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La desestimación de los afectos en las patologías severas.

Fecha Publicación: 01/03/2005
Autor/autores: Norberto Schenquerman

RESUMEN

En este trabajado he procurado adentrarme en un temática, que a mi criterio resulta muy difícil de abordar y se refiere a la desestimación de los afectos en ciertas patologías severas y los posibles caminos de abordaje clínico. Desde una visión metapsicológica, consideraría que la problemática nodular se asienta en sus aspectos autodestructivos y su transitar en la repetición, que los conduce a una estasis de sus necesidades, provocado por su "necesidad de estar enfermo", alterando por tanto, su economía pulsional.

La dualidad de su sentir, en una combinatoria de desapego, letargo y des-esperanza, unido a sentimientos de ira y enojo indiferenciado, genera mecanismos proyectivos que no les permite concienciar su desestimación, pues creen que el peligro y el odio provienen de afuera, del Otro. Esto se liga entonces con una crucial pregunta: ¿Es posible mejorar su calidad de vida? La renegación de las interpretaciones pone vallas, por momentos insalvables, a una factible tramitación clínica. Propongo una forma de abordaje que apunte a desmontar sus defensas, gestando nexos identificatorios tendientes a configurar un vínculo empático, surgido de la constitución de un entorno seguro y confiable en el marco de la sesión, sustentado en la relevancia que a mi entender contienen los elementos fonemáticos del habla como un basamento útil para la tramitación clínica. Además postulo que al imbricarlo con la pulsión de sanar, como un instrumento aliado del proceso, sería beneficioso para neutralizar ese ?dejar-se sucumbir? que altera su calidad de vida.


Palabras clave: Empatía, Escisión del yo, Pulsión de sanar, Retracción libidinal, Sentimiento oceánico
Tipo de trabajo: Conferencia
Área temática: Psicología general .

La desestimación de los afectos en las patologías severas.

Norberto Schenquerman.

Médico Psicoanalista
Miembro Titular en Función didáctica de la Asociación Psicoaanalítica Argentina e Internacional.

PALABRAS CLAVE: Retracción libidinal, Pulsión de sanar, Sentimiento oceánico, Empatía, Escisión del yo.

 

Resumen

En este trabajado he procurado adentrarme en un temática, que a mi criterio resulta muy difícil de abordar y se refiere a la desestimación de los afectos en ciertas patologías severas y los posibles caminos de abordaje clínico.

Desde una visión metapsicológica, consideraría que la problemática nodular se asienta en sus aspectos autodestructivos y su transitar en la repetición, que los conduce a una estasis de sus necesidades, provocado por su “necesidad de estar enfermo”, alterando por tanto, su economía pulsional.

La dualidad de su sentir, en una combinatoria de desapego, letargo y des-esperanza, unido a sentimientos de ira y enojo indiferenciado, genera mecanismos proyectivos que no les permite concienciar su desestimación, pues creen que el peligro y el odio provienen de afuera, del Otro. Esto se liga entonces con una crucial pregunta: ¿Es posible mejorar su calidad de vida?

La renegación de las interpretaciones pone vallas, por momentos insalvables, a una factible tramitación clínica. Propongo una forma de abordaje que apunte a desmontar sus defensas, gestando nexos identificatorios tendientes a configurar un vínculo empático, surgido de la constitución de un entorno seguro y confiable en el marco de la sesión, sustentado en la relevancia que a mi entender contienen los elementos fonemáticos del habla como un basamento útil para la tramitación clínica. Además postulo que al imbricarlo con la pulsión de sanar, como un instrumento aliado del proceso, sería beneficioso para neutralizar ese “dejar-se sucumbir” que altera su calidad de vida.



La situación singular que se configura entre el analista y la realidad emocional del paciente nos lleva a examinar en forma constante los pro y los contras de nuestras intervenciones. No sólo cuando ciertos conflictos dejan de ser inconscientes para pasar a la conciencia, sino además de qué manera estas transformaciones se gestan al amparo de los estados transferenciales.

Lograr una mayor productividad psíquica en aquellos pacientes cuyo particular rasgo distintivo se asienta en sus aspectos autodestructivos, su fijación al trauma y su transitar en la repetición, resulta particularmente arduo, dado la dificultosa tramitación de sus afectos.

La operación de tornar un proceso psíquico hacia el polo negativo, en el sentido propuesto por A. Green, obstruye la exploración clínica y se ve expresado bajo la forma de intensos sentimientos impedidos de su desarrollo, conduciéndolos a variadas formas reactivas: acting-out, impasse, reacciones terapéuticas negativas, etc. En estas circunstancias, procesar simbólicamente los estímulos provenientes del mundo exterior, dentro del sistema de sus huellas mnémicas, toma carácter de impacto traumático, fortaleciendo de un modo defensivo, sus funciones desobjetalizantes.

