Se invoca a la ética apelando a una función faltante reguladora de las fuerzas científicas, mediáticas, políticas. Es decir, se parte de la separación radical entre ética y los citados dominios. Si ese poder debe ser sopesado, es porque ha habido desvinculación con la ética. En otras palabras: la ética ya no está en su ejercicio y de allí su ocaso.
La ética se extingue cuando lejos de ser la práctica de un poder, se circunscribe a limitar su ejercicio y a denunciarlo. Cuando se denuncia un discurso, sostiene Lacan, no se hace más que perfeccionar su existencia. La ética no es discurso aleccionador, antes es praxis. Ello remite a la raíz del vocablo ya que ethos es costumbre pauperizada por la moral de los “valores”. Para Hegel, en las comunidades originarias existía identidad entre el poder y la ética. La ética como disciplina filosófica surge en Grecia con la desaparición de la polis, momento histórico donde comienza a quebrarse la juntura entre política y ética, ruptura que se consuma con el advenimiento del cristianismo.
Lacan llama “ética del psicoanálisis” a la praxis de su teoría. Devolviéndole así al término, su sentido más originario. En griego, praxis es a la vez ética y política. Al respecto Miller dice: no hay clínica sin ética.
El racionalismo incidió en la reflexión ética al extremo de determinarla. Platón supuso que hay un conocimiento acabado del bien y que a partir de dicho conocimiento queda trazado el camino para la acción correcta. La respuesta a la pregunta ¿qué debo hacer? está subordinada a la respuesta previa a la pregunta ¿qué puedo saber?, que sostiene que, con el saber se puede alcanzar lo absoluto. Este racionalismo cobra más tarde expresión en la convicción enunciada por Spinoza: “el orden y la conexión de las ideas son los mismos que el orden y conexión de las cosas”. La célebre ecuación ciencia = virtud = felicidad, que caracterizó al intelectualismo socrático, se reinstala hasta llegar a Kant. Según Nietzsche ese intelectualismo es el responsable del divorcio entre filosofía y arte. Supremacía de un logos que hace extinguir a la tragedia.
Kant marcó un punto de viraje que interesa al psicoanálisis y por ello, como piensa Lacan, es más verdadero que Spinoza. La “Crítica de la razón pura” tiene un sentido negativo al limitar las pretensiones de la razón. Después de Kant la razón no podrá sostener que conoce a través de un saber teórico la totalidad, lo absoluto, lo incondicionado. Pero también la “Crítica de la razón pura” tiene un sentido positivo, ya que al limitar las pretensiones de la razón en el plano teórico, abre la posibilidad de su uso en el plano práctico, es decir, en el plano que interesa a la ética. El problema ético ya no se dirime en torno al conocimiento teórico de lo absoluto, porque para el conocimiento teórico lo real es inaccesible. La acción se independiza del yugo gnoseológico alcanzando autonomía. La fractura en la equivalencia entre ciencia, virtud y felicidad, es irrevocable.
No es posible abordar la “Crítica de la razón práctica” sin situar el límite de la razón en el plano teórico, es decir, en la cosa en sí. La ética abre la posibilidad de un acceso al real incognoscible, edificándose en los confines del saber especulativo en los que el acto se nutre ya no del saber, sino de su límite. Dice Kant: “En cuanto vivimos moralmente participamos del mundo noumenal frente al cual la razón pura había tenido que confesar su impotencia”.
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