (ESO). Por supuesto, hay que valorar la madurez del menor y el uso que le va a dar y el acceso a redes y contenidos de la web que va a tener. No hay que dejarse manipular ni por el niño ni por los de alrededor".
"Como padres, tenemos que pasar del me preocupa mi hijo, al me ocupo de mi hijo", afirma la portavoz de Empantallados. "Esto implica tener una conversación abierta y sincera con él donde empecemos a manifestarles nuestro interés por sus mundos virtuales: tiktokers, influencers, videojuegos favoritos, etc). Se trata de generar un espacio de interés y confianza para que los hijos puedan expresarse y sentirse escuchados".
Un segundo paso sería "hacerles escribir una lista de cosas que hayan dejado de hacer estos años desde que tienen el dispositivo y otra de lo que les gustaría hacer en adelante. Con ambas listas hechas, ofrecerles firmar un contrato de uso del móvil o de la videoconsola para que pueda disfrutarlas de manera responsable y consensuada con nosotros...", dice García. La web de Empantallados tiene recursos útiles de este tipo para que sirvan de guía a los padres. "De esta manera, nuestros hijos saben las normas de uso, los límites y la responsabilidad que estos dispositivos conllevan".
Tiempo de pantallas en función de la edad
Mallada insta a los padres a informarse sobre las consecuencias de las pantallas, sobre todo en la primera infancia. "El móvil se ha convertido en la niñera electrónica y se lo ponen para todo y antes de cumplir el primer año de vida, para comer, para que se esté quieto, para que no llore..."Estas son algunas pautas de recomendación que expone Mallada según las recomendaciones de diferentes sociedades científicas: "Todas las asociaciones científicas de pediatría, recomiendan móvil 0 entre los 0-2 años. La mayoría alargan recomendación hasta los 3 años".
De 3-6 años se recomienda un máximo de 30 minutos al día, siempre bajo la supervisión de un adulto y obviamente con contenido adecuado a su edad.De 6-9 años, máximo una hora al día. El control parental debe ser exhaustivo y nunca deben estar a solas con una pantalla. Nada de redes sociales. Los adultos deben cribar los contenidos. No deben conocer el pin o patrón de acceso al móvil del adulto. La hora máxima al día incluye los videojuegos, que deben utilizarse con horario y control de contenidos.
De 9-12 años, máximo una hora al día, aplicando los mismos consejos que en el periodo anterior (control parental exhaustivo, nada de redes sociales). A esta edad, si el menor comienza a tener dispositivos de su propiedad, es necesario supervisar su uso y acceso a datos. Hay que hablar con ellos sobre la necesidad de no compartir datos personales en internet y tener cuidado con personas que no conocen físicamente.Adolescencia.
Los jóvenes pueden tener móvil propio, pero la exposición a las pantallas no debe superar las dos horas al día, sin contar el tiempo dedicado al trabajo académico. Hay que recordar que las redes sociales tienen límite inferior de edad de 14 años. Hay que vigilarlas con ojos de adolescente, recomienda Mallada: "Hay que hablar con ellos de los peligros que encierran algunas páginas. Dialogar para tener una conciencia crítica sobre los contenidos de la red". Por otro lado, no es aconsejable castigar a un adolescente sin internet o redes sociales porque queda aislado. Si ya tienen un problema con las pantallas, que consulten con su pediatra.