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La crisis de angustia en la infancia y en la adolescencia.

Fecha Publicación: 01/01/2000
Autor/autores: H.I. Quiles

RESUMEN

Los síntomas relacionados con la angustia, la ansiedad o los trastornos ansiosos de la infancia están, todavía hoy en día, poco descritos sobretodo si lo comparamos con el ámbito del adulto. En este estudio se pretende profundizar en el trastorno de crisis de angustia o panic attack en la infancia, conocer las características del niño/a que lo padece y las del ambiente en las que éste se produce. La etimología de los términos de angustia y ansiedad viene del latín "angere" que quiere decir constreñir. Aunque a nivel clínico sean necesarios, seguramente, más estudios, el uso de éstos términos, verdaderamente generalizados y accesibles a cualquiera, refleja hasta qué punto "resulta común, extendido, compartido e inherente a la vida humana el sentimiento de angustia, con independencia de cualquier aspecto patológico en particular" (1). La ansiedad forma parte de la vida y se caracteriza por un sentimiento de inminente peligro con una actitud de espera, pero, a diferencia del miedo o del temor, la ansiedad no se refiere a ningún acontecimiento real. Existen numerosos autores que admiten que la angustia está "como prefigurada en el organismo desde el nacimiento" (2). Los psiquiatras en general, suelen estar de acuerdo con una definición del trastorno donde sea la ansiedad, como alteración o malestar psíquico, el síntoma prínceps, no obstante, médicos de otras especialidades (cardiólogos principalmente) tienden a centrar su atención en el lugar de ubicación del órgano o parte del cuerpo donde se presenta la sintomatología. De hecho, para hablar de ansiedad, es necesario que existan aspectos somáticos que estén alterados como: taquicardia, palidez, cefaleas, dolores abdominales, trastornos del sueño, sensación de opresión en el pecho, entre otros.
Así, si nos centramos en el plano somático, podemos ver que los síntomas cardíacos son muy comunes (palpitaciones, dolores pectorales), y suelen durar unos segundos (a diferencia de lo que pasa en las enfermedades coronarias). Casi tan frecuentes como las manifestaciones cardíacas lo son las sensaciones de dificultad para respirar, ésta puede llevar a la hiperventilación lo que contribuye a tener posteriores síntomas adicionales consecuentes como entumecimiento u hormigueo en las extremidades. Menos frecuentemente se dan también vértigos, mareos, enrojecimiento facial, sudoración fría, piel de gallina, temblor, síntomas gastrointestinales, estado mental confuso, tensión, irritabilidad, cefaleas, preocupación respecto al futuro, dificultades de concentración, fatigabilidad, incluso incontinencia de esfínteres. El paciente suele moverse con inquietud, quejarse sin cesar de su agitación interior y pedir ayuda. Pero, además, el niño tiene dificultades sumadas ya que la expresión de la angustia dependerá de sus capacidades cognitivas, de su vivencia familiar-relacional, así como de su lenguaje y de su imaginación. Por ejemplo, la inhibición en el niño, también puede ser un modo de expresión de una ansiedad patológica. También debe añadírsele, a todo esto, el desajuste que suele producirse siempre entre lo que dice el niño y lo que dice su entorno respecto a su trastorno ansiosos "los padres tienden a menudo a subestimar la importancia de la ansiedad del niño y a darse cuenta de su inicio más tardíamente de lo que lo hace éste" (1). No obstante, existen diferentes clasificaciones que intentan precisar las características de los trastornos de ansiedad, aquí se contemplarán las clasificaciones de Ajuriaguerra (2), CIE-10 (3) y DSM-IV (4), en ellas nos basamos para la realización de este estudio de la crisis de angustia en el niño.


Área temática: Infantiles y de la adolescencia, Trastornos infantiles y de la adolescencia .

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