Freud define como “angustia automática” a la reacción ante excitaciones traumatizantes de origen interno y externo que le impiden procesar las exigencias pulsionales, sucesos que corresponderían a estas patologías. Además Freud, en el capítulo del fetichismo, aclara que la escisión del yo” se presenta como defensa, no sólo en la desmentida, sino que ocurre en otras situaciones en que el yo enfrenta la necesidad de desplegar una defensa ante una realidad traumatizante. Por eso todo fracaso de la represión conlleva angustia.

Es mi intención ahondar en el estudio de las patologías cuyos fuertes impulsos automutilantes y una tendencia a la desestimación afectiva les genera mecanismos proyectivos que tienden a perpetuar el trauma. Al profundizar en mis observaciones he inferido que se manifiesta a través de una estasis libidinal y una estasis de sus necesidades que los lleva a atacarse inconscientemente, es decir a un estado de retracción, como un “dejar-se sucumbir”, dando lugar a la perturbación de la autoconservación. André Green, al hablar sobre los casos inaccesibles, expresa que la pulsión de muerte opone una resistencia fortísima, como si fuera una verdadera “anorexia de la vida”.

Desde una visión metapsicológica, serían fuerzas en pugna entre el sí mismo y el mundo exterior, provocándoles una alteración en su economía pulsional. Freud en “Inhibición, síntoma y angustia” alude: “ En el nexo con la situación traumática, frente a la cual uno está desvalido, coinciden el peligro externo e interno, peligro realista y exigencia pulsional”. Si bien aquí enlaza el trauma con un problema solamente libidinal, en “Esquemas del psicoanálisis”, amplía nuevas fuentes de resistencias, además del sentimiento de culpa derivado del superyó. Así incorpora “la inversión de la pulsión de autoconservación” y lo remite a aquellos pacientes que buscan autodestruirse (Verkehurung , denominándolo como la “necesidad de estar enfermo o padecer”. El eje central en estas patologías gira repetitivamente en torno de su convicción de que el odio y el peligro le vienen de afuera, dirigidos contra él y no de su mundo interno. Tratan de establecer continuas defensas para desestimar e invalidar con sus proyecciones la labor del analista, reitero, por tener alterada la necesidad de autoconservación. En estas situaciones traumáticas habría una particular demanda que se articula con las vicisitudes del Edipo, pero también con los vínculos iniciales con un objeto único materno, de ahí que exista una relación intrínseca que amalgama el odio con el amor, por resultarle un objeto frustrante y a su vez por retaliación un odio al objeto necesitado, por su dependiente espera de auxilio amoroso.


En la clínica, contrarrestar esta forma de angustia, cuya cualidad distintiva es su carácter de “inevitabilidad”, como en las llamadas neurosis de impulsión, nos demanda una gran contención y sostén afectivo. En estos pacientes, dado su dualidad, se unen la autodestrucción y el descreimiento, combinado con intensos temores por su intolerancia a una realidad entendida como “privadora”. Al no poder domeñar estas emociones, aparecen en la transferencia bajo diversas formas defensivas, equivalentes a una identificación proyectiva, buscando apoderarse de la atención permanente del analista. A su vez éste, en ciertos momentos, desde su contratransferencia, al enfrentarse con esos requerimientos, puede oscilar inconscientemente entre la indulgencia y el rechazo.

Argumentaría entonces, que los pacientes que no llegan a concienciar su odio por su perturbada percepción, lo vierten afuera, hacia un destinatario indiscriminado, pues forma parte de la problemática de su fijación inicial y su regresión. Es el Otro, el analista, el que tiene que asumir el compromiso de captar sus registros, tratando de establecer nuevos modelos elaborativos tendientes a instaurar una percepción adecuada de las emociones.
Este desasirse se vincula con el “sentirse no sentido”. Si bien Freud en “Introducción al narcisismo” especifica que en un principio el yo lo contiene todo, más tarde lo expulsa fuera de sí, aunque el sentimiento yoico presente conserva los restos abarcativos de un Todo originario.
Al remitirlo a las patologías severas se puede ver cómo, en el afán por segregar del yo las sensaciones de dolor que le producen displacer, proyecta los sentimientos negativos en el analista, repite su desestimación y vuelve a expulsarlo al mundo exterior.

