Cuando empecé a hacer el boceto de este trabajo tenía clarísimo que conducta suicida era sinónimo de pandemia. No obstante, cuando busqué su definición en la OMS, cuál fue mi sorpresa: “se llama pandemia a la propagación mundial de una nueva enfermedad”. Es entonces cuando me doy cuenta que, de acuerdo a esta definición, la conducta suicida efectivamente sí cumple la característica de “propagación mundial”, pero en absoluto lo podemos definir como “nueva enfermedad”. Es más, si tiramos de hemeroteca, encontramos que la OMS, ya en 1969, en su documento “Prevención del suicidio” lleva alertando sobre la necesidad urgente de abordar esta conducta y ya proponía medidas urgentes para su prevención.
Volviendo al presente, febrero de 2021, me alegra ver cómo todos los países son capaces de organizarse y darlo todo por encontrar vacunas que consigan hacer frente a la masacre del Covid 19. Y vuelvo al suicidio, se me parte el alma pensando que, en este caso, la “vacuna” contra el suicidio ya está inventada hace mucho tiempo. Sólo hace falta gobiernos sensibilizados que pongan en marcha políticas reales que permitan hacer llegar a la población la “vacuna” ya existente para poner fin al sufrimiento de millones de familias; exactamente el sufrimiento de 1 familia cada seis segundos que es la tasa de incidencia de muerte por suicidio en el mundo, hoy en día.
Y entonces me da igual si la conducta suicida cumple criterios científicos de pandemia… Para mí si lo es, “la conducta suicida: una pandemia silenciada”.