El interés por el estudio de los problemas de conducta en la infancia se remonta al siglo XIX. A pesar que desde hace más de un siglo se investiga y estudia sobre esta temática, aún no se ha logrado un consenso que posibilite abordajes integrales que a su vez prevengan conductas disociales y antisociales en adolescentes y adultos, respectivamente. Uno de los antecedentes que la comunidad científica relaciona con los trastornos de conducta son las que se definen como conductas disruptivas. Las estadísticas revelan una relación cada vez más estrecha entre el debilitamiento de las relaciones familiares y el aumento de la marginalidad y la delincuencia, muchas veces relacionadas con estos comportamientos. Algunos estudios muestran una fuerte relación entre la disfunción familiar, el autoconcepto - autoestima y la conducta disruptiva en los adolescentes, impidiendo el desarrollo evolutivo normal, y por ende de la construcción de la función ejecutiva, como posibilitadora de acciones ajustadas a la realidad compartida, tanto con adultos como con sus pares. En primer lugar definimos las conductas disruptivas como un constructo que agrupa un conjunto signosintomatológico de orden neuropsicosociocognitivo que determina un estilo de comportamiento disfuncional, caracterizado por agresividad, impulsividad e hiperactividad (sin trastornos de atención), analizando los componentes que lo constituyen. En segundo lugar definimos la función ejecutiva desde una perspectiva neuropsicológica dinámica, y la influencia de las figuras parentales en su constitución.