Los adictos, en cada ingesta, intentan trasmutar las situaciones de angustia en una táctica sexualizada, en busca de un yo placer narcisista, vehiculizando lo pulsional. Tratan de conformar un mundo sin carencias ni amenazas y de ese modo inhiben la angustia de castración.
D. Maldavsky menciona la diferencia entre desmentida y desestimación. “En la primera es posible el surgimiento de la proyección y el deseo hostil: el odio a la realidad de la castración, que describe Freud. En cambio, en la desestimación ocurre sólo el primero de los movimientos recién descritos, por lo cual no se constituye lo malo fuera del yo, aquello que pueda ser odiado”.

Me pregunto en este punto de mis reflexiones: ¿Cómo anudarlos a una realidad diferente cuando la misma padece de una falta? ¿Cómo desmontar los mecanismos defensivos que ponen en peligro su vitalidad psíquica? Desde mi perspectiva, considero que un camino inicial que propicie un reconocimiento a sus carencias sería tal vez, reactivando aquellas huellas sepultadas donde el yo y el objeto no están diferenciadas de manera determinante, las cuales accederían a la conciencia por un camino distinto al de la palabra, existiendo entre ellos nexos identificatorios.

En el espacio transferencial, cuando el analista desde la escucha puede realizar una singular percepción sobre las locuciones del analizando, atendiendo no sólo a su contenido narrativo sino además a los matices tonales de sus verbalizaciones, se podría sumar nuevos recursos para el discernimiento de sus fantasías. De ahí que vuelva a enfatizar que un auxiliar terapéutico valioso debería contemplar también los elementos inherentes al discurso de los pacientes, tales como la prosodia y las cualidades expresivas de la voz.


Bajo los efectos de la droga, se incrementa el valor erógeno de la escucha, llenando ilusoriamente el vacío sonoro ocasionado por un entorno primario deficiente. De igual modo ocurre con la pulsión de ver, donde el placer escópico se vuelve cuerpo erógeno y dado su primacía, resulta sobreinvestido.

C. Bollas manifiesta: “ El idioma que somos encuentra su expresión en las elecciones y usos de objetos que a él se ofrecen disponibles en el medio”.
Así, cuando la satisfacción pulsional prevalece por sobre la presencia del objeto, acontecimiento que ocurre en los episodios perversos, éstos apelarían a la expulsión o desmentida a través de experiencias de sustitución, con rasgos indiscriminados, tratando de borrar los límites entre el adentro y el afuera.

De constituirse un marco de confiabilidad sólido entre el analista y su analizando, además de ayudar al paciente a registrar mejor sus vivencias, se promovería, mediante los procesos identificatorios, un despliegue de sus pensamientos inconscientes. Siguiendo con esta línea de abordaje, la identificación facilitaría una forma de pensamiento que no deriva de un estímulo sensorial sino que sería la resultante de un producto psíquico, de un acto interior, configurando nuevos procesos de pensamiento.
Freud en “Introducción al narcisismo” se pregunta: “¿Qué relación guarda el narcisismo, de que ahora tratamos, con el autoerotismo que hemos descrito como un estado temprano de la libido?”. A lo cual responde: “Es un supuesto necesario que no esté presente desde el comienzo en el individuo una unidad comparable al yo, el yo tiene que ser desarrollado”. Es decir, que al autoerotismo debe agregársele una nueva acción psíquica para que el narcisismo se constituya.

La condición de analizabilidad en estos pacientes, quienes repetitivamente nos reclaman un “algo” que espeje sus anhelos insatisfechos, en una combinatoria de estados de des-esperanza y altanería me ha promovido una revisión sobre la temática de las pulsiones, en especial la pulsión de sanar, que más adelante retomaré.

En una búsqueda por desasir esa “necesidad de padecer” y encontrar una técnica que pueda fortalecer la deficiente estructura de su yo, quisiera ampliar mis ideas manifestando que dentro del vínculo analítico sería posible tal vez, crear una “trama interpretativa”, semejante a un aparato de protección antiestímulo, morigerando el impacto traumático de sus vivencias primarias. El desapego asociado a su ira, incluido la dinámica intrínseca de su patología narcisística lo conduce inconscientemente a una renegación de las interpretaciones, hechos que se originarían como una derivación de su patología temprana, donde una imago materna desatiende sus necesidades y un padre se revela incapaz de compensarlas, intensificando sus conflictos edípicos. Por tanto, en procura de mitigar el ataque al vínculo analítico, se podría recrear en la transferencia una fusión análoga a la que se constituye entre la madre y el bebé, encarnándose como un aparato de protección antiestímulo para poder compensar las funciones reguladoras de su autoestima alterada. Según mi teoría, en esas circunstancias el paciente podría re-crear su pasado y mitigar el dolor producido por aquello que registra como ausente: sesgos caracterológicos que sustentaron su vacío psíquico y por ende su compulsión a la repetición. Y para derribar esas barreras que obstruyen su accionar psíquico, entiendo que el habla del analista debiera representar el equivalente a un “espejo auditivo”, a la manera de un objeto transicional y bordear un hueco que no pudo configurar, pero cuidando de no caer en él.


Jean Laplanche, desde una perspectiva sumamente esclarecedora al teorizar acerca de la “transferencia en lleno” y la “transferencia en hueco” refiere: “La proyección es la cruz del psicoanalista, es la cruz de las transferencias insolubles. Resolver, analizar, disolver, es hacer pasar por alguna parte un cuchillo, y un cuchillo únicamente se insinuará allí donde se indican fisuras, líneas de clivaje: la transferencia en hueco es un hueco que viene a alojarse en otro hueco”. También, acerca del proceso de curación consigna, que la interpretación apunta a reconocer ciertos significantes que aparecen en la cura de manera puntual, mientras que la construcción sería una reconstrucción por el sujeto mismo, de su historia; y en sus intentos por simbolizar su historia, habría un nivel intermedio que estaría ligado, en parte, también con el ambiente cultural.

En este punto de mi exposición considero fundamental retornar al concepto de pulsión de sanar que Freud alude en su 32º Conferencia, donde destaca que si ahondamos en el estudio de las pulsiones, sólo así nos proporcionará lo que nos hace falta. Allí explica que éstas, además de regir sobre la vida anímica también lo hacen sobre la vegetativa; y que las pulsiones orgánicas poseen una característica distintiva: “(...) se revelan como unos afanes por reproducir un estado anterior”. Continúa diciendo que, cuando uno de esos estados, ya alcanzado, sufre una perturbación, nace una pulsión cuyo fenómeno es su recreación y lo denomina como la compulsión de repetición. Puntualiza entonces: “(...) la pulsión de sanar a la cual debemos nuestras curaciones – unida a nuestros auxilios terapéuticos – quizá sea el resto de esta facultad desarrollada de manera tan grandiosa en los animales inferiores”.

Para concluir este trabajo aseveraría que un abordaje clínico de aquellos pacientes que repiten sin lograr rectificar su accionar, dado su tendencia a dañarse, sólo resultará útil si logramos reconstruir en la transferencia la memoria de su identidad y la percepción de ese instante propio que la alteridad instala, neutralizando el carácter demoníaco de su compulsión a la repetición. Una relación intersubjetiva empática, unida a la pulsión de sanar, se podría constituir en un aliado de gran valía para la labor terapéutica, quebrantando ese “dejar-se sucumbir” pues se acrecentarían los parámetros de su capacidad de pensar. Me hago eco de los conceptos de J. Laplanche cuando postula: ”(...) el análisis mismo, si está limitado, o justamente tal vez por estar limitado, es infinito”.


Referencias bibliográficas

Freud, A. Green, L. Laplanche, N. Schenquerman


Bibliografía

BOLLAS C. (1989) Fuerzas de destino, A.E., p.22
FREUD S. (1914) “Introducción al narcisismo”, A.E., XlV, p. 74.

_______ (1925-1926) “Inhibición, síntoma y angustia”, A.E XX, p.77-157

________ (1927) “Fetichismo”, A.E. XXl, p. 145

 

_______ (1930) “El malestar en la cultura”, A.E., XXl, p.
68-72-73.

_______ (1932-1933) “32 conferencia – Angustia y vida
pulsional”, A.E XXll, p. 98.

_______ (1938) “Esquemas del Psicoanálisis”, A.E., XXlll, p.180.

GREEN A. (1975) El trabajo de lo negativo, A.E. Buenos Aires, p. 209.

LAPLANCHE L. (1989) Nuevos fundamentos para el psicoanálisis. La seducción originaria, A.E. Buenos Aires, p. 161-163.

MALDAVSKY D. (1988) Estructuras narcisistas, A.E., Buenos Aires, p.395.

SCHENQUERMAN N. (1985) “La identificación y su vinculación con el pensamiento inconsciente y las líneas melódicas”. XXXlV Congreso Psicoanalítico Internacional, Hamburgo- International Journal of Psychoanalysis, Vol. 68 Nº 2, p.207-212, (1987).

_______ (1993) “Acerca del habla, la escucha y el pensar cognoscitivo”. Congreso Psicoanalítico Internacional, Amsterdam. Rev. de Psicoterapia, Psicoanálisis y Grupo, Vol.18, 1996, Madrid, España.

_______ (1999) La trama sonora de la interpretación, E.Publikar, Buenos Aires, p.101/105.


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